Concurso de perros pastores de Agres
Patricia Dopazo Gallego
El concurso de perros pastores de Agres ha celebrado este año la décima edición. Este acontecimiento, autogestionado e impulsado por el Col·lectiu l’Esquella, se ha consolidado como un referente de la reivindicación y la promoción de la ganadería extensiva en el País Valencià, un territorio donde no hace tanto que este oficio llenaba de vida los pueblos y las sierras.
Los perros pastores tienen un papel fundamental en la ganadería extensiva. Foto: Jesús Villaplana
Agres es un municipio de la comarca del Comtat (Alicante), situado en la vertiente norte de la sierra de Mariola. Esta sierra, que ocupa más de 16 000 ha y toca tres comarcas, llega a la altura máxima en la cumbre del Montcabrer, 1389 m, y fue declarada Parque Natural en 2002. Es un territorio con singularidad cultural y natural, en parte debido al agua: los importantes acuíferos que contiene hacen que toda la sierra tenga abundancia de fuentes, manantiales y cuevas, y que de ella nazcan tres ríos, el Serpis, el Vinalopó y el Clariano.
Ahora, la sierra es un lugar de calma y silencio, pero no siempre ha sido así. «En otros tiempos, no tan pasados, el trasiego de personas y animales era lo más habitual por nuestras comarcas montañosas. El protagonista no era el silencio que ahora la habita, sino el sonar de los cencerros, las voces que dirigían unos trabajos y el ajetreo de las tareas del campo. Y este espacio tan vivo y ruidoso era el personaje principal de historias, canciones, leyendas y palabras que formaban parte de una memoria colectiva». Así se recoge en el prólogo que la filóloga Francesca Navarro Román escribió para el libro Terra de pastors, de Xavier Amat (Universitat d’Alacant, 2021).
Francesca habla de las sierras vecinas del Maigmó y el Sit; pero, según Xavier, geógrafo e hijo y nieto de pastoras y pastores, hay un vínculo muy grande entre estas montañas gracias a la ganadería. «Tenemos testimonios de muchos pastores que iban de feria en feria por todo este territorio y que generaron un tejido de intercambio económico, social y cultural muy interesante. Este gran sistema ganadero se rompe en las últimas décadas y quizás es esta interrelación lo primero que se ha perdido». Xavier también cuenta que el topónimo de Mariola, según el etimólogo Joan Coromines, vendría de un derivado latín que indica el sesteadero que utilizaba el rebaño para descansar a mediodía. En la sierra encontramos infinidad de términos de toponimia en clave ganadera, como el mismo Montcabrer.
Antes y ahora
Estas costumbres y procesos de siglos han cambiado muy rápidamente en unas décadas. Jesús Beneito, de Agres, el único pastor que queda en la sierra, lo ha vivido de primera mano: «Cuando empecé, había 6 o 7 que se dedicaban profesionalmente y muchos que tenían 10 o 15 animales por afición, pero la gente se ha jubilado y no ha habido relevo. Otros lo han dejado por lo mismo por lo que ahora no se pone nadie, es mucho trabajo y no hay rendimiento económico». Recuerda cuando, antes, la gente vivía con unas pocas cabras, hacía un poco de queso para la venta y los animales los llevaba directamente a la carnicería del pueblo, que se encargaba del sacrificio. «Ahora nada de esto se puede hacer. Ahora se vende a intermediarios y eso no es bueno para el ganadero», afirma. Él tiene un rebaño de 130 ovejas guirras, la raza autóctona valenciana, para carne. Tiene la suerte de tener cerca uno de los pocos mataderos que quedan y le vende a la carnicería del pueblo del lado y a particulares que aprecian su trabajo y su producto.
Si nos vinculamos con el bancal, con nuestra casa, con nuestro pueblo, será más fácil que lo cuidemos y más difícil que nos vayamos.
Jesús, con el resto del Col·lectiu l’Esquella, es uno de los promotores del concurso de perros pastores de Agres y también compite como pastor (con su perro) en otros concursos de este tipo en Catalunya y el País Valencià, como el de Ares del Maestrat (Castelló), que este año cumple 17 ediciones y fue una inspiración para ellas. La tradición de este tipo de concursos viene del norte, especialmente del País Vasco y Catalunya y, además de dinamizar y dar a conocer la ganadería tradicional, pretenden mostrar las habilidades del oficio de pastor y la cooperación y conexión que se produce entre el rebaño, los perros y el propio pastor. «Sin los perros no podríamos salir por ahí», dice Jesús. «No puedes estar en todas partes, así que los perros guían al rebaño; si alguna oveja se va hacia un lugar donde no puede estar, te la traen, guardan las lindes, evitan que entren a los bancales… Cuando van los perros, las ovejas ya saben que no pueden hacer ciertas cosas. No podríamos hacer nada sin ellos».
Su afición le viene desde pequeño y de familia. «Me gustaban los animales, mi tío tenía algunas ovejas y mi abuelo también, así que me puse a ello. Empecé a los 14 años y fui aprendiendo poco a poco, de ellos y de otra gente…», explica Jesús. Esta forma ancestral de transmisión del oficio todavía ha resistido una generación más tras él. Ordeñando de muy pequeña las cabras de Jesús creció Pilar, su sobrina, que desarrolló un gran cariño por los animales y por este tipo de ganadería. Unos años después de que empezara el concurso, ya acabados los estudios, se incorporó al colectivo y actualmente es una de las integrantes más activas en su organización.
Jesús y su perro Gínjol concursando este año en Agres. Foto: Jesús Villaplana
Natívitat Soler y su perro Java en el concurso de este año. Foto: Jesús Villaplana
El concurso
Tras diez ediciones, el evento está totalmente consolidado y siempre ha tenido mucho éxito de público, con gente que llega incluso de la ciudad. «La gente colabora mucho, el concurso es autogestionado y todo son voluntarios del pueblo. A mucha gente le gusta venir porque es un día para estar al aire libre, en familia y con amigos», cuenta Pilar.
¿En qué consiste un concurso como este? Pilar nos contesta: «El día anterior recibimos a diferentes pastores y pastoras que concursarán y que Jesús ha contactado previamente. Al día siguiente almorzamos, vamos al campo que se ha habilitado y va llegando la gente. Empieza con el sorteo del orden de participación y se hacen las diferentes pruebas. Normalmente, participan 14 o 15 personas y solo 5 o 6 pasan a la segunda fase. Es un jurado quien valora y dice quién ha ganado, según el trabajo del perro, las órdenes del pastor…». El jurado está formado por personas muy vinculadas a la ganadería, pastoras, veterinarias, gente a quien le gusta el tema y sabe mucho… Pilar está contenta porque este año en Agres tuvieron el récord de mujeres concursando, tres pastoras. Además del concurso en sí, el programa incluye actividades todo el fin de semana. «Siempre depende de la gente que estamos en la organización y de las inquietudes, pero incluye excursiones didácticas, teatro de calle, talleres de lana o de queso, charlas, exposiciones, conciertos… y una feria o mercadillo».
En diciembre de 2023 se reconoció la trashumancia como patrimonio cultural inmaterial de la humanidad en España y en otros países. «Esto incluye todo lo relacionado con oficios afines, gastronomía, toponimia, etnobotánica…», explica Xavier. Añade que los mismos pastores preguntan qué supone esto para ellos y lo compara con el efecto que puede conseguir el concurso de Agres. «Pueden parecer acciones anecdóticas, pero deben hacerse. Detrás de la ganadería tradicional hay una cultura que no está necesariamente muerta, que tiene unos conocimientos y una forma de entender los ecosistemas que, en una situación como esta, de cambio climático y sequía, es clave. Si supiéramos cómo se gestionaba culturalmente el paisaje y los pastos en épocas de sequía, en lugar de ir a comprar piensos o forrajes, llevaríamos al rebaño a algún punto exacto de la sierra que todavía tiene pastos frescos porque hay un punto de agua. Esta es la cultura del territorio que no podemos perder».
La ganadería junto con la agricultura y la vida cotidiana
En un artículo de Joan Seguí[1] que describe la ganadería en la comarca del Comtat, leemos que la sociedad rural valenciana fue, sobre todo, una sociedad de llauradors y llauradores. Aunque la ganadería de ovicápridos ha sido más importante en unas comarcas que en otras y siempre en un puesto secundario respecto a la agricultura, «resulta obvio que el nivel de integración entre ambas actividades era muy profundo y que, lejos de representaciones antagónicas, pastores y agricultores colaboraban intensamente porque tiene una ventaja económica, pero también por razones de vínculos sociales». Era habitual que las familias agricultoras construyeran corrales, sin tener un rebaño en propiedad, y los cedieran a los ganaderos para encargarse de gestionar después los desechos, que se convertían en abono muy bien recibido en sus terrenos. También, además de la sierra, se pacían bancales de olivar, de almendros, barbechos, el cereal cuando se recogía, etc. Todo esto ayudaba a desbrozar y a enriquecer la tierra. La integración de la ganadería era tan grande en la comarca que la mayoría de las familias tenía una o dos cabras para proveerse de leche que solían pastorearse comunalmente en los alrededores de los pueblos, en rebaños pequeños.
La misma gente que vivimos en el mundo rural no tenemos ni idea de la tierra.
«Creo que nos hemos desvinculado mucho de la tierra, lo pienso continuamente», dice Pilar que, con 33 años, cree que «no pertenece a este tiempo». «Mi vida me ha llevado a formarme en educación y terapia en la naturaleza y he leído sobre la vida rural y la conexión con la tierra. Lo llevamos dentro, pero mucha gente joven está muy desvinculada, la misma gente que vivimos en el mundo rural no tenemos ni idea de la tierra. Se ha vendido que el progreso era lo otro, la tecnología, todo lo que ofrece la ciudad». Pensando en cómo corregir esto, el colectivo tiene en mente hacer una escoleta infantil de pastores o un campamento vinculado a la ganadería, pero todavía les falta la fuerza para hacerlo realidad. «Si nos vinculamos con el bancal, con nuestra casa, con nuestro pueblo, será más fácil que lo cuidemos y más difícil que nos vayamos. Salvar las ballenas se nos va de las manos, pero sí que podemos salvar lo que tenemos cerca. Hay muchas maneras de vincularse y amar el lugar que habitamos».
La ganadería cooperativa del futuro
Recuperar la ganadería extensiva, para Xavier, como geógrafo, más que «viable» es necesario por sus beneficios ambientales, sociales y culturales. «Es significativo que muchas veces la última persona que queda en un pueblo, en un valle, sea un pastor o una pastora. La ganadería tiene esa capacidad de fijar población». Cuenta también que la pérdida de la ganadería tradicional en cualquier parte del mundo «genera más masa forestal y simplifica el paisaje y eso ya es un fuerte impacto. La sierra de Mariola es testigo de esto». En el País Valencià, las normativas para promover el valor ambiental del pastoreo van muy lentas en este sentido. Jesús ha pasado de pastorear al ganado en monte público y tener que pagar, a que, ahora, la administración le pague por hacerlo, pero una cantidad simbólica y añadiendo más burocracia.
Pero ¿cómo se consigue que la gente se interese de nuevo por este oficio en un mundo que ha cambiado tanto? «Las escuelas de pastores están muy bien, pero después esa gente tiene dificultades para acceder a tierras de pasto porque son privadas o porque el ayuntamiento no es consciente de que puede ceder las tierras públicas», dice Xavier. Pilar afirma con contundencia que hay jóvenes que trabajan de forma voluntaria en el concurso que quieren dedicarse a la ganadería, pero la falta de acompañamiento se lo impide. «Antes quizás no hacía falta ningún acompañamiento, pero ahora la burocracia no lo pone fácil. Además, no lo han vivido a su alrededor, tienen pocos referentes y les cuesta mucho acostumbrarse a ello».
La propia Pilar está cerca de convertirse en un nuevo referente para niñas y jóvenes. Su sueño y su objetivo es vivir de la tierra. Ahora mismo tiene dos criaturas muy pequeñas y le cuesta dar un paso más grande, pero cuando su tío se va fuera a concursar, ella se queda a cargo del rebaño. Ahora bien, reconoce que es mucha dedicación. «Me gustaría hacerlo con alguien, unos días tú y unos días yo, pienso que esto sería interesante». El trabajo cooperativo, que permita tener tiempo libre, parece ser una de las claves para adaptar los trabajos con el ganado y la tierra en el tiempo que vivimos. También Xavier, que hizo de pastor una temporada cuando su padre estaba enfermo, piensa lo mismo. «No sé si sabría dedicarme 24 horas al día como lo hace él. Creo que sería mucho más atractivo hacerlo entre 2 o 3 personas, y cambiaría también esa forma individualista de trabajar que siempre han tenido los pastores. No tiene que ser tan difícil».
Pilar invita a participar en el colectivo y a recibir ideas para hacer más por la recuperación del vínculo con la tierra. «Es superimportante que empecemos a vincularnos con el territorio porque al final somos la misma cosa. Si algo no va bien, nosotras no estaremos bien».
Este artículo cuenta con el apoyo del Departamento de Geografía Humana de la Universitat d’Alacant, en el marco del proyecto Experiencias innovadoras de la cadena agroalimentaria en la Comunidad Valenciana, financiado por la Generalitat Valenciana.
[1] Joan Seguí, «El pasturatge tradicional d’ovelles i cabres. El cas de la comarca valenciana del Comtat». Caramella, núm. 22 (2016), pp. 16-21.