Visita a Mas Les Vinyes. Entrevista a Sergi Caballero
Gustavo Duch
Les Vinyes es un proyecto de vida comunitaria en una granja de 25 hectáreas que sigue criterios de permacultura y agricultura regenerativa situado en el municipio de Sant Martí d'Albars, en el Lluçanès (Barcelona). El proyecto surge en 2013 de la voluntad de un grupo de gente de fomentar la salud cuidando a las personas, la tierra y los seres vivos. En un contexto donde el acceso a los carburantes, materiales y bienes son cada día más escasos, propuestas como estas son inspiradoras.
Foto: Mas Les Vinyes
Foto: Mas Les Vinyes
Todo es energía
Sergi Caballero, permacultor y cofundador de la Cooperativa Mas Les Vinyes, explica que el objetivo fundacional ha sido la generación de un modelo de resiliencia y aprendizaje de espacios humanos habitables que tengan una alta eficiencia energética y regeneren el entorno. Su guía es la permacultura, una herramienta para diseñar el espacio que, como dicen, es solo una custodia temporal que pueden cuidar a la vez que les suministra gran parte de sus necesidades.
La permacultura es un sistema de diseño de hábitats humanos que captan más energía de la que necesitan para funcionar.
«De hecho —explica Sergi—, ahora que la agricultura industrial sufre la escasez de energía, la permacultura parte de la observación de la energía de los ecosistemas y genera patrones para su distribución y eficiencia. La observación es la principal fuente de información para identificar los patrones energéticos de nuestro entorno y aprender usarlos. No podemos entender un modelo que es negativo desde el punto de vista energético». Y es que para Sergi todo es energía, especialmente en el ámbito calórico que nos alimenta. Explica que la producción alimentaria no puede ser nunca sostenible, puesto que acabamos gastando más energía en la producción que la que obtendremos en forma de calorías. «Lo que decimos es que podemos producir estas calorías en ecosistemas que degeneran o en ecosistemas que se regeneran. Sorprendentemente, la tierra es uno de los pocos recursos del planeta que es realmente renovable, que puede mejorar sus calidades cuanto más uso hagamos de ella, siempre que sea respetando los patrones energéticos naturales».
Una manera de vivir
Al contrario de lo que mucha gente cree, la permacultura no es un tipo de agricultura, como la biodinámica o la agricultura regenerativa. La permacultura no consiste en poner almohadillados al huerto, asociar hortalizas, construir con barro o combinar plantaciones de frutales con corderos. La permacultura es un sistema de diseño de hábitats humanos que captan más energía de la que necesitan para funcionar. Es posible cubrir las necesidades de una persona al mismo tiempo que mejoramos la fertilidad de la tierra. Esta idealización de la abundancia ya tiene más de 50 años de recorrido, con propuestas diversas en todo el mundo, en contextos y tamaños de todo tipo: desde proyectos de autosuficiencia a campos de refugiados, proyectos urbanos y periurbanos, pasando por la producción vegetal y animal a gran escala, hasta el diseño de empresas o incluso de estructuras sociales
Antiguamente, la riqueza de un pueblo dependía de la calidad de su tierra. Empezar a entender la tierra como una gran línea de actuación y de ocupación de la comunidad nos brindará más posibilidades de tener un reservorio de comida, vida y salud a nuestro alcance. Dejar de labrar, aportar materia orgánica cuando la microbiología está más presente, equilibrar los minerales y diversificar son algunas de las estrategias que practican en Les Vinyes. Mostrándome las herramientas que emplean, como horcas de doble mango, Sergi añade: «el dicho “l’eina fa la feina” (en catalán, ‘la herramienta hace el trabajo’) es una de las claves para la despetrolización de la producción agrícola. Identificar, encontrar, custodiar herramientas, aprender a repararlas y guardarlas es esencial».
Cada proyecto debe dedicar tiempo a descubrir y conocer su pequeño ecosistema.
Para él es muy importante, tras estos años de aprendizajes, «abrir la puerta de casa y explicar lo que hacemos. Pero se tiene que entender que lo que mostramos son técnicas que hemos ido desarrollando dentro de un contexto muy concreto. Son propuestas que, probablemente, en otras situaciones, energías o climas serían totalmente estériles e inválidas. Cada proyecto debe dedicar tiempo a descubrir y conocer su pequeño ecosistema para encarar este futuro de carencia energética y material».
Animales para luchar contra la crisis climática
En Mas Les Vinyes, tienen muy claro que hay que adaptar la dieta a su producción a pesar de que los cambios culturales son los más difíciles de llevar a cabo, y más en comunidad. Está la dificultad añadida de consensuar entre la libertad personal y lo que necesita la comunidad. «Yo era vegetariano», cuenta Sergi, «pero hemos acordado una dieta omnívora consecuente con las condiciones del espacio productivo y climatológico de Les Vinyes; no se pueden comprar productos frescos producidos fuera del Estado español o sur de Francia; priorizamos la cocina sencilla, con productos de la finca, frescos en primer lugar y en conserva teniendo en cuenta los criterios de reparto mensual de la despensa según la producción anual».
Hemos decidido reducir el consumo de cereales y legumbres, energéticamente más caro, y aumentar progresivamente la carne de pasto.
A diferencia de los patrones generalistas según los cuales las dietas vegetarianas son la mejor manera de luchar contra el cambio climático, la propuesta de Mas Les Vinyes es muy interpeladora: «En nuestro caso, al no querer recurrir a herramientas de petróleo para producir alimentos, hemos decidido reducir el consumo de cereales y legumbres, energéticamente más caro, y aumentar progresivamente la carne de pasto. Esta dieta más local también nos permite agradecer y casi venerar algunos productos como la fruta, la miel o las hortalizas frescas, haciendo un uso más racionado y a veces medicinal, como en el caso de la miel». Para Sergi, uno de los grandes ámbitos para ganar resiliencia es la recuperación de producción de carbohidratos de bajas necesidades energéticas, como las bellotas dulces o las castañas, dependiendo de la zona, por delante de harinas que requieren una gran cantidad de energía para ser cultivadas, procesadas y transformadas.
Ante la dificultad del acceso a la energía, en Mas Les Vinyes tienen claro que el acceso a la materia orgánica será clave. «Con tierras tan degradadas como la mayoría del territorio catalán (por debajo del 1,5 % de materia orgánica, considerado biológicamente tierra muerta), aportar materia orgánica para iniciar ciclos de regeneración es básico». Y, en este punto, los mejores aliados que saben transformar la masa vegetal existente, que no requieren aportaciones externas y aseguran una mayor independencia energética son los rumiantes (vacas, ovejas y cabras). «Permiten regenerar la tierra en un periodo de 4 años frente a la regeneración de 15 años que podemos conseguir con compost vegetal. A medida que aumentemos la producción vegetal y animal podremos incorporar otros animales omnívoros, como cerdos, gallinas o pollos», explica Sergi. Sabiduría campesina en un momento de crisis.
En relación con la captación de carbono, la cooperativa aboga también por reaprovechar todos los residuos externos (restos de serrín, sobras de comida, restos vegetales urbanos, etc.) e internos (residuos humanos, orina, restos de comida, etc.) y cerrar los ciclos dentro del propio proyecto. «En este ámbito, la transformación de los desechos humanos en compost nos permite incorporar una gran cantidad de materia orgánica a los campos de frutales y minimizar el consumo de agua. El empleo de una biotrituradora potente nos ha permitido acelerar la incorporación del ramaje que no siempre utilizamos en el propio bosque y en los campos de pasto, incrementando la estructura, la materia orgánica, el carbono y el ámbito fúngico de la tierra».
Sergi lamenta que hayamos perdido conocimientos sobre la conservación de los alimentos con la mínima energía debido a la generalización del uso de congeladores y neveras. Pero la salmuera, el secado o la conservación en lugar seco y oscuro son grandes herramientas, aunque admite que habrá que encontrar alternativas a ingredientes conservantes como, por ejemplo, sal y azúcar, que prevén que no estarán tan accesibles en un futuro próximo.
Foto: Mas Les Vinyes
Foto: Mas Les Vinyes
La racionalidad campesina
Paseando por la granja y escuchando a Sergi se entiende mejor esto de «diseñar los espacios como hace la naturaleza». En cada sitio que paro o miro, me encuentro alguna explicación de lo más interesante:
«Cuando tenemos un problema en la finca lo que tenemos que pensar es qué no hemos diseñado bien nosotros. Nosotros no decimos que tenemos una plaga de caracoles, lo que tenemos es una deficiencia de patos o de erizos, sus depredadores».
«Regar con agua del pozo no nos gusta porque no estaríamos teniendo en cuenta si afectamos o no al curso del agua y de los acuíferos; es un poco como engordar cerdos con soja, no vemos el impacto en los países del sur».
«Un plato sin código de barras para mí es un arma de regeneración masiva».
«Si pensamos que la clave es cuidar el bioma de la tierra y los pequeños seres que le dan vida, todos somos ganaderos y ganaderas».
«Que cuando morimos no sea posible que nos entierren desnudos bajo tierra, que mi fertilidad no vuelva a la tierra, nos lleva a pensar que estamos por encima de la tierra».
Ante una sequía permanente
Sabemos que el 97 % del agua del planeta es agua salada. Del 3 % restante, el 79 % está congelada, el 20 % es agua subterránea a más de 100 metros de profundidad y solo el 1 % restante es agua superficial de ríos, torrentes, lagos, estanques y aguas subterráneas de menos de 100 metros. Cada vez hay más personas sin agua y los flujos hídricos están evolucionando desde el exceso hasta la carencia debido a fenómenos meteorológicos extremos como la sequía. Sin agua no es posible desarrollar vida. Desde esta mirada de responsabilidad, Sergi nos explica sus prácticas:
«La primera estrategia vuelve a afectar al ámbito cultural. La reducción del consumo es esencial para hacer un buen uso del agua. Desde prestar atención a los tiempos de higiene personal hasta su papel en la cocina y, especialmente, la incorporación de lavabos secos». En este punto, recuerda uno de los mantras de Masanobu Fukuoka, padre de la permacultura: «la lluvia no viene del cielo, viene la tierra». Un suelo hidratado es un suelo vivo, que permite los procesos de humificación y la regeneración de los freáticos. Para captar agua del suelo hay que disponer de arcillas y materia orgánica; esta segunda tiene la capacidad de almacenar 10 veces su peso en agua. «A medida que mejoramos los suelos, generamos bolsas de agua que permiten mayor capacidad de adaptación ante sequías, incendios y lluvias torrenciales. Cada aumento de un 1 % de materia orgánica representa un incremento de 230 000 litros por hectárea retenidos. Además, hay que proteger el suelo en los momentos de máxima insolación, por lo que instalar cubiertas vegetales de verano e invierno es una de las claves de nuestro diseño».
Otra de las estrategias troncales del proyecto ha sido la captación y almacenamiento del agua en depósitos flexibles. Estas cisternas no requieren cimentación, tienen un precio por litro bastante asequible, se pueden cambiar de ubicación y no requieren permisos ni vallados. En Mas Les Vinyes recogen las aguas de los tejados y las redirigen hacia diferentes puntos de almacenamiento. «De cara al futuro también queremos construir depósitos de ferrocemento para captar agua de lluvia, potabilizarla y usarla como agua sanitaria. También tenemos un antiguo sistema, una fuente sinaí de mineralización y depuración, que pretendemos recuperar para filtrar agua de lluvia para consumo humano».
No hace falta mencionar que el agua de uso doméstico se limpia y se reutiliza. Un sistema de albercas con diferentes procesos químicos transforma las aguas grises en un recurso hídrico para las zonas de frutales de la misma pendiente, con la gravedad como energía suficiente.
Una casa con seis chimeneas
La edificación principal de Mas Les Vinyes es una antigua masía de principios del siglo xiv. Es la matriz, el centro, de un sistema ahora mucho más complejo donde encontramos algunas letrinas, bioconstrucciones... «Y es que —Sergi interrumpe mis pensamientos— entendemos la bioconstrucción como un proceso ligado al empoderamiento de la comunidad. Aprender a trabajar la arcilla, la cal, la paja, el vidrio… o entender las estructuras portantes, por ejemplo, son conocimientos que nos han permitido rehabilitar los espacios a lo largo de los 8 años del proyecto».
Sergi me explica que entre las cosas que han aprendido está el aprovechamiento de la evolución de los ángulos del sol durante el año. Aislar los espacios del frío y el calor o forzar ventilaciones cruzadas son algunas de las estrategias que han tenido en cuenta durante la autoconstrucción. Las energías pasivas suelen necesitar un tiempo de diseño inicial bastante importante y después hay que implementarlo; pero a posteriori son maneras de hacer más eficientes los espacios sin consumir energía adicional. «De nuevo, nos encontramos con que la reducción del consumo es la mejor estrategia ante la emergencia climática. Hay que identificar qué elementos hacen un uso intensivo de la energía (radiadores eléctricos, tostadoras...), que incluyen resistencias eléctricas, por ejemplo, y sustituir su uso por alternativas. La nevera puede desconectarse en climas fríos durante la mayoría de los meses de otoño, invierno o primavera».
La energía que les permite calentar los espacios es la leña de los propios bosques. Con los años, la casa ha pasado de tener una a seis chimeneas. «Hemos aprendido a utilizar el mayor número de recursos locales posible: desde techos verdes con plantas locales hasta vigas a partir de árboles de la zona, zarzas para construir las almas de paredes de barro y excrementos de caballo o fermentaciones más o menos largas para mejorar las texturas de barro de la finca. El conocimiento progresivo del material local es un gran recurso».
La energía personal y colectiva
En todo este camino que nos queda por delante, las estrategias de adaptación más complicadas para nosotros son aquellas que se refieren a las personas.
Sergi también habla de retos sin resolver como la energía para la logística y el transporte, ligada a los combustibles fósiles, así como el desgaste de vehículos y piezas conseguidas con grandes cantidades de energía. Optimizar y organizar los traslados y movimientos es algo que resulta complicado, pero les brinda una oportunidad para el diseño de los horarios en la vida comunitaria. «En todo este camino que nos queda por delante, las estrategias de adaptación más complicadas para nosotros son aquellas que se refieren a las personas. Consideramos que el trabajo personal y grupal es básico para la perdurabilidad del proyecto. El reconocimiento de las propias necesidades, límites, recursos o adicciones nos permite trabajar en el ámbito personal y compartirlo en el espacio emocional de cada jueves por la tarde».
Mas Les Vinyes participa en algunas redes de apoyo mutuo en el territorio. Por un lado, con el grupo de Comunidades Catalanas y, por otro, con la Red de Permacultura de la Biorregión Nordeste de la Península (BiorNE). También tienen un grupo de personas que les echa una mano cuando organizan jornadas de trabajo. «Creemos que deberíamos seguir ampliando la potencia y el efecto de estas redes, especialmente en el ámbito local. Entender que nuestro modo de vida ya no puede perdurar y que vivir requiere una gran responsabilidad en el reparto de recursos y privilegios es esencial».
Gustavo Duch