Alba Oller Benítez e Iris Verge
El grupo de maestros Batec funcionó durante la Segunda República española como espacio de encuentro autoorganizado entre distintas escuelas rurales con el objetivo de renovar la escuela.
Reunión de Batec en Juneda (Lleida) el 29 de mayo de 1932. Del libro de Fenando Jiménez Mier y Terán, Batec. Historia de vida de un grupo de maestros. Edicions de la Universitat de Lleida, 2007.
A menudo la mirada al pasado nos regala pequeñas sorpresas: narrativas que siempre existieron, pero que han sido ignoradas, casi omitidas. Este es el caso de Batec, un grupo de maestros que operaría en las áreas más recónditas del territorio leridano desde principios de los años 30 hasta la irrupción del golpe de estado franquista. La posible idea preconcebida de que las innovaciones pedagógicas pertenecen al progreso propio de los núcleos urbanos se rompe en el momento en que las zonas más rurales de las comarcas de Lleida se convertirían en el epicentro de este colectivo, que, años más tarde, con la creación de la Cooperativa Española de la técnica Freinet, se encargaría de extender al resto de España la conocida metodología Freinet.
En el contexto de la Segunda República española, cuando se hizo hincapié en la cuestión educativa a pesar de las limitaciones de la época, fue habitual el envío de maestros a Francia para que entraran en contacto con el método pedagógico ideado por Élise y Célestin Freinet. Estas becas se conocerían como JAE (Junta de Ampliación de Estudios) y fue precisamente en la escuela rural donde, Jesús Sanz, profesor de la Escuela Normal de Lleida, decide implementar estas prácticas con la ayuda y supervisión de otra figura clave: Herminio Almendros, inspector escolar. Vale la pena detenerse aquí y poner en valor la particularidad de las circunstancias de esta iniciativa, en la que las ruralidades fueron espacios de posibilidad y gestarían lo que después se convertiría en una red de apoyo inédita e irrepetible entre maestros.
Entre otras maestras decisivas de los inicios del movimiento, destacan Dolors Piera y Pepita Uriz, quienes se juntarían en el Café Exprés de Lleida para compartir saberes e intereses que sembrarían un primer germen. Ambas compartían la particularidad de ser activistas sindicalistas, feministas y antifascistas. En el caso de Dolors, fue fundadora de la Federació de Treballadors de l'Ensenyament (FETE-UGT), secretaria general de la Unió de Dones de Catalunya y la primera mujer concejala en el Ayuntamiento de Barcelona (1937-1939) del PSUC. Por su parte, Pepita, fue impulsora de la Escuela Moderna, así como de la Unió de Dones Antifeixistes, profesora de la Escola Normal de Lleida y participante de las misiones pedagógicas de la Institución Libre de Enseñanza (ILE).
Aquí encontramos también las figuras de José de Tapia, maestro en Montoliu, quien lleva a cabo las primeras experiencias con la imprenta escolar, continuadas por otros maestros, como Patricio Redondo, Fermín Palau, Salvador Ambrós o Ramiro Vila, educadores de otros pueblos de Lleida que se encontrarían para compartir sus experiencias en los primeros encuentros del grupo llamado Batec alrededor de 1932. Este marcaría también el punto de inicio de la Revista Escola, que materializa a la vez los trabajos escolares realizados con el alumnado y también los aprendizajes de los encuentros del profesorado.
El grupo, con una clara intención de renovación pedagógica, hacía visitas los domingos a las diferentes escuelas para compartir reflexiones y prácticas educativas en jornadas de formación entre maestros y convivencia de la red. Estos encuentros son clave para entender cómo, desde la autogestión y el compromiso, se convirtió en un giro pedagógico marcado por el interés y la convicción de la necesidad de cambiar la escuela. Maestros venidos desde el Valle de Arán hasta Alcoletge (Segrià) se encontrarían en un pueblo diferente, configurando un modelo de red autogestionada propia, al margen de grandes instituciones e iniciativas. Y nos preguntamos hasta qué punto esa necesidad fue tan esencial que pudo salvar todas las distancias territoriales y contextuales. Existía, pues, —y nos atrevemos a decir, existe— una firme voluntad de encontrar un espacio de confluencia para resolver colectivamente las tensiones entre teoría y práctica educativa. Una idea que nos recuerda al presente, momento en que también las escuelas rurales se alían, se hermanan, se problematizan como un ente propio. Batec nos recuerda la importancia de las escuelas rurales de pensarse como un todo, a la vez que ejemplifica la potencia de la figura docente para transformar el aula.
En el contexto de la escuela rural de la época, la posibilidad o no de innovar pedagógicamente recaería plenamente en el propio maestro o la propia maestra, que, en muchos casos, era la única persona a cargo de todo el centro educativo. En un momento en el que el colectivo de maestros entendía como propia la responsabilidad social y política del cambio educativo, se hacía necesario generar espacios y encuentros para compartir y aprender de la práctica. Entendemos Batec como un movimiento más bien horizontal; ya que, aunque lo pusieron en marcha personas concretas, se valoró como imprescindible el saber del aula.
Batec, una semilla
El 27 de julio de 1936, apenas comenzada la guerra civil, la Generalitat de Catalunya crea un sistema educativo para toda Catalunya que recoge las tendencias pedagógicas más innovadoras que se habían desarrollado durante el primer tercio del siglo xx. Su objetivo era «una escuela nueva, gratuita, laica, coeducativa, catalana y que el nuevo régimen escolar estuviera inspirado en los principios racionalistas del trabajo y de la solidaridad humana». Este sistema escolar se llamó CENU (Consell de l’Escola Nova Unificada). Los maestros del grupo Batec, algunos desde sus pueblos y otros trasladados a Barcelona, desempeñaron un papel destacado en su desarrollo. Niñas y niños encontraron en las escuelas, en plena guerra, un sitio donde ser queridos, acogidos y poder crecer como personas.
Una de las experiencias más significativas fueron las escuelas de acogida de niños provenientes de otros lugares del estado. Dolors Piera, entonces concejala del Ayuntamiento de Barcelona y Hermini Almendros, inspector jefe, organizan unas escuelas de acogida ejemplares siguiendo los criterios y metodologías que habían empleado en el grupo Batec.
Con la victoria del general Franco este modelo escolar fue fuertemente reprimido y muchos de sus maestros fueron fusilados. Donde el frente de guerra tardó más en llegar, otros pudieron exiliarse.
En el exilio, estas maestras y maestros continuaron su labor pedagógica y política. Pepita Uriz trabajó intensamente a favor de los maestros que estaban internados en los campos de concentración y en 1946 creó la Unión de Mujeres Españolas.
Dolors Piera, tras unos meses en la prisión de Fresnes, se exilió a Santiago de Chile donde tuvo una intensa actividad política y fundó el colegio Andersen siguiendo los métodos que había aprendido en el grupo Batec.
Herminio Almendro se exilió a Cuba y con la revolución fue nombrado director general de Alfabetización Rural, un cargo importante en el proyecto educativo de la Revolución cubana.
Patricio Redondo y José de Tapia se exiliaron a México, donde llevaron a cabo una importante labor educativa entre la población rural. En 1946 José de Tapia fundó en Chalpan la Escuela Cooperativa Manuel Bartolomé Cossío, que se convirtió en todo un referente por la renovación pedagógica en México.
La labor de estos maestros que se había iniciado con el grupo Batec supuso un importante paso adelante en los países de acogida, mientras que en España se volvió a la educación más reaccionaria, controlada por el franquismo y el nacionalcatolicismo.
Agustí Corominas, director del documental Els mestres catalans, de la guerra a l'exili (2007)
La correspondencia entre escuelas y la ampliación de la red
Volviendo a los hechos cronológicos, es también en 1932 cuando el colectivo se amplía rápidamente y poco después ya hay varias imprentas en funcionamiento en las aulas. Es en este momento cuando comienza a implementarse el sistema de correspondencia que pondría en común a distintos centros educativos del territorio. Investigando en los archivos, encontramos que gran parte de estas correspondencias se tematizan en la experiencia del alumnado, sus descubrimientos e intereses: aquí la imprenta no es solo una herramienta que imprime. En el contexto de Batec, el método Freinet se utiliza tanto para catalizar la reflexión como para posibilitar la expresión, lo que se debió a una intención clara del grupo de maestros. La escuela, por tanto, se percibe como algo permeable y poroso en el momento en que entra en relación con otras escuelas a través de la correspondencia, reflexiona sobre el entorno y el individuo a partir de los textos que se imprimen y posibilita la introducción de nuevas prácticas cuando la imprenta entra en uso.
Grabado de la portada de la revista
Textos que el alumnado intercambiaba con escuelas de otros municipios del Estado
En las publicaciones que todavía perduran vemos que se habla de las cosechas, de la fauna específica del entorno, de vivencias concretas de lo cotidiano… Batec genera una relación entre escuela y pueblo alejada de los contenidos marcados a nivel estatal y se toma la libertad de generar una escuela viva, arraigada en el contexto y en las personas. En este sentido, la metodología Freinet de la correspondencia escolar permite, además, generar una red, una idea de territorio compartido desde estas singularidades e imaginarios compartidos que nace del alumnado, descentralizando los saberes patrióticos y memorísticos de la escuela tradicional para poner en el centro el territorio común y vivido. Estas prácticas escolares centradas en la creación de una subjetividad individual y comunitaria por parte del alumnado suponen un giro radical respecto a lo que se venía haciendo en los centros educativos y todavía distaría más de los métodos pedagógicos que llegarían con el franquismo.
Batec empezó a hacerse visible a través de congresos, publicaciones y estructuras legales. En 1933 se inició la Cooperativa de la Imprenta en la Escuela o Cooperativa Española de la Técnica Freinet y, un año más tarde, en 1934, se celebró el primer congreso dedicado a expandir los conocimientos del proceso del proyecto. Los congresos servían para compartir información, se ponía en común la experiencia de años anteriores, a la vez que se continuaba con la formación y se abría el proceso a nuevos maestros y nuevas maestras. En 1935 se crea la revista Colaboración, con la que se informaba de la situación de la cooperativa y se explicaba cómo participar en ella, a la vez que se compartían textos, experiencias… También se publicó la revista Lo que escriben los niños, dedicada a compartir los trabajos del alumnado, síntoma del interés por centrar el hecho educativo en él. Publicaciones como estas son también la primera muestra de las iniciativas que cuestionarían la figura de poder del maestro y defenderían el hecho de compartir la voz infantil, que se asientan en las bases ciertamente antiadultistas del colectivo.
El exilio y la invisibilización del grupo Batec
Sin embargo, muchos de estos materiales no perduran y por eso apenas podemos conocer los contenidos ni tampoco hacernos una idea del todo fidedigna del colectivo. El relato mediado por todas estas décadas hace difícil saber si la presencia femenina era tan baja como se indica. Aparecen algunos nombres, pero vemos pocas mujeres en las imágenes que se conservan de los encuentros. Sabemos que fueron muchas las maestras que también pusieron en marcha este grupo y participaron de él, aunque una vez más nos encontramos con la decepción de que los personajes principales de la historia fueron hombres que, además, ocupaban cargos de responsabilidad.
Como todas las iniciativas que transformaron la educación en la época, el final de este colectivo llegó en 1936, cuando muchos de sus integrantes acaban reubicadas, detenidas o fusiladas. Pepita Úriz y Dolors Piera se unirían al frente republicano durante la guerra y después marcharían al exilio, como también hicieron muchos maestros republicanos. Ellas, pese a la represión que sufrieron una vez fuera del Estado español, siguieron con la militancia antifascista y con la reivindicación de la labor educativa.
De los elementos materiales como fueron las imprentas y las publicaciones, no quedó prácticamente nada. Sin embargo, los frutos de esta iniciativa verían la luz en todo el mundo, gracias a todos los maestros exiliados que llevaron los saberes y experiencias en todo el mundo, dejando constancia de todo este trabajo y permitiendo que este movimiento se mantuviera vivo hasta que hoy hemos podido recuperarlo como raíces desde donde plantearnos el presente y futuro de las escuelas rurales.