Ester Fayos

Artículo publicado originalmente en La Directa (català)

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Imagen gráfica: Víctor Serri y Pau Fabregat

En las últimas décadas, grandes empresas agrícolas han visto en el monocultivo de este fruto un negocio jugoso que no para de crecer. En algunas zonas del País Valencià está ganando terreno a los cítricos. Pero el éxito del producto tiene una cara menos amable: la gran cantidad de recursos hídricos que reclama y las emisiones derivadas del transporte internacional del producto.

 

Recorriendo la AP-7 por la comarca de la Plana Alta, difícilmente se pierde de vista el paisaje dominado por los naranjos. Parece que las manchas naranjas de los árboles se extienden por todas partes. Pero, a medida que abandonamos la autopista y nos adentramos en caminos rurales, la estampa citrícola empieza a desdibujarse por el fruto que ahora mismo tiene más reclamo del mercado: el aguacate. Sus propiedades hacen que se enaltezca como un alimento decisivo en toda dieta saludable y las grandes empresas lo presentan como “el oro verde” de la agricultura. Pero es un producto con doble cara: agotamiento de recursos hídricos, contaminación o deforestación son algunas de las amenazas que esconde.

Originario de lugares como México, Perú o Colombia, el cultivo y consumo del aguacate ha experimentado un notable crecimiento en Europa y, específicamente, en el Estado español, que posee el 85,2 % de la superficie agrícola total del continente que se destina a esta fruta verde y se ha erigido en el principal importador y exportador europeo. Su producción se concentra en Andalucía (con el 75 % de la superficie), Canarias (el 12,7 %) y los Països Catalans (el 12,3 %). De esta última procedencia, el País Valencià es donde más ha arraigado: en diez años la superficie productiva ha aumentado un 97 % y ha pasado de las 100 hectáreas en 2009 a las 2 093 en 2021. En las Illes Balears se cultivan actualmente 25 hectáreas y Catalunya cuenta solo con 15, repartidas entre el Montsià, el Baix Ebre y la Ribera de l’Ebre, pero lidera las importaciones y exportaciones: importa cinco veces más aguacates que hace una década y exporta a Europa el 56 %.

Organizaciones ecologistas y agrícolas ven con preocupación el incremento de este cultivo, a causa del ingente consumo de agua que requiere y la huella de carbono que deja. “El aguacate necesita temperaturas y precipitaciones elevadas. Andalucía, el País Valencià o Catalunya son territorios cálidos, pero la carencia de precipitaciones hace que no sean óptimos para cultivar un fruto que reclama una cantidad de agua muy por encima de nuestra capacidad de recuperación hídrica”, enfatiza Gustavo Duch, investigador y miembro del equipo editor de la Revista Soberanía Alimentaria.

Para hacer una estimación del impacto en la atmósfera, Duch explica que hay que poner énfasis en dos factores: “por un lado, el aguacate provoca mucha deforestación en los principales países productores de América Latina; y, por otro, es un producto del cual importamos muchas toneladas solo para reexportarlas, lo cual supone un gran gasto en transporte”. A la misma conclusión llega Ruth Aranda, investigadora del CSIC en el Instituto de Hortofruticultura Subtropical y Mediterránea La Mayora, de Málaga: “la huella de carbono es superior a la de otros productos. Viene de América Latina y se exporta a la Unión Europea. Por lo tanto, se mueve mucho más a escala mundial que aquellos productos producidos en España y exportados a Europa”.

Desafío a la naturaleza

El aumento de la superficie de aguacate en territorios como Andalucía o el País Valencià no se explica sin tener en cuenta el incremento de la demanda del mercado europeo. Duch considera que se trata de un producto que “está de moda, como la carne hace treinta años”, pero “detrás de esta tendencia están los intereses de la industria alimentaria, de las multinacionales y los fondos de inversión, que han visto una nueva forma de hacer negocio”, continúa. “Ponen mucho dinero para estimular el consumo de aguacate, lo venden como un producto saludable, que encaja con las dietas veganas o vegetarianas, pero no se consideran los impactos negativos”, apunta.

Con el objetivo de velar por sus intereses económicos, los grandes productores de esta fruta han constituido incluso la Organización Mundial del Aguacate, la cual pronostica que el consumo global del producto se mantendrá en crecimiento. Algunos portales especializados en el análisis de mercados estiman un incremento de los ingresos globales del sector de hasta 7.800 millones de euros en los próximos dos años. Pero su éxito no ha repercutido en la población local de los principales países productores. Cristhian Camilo Rodríguez, antropólogo y presidente de la organización en defensa del territorio EcoGénova en la región colombiana de Quindío, denuncia el impacto que la producción intensiva del aguacate tiene en países como México o Colombia: “Las grandes empresas sitúan las plantaciones en zonas de alto valor ambiental y se produce una pérdida de biodiversidad. Hay regiones enteras que se han quedado sin agua por el acaparamiento de los recursos hídricos y se han desplazado comunidades campesinas. La mayor parte de la producción es para exportar a Europa; es decir, el agua que tenemos aquí, de alguna manera, se la llevan”, concluye.

 El circuito del aguacate en Països Catalans

 

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FUENTE: Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación

Los Països Catalans desempeñan un papel fundamental en la burbuja de insostenibilidad del aguacate y el expolio de los recursos en las regiones americanas de donde proviene. Por poner un ejemplo, el consumo anual medio en el conjunto de hogares de Catalunya se ha más que duplicado en diez años: ha pasado de los 6.750 kilos a los 14.565. Pero la mayor parte de lo que se importa no se consume, sino que se comercializa en los mercados de Europa. El año 2014, Catalunya, el País Valencià y las Illes Balears importaron de países como Perú, México o Colombia la misma cantidad de aguacates que exportaron: 6.000 toneladas. Una década después, en 2024, la cifra se ha quintuplicado: los diferentes territorios de los Països Catalans importaron 37.034 toneladas, de las cuales 20.652 se exportaron de nuevo hacia lugares como el Estado francés, Marruecos o Italia. Según el activista de EcoGénova, “los destrozos ambientales son responsabilidad de los estados, que no regulan la producción y de las ambiciones empresariales para ganar dinero favoreciendo el consumo, esté donde esté”. En la misma línea se expresa Gustavo Duch quien, además, denuncia que la mayor parte de la producción local de aguacate “no satisface nuestras necesidades, sino que se vende al mercado global y a los consumidores con más poder adquisitivo”.

La investigadora Ruth Aranda sostiene que producir y comercializar aguacates de manera local sería una solución para no hacer un uso insostenible del territorio. También reivindica “no abusar de los territorios que son mejores para su cultivo y no implantar monocultivos”. El proyecto de agricultura ecológica Fulletes, impulsado por dos hermanas en Godelleta (la Foia de Bunyol) lleva a la práctica esta filosofía. Marta y María Ferrandis cultivan naranja, clementina, lima, pomelo y aguacate. Defienden que “lo más importante para la sostenibilidad y la optimización de los recursos es producir en ecológico”. Durante el proceso de producción del aguacate, “optamos por mantener viva la cubierta vegetal sin echar herbicidas, así mantenemos la humedad y no necesitamos tanta agua”, aclara Marta Ferrandis. Y a la hora de comercializar, apuestan por la venta directa a tiendas y grupos de consumo locales.

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La sequía golpea

“La gran diferencia entre otros alimentos de regadío y el aguacate es que este, al proceder de países con un clima subtropical, requiere mucha más agua”, asegura Gustavo Duch. El volumen de consumo hídrico varía de un lugar a otro, según el clima, la productividad por hectárea y la gestión que se haga del agua. Curiosamente, los estudios de la Confederación Hidrográfica del Júcar señalan que, en la comarca de la Marina Baixa, el aguacate consume 3.465 metros cúbicos por hectárea al año, casi 500 metros cúbicos menos que la naranja. Sin embargo, un estudio de la organización independiente Water Footprint Network, que trabaja por la sostenibilidad y la eficiencia del uso del agua, ha calculado una cifra media global de la huella hídrica de este cultivo: 1.981 litros de agua por cada kilo de aguacate, más del doble que un kilo de manzanas (822 litros), de plátanos (790 litros) o de naranjas (entre 560 y 748 litros).

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FUENTE: Water Foot Print

Los testigos que ha recogido La Directa entre cultivadores de aguacates refrendan la tesis de este informe. José Antonio Llorent, ingeniero químico jubilado y labrador, cultiva nísperos y aguacates en Callosa d’en Sarrià, municipio de la Marina Baixa pionero en la introducción de este fruto verde en el País Valencià. En diez años de experiencia en el sector, ha podido comprobar que “es el fruto que más agua necesita por superficie; no mucha más que el cítrico, pero es mucho más rentable”, puntualiza. Asegura que “un agricultor que gasta un metro cúbico en el aguacate produce y gana más que con los cítricos”. El factor clave se encuentra en la diferencia de precio en origen: mientras que por un kilo de naranjas el labrador recibe 0,38 euros, por la misma cantidad de aguacates tiene una ganancia de 2,5 euros como mínimo. Llorent también apunta al hecho de que “el aguacate todavía no presenta plagas y la fruta aguanta más en el árbol. Por lo tanto, hay más tiempo para la cosecha y no se necesitan tantas manos”, circunstancias que facilitan el trabajo en el campo ante la carencia de relevo en el sector.

En un contexto de crisis citrícola por el desequilibrio de precios en origen y destino a causa de las prácticas abusivas de los grandes grupos de distribución o la competencia desleal del mercado global, el aguacate se instaura como un cultivo sustituto o complementario a la naranja, que cada año pierde superficie en producción: en diez años han desaparecido 7.000 hectáreas en el País Valencià. Desde la Marina Baixa, las raíces del fruto verde se extienden hacia el norte, lo cual ha puesto en alerta a la Unió de Llauradors. “Es un cultivo con necesidades hídricas muy elevadas. Ahora mismo, tenemos un crecimiento descontrolado en zonas que están en el límite climatológico, con mucha sequía, y el cultivo del aguacate podría agraviar la situación”, advierte Ferran Gregori, técnico agrícola de este sindicato, y asegura que existen “intereses comerciales que llevan a argumentar que los cultivos subtropicales no consumen tanta agua”. Desde la Asociación de Productores de Aguacates (ASOPROA), Xavier Ferrer, del departamento técnico de València, defiende que, en el actual contexto de emergencia climática, cualquier cultivo de regadío puede suponer un “problema”, pero “lo que es bien cierto es que el aguacate no difiere significativamente de las necesidades hídricas de los cítricos o el caqui”.

 

 
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FUENTES: Portal Agrari de la Generalitat Valenciana, Institut d’Estadística de Catalunya y Conselleria d’Agricultura del Govern de les Illes Balears

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FUENTE: Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación

 

La Marina Baixa, la Safor, el Camp de Morvedre o la Plana Baixa y Alta son algunas de las comarcas valencianas que están más en alerta por situación prolongada de sequía y es donde, paradójicamente, más aguacate se está plantando. Rafa Mansanet, agricultor en Simat de la Valldigna (la Safor) y estudiante de cuarto de Ingeniería Agrónoma en la Universitat Politècnica de València, cultiva dos hectáreas junto con su padre y su tío. Hicieron el cambio de la mandarina al aguacate por los mismos motivos que Llorent: más margen de tiempo para la cosecha y mejores precios. Pero no se siente orgulloso: “El debate sobre el consumo de agua es evidente, porque estamos en un territorio de secano y no es sostenible que tengamos tanta superficie en regadío”. “Si la falta de agua continúa, personalmente, lo arrancaré todo y pondré secano”, pronostica. Pero lo que para algunos es todavía un supuesto, para otros ya ha sido una realidad.

En la finca La Calafa d’Alcanar (el Montsià), dedicada a la agricultura familiar y ecológica, se plantaron aguacates para compensar los bajos precios de la naranja y la mandarina a finales de los años noventa. Aun así, en 2018, decidieron detener buena parte de la producción de aguacate y dejar solo algunos árboles para consumo propio. “Si hubiéramos comprado más aguacates, quizás habríamos podido vivir bien, porque se paga bien, pero demandaban mucha más agua que el naranjo”, confiesa Agustí Grau, agricultor de La Calafa. “Si le dábamos la misma cantidad de agua que al naranjo, producíamos menos que lo que en teoría puede llegar a producir el árbol del aguacate”, continúa. Su experiencia le hace llegar a la conclusión de que, “si en el Ebro hubiera un boom de aguacate como en Málaga, tendríamos un problema grave, porque no habría agua para todos”.

Deforestación y sequía en Andalucía

Los principales territorios de cultivo subtropical en el Estado español son Granada y Málaga, donde destaca la comarca de La Axarquía, donde históricamente ha predominado la trilogía agraria conformada por el trigo, la viña y el olivo, junto con el almendro o el cítrico. Pero a lo largo del último medio siglo se ha sustituido por el cultivo intensivo de frutas tropicales, como el aguacate o el mango. Rafael Yus, biólogo, investigador especializado en frutas subtropicales y miembro de Ecologistas en Acción de Andalucía, mantiene un punto de vista muy crítico con el monocultivo subtropical: “Es una burbuja que ha estallado porque era insostenible”.

La producción de aguacate en Andalucía ha tenido dos momentos de expansión: la construcción del embalse de La Viñuela (Málaga), en 1989, con lo que se pudo aumentar la superficie de regadío, y la crisis financiera de 2008, momento en que muchos inversores del sector inmobiliario encontraron en el aguacate un nuevo filón para hacer negocio. Fue entonces cuando muchas zonas de secano “se arrasaron para plantar aguacate o mango, hasta entonces relegados a las llanuras que no superaban los 140 metros de altitud”, recuerda Yus. Esto supuso cambios en el uso del suelo y la deforestación de comarcas históricamente caracterizadas por una orografía escarpada.

A la deforestación y pérdida de biodiversidad se sumó la sobreexplotación hídrica. Tal como relata el informe de Ecologistas en Acción El verdadero precio de los alimentos: la cara oculta de la agroindustria a la península Ibérica (2024), empezó a incrementarse la superficie de aguacate regada al margen de la regulación, por encima del nivel máximo de altitud permitido (140 metros), “mediante mecanismos como el bombeo de agua desde las zonas más bajas y la construcción de numerosos pozos ilegales, lo cual aumentó de manera extraordinaria el consumo de agua”.

El Servicio de Protección de la Naturaleza (SEPRONA) de la Guardia Civil ha detectado más de 250 pozos ilegales en La Axarquía, algunos de los cuales se encuentran en municipios situados a más de 600 metros por encima del nivel del mar. No se ha podido obtener la cifra de sondeos o pozos ilegales en nuestro territorio en el momento de publicar este reportaje, pero la Confederación Hidrográfica del Júcar asegura que “ha tramitado sanciones por cultivo de aguacate a causa del aumento ilegal de la superficie” autorizada. Se trata de aprovechamientos hídricos legalizados “en los cuales ha aumentado la superficie de riego ilegal con este cultivo”, principalmente en la Marina Baixa y Alta y en la Safor.

El embalse de La Viñuela, el más grande de la provincia de Málaga, hace años que se encuentra muy por debajo de su capacidad. “Tenemos una sequía notable que ha empezado a provocar la muerte de los cultivos subtropicales. La producción ha caído y esto ha hecho aumentar todavía más el precio de venta”, expone Rafael Yus, quien advierte que el País Valencià “podría sufrir una burbuja parecida si se apuesta exclusivamente por el monocultivo del aguacate”. La experiencia de Héctor, productor de mango y activista ambiental de Málaga, que pide mantenerse en el anonimato a causa del “conflicto” entre ecologistas y productoras, avala las pérdidas. “De 2.000 árboles, hemos pasado a un millar. Se han muerto o los hemos tenido que arrancar porque no teníamos agua suficiente”, confiesa. Reconoce que se dejó llevar por el boom: “Los precios eran buenos y había mucha demanda de Europa, pero no evaluamos bien las necesidades hídricas y el impacto ambiental”.

Un puntal del ‘realfooding’

El aguacate se ha convertido en un ingrediente fundamental en la dieta de muchas personas. Cada vez es más habitual en los menús de los restaurantes más trending, en las recetas de creadoras de contenido culinario o en los perfiles de influencers del movimiento realfooding, que promueve una alimentación basada en comida no procesada. Se presenta en todas partes como uno de los productos más saludables que tenemos al alcance. Muchas especialistas recomiendan consumirlo por su valor nutricional: contiene hidratos de carbono, proteínas, fibra, vitaminas o grasas monoinsaturadas, las más cardiosaludables; pero otros cuestionan su consumo por el hecho de no respetar los recursos y condiciones climáticas locales.

Susana Cánovas, portavoz del Colegio de Dietistas-Nutricionistas de Catalunya, reconoce los beneficios nutricionales del fruto verde: “Es una fruta que contiene menos agua que otras y aporta grasa cardiosaludable, como el ácido oleico, además de vitaminas E, C y B6”. Sin embargo, no lo recomienda nunca “por el impacto que puede tener en el medio ambiente. Se debe tener en cuenta su huella ecológica, por la gran cantidad de agua que necesita y las emisiones de CO₂ de las importaciones”.

Por eso aconseja optar por productos locales y de temporada que aportan las mismas propiedades nutricionales que el aguacate y, a la vez, “cuidan nuestro medio ambiente”, subraya. “Uno de estos productos es el aceite de oliva virgen. También aporta grasa cardiosaludable y su cultivo es más sostenible. Es un producto de proximidad y, por lo tanto, el impacto es menor”, concluye.

 

Ester Fayos

La Directa

 

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