Tres responsables de municipios rurales conversan sobre políticas alimentarias

Revista SABC

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Mural de Xoana Almar y Miguel Peralta (2016), en Vigo. Foto: Cestola na Cachola

  Cristóbal González: Soy alcalde de Cuevas del Becerro (Málaga). Nuestro grupo político es una agrupación de electores que viene de una asociación juvenil que tenía una radio, un proyecto agrario, organizaba asambleas temáticas… Con más gente, dimos el paso adelante hace 4 años. Gobernamos con Izquierda Unida.

  Cristina Cid: Desde junio de 2018, soy la alcaldesa de Allariz (Ourense), aunque llevaba siendo teniente de alcalde desde el año 2000. Mi grupo político, el BNG, lleva en el gobierno con mayoría absoluta desde el año 1991 y ahora estamos empezando a ver los frutos de ese largo trabajo.

  Juan Carlos Soto: En la actualidad, soy teniente de alcalde de Manjabálago y Ortigosa de Rioalmar (Ávila), el único municipio de toda Castilla y León gobernado por Equo, un partido ambientalista. De profesión, soy agente de desarrollo rural y animador sociocultural.

  Antes de empezar, sería importante que hicierais un retrato de vuestros municipios.

Cristóbal: Nuestro pueblo está en la Serranía de Ronda, tiene 1616 habitantes. Su principal actividad siempre ha sido la agricultura y hoy en día sigue siendo una de las más importantes, aunque hay otra actividad fuerte vinculada a la construcción en zonas de costa, que los últimos años había estado más parada, pero que ha resurgido ahora. Tenemos unas 140 personas en paro, lo que creemos que ya es de carácter estructural.

Cristina: Allariz está en el centro de la provincia de Ourense, tiene 6300 habitantes y una población muy dispersa, como es habitual en Galicia: en 92 km2 hay 92 núcleos de población, lo que dificulta la gestión y es de los retos más importantes. Contra lo que sucede en general, en Allariz llevamos 20 años creciendo sin parar. Ahora mismo, en la Villa de Allariz, donde residen 4300 vecinos, tenemos una pirámide poblacional imposible de creer hace 20 años, con mucha población joven y 600 escolares de 0 a 12 años. En las parroquias rurales, por desgracia, no podemos decir lo mismo, por eso estamos metidos de lleno en proyectos ligados al sector primario.

Juan Carlos: Bueno, yo estoy abrumado después de oíros, porque mi municipio, con dos pueblos, en total tiene 28 habitantes. Está en la comarca de la Sierra de Ávila, una zona de las más deprimidas de Castilla y León según el PIB, con una tradición de intervención político-religiosa muy potente que ha hecho que la gente sea muy sumisa y tenga bastante miedo. Es un territorio ancestralmente ganadero, toda la estructura territorial e incluso urbanística está adaptada a esa actividad. Curiosamente es el pueblo con más plazas de turismo rural de toda la sierra de Ávila, porque ambientalmente es muy especial.

  Queríamos empezar tirando del hilo de lo que has dicho, Cristina, de apostar por el sector primario. ¿Los temas agrarios y alimentarios interesan en los pueblos? ¿La gente quiere seguir trabajando en el sector o se han de buscar otras fórmulas?

Cristina: Hace muchos años que trabajamos en este campo y en muchos momentos vimos que había que tomar decisiones valientes. Hay que gobernar con la población, pero a veces hay que ir un paso por delante, no solo tomar medidas que son populares en ese momento. Una de las primeras experiencias que pusimos en marcha fue reunirnos con los comuneros de un bosque en mano común con más de 100 ha de pino y forzar su tala para recuperar los terrenos que antiguamente fueron pasto para la ganadería extensiva, con ganado autóctono. Esta propuesta la población y los comuneros no la entendieron, les parecía que había que seguir plantando pinos porque lo ganadero era antiguo, así que nos supuso un coste electoral, redujimos el número de concejales, pero éramos conscientes de que era el camino a seguir. Cuando la gente ve el resultado, recuperas la confianza y ahora mismo nadie cuestiona aquella decisión. Se empezó a ver que el futuro de nuestros montes no tenía por qué ser la plantación de pino o eucalipto como se hace en muchas zonas de Galicia, sino que había otras posibilidades para incentivar el desarrollo local, fijar población y crear actividad económica ligada a lo rural. Hoy estamos criando bueyes con denominación local de buey de Allariz.

Cristóbal: ¿Cuánto tiempo lleváis en el gobierno?

Cristina: Desde 1991. Sería bueno que os contara cómo llegamos al gobierno porque explica muchas cosas. En el año 89 Allariz sufrió una revolución en letras mayúsculas. Muchos decimos que valió la pena vivir una vida solo por vivir aquello. Después de casi un año de movilizaciones, hubo un verano muy convulso que tuvo a los vecinos encerrados en el ayuntamiento 3 meses, viviendo literalmente allí (el salón de plenos estaba lleno de colchonetas). Se pedía solución a un problema de contaminación y a una situación de decadencia que parecía imposible revertir. Esa revolución llevó a un cambio en el gobierno municipal, que nació con un nivel muy elevado de participación ciudadana que sigue hasta el día de hoy y que seguimos alimentando.

Juan Carlos: Para entender nuestro contexto, hay que saber que mi pueblo es prescindible políticamente para cualquier partido. La Sierra de Ávila es muy grande pero solo hay 3000 habitantes. A eso hay que sumar que la administración provincial y principalmente la autonómica, con sus normativas, complican muchísimo el funcionamiento agrícola, ganadero y de desarrollo rural. La gente está tan ninguneada que en los informes de la mina a cielo abierto de feldespato que quieren poner aquí, se decía que el lugar era muy interesante porque había «poca gente y con bajo nivel cultural». La lucha contra la mina ha sido muy importante, ya llevábamos años trabajando la sostenibilidad para el territorio y la población local rompió con la sumisión y rechazó un modelo que ignora y desprecia a lo rural. En un entierro (por aquí tenemos muchos), una persona mayor me dijo que estaba en contra de la minería porque es como si mordieran a un hijo suyo. Es el paisaje cultural, el lugar del que han sacado sus recursos. Nosotros teníamos claro que queríamos un modelo de desarrollo sostenible en el que participe la población, y por eso pusimos en marcha un plan estratégico, construido colectivamente, que nos está ayudando a saber lo que queremos conseguir.

  Vemos una similitud en vuestros dos discursos: la fuerza y la movilización ciudadana nacen de amenazas al territorio, el pueblo revaloriza lo que tiene y se activa, poniendo en el centro el sector primario como estrategia. ¿En Cuevas del Becerro es igual?

Cristóbal: No, es una situación totalmente diferente. Tengo los pelos de punta porque sois el espejo donde nos miramos, es el lugar hacia el que queremos ir. Aquí lo último siempre ha sido dedicarse al campo, cualquier otro oficio está mejor valorado. Por eso, ahora ponemos el foco en ello, organizamos cursos de formación relacionados con el campo y con recuperar oficios, desde la tala de olivar (talaores), que la practica gente ya muy mayor, hasta la canastería o los injertos. También hay un grupo de mujeres que está intentando salir adelante con su empresa de cosmética vegetal y lo queremos relacionar con las plantas que tenemos en los alrededores. Se han creado unas jornadas del campo, con un mercado, donde vienen proyectos de Andalucía a explicar lo que hacen y a servir de impulso. Hemos percibido que incluso viviendo en el medio rural, hay una desconexión entre el campo y la gente de nuestro pueblo.

Juan Carlos: De lo primero que nos dimos cuenta nosotros al llegar es de esa desconexión que tú comentas. Hay jóvenes que no quieren volver al pueblo porque es como si hubieran fracasado, prefieren morirse de hambre en Madrid. Eso nos revolvió mucho, pero también nos dio información muy importante que nos hizo investigar el proceso por el que se ha denostado tanto la tierra: lenguaje, películas o el propio plan de modernización, que hablaba de llevar a las ciudades fuerza de trabajo rural porque era sumisa. Hay una barrera psicosocial muy importante. Uno de nuestros primeros programas fue «Orgullosos de ser rural», con la intención de subir esa autoestima.

Cristóbal: Nuestro eslogan es «Yo soy de campo».

Cristina: Aquí hay una empresa que comercializa unas camisetas con el lema «Soy rural». Creo que empieza a haber una ola que aprecia lo rural y sus valores, pero esto tiene un peligro. Muchas de estas campañas hacen también que desde lo urbano se mire como un parque temático. Eso no quita que haya que modernizar e incorporar prácticas nuevas para que los trabajos y la vida sean lo más cómodo posible. Siempre se nos acusa de que en el rural nos empeñamos en poner en marcha proyectos que no son económicamente sostenibles. Hay ejemplos de empresas ligadas al automóvil que provocan auténticas movilizaciones de la administración para conseguir subvencionar lo subvencionable (y más) para su pervivencia, y eso no lo discute nadie. Sin embargo, al rural parece que le exigimos mucho más de lo que le exigimos a la banca, al textil o a la automoción. Yo creo que las empresas deben ser viables, pero también es verdad que la administración debe crear un entorno que lo haga posible.

 

   Hemos percibido que incluso viviendo en el medio rural, hay una desconexión entre el campo y la gente de nuestro pueblo.   
Cristóbal González
, alcalde de Cuevas del Becerro
 

  Siguiendo con la necesidad de la implicación de la administración, ¿es la administración municipal el espacio ideal para este tipo de proyectos de revalorizar lo agrario?

Cristina: Con las mismas directivas aquí en España hay proyectos que no pueden ponerse en marcha y en Francia no tienen ningún problema. Cuando empezamos a impulsar la ganadería extensiva de ovejas en Allariz, fuimos a la administración para buscar apoyo para una quesería y el conselleiro del turno nos dijo que en Galicia las ovejas no daban leche. Tuvimos que acudir al gobierno de Euskadi para que formaran a nuestros trabajadores y gestionaran la compra de un rebaño de ovejas allí. A pesar de todas esas trabas, sí que se pueden hacer muchas cosas. Pusimos en marcha un banco de tierras «a la carta», cedemos las brigadas de limpieza de fincas, de vallado perimetral para la ganadería extensiva, etc. Esto supone poner al límite nuestras competencias, pero de no ser por estas facilidades, algunas personas hubieran abandonado. Se ha conseguido que se produzca mucho producto de huerta, cerveza artesana, embutidos, licores, jabón artesanal o la recuperación de industrias de pan y repostería tradicional que estaban a punto de desaparecer y ahora alguna tiene hasta 30 puestos de trabajo. Asumimos costes de tramitaciones, publicidad, etc. Somos responsables de la alimentación de las escuelas infantiles en las que tenemos competencia para que sea local, ecológica y demás. Pusimos en marcha un mercado de la reserva de la biosfera para la comercialización de esos productos y ahora estamos valorando la posibilidad de que el propio ayuntamiento abra tiendas en Vigo, o en otros lugares, para vender los productos del municipio. Tenemos una gran concentración de emprendedores porque la administración local se ha ganado la credibilidad, las cosas se ponen en marcha de verdad.

Juan Carlos: Al final, el modelo, sea de 6000 o de 28 habitantes, es el mismo: hacer que todo circule en proximidad. La asociación de ganaderos del Aravalle no quería trabajar con tratantes a pesar del beneficio que suponía, solo quería obtener un precio digno, y están vendiendo sus terneros a la gente que va los fines de semana. Están muy contentos con esa relación humana que se genera, que tiene un valor añadido enorme. Se nos intenta imponer un modelo econocentrista que solo piensa en el dinero y no en la calidad de vida de la población y a veces el trabajo de los ayuntamientos consiste en facilitar caminos alternativos a esas inercias. Al final, se trata de que sea la gente quien toma las decisiones.

Cristóbal: Claro que desde lo local podemos ayudar y colaborar, incluso lo que yo hago bastantes veces es hacer la vista gorda. Hay una legislación que aplasta totalmente a lo pequeño, y lo rural es lo pequeño. Hay que ir a la cuestión clave: cambiar las leyes que llegan a los pueblos, porque no basta con hacer la vista gorda como ayuntamiento, tarde o temprano van a llegar otros obstáculos. Ahora está esa moda de hablar de la despoblación, que es una realidad, y aquí quien se ocupa de eso vive en Sevilla y raramente ha venido a un pueblo. La única solución que yo veo es que la gente de los pueblos nos unamos, que hablemos con nuestra voz y en nuestro idioma, de lo que queremos para el mundo rural, para evitar eso que ha dicho Cristina: que otros escriban nuestra historia. Aquí estamos creando una red que se llama Pueblos en Movimiento para articularnos como medio rural y se están generando muchas expectativas.

 

   Tenemos una gran concentración de emprendedores porque la administración local se ha ganado la credibilidad.   
Cristina Cid
, alcaldesa de Allariz
 

  ¿Cómo condiciona el envejecimiento de la población o el despoblamiento vuestras decisiones, programas y políticas?

Juan Carlos: Castilla y León en los últimos 20 años ha recibido 20.000 millones de euros y seguimos perdiendo miles de personas al año. A los pisos de las ciudades de aquí se les llama «los pisos de la PAC», porque es en ellos donde los ganaderos han invertido el dinero de las subvenciones, para que sus hijos se vayan del pueblo. Yo estoy muy enfadado con el título de un libro, La España vacía. No es solo que esto no esté vacío, porque aunque haya pocas personas, las hay, sino que además hay agua y bienes naturales, hay animales, hay sabiduría…  Tenemos que romper esa creencia tóxica de que en el medio rural no hay oportunidades. Desde que llegamos hace 3 años tuvimos claro que solos podríamos hacer poco (24.000 euros de presupuesto, tenemos); por eso, entre otras cosas, nos unimos con el municipio de al lado para contratar a una persona que dé un servicio personalizado de cuidados a la población que vive allí todo el año, porque no hay ninguna residencia en toda la sierra. Cuando decidimos contratarle, me dijo la secretaria que para 28 habitantes no podíamos tirar el dinero. Siguen sin apreciarse los servicios que se prestan para que las personas que viven en el rural tengan vidas dignas. Hay algo muy importante que está en el inconsciente colectivo, su vinculación emocional, y eso hay que aprovecharlo. Nuestro mayor cliente de productos agroalimentarios es la población vinculada emocionalmente, hijos o nietos del pueblo. Necesitamos su complicidad para construir cosas nuevas. Yo pienso que es en lo intangible donde está la clave de los cambios; por ejemplo, en hacer que comer sea un acto emocional y afectivo.

Cristóbal: Sí, el discurso que hay que poner sobre la mesa debe estar más relacionado con lo afectivo, porque al final la gente de los pueblos nos seguimos entendiendo fácilmente, y tenemos unas características que están vinculadas con el trato humano, con lo pequeño, con tener la puerta abierta de tu casa, cooperar y ayudarnos. Si hablamos de eso, vamos a estar muy alejados de las corrientes de extrema derecha, que no valoran lo humano. Nuestra lucha debe estar ahí.

 

   Estoy muy enfadado con el título de un libro: La España vacía. Aunque haya pocas personas, las hay, pero además hay agua y bienes naturales, hay animales, hay sabiduría…”   
Juan Carlos Soto
, alcalde de Manjabálago y Ortigosa de Rioalmar
 

  Los pueblos pequeños pueden ser laboratorios para ensayar nuevas formas de gobierno más horizontal. ¿Estáis de acuerdo? ¿Cuáles son las claves para que la gente y los colectivos participen en las políticas municipales?

Cristóbal: A nosotros, la participación nos diferencia de los gobiernos anteriores. Nuestro ayuntamiento es totalmente abierto, funcionamos por grupos de trabajo alrededor de cada concejalía, que está totalmente delegada. Estos grupos han dado pie a que actividades que hemos organizado hayan tenido éxito, porque la gente lo siente suyo.

Juan Carlos: Nosotros en Ávila llevamos la etiqueta de «rojos», precisamente porque queremos que participe la gente, algo que en el resto del territorio está normalizado.

Cristina: Yo creo que es increíble a estas alturas que pedir participación ciudadana parezca algo revolucionario, como si no fuéramos adultos para saber dónde queremos ir. Aquella revolución de Allariz la lideró Anxo Quintana (después vicepresidente de la Xunta de Galiza); recuerdo que cuando tomábamos posesión del cargo en las diferentes legislaturas, nos llevaba donde estuvo el castillo de Allariz, desde donde se ve una parte importante del municipio y nos decía: «Aquí estamos para soñar con lo que queremos ver dentro de 20 años, con un futuro para las generaciones que vendrán e implicar a toda la población que quiera sumarse a esto». Esto no puede solo ser el sueño de una corporación municipal, por mucha mayoría absoluta que tengamos, tiene que ser el de todo el mundo.

  Y si os imagináis que subís a ese punto desde donde veis vuestro municipio, ¿qué es lo que soñáis?

Juan Carlos: Yo me he comprometido a demostrar, en los años que me queden de vida, que el medio rural es donde está la calidad de vida, el futuro real de los seres humanos. Me gustaría que eso sucediera.

Cristina: Yo sueño con volver a ver las fotografías de hace años tomadas desde ese mismo punto, donde todo el territorio estaba ocupado y trabajado por gente.

Cristóbal: Yo sueño con ver muchos niños corriendo por las calles, pegando pelotazos a las casas de la gente y poniéndolo todo patas arriba.

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