Tres responsables de municipios rurales conversan sobre políticas alimentarias

Revista SABC

  Cristóbal González: Soy alcalde de Cuevas del Becerro (Málaga). Nuestro grupo político es una agrupación de electores que viene de una asociación juvenil que tenía una radio, un proyecto agrario, organizaba asambleas temáticas… Con más gente, dimos el paso adelante hace 4 años. Gobernamos con Izquierda Unida.

  Cristina Cid: Desde junio de 2018, soy la alcaldesa de Allariz (Ourense), aunque llevaba siendo teniente de alcalde desde el año 2000. Mi grupo político, el BNG, lleva en el gobierno con mayoría absoluta desde el año 1991 y ahora estamos empezando a ver los frutos de ese largo trabajo.

  Juan Carlos Soto: En la actualidad, soy teniente de alcalde de Manjabálago y Ortigosa de Rioalmar (Ávila), el único municipio de toda Castilla y León gobernado por Equo, un partido ambientalista. De profesión, soy agente de desarrollo rural y animador sociocultural.

  Antes de empezar, sería importante que hicierais un retrato de vuestros municipios.

Cristóbal: Nuestro pueblo está en la Serranía de Ronda, tiene 1616 habitantes. Su principal actividad siempre ha sido la agricultura y hoy en día sigue siendo una de las más importantes, aunque hay otra actividad fuerte vinculada a la construcción en zonas de costa, que los últimos años había estado más parada, pero que ha resurgido ahora. Tenemos unas 140 personas en paro, lo que creemos que ya es de carácter estructural.

Cristina: Allariz está en el centro de la provincia de Ourense, tiene 6300 habitantes y una población muy dispersa, como es habitual en Galicia: en 92 km2 hay 92 núcleos de población, lo que dificulta la gestión y es de los retos más importantes. Contra lo que sucede en general, en Allariz llevamos 20 años creciendo sin parar. Ahora mismo, en la Villa de Allariz, donde residen 4300 vecinos, tenemos una pirámide poblacional imposible de creer hace 20 años, con mucha población joven y 600 escolares de 0 a 12 años. En las parroquias rurales, por desgracia, no podemos decir lo mismo, por eso estamos metidos de lleno en proyectos ligados al sector primario.

Juan Carlos: Bueno, yo estoy abrumado después de oíros, porque mi municipio, con dos pueblos, en total tiene 28 habitantes. Está en la comarca de la Sierra de Ávila, una zona de las más deprimidas de Castilla y León según el PIB, con una tradición de intervención político-religiosa muy potente que ha hecho que la gente sea muy sumisa y tenga bastante miedo. Es un territorio ancestralmente ganadero, toda la estructura territorial e incluso urbanística está adaptada a esa actividad. Curiosamente es el pueblo con más plazas de turismo rural de toda la sierra de Ávila, porque ambientalmente es muy especial.

  Queríamos empezar tirando del hilo de lo que has dicho, Cristina, de apostar por el sector primario. ¿Los temas agrarios y alimentarios interesan en los pueblos? ¿La gente quiere seguir trabajando en el sector o se han de buscar otras fórmulas?

Cristina: Hace muchos años que trabajamos en este campo y en muchos momentos vimos que había que tomar decisiones valientes. Hay que gobernar con la población, pero a veces hay que ir un paso por delante, no solo tomar medidas que son populares en ese momento, sino intentar avanzar para que la administración sea también un referente y que todo el mundo pueda percibir que las cosas se pueden hacer de forma diferente, sin seguir la línea hegemónica. Una de las primeras experiencias que pusimos en marcha fue reunirnos con los comuneros de un bosque en mano común con más de 100 ha de pino y forzar su tala para recuperar los terrenos que antiguamente fueron pasto para la ganadería extensiva, con ganado autóctono. Esta propuesta la población y los comuneros no la entendieron, les parecía que había que seguir plantando pinos porque lo ganadero era antiguo, así que nos supuso un coste electoral, redujimos el número de concejales, pero éramos conscientes de que era el camino que seguir. Cuando la gente ve el resultado, recuperas la confianza y ahora mismo nadie cuestiona aquella decisión. Se empezó a ver que el futuro de nuestros montes no tenía por qué ser la plantación de pino o eucalipto como se hace en muchas zonas de Galicia, sino que había otras posibilidades para incentivar el desarrollo local, fijar población y crear actividad económica ligada a lo rural. Hoy estamos criando bueyes con denominación local de buey de Allariz. Es un buen ejemplo de que hay proyectos que no se llevan a cabo porque cuando empieza a haber contratiempos, muchas administraciones se echan para atrás para no tener problemas electorales. A eso se suma que en la administración local se piensa a muy corto plazo y un tema como este implica cambiar dinámicas, hábitos de consumo… no se puede hacer en unos meses.

Cristóbal: ¿Cuánto tiempo lleváis en el gobierno?

Cristina: Desde 1991. Sería bueno que os contara cómo llegamos al gobierno porque explica muchas cosas. En el año 89 Allariz sufrió una revolución en letras mayúsculas. Muchos decimos que valió la pena vivir una vida solo por vivir aquello. Después de casi un año de movilizaciones, hubo un verano muy convulso que tuvo a los vecinos encerrados en el ayuntamiento 3 meses, viviendo literalmente allí (el salón de plenos estaba lleno de colchonetas). Se pedía solución a un problema de contaminación y a una situación de decadencia que parecía imposible revertir. No se ejecutaba nada, el ayuntamiento tenía una cuenta de ahorro con 40 millones de pesetas por si un día «pasaba algo». Había mucha gente que recordaba el pasado esplendoroso de Allariz, con su vocación industrial y comercial, y no se resignaban a ver esta decadencia, ni tampoco las generaciones jóvenes. Esa revolución llevó a un cambio en el gobierno municipal, que nació con un nivel muy elevado de participación ciudadana que sigue hasta el día de hoy y que seguimos alimentando. Esto hace posibles proyectos que en otro sitio no serían posibles y fue decisivo para que exista el Allariz que tenemos hoy. Cualquier persona que tenga un proyecto no solo es bien recibida, sino que si encaja dentro de lo que hay en marcha, procuramos darle todo el empuje del mundo. Tenemos una gran concentración de emprendedores porque la administración local se ha ganado la credibilidad, las cosas se ponen en marcha de verdad.

Juan Carlos: Para entender nuestro contexto, hay que saber que mi pueblo es prescindible políticamente para cualquier partido. La Sierra de Ávila es muy grande pero solo hay 3000 habitantes. A eso hay que sumar que la administración provincial y principalmente la autonómica, con sus normativas, complican muchísimo el funcionamiento agrícola, ganadero y de desarrollo rural. La gente está tan ninguneada que en los informes de la mina a cielo abierto de feldespato que quieren poner aquí, se decía que el lugar era muy interesante porque había «poca gente y con bajo nivel cultural». La lucha contra la mina ha sido muy importante, ya llevábamos años trabajando la sostenibilidad para el territorio y la población local rompió con la sumisión y rechazó un modelo que ignora y desprecia lo rural. En un entierro (por aquí tenemos muchos), una persona mayor me dijo que estaba en contra de la minería porque es como si mordieran a un hijo suyo. Es el paisaje cultural, el lugar del que han sacado sus recursos. En esta zona predominan los gobiernos del Partido Popular desde hace muchos años con alcaldes que tienen una enorme dependencia de la diputación provincial, pero nosotros teníamos claro que queríamos un modelo de desarrollo sostenible en el que participe la población, y por eso pusimos en marcha un plan estratégico, construido colectivamente, que nos está ayudando a saber lo que queremos conseguir. Lo primero que se ha hecho ha sido gestionar el territorio con los propietarios de las fincas rústicas para que los ganaderos en extensivo puedan trabajar sin que estén los terrenos atomizados como estaban antes. Tuvimos claro que había que romper el localismo.

  Vemos una similitud en vuestros dos discursos: la fuerza y la movilización ciudadana nacen de amenazas al territorio, el pueblo revaloriza lo que tiene y se activa, poniendo en el centro el sector primario como estrategia. ¿En Cuevas del Becerro es igual?

Cristóbal: : No, es una situación totalmente diferente. Tengo los pelos de punta de escucharos no solo por la pasión con la que habláis de estos procesos, sino porque sois el espejo donde nos miramos, es el lugar hacia el que queremos ir. Aquí estamos en una fase previa a todo eso y viene dada por las circunstancias que nos encontramos al llegar. Yo pensé que era generalizado, aunque ahora he visto que en vuestros pueblos no. Aquí lo último siempre ha sido dedicarse al campo, cualquier otro oficio está mejor valorado. Partimos de una premisa: el desarrollo del pueblo pasa por el sector primario porque lo que nos rodea es campo y porque es a lo que el pueblo se ha dedicado históricamente; entonces, tenemos que estudiar los mecanismos para que la gente vuelva al campo. Lo primero que se nos ocurrió fue ofrecer tierras y formación a quien quisiera y nos chocamos de bruces con la realidad: no hay una demanda real. Por lo tanto, primero debemos darle valor al campo. En el pueblo hay 10 o 12 pastores y cabreros, la mayoría tienen más de 54 años y no hay nadie que se quiera dedicar a la ganadería. ¿Por qué? Esta es nuestra pregunta. Tampoco yo querría dedicarme al campo que me muestran, al agronegocio. Quiero dedicarme a un campo que no sea esclavo, donde se valore lo que hago, donde produzca alimentos y no cantidades que haya que rentabilizar. Por eso, ahora ponemos el foco en ello, organizamos cursos de formación relacionados con el campo y con recuperar oficios, desde la tala de olivar (talaores), que la practica gente ya muy mayor, hasta la canastería o los injertos. También hay un grupo de mujeres que está intentando salir adelante con su empresa de cosmética vegetal y lo queremos relacionar con las plantas que tenemos en los alrededores. Se han creado unas jornadas del campo, con un mercado, donde vienen proyectos de Andalucía a explicar lo que hacen y a servir de impulso. Esa es nuestra idea. Tengo que decir que consideramos que estamos dando pequeños pasos simplemente con el hecho de que se valore positivamente que el pan se haga con trigo ecológico de la zona, que lo que consumimos se produzca en el pueblo, etc. Hemos percibido que, incluso viviendo en el medio rural, hay una desconexión entre el campo y la gente de nuestro pueblo.

Juan Carlos: De lo primero que nos dimos cuenta nosotros al llegar es de esa desconexión que tú comentas. Hay jóvenes que no quieren volver al pueblo porque es como si hubieran fracasado, prefieren morirse de hambre en Madrid. Eso nos revolvió mucho, pero también nos dio información muy importante que nos hizo investigar el proceso por el que se ha denostado tanto la tierra: lenguaje, películas o el propio plan de modernización, que hablaba de llevar a las ciudades fuerza de trabajo rural porque era sumisa. Hay una barrera psicosocial muy importante. Uno de nuestros primeros programas fue «Orgullosos de ser rural», con la intención de subir esa autoestima. ¡Habéis empezado por el principio!

Cristóbal: Nuestro eslogan es «Yo soy de campo».

Cristina: Aquí hay una empresa que comercializa unas camisetas con el lema «Soy rural». Creo que empieza a haber una ola que aprecia lo rural y sus valores, pero esto tiene un peligro. Muchas de estas campañas hacen también que desde lo urbano se mire como un parque temático. Cuando algún emprendedor viene buscando ese parque temático para establecerse aquí, el tiempo de permanencia es muy escaso porque la idea que traen no es la real. Por primera vez, en el mundo hay más gente que reside en zonas urbanas que en núcleos rurales y eso es un problema, porque parece que se está reescribiendo el mundo rural desde la óptica del mundo urbano. El contacto con la gente mayor, como decía Juan Carlos, es fundamental, porque evita los errores de la mirada urbana. Eso no quita que haya que modernizar e incorporar prácticas nuevas para que los trabajos y la vida sean lo más cómodo posible. Siempre se nos acusa de que en el rural nos empeñamos en poner en marcha proyectos que no son económicamente sostenibles. Hay ejemplos de empresas ligadas al automóvil que provocan auténticas movilizaciones de la administración para conseguir subvencionar lo subvencionable (y más) para su pervivencia, y eso no lo discute nadie. Sin embargo, al rural parece que le exigimos mucho más de lo que le exigimos a la banca, al textil o a la automoción. Le exigimos la pervivencia sin ningún apoyo de la administración. Yo creo que las empresas deben ser viables, pero también es verdad que se debe crear un entorno que lo haga posible. Entonces, no caigamos en la trampa que otros nos ponen de dar por hecho que hay empresas que pueden recibir apoyo y otras no. Viables, debemos ser todos.

 

   Hemos percibido que incluso viviendo en el medio rural, hay una desconexión entre el campo y la gente de nuestro pueblo.   
Cristóbal González
, alcalde de Cuevas del Becerro
 

  Siguiendo con la necesidad de la implicación de la administración, ¿es la administración municipal el espacio ideal para este tipo de proyectos de revalorizar lo agrario?

Cristina: Yo creo que en España, por desgracia, somos más papistas que el papa. Con las mismas directivas europeas aquí hay proyectos que no pueden ponerse en marcha y en Francia no tienen ningún problema. Aquí intentó prohibirse que el pulpo se sirviera en platos de madera como toda la vida, somos nosotros quienes ponemos las dificultades. Cuando empezamos a impulsar la ganadería extensiva de ovejas en Allariz, fuimos a la administración para buscar apoyo para una quesería y el conselleiro del turno nos dijo que en Galicia las ovejas no daban leche. Tuvimos que acudir al gobierno de Euskadi para que formaran a nuestros trabajadores y gestionaran la compra de un rebaño de ovejas allí. A pesar de todas esas trabas, sí que se pueden hacer muchas cosas. Pusimos en marcha un banco de tierras «a la carta», cedemos las brigadas de limpieza de fincas, de vallado perimetral para la ganadería extensiva, etc. Esto supone poner al límite nuestras competencias, pero de no ser por estas facilidades, algunas personas hubieran abandonado. Se ha conseguido que se produzca mucho producto de huerta, cerveza artesana, embutidos, licores, jabón artesanal o la recuperación de industrias de pan y repostería tradicional que estaban a punto de desaparecer y ahora alguna tiene hasta 30 puestos de trabajo. Asumimos costes de tramitaciones, publicidad, etc. Somos responsables de la alimentación de las escuelas infantiles en las que tenemos competencia para que sea local, ecológica y demás. Pusimos en marcha un mercado de la reserva de la biosfera para la comercialización de esos productos y ahora estamos valorando la posibilidad de que el propio ayuntamiento abra tiendas en Vigo, o en otros lugares, para vender los productos del municipio. Todo esto es una apuesta que va más allá de nuestras propias competencias, pero si no es así es muy difícil que una persona sola pueda salir adelante en el sector primario. Solo las entradas al Festival Internacional de Jardines que abrimos durante 6 meses son unas 40.000 y tiene mucho que ver con la producción local. Ahora tenemos una red de productores que está atrayendo a otros y nos va a permitir dar un salto mayor. Es el esfuerzo de muchos años, de encontrar muchas puertas cerradas pero seguir adelante a pesar de ello. Pusimos en marcha un proyecto turístico importante, que ha hecho que Allariz tenga miles de visitantes durante todo el año.  Es muy triste que venga gente a contarnos que han emprendido proyectos «a pesar de la administración», pero parece que es lo habitual. Deberíamos ser los primeros aliados. Tenemos una gran concentración de emprendedores porque esta administración local se ha ganado la credibilidad, las cosas se ponen en marcha de verdad.

Juan Carlos: Al final, el modelo, sea de 6000 o de 28 habitantes, es el mismo: hacer que todo circule en proximidad. La asociación de ganaderos del Aravalle no quería trabajar con tratantes a pesar del beneficio que suponía, solo quería obtener un precio digno, y están vendiendo sus terneros a la gente que va los fines de semana. Están muy contentos con esa relación humana que se genera, que tiene un valor añadido enorme. Se nos intenta imponer un modelo econocentrista que solo piensa en el dinero y no en la calidad de vida de la población y a veces el trabajo de los ayuntamientos consiste en facilitar caminos alternativos a esas inercias. En el pueblo hay un ganadero que se lo quiere dejar y no tiene relevo, entonces nos hemos puesto en contacto con la escuela de pastores de Asturias y vamos a organizar con ellos ese relevo. Otro ejemplo son los Grupos de Acción Local (GAL) que financian los fondos europeos. Como hay que adelantar el dinero, solo participan los grupos más grandes, muy influenciados por los partidos políticos. Esos condicionantes hacen que tengamos que buscar alternativas, al final, se trata de que sea la gente quien tome las decisiones.

Cristóbal: Claro que desde lo local podemos ayudar y colaborar, incluso lo que yo hago bastantes veces es hacer la vista gorda. Hay una legislación que aplasta totalmente a lo pequeño, y lo rural es lo pequeño, no se legisla pensando en los pueblos. He acompañado a más de un vecino o vecina a Málaga para solucionar algún papeleo y lo que te encuentras es cero empatía hacia el medio rural; sientes que sobras, que las normas son para grandes empresas. Es de las cosas que más frustración me crean: gente del pueblo que no se quiere ir a trabajar a la costa, quiere montar algo en el pueblo y no puede. Ha pasado con una granja de gallinas ecológicas, a la que ahora no le puedo dar el agua. Y sobre el tema de los GAL que dice Juan Carlos, yo tuve la oportunidad de estar en Europa y había un comisario que daba el visto bueno al trabajo de una serie de técnicos para la normativa de los GAL. Empezamos a conversar y cuando le pregunté cuántas veces había venido a Andalucía, me dijo que tres o cuatro, pero era consciente de que no necesitaba venir más, que había técnicos en Bruselas muy preparados y que conocían la realidad. No consideraban importante hablar con la gente de los pueblos para establecer marcos legales que afectan a la gente de los pueblos. Estamos en dos puntos totalmente opuestos.  Hay que ir a la cuestión clave: cambiar las leyes que llegan a los pueblos, porque no basta con hacer la vista gorda como ayuntamiento, tarde o temprano van a llegar otros obstáculos. Ahora está esa moda de hablar de la despoblación, que es una realidad, y aquí quien se ocupa de eso vive en Sevilla y raramente ha venido a un pueblo. La única solución que yo veo es que la gente de los pueblos nos unamos, que hablemos con nuestra voz y en nuestro idioma, de lo que queremos para el mundo rural, para evitar eso que ha dicho Cristina: que otros escriban nuestra historia. Aquí estamos creando una red que se llama Pueblos en Movimiento para articularnos como medio rural y se están generando muchas expectativas. Tenemos claro que hay que unirse.

 

   Tenemos una gran concentración de emprendedores porque la administración local se ha ganado la credibilidad.   
Cristina Cid
, alcaldesa de Allariz
 

  ¿Cómo condiciona el envejecimiento de la población o el despoblamiento vuestras decisiones, programas y políticas?

Juan Carlos: Castilla y León en los últimos 20 años ha recibido 20.000 millones de euros y seguimos perdiendo miles de personas al año. A los pisos de las ciudades de aquí se les llama «los pisos de la PAC», porque es en ellos donde los ganaderos han invertido el dinero de las subvenciones, para que sus hijos se vayan del pueblo. Yo estoy muy enfadado con el título de un libro, La España vacía. No es solo que esto no esté vacío, porque aunque haya pocas personas, las hay, sino que además hay agua y bienes naturales, hay animales, hay sabiduría… Tenemos que romper esa creencia tóxica de que en el medio rural no hay oportunidades. Desde que llegamos hace 3 años tuvimos claro que solos podríamos hacer poco (24.000 euros de presupuesto, tenemos); por eso, entre otras cosas, nos unimos con el municipio de al lado para contratar a una persona que diera un servicio personalizado de cuidados a la población que vive allí todo el año, porque no hay ninguna residencia en toda la sierra. Cuando decidimos contratarla, me dijo la secretaria que para 28 habitantes no podíamos tirar el dinero. Y yo le dije que puede que ese pueblo acabe desapareciendo, pero que yo no lo quería matar. Eso le decimos a los hijos que vienen en verano y se quejan de que hay hierba en las calles: ¿preferís que el operario atienda a vuestros padres o que quite la hierba? Tenemos que conseguir que los pueblos sean lugares donde llegue gente con proyectos de vida, que vengan a construir y no solo a consumir pueblo. Nosotros aquí no percibimos ningún salario por lo que hacemos, por lo que nuestra fuente de ingresos tiene que estar en otro sitio. Coincide que soy agente de desarrollo rural y estoy vinculado a esto, pero normalmente hay mucha desidia y no hay fuerzas para juntarse.

Cristina: Siguen sin apreciarse los servicios que se prestan para que las personas que viven en el rural tengan vidas dignas. Muchas veces sacrificamos inversiones por mantener un servicio de comedor sobre ruedas, de ayuda a domicilio, talleres en los locales sociales con algún monitor… Parece que lo que de verdad seguimos valorando es el cemento y que atender a las personas no tiene el mismo nivel de prioridad. Al medio y a las personas hay que atenderlos integralmente, así lo entendemos nosotros, pero quienes llegan temporalmente desde las ciudades no acaban de entenderlo.

Juan Carlos: Hay algo muy importante que está en el inconsciente colectivo, su vinculación emocional, y eso hay que aprovecharlo. Nuestro mayor cliente de productos agroalimentarios es la población vinculada emocionalmente, hijos o nietos del pueblo. Necesitamos su complicidad para construir cosas nuevas. En las actividades de dinamización, siempre pregunto quiénes están vinculados físicamente con el pueblo, quiénes lo están tecnológicamente (grupos de WhatsApp) y quiénes emocionalmente... y ahí todos levantan la mano. Los técnicos de Bruselas no entienden la parte emocional, eso no está en los diagnósticos, pero ahí se pueden trabajar muchas cosas. Yo pienso que es en lo intangible donde está la clave de los cambios; por ejemplo, en hacer que comer sea un acto emocional y afectivo.

Cristóbal: ¿Qué debate vamos a poner encima de la mesa? Con el de los toros y la cacería no vamos a solucionar nada, aquí en Andalucía ya existen. Pero me preocupan los valores que vengan de estas corrientes porque están muy alejados de lo que hablaba antes Juan Carlos, de lo afectivo, de lo no tangible, de construir más pueblo entre todos. El discurso que hay que poner sobre la mesa debe estar más relacionado con lo afectivo, porque al final la gente de los pueblos nos seguimos entendiendo fácilmente, y tenemos unas características que están vinculadas con el trato humano, con lo pequeño, con tener la puerta abierta de tu casa, cooperar y ayudarnos. Si hablamos de eso, vamos a estar muy alejados de las corrientes de extrema derecha, que no valoran lo humano. Nuestra lucha debe estar ahí.

 

   Estoy muy enfadado con el título de un libro: La España vacía. Aunque haya pocas personas, las hay, pero además hay agua y bienes naturales, hay animales, hay sabiduría…”   
Juan Carlos Soto
, alcalde de Manjabálago y Ortigosa de Rioalmar
 

  Los pueblos pequeños pueden ser laboratorios para ensayar nuevas formas de gobierno más horizontal. ¿Estáis de acuerdo? ¿Cuáles son las claves para que la gente y los colectivos participen en las políticas municipales?

Juan Carlos: La participación es la pieza fundamental de la democracia. Nosotros en Ávila llevamos la etiqueta de «rojos», precisamente porque queremos que participe la gente, algo que en el resto del territorio está normalizado. Tejer un territorio donde las asociaciones tengan un papel importante ha hecho que empiece a haber un efecto dominó en otras comarcas limítrofes. Yo dinamizo un proyecto muy bonito en la Junta de Castilla y León que se llama la Escuela de alcaldes y, después de 10 años, sigo viendo que se tiene miedo a la participación, a la opinión de la gente. No entiendo el motivo, porque de esta manera la gente se corresponsabiliza de esa acción. Tiene que ver con que no les gusta que les digan lo que hay que hacer... aquí hay muchos alcaldes así, a veces ni el concejal participa. Y también tiene que ver con el miedo a enfrentarse a quien piensa diferente. Ahora en Castilla y León estamos con la Ley de ordenación del territorio, que me preocupa muchísimo, que crea mancomunidades de interés general. A priori, podría estar bien para que se junten los pueblos, pero lo que se quiere, en definitiva, es más poder político para redistribuir el dinero de una forma concreta y la participación ciudadana no entra en ese plan. Lo que decía Cristina, es la trampa de la viabilidad económica, que se diga que es normal que no haya médicos en los pueblos porque es muy costoso, y no es verdad. Solo habría que ver lo que nos cuesta una ciudad como Madrid en proporción a los habitantes que tiene y lo que cuesta cualquier cosa en el medio rural.

Cristina: Yo creo que es increíble a estas alturas que pedir participación ciudadana parezca algo revolucionario, como si no fuéramos adultos para saber dónde queremos ir. En aquella revolución de Allariz que lideró Anxo Quintana (después vicepresidente de la Xunta de Galiza); recuerdo que cuando tomábamos posesión del cargo en las diferentes legislaturas, nos llevaba donde estuvo el castillo de Allariz, desde donde se ve una parte importante del municipio y nos decía: «Aquí estamos para soñar con lo que queremos ver dentro de 20 años, con un futuro para las generaciones que vendrán e implicar a toda la población que quiera sumarse a esto». Esto no puede solo ser el sueño de una corporación municipal, por mucha mayoría absoluta que tengamos, tiene que ser el de todo el mundo. La oposición nos lo echa en cara muchas veces: «dejen de soñar». El día que dejemos de soñar nos vamos para casa.

Cristóbal: A nosotros, la participación nos diferencia de los gobiernos anteriores. Nuestro ayuntamiento es totalmente abierto, funcionamos por grupos de trabajo en cada concejalía, que está totalmente delegada. En estos grupos cualquiera del pueblo puede entrar y han dado pie a que actividades que hemos organizado hayan tenido éxito, porque la gente lo siente suyo. Hay que creer en esto, porque 4 ojos ven más que dos y 4 cabezas piensan más que una. Es verdad que tiene sus tiempos, pero lo que te da en positivo es mucho más de lo que te da en negativo. Nosotros lo entendemos como algo imprescindible para gestionar el pueblo, pero a lo que estamos acostumbrados es a un alcalde que salga en el centro en todas las fotos. Yo veo muy difícil que esos grupos se esfumen aunque cambie el gobierno.

¿El funcionariado ayuda?

Cristóbal: El funcionariado es muy importante y hay quien se lo cree más y quien se lo cree menos. Cuando me dicen que soy el que manda en el pueblo, yo siempre digo que es el secretario y algún policía. Al final, la clave es querer crear soluciones o crear problemas.

Cristina: El secretario es clave y en nuestro caso es un facilitador. Tenemos una plantilla de 106 trabajadores municipales, tomamos la decisión de ejecutar todos los servicios que prestamos sin externalización. Se conformó un grupo de personas a las que pedimos compromiso por Allariz, flexibilidad horaria, etc., igual que al equipo de gobierno. Este modelo de gestión es uno de los grandes aciertos.

Juan Carlos: En los pueblos pequeños estamos en agrupaciones de secretarios con otros 4 municipios, tenemos 4 horas a la semana. Nuestra secretaría nos tiene denunciados en el tribunal de cuentas por el pago que hacemos al operario y también nos cuestiona el pago de internet. La mayoría de los pueblos pequeños actúan más como interventores que como secretarios y para el mundo rural es un obstáculo muy grande, que hasta condiciona decisiones políticas.

  Y si os imagináis que subís a ese punto desde donde veis vuestro municipio, ¿qué es lo que soñáis?

Juan Carlos: Yo me he comprometido a demostrar, en los años que me queden de vida, que el medio rural es donde está la calidad de vida, el futuro real de los seres humanos. Me gustaría que eso sucediera.

Cristina: Yo sueño con volver a ver las fotografías de hace años tomadas desde ese mismo punto, donde todo el territorio estaba ocupado y trabajado por gente.

Cristóbal: Yo sueño con ver muchos niños corriendo por las calles, pegando pelotazos a las casas de la gente y poniéndolo todo patas arriba.

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