La defensora ambiental Vidalina Morales nos relata la movilización histórica que consiguió la prohibición de la minería a cielo abierto en El Salvador. Un hecho extraordinario en América Latina, alcanzado tras más de una década de lucha de las comunidades afectadas y que hoy es una semilla de luz e inspiración para otros territorios en resistencia. Vidalina Morales, junto con otras muchas mujeres, asumió un papel de liderazgo en esta lucha. La activista nos habla de la defensa de los bienes comunes que propone el ecofeminismo, denuncia la destrucción de los recursos naturales por parte de las empresas transnacionales en Centroamérica y critica la minería verde como nuevo lenguaje adoptado por las corporaciones mineras.
Vidalina Morales. Foto: Laura Solé
LAS MUJERES HAN LIDERADO LA LUCHA CONTRA LA MINERÍA EN EL SALVADOR. SABEMOS DE QUÉ MODO AFECTA LA MINERÍA AL TERRITORIO, PERO ¿DE QUÉ FORMA CREES QUE AFECTA ESPECIALMENTE A LAS MUJERES?
Primeramente, debo decir que la minería en el mundo se ha convertido en una industria que viene a enriquecer a unas pocas personas y a empobrecer a muchos pueblos, comunidades y países. En este recorrido contra estos proyectos hemos visto que ciertamente ataca de forma directa nuestras formas de vida y culturas y a nosotras las mujeres. Donde se desarrolla la minería aumenta la prostitución, este es un claro ejemplo de las primeras consecuencias de estos proyectos porque conllevan el aumento de enfermedades y de separaciones en las parejas y ruptura de familias. También aumenta el trabajo doméstico que realizamos las mujeres, ya sea como esposas, como madres o como hijas, porque somos las que al final sostenemos nuestros hogares, independientemente de que tengamos una pareja a la par. Como nos ataca directamente, somos las primeras que iniciamos la lucha, empezamos a salir a la calle, a asumir un cierto liderazgo y entonces somos estigmatizadas. En mi caso en particular, me dijeron que era mala madre, mala esposa, un mal ejemplo para la comunidad por dejar a mis hijos solos. Eso ocurría en el ámbito del hogar y el comunitario, pero socialmente es un problema aún mayor: asumimos ese papel de defensoras y chocamos con las autoridades que nos gobiernan y con las empresas mismas, porque claro, esto es un monopolio y un control que las empresas ejercen en nuestros territorios, donde compran a los tomadores de decisiones: alcaldes, diputados… y cuando una empieza a apropiarse de estas luchas, empiezan las amenazas. Hay muchos ejemplos en Latinoamérica de asesinatos de compañeros y compañeras, pero especialmente compañeras. Este es un tema muy complejo.
¿Y QUÉ CREES QUE APORTA EL FEMINISMO A LAS DEFENSORAS, A LA LUCHA AMBIENTAL, A LA LUCHA POR LA TIERRA?
En Latinoamérica, ciertamente, nosotras defendemos el término ecofeminismo porque en nuestras culturas estamos en estrecho contacto con nuestros bienes comunes. Me gusta usar siempre estas palabras, bienes comunes, lo que nos permite la vida, nuestra agua, la tierra, nuestros propios alimentos... Y yo me pregunto si es que quienes estamos más arraigadas a todo nuestro entorno somos las mujeres. Ecofeminismo es un término por el que pensamos que vale la pena apostar, porque crea conciencia sobre el conflicto del territorio, que no está nada desvinculado de los problemas que nosotras sufrimos como mujeres. Parece que somos cuerpos estrechamente vinculados, la tierra y las mujeres, que somos dadoras de vida. Por ahí va lo que para nosotras aporta este término.
EL HECHO DE QUE EN 2017 SE APROBARA EN EL SALVADOR ESTA LEY DE PROHIBICIÓN DE LA MINERÍA A CIELO ABIERTO PUEDE INSPIRAR Y ANIMAR A OTROS TERRITORIOS. ¿QUÉ CREES QUE HIZO QUE SE CONSIGUIERA?
Este fue el resultado de una movilización de 12 años, que comienza en los lugares directamente afectados. El fondo de nuestra lucha son las comunidades amenazadas y de ahí nos fuimos articulando desde lo local, buscando a otras personas que se interesaran por la problemática. El Salvador es un país pequeño, pero con problemas ambientales sumamente fuertes. Se dice que está a punto de convertirse en un país con estrés hídrico —eso es grave— y que es el cuarto país más vulnerable ante el cambio climático. Las comunidades ya tenían problemas serios de escasez de agua, de contaminación por la agricultura química y falta de acceso a tierra de calidad para producir sus alimentos, porque prácticamente todo se cultiva con abonos químicos. Todo esto es muy serio y encima ¡viene la minería! Ahí fue cuando nos fuimos organizando. En 2006 se forma la Mesa Nacional Contra la Minería y desde ese espacio más amplio, con organizaciones nacionales, empezamos a incidir en quienes toman decisiones. La conferencia episcopal, por ejemplo, en 2007 se pronunció contra la minería y llamó a cuidar la casa de todas y todos; ese gesto abonó nuestra lucha. Luego siguió pronunciándose. La empresa minera, de origen canadiense, empezó a contradecir lo que decía la iglesia, hasta el punto de manifestarse frente a la catedral metropolitana de la capital. Hubo una frase célebre de esos años de la máxima jerarquía de la iglesia: «Si ustedes no me quieren escuchar como arzobispo de esta diócesis, escúchenme como químico que soy: la minería con químicos daña y es mortal». Empezaron a escucharse voces de la Procuraduría por la defensa de los derechos humanos en El Salvador, de la Universidad Centroamericana… y así fue creciendo la lucha hasta que en 2017 se aprobó la ley en el congreso, que era una de nuestras apuestas.
Este fue el resultado de una movilización de 12 años, que comienza en los lugares directamente afectados.
Ahora bien, esta ley supuso represalias para El Salvador, el Estado tuvo que enfrentar una demanda en un tribunal internacional. Y al final fue un triunfo del pueblo salvadoreño, porque tras 7 años, este tribunal, el CIADI (Centro Internacional de Arreglo de Diferencias relativas a Inversiones), que está dentro del Banco Mundial, admitió por unanimidad que la empresa tenía que pagar 8 millones de dólares al estado salvadoreño. Decimos que es un triunfo del pueblo organizado desde sus diferentes estructuras y comunidades porque soportamos amenazas y hasta asesinatos: en 2009 perdieron la vida 3 compañeros y una compañera embarazada; fue horrible. La historia es bastante larga, pero vale la pena contarla porque ha habido cosas malas pero también buenas. Yo ahora lo cuento aquí en Europa con mucha seguridad porque tuve que pasar todos esos momentos difíciles y se generan sentimientos muy fuertes. Nos estaban mandando mensajes muy claros de lo que eran capaces de hacer y, a pesar del dolor por la pérdida de compañeros, nos fortalecimos pensando que esto no podía quedarse así, que había que caminar y avanzar, pensando también en cómo cuidarnos. Este es el costo que hemos tenido que pagar por querer vivir en armonía con nuestro entorno, como hemos vivido toda la vida, con nuestra madre naturaleza que nos da todo lo que necesitamos. No necesitamos grandes mansiones ni carros de lujo, pero sí el agua y la tierra. Ese ha sido el motivo de la resistencia en El Salvador.
ESTA PROHIBICIÓN DE LA MINERÍA ES UNA EXCEPCIÓN EN CENTROAMÉRICA, UNA REGIÓN A LA QUE LAS MINERAS TRATAN CASI COMO UN PAÍS, YA QUE TRABAJAN EN PROYECTOS TRANSFRONTERIZOS. ¿HASTA QUÉ PUNTO SE PUEDE CONFIAR EN QUE UNA LEY NACIONAL, CON LA AMENAZA DEL ACUERDO TRANSPACÍFICO DE COOPERACIÓN ECONÓMICA (TPP), PUEDA SERVIR PARA ALGO? ¿NO HABRÍA MÁS BIEN QUE PONER EL ACENTO EN LA AUTONOMÍA DE LAS PROPIAS COMUNIDADES?
Bueno, esa es una situación muy fuerte porque aunque se aprobó la ley, nuestra incertidumbre sigue estando presente, más ahora, desde marzo, cuando la correlación de fuerzas en el congreso se balancea hacia la derecha. Eso les posibilita modificar y hacer leyes a medida del grupo de poder al que responden. Y la derecha salvadoreña ha sido una de las más nefastas. Tenemos ese temor, pero las leyes son así, pueden cambiarse. Esperamos que no suceda, pero estarían tirando al basurero todos esos años de lucha y poniendo en riesgo a este pequeño país. Y claro, también está el riesgo de los proyectos que ya se están desarrollando en los países vecinos: en Guatemala y Honduras hay libertad para la minería y compartimos ríos y cuencas. El problema no nos lo quitamos con cambiar la ley, y esto ya lo sabíamos, pero con este pequeño triunfo tenemos moral para decirle a los países vecinos que respeten nuestra ley, porque hay convenios internacionales de agua transfronteriza que aunque no es obligatorio acatar, nos permiten tomar conciencia y abordar estas problemáticas de la región. Nadamos a contracorriente y, a excepción de El Salvador, son gobiernos entregados a las corporaciones; en el caso de Honduras, para construir represas y grandes extensiones de paneles solares. Por eso también queremos hacer énfasis en los países que financian estos megaproyectos: EE. UU., Canadá, Europa o China. Hay una lucha encabezada por Ecuador por que la ONU apruebe un tratado vinculante para que los países estén más pendientes de las actuaciones de sus empresas en el exterior, ya que las exigencias sociales y ambientales son diferentes. Históricamente ha sido así, nuestros países fueron invadidos y saqueados; y sin esa riqueza, Europa no sería lo que es. Esa realidad persiste. Cuando se aprueban tratados comerciales, no es para beneficiar a los pueblos sino para facilitar la llegada de las transnacionales.
LAS DIFERENTES LUCHAS POR LAS SEMILLAS, CONTRA LA PALMA DE ACEITE, CONTRA LAS REPRESAS… ¿ESTÁN SEPARADAS O ESTÁN UNIDAS? ¿SE ESTÁN CREANDO REDES DE AUTONOMÍA Y DE DEFENSA DE LA TIERRA?
Bueno, yo me atrevería a decir que hay muchas iniciativas en nuestros países, sobre todo de resistencia, pequeñas y grandes; lo que hemos hecho en El Salvador ha sido de forma muy articulada. Luego, en el territorio, se están impulsando iniciativas; por ejemplo, lo que hacemos en mi organización, ADES Santa Marta, con agricultores y agricultoras para que cambien sus prácticas, dejen de usar químicos y recuperen las semillas criollas. Han sido muchos años de discursos de la agricultura intensiva y apenas estamos empezando, pero son pasos que localmente son significativos. Nos preguntamos muchas veces qué hubiera pasado si hace doce años hubiéramos pensado que no podíamos luchar contra estas transnacionales.
En el territorio, se están impulsando iniciativas; por ejemplo, lo que hacemos en mi organización, ADES Santa Marta, con agricultores y agricultoras para que cambien sus prácticas, dejen de usar químicos y recuperen las semillas criollas.
AHORA LAS MINERAS EMPIEZAN A PRESENTARSE DE OTRA FORMA: MINERÍA ARTESANAL, MINERÍA RESPONSABLE, VERDE... INCLUSO PONEN EN MARCHA PROYECTOS DE AGRICULTURA SUSTENTABLE. ¿CÓMO SE VE DESDE LAS COMUNIDADES ESTA ESTRATEGIA DE CAMBIO DE LENGUAJE QUE EN REALIDAD NO ES NINGÚN CAMBIO?
Es una situación problemática porque engañan a la población. ¿Cómo podemos entender una minería verde si lo que hacen es cortar nuestro bosque y contaminar nuestro río? Como mucho, lo que hacen en los territorios explotados es plantar grama y poner un árbol que dura un par de años, porque ahí lo que queda es drenaje ácido, aguas contaminadas con mercurio y cianuro, y terrenos donde ya no se puede cultivar nada. Hasta donde yo sé, toda la minería utiliza cianuro, que es un químico mortal que se usó en la Segunda Guerra Mundial. La experiencia nos ha mostrado en países como Bolivia y Perú, que donde hay minería solo queda destrucción. El desarrollo es para el grupo que agranda sus beneficios en paraísos fiscales que nadie controla. A nosotros nos van a dejar abandonados allá, no nos van a traer a vivir a Europa. Eso de minería verde es una triste mentira, solo agudiza la pobreza y hace que mueran nuestros ecosistemas y nuestras formas de vida, además de las personas. Creo que no hay una industria más mortal que la minería.
¿QUÉ PAPEL TIENE LA RED DE MUJERES DEFENSORAS?
Uno de los grandes retos para el futuro es articularnos más como mujeres. La organización pertenece a redes latinoamericanas y desde ahí participamos en intercambios, visitas, formaciones, etc. Hay que globalizar esa lucha y los retos no son fáciles. Por ejemplo, hay grandes medios de comunicación que hacen que la gente no vea otras realidades y que adormecen a la sociedad. El reto es calar en las élites, que cuando se reúnan los gobernantes en las cumbres de medio ambiente o cambio climático, no se retiren, escuchen al resto de países y firmen compromisos serios. Estamos ante una crisis muy difícil.
Agradecemos a las organizaciones Farmamundi y Enginyeria Sense Fronteres haber hecho todo lo posible para facilitar esta entrevista.