Collectif SSA
Traducción de Olistis SCCL del artículo original publicado en Mediapart
La crisis, testimonio de un sistema alimentario insostenible, tiene gran envergadura y consume y asola a personas y recursos naturales. Así que es más importante que nunca repensar el sistema alimentario. Lejos de suponer una solución mágica a todas las reivindicaciones, la Seguridad Social de la Alimentación (SSA) tendría el potencial de aportar respuestas valiosas.
Ilustración de Claire Robert para el cómic Encore des patates !?
Una ira legítima en común contra un sistema insostenible
El campo está en pie de guerra. Por toda Francia y por varios países de Europa, miles de agricultores y agricultoras se han movilizado para denunciar un sistema que resulta insostenible debido a las exigencias productivistas de la Política Agrícola Común (PAC), las normativas medioambientales carentes de medios para la aplicación, las leyes administrativas desconectadas de la realidad y la injusta captación del valor añadido por parte de las grandes distribuidoras.
Faltan personas trabajando en el campo para garantizar buenas condiciones laborales y, al mismo tiempo, cuidar del medio ambiente. Más del 20 % de los agricultores y agricultoras viven por debajo del umbral de la pobreza y en Francia se contabiliza un suicidio al día en las profesiones agrarias.
Por lo tanto, las uvas de la ira ya han madurado en un contexto económico liberal, en el que las condiciones de trabajo y la protección de los seres vivos no les importa en absoluto a quienes sacan provecho del sistema. Su lógica cortoplacista tan solo busca el beneficio privado, no el interés general.
Asimismo, nos quieren vender una supuesta alianza entre el sector agrario y la extrema derecha y una ruptura entre el primer sector y el ecologismo. Ya se intuye la orientación de esta deplorable manipulación mediática. No nos dejemos engañar. Los agricultores y agricultoras no se han movilizado para reclamar que se destruyan más los suelos o se aumente a toda costa la producción (y por ende el trabajo).
Tienen diversas reivindicaciones, pero hay un consenso en lo relacionado con la renta. Es natural que exijan vivir dignamente de su trabajo, ¿qué menos?
Otro punto en común es el deseo de un mayor reconocimiento, un reconocimiento a la altura del trabajo que realizan y de la utilidad social de las profesiones agrarias. De la misma manera, podemos oír que la mayoría se opone a los sucesivos acuerdos de libre comercio que tienen el fin de fomentar una competencia global entre los trabajadores y trabajadoras agrarias de todo el mundo. También denuncian los mandatos contradictorios que los empujan, por un lado, al productivismo y la competición internacional y por otro, a la transición agroecológica de los modelos de producción.
La crisis, testimonio de un sistema alimentario insostenible, tiene gran envergadura y consume y asola a personas y recursos naturales. Es un sistema que no da más de sí. Ya no se produce para alimentar sino para enriquecer a una minoría de actores que dominan el complejo agroindustrial, a expensas de la mayoría de los agricultores y agricultoras.
Así que la necesidad de imaginar otra forma de organizar el sistema alimentario es ahora mayor que nunca.
Socializar la alimentación para desestancar la agricultura
Sin tratarse de una solución mágica a todas esas reivindicaciones, la propuesta de la Seguridad Social de la Alimentación (SSA) tiene el potencial de aportar respuestas importantes.
Para definir un sistema agrario coherente y justo, no hay nadie más indicado que las propias personas interesadas, es decir, los consumidores y consumidoras —entre ellos los productores y productoras— en un contexto social de cooperación y de ayuda mutua, más que de competición y de sobreproducción impuesta.
La SSA es una idea simple con un gran potencial transformador
Se trata de integrar la alimentación en el régimen de la seguridad social.
La SSA tiene una base de tres pilares: La universalidad —todo el mundo se beneficia de ella, ricos y pobres—, la financiación, basada en la cotización social y la elección democrática de los proveedores seleccionados para formar parte de este sistema concertado en todos los sectores de la alimentación (producción, transformación, distribución).
Concretamente, la Seguridad Social de la Alimentación permitiría, por una parte, atribuir a todas las personas un importe mensual destinado a la alimentación —por ejemplo 150 euros— para aprovisionarse de productos en puntos de venta concertados y, por otra, ofrecería una renta justa y digna a las personas con profesiones relacionadas con la alimentación (producción, transformación, distribución).
Emanciparse del mercado para asegurar rentas agrícolas dignas
La Seguridad Social de la Alimentación es una palanca para asegurar el acceso universal a una determinada alimentación y para ayudar a garantizar las rentas agrarias. En un momento en el que la alimentación supone una variable de ajuste para los presupuestos cada vez más precarizados de los hogares, la SSA garantizaría un presupuesto alimentario no compresible. De esa manera, se daría un respiro a un sector totalmente constreñido por la carrera a la baja de los precios.
Con este sistema concertado, los productores y productoras se emanciparían de las leyes del mercado internacional y financiero, así como de las grandes distribuidoras que explotan su trabajo de manera repudiable.
El sistema no solo permite salir de la competencia dentro de las cadenas de suministro agrícolas, sino que también evita la venta de productos alimentarios a precios impuestos por el mercado. Con la SSA se fija un precio justo que aporta una buena remuneración porque se decide de manera democrática y colectiva.
Frente a los mandatos incoherentes, la organización democrática de la demanda
Nuestro sistema agrario está sometido a mandatos contradictorios y carece de planificación. Hoy en día nuestra agricultura está dirigida por el mercado y por políticas públicas con dificultades para definir rutas claras con medios para recorrerlas. El mercado, inestable y hostil debido a una apertura cada vez mayor, debilita los negocios y lleva a producir cada vez más y a un precio más bajo.
Los órganos públicos nos animan algunas veces a convertir en más verdes los métodos de producción y a reconstruir nuestra soberanía alimentaria, y otras veces a aumentar la competitividad para conseguir mercados extranjeros y respaldar la internacionalización.
Frente a la desorganización y la ley del más fuerte que caracteriza la dictadura del mercado, la Seguridad Social de la Alimentación propone una dirección clara para la agricultura. ¿Cómo? Organizando la demanda alimentaria de manera democrática. Porque hay que elegir entre mantener vivos unos territorios donde el campesinado pueda vivir de su actividad y potenciar una agroindustria pensada para la exportación y la competición internacional.
Hoy en día, ni los consumidores y consumidoras, ni los agricultores y agricultoras tienen la posibilidad de elegir sin presión el modelo de producción en el que participan. Mediante la concertación y la organización democrática de la demanda, la Seguridad Social de la Alimentación propone empoderar a todas las personas. Cuando las elecciones se llevan a cabo con conocimiento de causa y sin la presión financiera del mercado, es muy probable que resulten provechosas para toda la cadena... ¡de la granja a la mesa!
Ya son muchas las personas agricultoras, trabajadoras —del sector agrícola o no—, que proponen una Seguridad Social de la Alimentación, a nivel local y por toda Francia.
A todas luces, una política de esas características tiene numerosas repercusiones en la organización del sistema agrario y alimentario y abre multitud de posibilidades para la agricultura.
¡Todo el mundo tiene que comer, la alimentación nos concierne a todas y a todos, defendamos el bien común!
PARA SABER MÁS
El futuro de la alimentación es la democracia. Reportaje sobre el proyecto de la Seguridad Social de la Alimentación.
Toma la Tierra. Pódcast especial sobre la Seguridad Social de la Alimentación, con entrevistas a Dominique Paturel (INRAE FRancia), a Mathieu Dalmais (Ingenieros sin Fronteras), a Laura y Kevin (Réseau Salariat) y a Jean-Claude Balbot (Red CIVAM).