Pablo González Corrales
El 4 de marzo de 2012 aparecía la noticia de que un grupo de 500 jornaleros y jornaleras del Sindicato Andaluz de Trabajadores y Trabajadoras (SAT) ocupaban Somonte, una finca pública en Palma del Río, Córdoba. Fue una gran sorpresa para la inmensa mayoría de la población andaluza. Nadie, ni si quiera la población del medio rural andaluz se esperaba que en la “Andalucía Imparable” de la segunda modernización (slogan de la Junta) existiera la conciencia de luchar por trabajar y vivir de un trozo de tierra, ya que lo normal parece ser esperar en un bar a que acabe la crisis y a que vuelva el trabajo en la costa, o bien trabajar por un jornal tratando de reunir las peonadas suficientes que permitan subsistir el resto del año.
Tras su I Congreso Nacional en diciembre de 2011, el SAT recoge en parte, la bandera de lucha de su principal motor, el Sindicato de Obreros del Campo (SOC), e impulsa con fuerza la lucha por la recuperación de tierras, al grito de “¡Reforma agraria, ahora!”. Así, en 2012 no sólo se ocupó Somonte, sino también la finca militar de Las Turquillas en la Sierra Sur de Sevilla, que volvió a ocuparse el 1º de Mayo de 2013 junto a la finca La Rueda en la cora o comarca de La Loma, propiedad del BBVA.
Y desde luego, se ocupan espacios mentales.
LAS TURQUILLAS
Aquí os quiero hablar de mi experiencia personal de la recuperación de Las Turquillas ya que ha sido la acción en la que he participado directamente. Las Turquillas es una finca de aproximadamente 1200 hectáreas entre los términos de Osuna y La Lantejuela, en la Sierra Sur de Sevilla. Es una yeguada militar propiedad del Ministerio de Defensa del Gobierno de España y su explotación se basa en la cría de caballos y burros para el ejército español. De esas 1200 hectáreas, gracias a diez años de presiones y acciones del SOC se consiguió la cesión al uso de unas 350 hectáreas al Ayuntamiento de Osuna, actualmente gestionadas por una empresa pública llamada Turqgesa con buenos resultados en la producción y comercialización de plantas aromáticas, ajos, leguminosas y espárragos con certificación ecológica, creando puestos de trabajo prioritariamente entre personas desempleadas del régimen agrario y que no recibieran ningún tipo de ayuda o de prestación. Desde este punto de partida, hemos de entender cómo la finca de Las Turquillas es clave en la histórica lucha jornalera de esta comarca con altísimos índices de desempleo, en pleno corazón de Andalucía.
En 2012 y 2013 se han venido repitiendo las ocupaciones donde yo he podido estar presente, junto con centenares de personas de toda Andalucía, principalmente de pueblos de la zona. Ese grupo humano, con banderas andaluzas, banderas españolas de la II República y con la imagen del Che, saltó la barrera que prohíbe el paso a civil no autorizado, marchando hasta el punto de control justo en la entrada al cortijo, donde uniformados militares esperaban y recibían nuestras intenciones.
Ante la amenaza de que si se nos ocurría pasar el control y entrar al cortijo actuarían más de un centenar de guardias civiles armados de la unidad de intervención que lo custodiaban, se hizo una asamblea en la que se decidió, a última instancia, qué haríamos y con qué fuerzas contábamos. A mano alzada y por pueblos, contabilizamos la gente disponible para acampar junto a las puertas, donde nuestra acción se hacía más visible y facilitaba el abastecimiento y acceso a la zona.
Animamos y llamamos a la juventud andaluza y de otros territorios a la recuperación de tierras, a la creación de cooperativas de trabajo agroecológico, a la organización para la defensa de nuestro territorio.
Pusimos en práctica la resistencia, con comisiones de los pueblos de alrededor que cuidaron de la comida, logística y otros asuntos. Se montaron tiendas de campaña y un sombrajo como espacio común para asambleas y comedor. Durante los primeros días nuestra acción simbólica fue la de poner en producción la tierra, escogiéndose un pequeño terreno de la finca y sembrándose un pequeño huerto, y realizando tareas de limpieza ya que la finca se encontraba en una situación de abandono prácticamente.
En 2012 el desalojo se efectúa después de 20 días de ocupación, siendo la estancia más larga y prolongada en la finca. En 2013 se nos desalojó la primera noche, pero mudamos el campamento de lugar y en el nuevo emplazamiento se resistió dos semanas. En ambas ocasiones, el desalojo se produjo de manera pacífica, pero con la identificación de las personas que ahí estábamos y la ‘correspondiente denuncia’ por parte de las autoridades. En este ámbito son incesantes los juicios, imputaciones, multas y demás fórmulas para reprender nuestras acciones.
EL AMOR CUANDO SE LLAMA LUCHA
Personalmente, la experiencia que se adquiere en una ocupación no puede ser más enriquecedora. Tampoco es fácil, pero para quien ama la tierra no hay mayor satisfacción que luchar por ella. Una toma de tierras es el reencuentro con nuestras raíces más profundas, el contacto directo con la tierra y con la lucha de nuestros antepasados. Es engrandecerse en valores como el de la dignidad y la solidaridad, compartiendo el botijo de agua y la comida que voluntariamente ofrecen de los pueblos cercanos. Sentir el peso de la Historia, con mayúsculas, cuando eres consciente de que por esto mismo lleva peleando y en muchas ocasiones muriendo, nuestro pueblo y tantos otros pueblos, desde hace siglos. Por una Reforma Agraria de verdad, que devuelva a las manos de nuestra gente lo que en su día órdenes militares, religiosas, nobleza y burguesía nos robaron, que a la juventud nos permita vivir en nuestro territorio sin tener que abandonarlo o ser explotada, y que la figura del campesinado recobre la dignidad que se merece.
Es por ello que, desde el Área de Juventud del SAT, siendo conscientes de que Nuestra Andalucía se desangra –por Despeñaperros– cada día más a causa de la política neoliberal de los Gobiernos de Sevilla y España; animamos y llamamos a la juventud andaluza y de otros territorios a la recuperación de tierras, a la creación de cooperativas de trabajo agroecológico, a la organización para la defensa de nuestro territorio frente a las amenazas del fracking, transgénicos y agrotóxicos, a la creación de grupos de consumo, etc., en definitiva, alternativas en pro de nuestra soberanía alimentaria, y de estar cada día más cerca de alcanzar la utopía que nos permita vivir en nuestros pueblos y barrios con la dignidad de nuestro esfuerzo, trabajo, sudor y en compañía de los frutos que nos da esta tierra.
“Hay que devolver al campesinado andaluz la tierra que le fue arrebatada por derecho de conquista”, Blas Infante Pérez de Vargas, Padre de la Patria Andaluza.
Pablo González Corrales
Área de Juventud del Sindicato Andaluz de Trabajadores y Trabajadoras