Un diálogo intergeneracional
Laia VIÑALS
No es tarde según me indica el reloj pero la oscuridad ya está a punto de alcanzarme. Salgo de Lleida dirección al Jardiland dejando atrás este “supermercado de plantas”. Tomo un camino asfaltado que cruza la autovía y que no pasa lejos de la vía del AVE. Al poco rato cambia el asfalto por la tierra, ya debo estar cerca, pienso. Los faros del coche me permiten divisar una isla en la huerta de Lleida, una isla protegida por los árboles y por unos gatitos que vienen a recibirme cuando apago el motor del auto. En seguida aparecen Josep Maria y Alba, padre e hija, cuidadores de esta tierra.
Como si fuera un cuento (de estos que ayudan a hacernos mayores) me explican que Alba, la pequeña de cuatro hermanos, es quien ha tomado el relevo de su padre en la dedicación al campo, ahora que él ya empieza a sentirse un poco mayor. Nació en el alba, como recuerda su nombre. La luz que da la bienvenida a un nuevo día, la misma luz que aparece en los ojos de Josep Maria cuando habla de su hija.
Ella es joven, pero no tanto como para no saber qué quiere; con una fortaleza escondida en la delicadeza de su rostro, que queda desvelada en sus gestos y en sus haceres. Josep Maria no disimula el cansancio de su cuerpo ni la sonrisa de sentirse en paz. Toda una vida en las espaldas enseña mucho. A él también le ha enseñado a confiar.
Me invitan a sentarme con ellos. Fuera cae la tarde oscura de otoño. Resguardados por la luz de una bombilla de poca fuerza comparten su experiencia como comparten el zumo de manzana. Está riquísimo, ¿estará hecho con sus manzanas?
Alba y Josep Maria en su finca
LAS MOTIVACIONES
Josep Maria: Toda la vida he trabajado en la actividad agraria, igual que mis padres, mis abuelos… hasta podría ser que mis bisabuelos. Pero yo no lo hice por tradición familiar. En la juventud de hace 50 años estaba muy presente el querer ayudar. Y cuando tenía tu edad se podía estudiar medicina o para ser abogado, o… Yo quería curar a la gente que padecía hambre, pero para estudiar medicina se tenía que estudiar mucho. Así que seguí el siguiente razonamiento: mejor será que primero les dé comida antes de curarlos, ¿no? Así que decidí estudiar para ser perito agrícola. Pero los estudios estaban enfocados totalmente bajo criterios económicos, no con finalidades sociales. Te lavaban el cerebro como en el ejército. Y luego, para volvérmelo a “ensuciar”, fue difícil… es algo que cuesta.
Alba: ¡Pues no es que haya mejorado la universidad con el tiempo! Yo quise estudiar en la universidad para culturizarme. Opté por la carrera de sociología porque me gustaba, aunque desde el principio ya sabía que no quería trabajar como socióloga. La universidad es interesante como experiencia y para conocer gente, pero desde un punto de vista académico, me decepcionó mucho. Terminé la carrera hace 2 años y medio, y ya enlacé con la campaña de recolección de la fruta. No me planteé trabajar de otra cosa. Lo de la tierra siempre lo había querido probar y, o lo hacía entonces, o tú ya habrías sido demasiado mayor para podérmelo enseñar.
Josep Maria: Eres la única de todos los hermanos que te has interesado por la tierra. Me gusta porque es una opción que compartimos, pero sabes que si algún día lo quieres dejar, también estaré contento. La tierra nos sirve a nosotros y nosotros servimos a la tierra. No es una obligación. La libertad es lo más bonito del mundo. Y la libertad va relacionada con lo que te gusta y lo que crees conveniente y necesario.
Alba: Yo tampoco he decidido quedarme aquí para dar continuidad a la herencia familiar, ni lo siento como un deber. Sencillamente me he quedado porque ya que dispongo de tierra y me gusta, lo aprovecho. Suficiente gente conozco que quisieran hacer de payeses y no tienen tierra…Yo ya me he encontrado las cosas muy hechas y de momento estoy siguiendo tal como lo hacías tú, cultivando fruta (pera, membrillo, manzana, melocotón, etc.), cereal y forraje como tú y que ya trabajaban tus padres también. Yo opté por el campo sin haber estudiado previamente nada sobre el tema. Básicamente aprendo de ti. Yo nunca me he planteado trabajar la tierra de manera distinta a la ecológica. No la puedo entender de otra manera. Pero tú aprendiste otra cosa…
Josep Maria: La agricultura que hacían mis padres era con productos químicos. Cuando yo empecé a estudiar la carrera existían 3 insecticidas y 3 herbicidas. ¡Ahora ya hay 2.000 o 3.000! Nosotros, con tu madre, apostamos por lo ecológico hace unos 30 años cuando todavía no había nada a nivel de comercialización ni se usaban estos términos que ahora parecen estar de moda, como ecológico o bio. Ya te dije que no fue fácil volverme a “ensuciar la cabeza” después de pasar por la universidad, pero nos pasamos a la agricultura ecológica por unos ideales. Y en esto fue muy importante tu madre. Si no hubiera sido por ella… Recuerdo que cuando empezó a salir la revista Integral, leímos que había unos alemanes que querían trigo ecológico, y tu madre me dijo: “¿Y si hacemos trigo ecológico?” Y así empezamos a meternos en todo eso. Pero tal como estaban las cosas era un riesgo importante, si no hubiera sido por tu madre, yo no me habría atrevido.
Alba: A mí, los ideales que me mueven y me hacen estar en la agricultura ecológica, es el de hacer algo básico. Viviendo en el mundo en que vivimos en el que hay muchas dedicaciones y profesiones no solamente innecesarias, sino también perjudiciales, y sabiendo que con alguna cosa nos tenemos que ganar la vida, quería que fuera algo necesario y que tuviera cuantas menos contradicciones, mejor. Y a la vez, que me permitiera adquirir una sabiduría para poder hacerme valer. Por otro lado también pienso que no es suficiente solo trabajar la tierra, también tenemos que confrontarnos con el progreso, con las multinacionales, la biotecnología, el estado y el mercado, porque son tan poderosos que me da la impresión que solos no se caerán…
Josep Maria: Nuestra generación somos responsables de este deterioro tan importante y preocupante del mundo, tanto a nivel ambiental como social. Hemos dejado un montón de muertes en las guerras, hemos destrozado y pervertido los recursos naturales, hemos potenciado las desigualdades entre gentes y entre países… ¿y ahora qué?
Tú Alba, estás preparada para hacer lo que quieras, has estudiado sociología, y… estoy convencido que harás de la tierra (o de lo que sea) tu proyecto, un proyecto nuevo.
Alba: Sí, pero realmente los payeses somos el último mono: somos los últimos en cobrar, los que vendemos las cosas sin precio y al final te dicen: "te dijimos sobre los 20 y al final son 15". Y no te queda otra cosa que decir: "bueno, mientras me lo paguéis a 15… ¡pues gracias!" Y mucho peor es cuando tenemos que vender a la industria. ¡Ellos sí que se aprovechan de nosotras! De 35 céntimos/kg que nos tenían que pagar unos membrillos, nos los terminaron pagando a 8,4 céntimos/kg solo por el cuento de decir que los membrillos no habían llegado en muy buen estado cuando nosotros sabemos que de aquí salieron bien.
Josep Maria: Mira, hija, ellos cada vez se hacen más grandes y el payés más pequeño.
Alba: Las políticas agrarias tampoco nos ayudan demasiado ni van a nuestro favor. Yo he tenido que entrar en todo este rollo de ayudas y subvenciones porque estoy pagando de autónomos y de esto y de lo otro… pues muchas veces, los números no salen. Pero pedir alguna ayuda trae muchísimo trabajo y muchos dolores de cabeza. ¡Y tampoco son ningún chollo! ¡Y todas tienen trampa! Pero si en algo nos pueden beneficiar, intentamos sacarle provecho. Pero a nivel global… por un lado se están dando ayudas medioambientales y por otro lado, viva los transgénicos, el fracking, y todas estas vergüenzas.
LOS OBJETIVOS
Alba: Yo llevo un par de años trabajando aquí en la tierra, y una de las cosas que quise probar, fue lo de la venta directa. Empezamos llevando cajitas de fruta a tiendas de Lleida, y el verano pasado, a una cooperativa nueva de aquí Lleida que se llama Ara Proximitat. Resultó ser un jaleo porque toda la fruta viene de golpe y a nosotros nos interesa sacarla cuanto más rápido mejor. Así que este año no hemos repetido, y continúo vendiendo a Hortec y a Cal Valls, como hacías tú. Para poder hacer venta directa necesitaríamos ser dos. Como para diversificar un poco el proyecto y hacer algún tipo de confitura, o… hasta para repartir ciertas tareas del campo y así poder tener algún día de descanso. Sí, a mí me gustaría estar con alguien más, lo que entonces no sé si saldrían los números…
Reconozco que no me gustaría dedicarme exclusivamente al campo. Es un trabajo de que quiero vivir, lo prefiero a muchas otras cosas y me gusta, pero que mi vida no sea exclusivamente eso. Me gustaría poder marcharme algún fin de semana y poder ver, de vez en cuando, algún otro paisaje que no sea este. Y la dedicación al campo suele ser un trabajo en el que estoy sola y me gustaría complementarlo. Somos seres sociales y me gusta estar con gente, compartir otras experiencias.
Josep Maria: Aquí hay una diferencia entre tú y yo. Piensa que tú has nacido aquí, esto te lo has encontrado. En cambio, tu madre y yo buscamos este sitio. Nosotros nos marchamos de casa para crear un proyecto nuevo, y vinisteis los hijos y luego el objetivo era tirar para adelante de vosotros. Tus objetivos son distintos, al menos para ahora, tienes que ir descubriéndolos y hacer tu camino.
Alba: Tú viste el cambio de la agricultura familiar a la industrial. Ahora se tendría que hacer el cambio al revés. También tendría que haber un éxodo urbano. En este contexto es muy importante resistir, buscar las brechas con las que poder ganarse la vida sin trabajar asalariadamente. Saber un oficio y defenderlo, y no nos tendría que asustar la alegalidad o ilegalidad. Y es que en el marco de las leyes institucionales estamos perdidas, tenemos que establecer nuestros códigos de forma horizontal.
Josep Maria: Eres tú, Alba, quien estás al frente de la actividad agraria y tienes que ir valorando las cosas. Yo estoy en un momento de ir dejando paso, de retirada más que de ida. Tanto físicamente, como mental, como en todo, estás más preparada tú. El dejar paso es un proceso que tiene que hacer todo hombre y toda mujer. Cuando lo creo conveniente, te doy mis opiniones y razonamientos pero eres tu quien decide según tu criterio. Creer u obedecer a ciegas no tiene ningún tipo de sentido. Y es importante y necesario que de vez en cuando discrepemos y que surja algún conflicto; si no, no avanzaríamos. Es importante que sepamos dejar atrás los esquemas viejos.
Alba: Una amiga mía, también payesa, trabaja con su padre y con su tío. Ella tiene muchos más conflictos que nosotros porque su familia hace agricultura con productos químicos y ella lo cuestiona de raíz. Aparte, al ser mujeres, no nos toman demasiado en serio. Si fuéramos chicos seguro que las cosas serían distintas. Al tomar el relevo de la actividad agraria, si hubiera sido chico, la gente habría confiado más en mí, no me lo habría cuestionado tanto. La gente me dice: “Ah!! ¿Pero está tu padre, no?” Sí, pero aunque esté mi padre yo soy payesa, yo llevo el tractor. A mucha gente no le cabe en la cabeza, o se le hace muy raro, que yo lleve el tractor. ¿Pero es que hay algún payés que no lleve el tractor?
Me termino el último sorbo de zumo del vaso. Miro por la ventana y afuera ya ha oscurecido del todo. Todavía noto el sabor de manzana en la boca y me parece que estamos en una mañana de verano. En el ambiente ha quedado el regusto a sol, al aire libre y a lo que le gusta a Alba de trabajar la tierra: la libertad, la coherencia y el llegar a la noche con el cuerpo cansado y el espíritu fortalecido; la mejor receta para dormir a gusto.
Activista y parte del equipo de recuperación de la cabra catalana del Montsec