Carcaboso y la agroecología
Juan Carlos HERRERO
Esta es la reciente historia de Carcaboso, un pueblo que dormía a la sombra de la amenaza del desamparo, el desarraigo y el abandono, hasta que decidieron desandar los erróneos caminos del pasado para volver a encaminarse al futuro de la mano de la agroecología local.
SENTIRSE ACOGIDO
Siempre dije que no me sentía de ningún lado. Una vida errante, detrás de las oportunidades que mi padre encontraba en distintos lugares de la geografía española para mantener a su familia, infligió en mí ese carácter nómada que no me ataba a tierras, ni me delimitaba por fronteras. Aunque nací a más de mil kilómetros de Extremadura, la tierra de mis padres, cada vez que me preguntaban me identificaba como extremeño, primero quizás por no tener que dar tantas explicaciones, después porque el carácter de sus gentes me hipnotizó, y porque los paisajes de la región me permitían hacer un recorrido natural por zonas tan dispares que me hacían sentir en perfecta comunión con la naturaleza en toda su extensión.
Fue en esa búsqueda de la armonía con la naturaleza cuando descubrí Carcaboso. Su alcalde, Alberto Cañedo, y las personas de su entorno, me contagiaron su pasión por la ecología, su abnegada voluntad por convertir su pueblo en un lugar especial, regido por la filosofía del apoyo mutuo, del bien común, y respetuoso con su entorno, con el privilegiado espacio que la naturaleza le había otorgado a orillas del Jerte.
No lo dudé, recogí mis escasas pertenencias y me trasladé a esta localidad en las cercanías de Plasencia.
El pueblo acababa de ser declarado libre de transgénicos, una cuestión más de intención que de posibilidades reales, ya que enseguida una asociación nacional de obtentores vegetales nos recordó que ellos eran libres de jugar a ser dioses donde quisieran, sin que nadie, ni los elegidos por el pueblo, pudieran prohibirlo. Eso no amedrentó a nadie y el mensaje caló en el pueblo, concienciando a toda la población de la necesidad de usar variedades locales no modificadas genéticamente.
UN PUEBLO DE INICIATIVAS
Las iniciativas manaban con fluidez. Pronto se levantó, en las recuperadas viejas escuelas de Valderrosas (un poblado de colonización prácticamente abandonado), un centro demostrativo de agricultura ecológica desde el que se impartieron conocimientos a un grupo de vecinas y vecinos que encontraron en sus terrenos olvidados una oportunidad de autoabastecimiento. Este fue el germen de proyectos posteriores que convirtieron esa capacidad de autosuficiencia en una posibilidad de generar medios de vida.
Mil y una ideas hechas realidad
El municipio comenzó a ceder pequeños terrenos para huertos particulares y algunas de esas personas a través de la venta de cestas programadas obtienen unos ingresos mínimos.
Unos gallineros municipales abastecían de huevos a las familias interesadas. Sólo tenían que ir una vez a la semana a dar de comer a las gallinas comunitarias y recoger su puesta diaria. El césped de los jardines fue dejando espacio a lechugas, tomates, berenjenas o coles que los vecinos cuidaban y recogían. De las facturas municipales desaparecieron los gastos en herbicidas, plaguicidas o pesticidas que fueron sustituidos por insumos naturales extraídos de los recursos propios.
Poco a poco el formato de huertos municipales hizo necesaria una solución para los excedentes y surgió otra cooperativa de vecinos y vecinas que comenzó a transformarlos en conservas que comercializan. Al tiempo, algunas de las personas implicadas en esta iniciativa se fueron emancipando creando sus propias empresas de transformación en la localidad.
Los restaurantes del pueblo llegaron a un acuerdo con sus agricultores y agricultoras y empezaron a abastecerse de sus productos, creando menús de kilómetro cero.
Un grupo de empresarios cercano, que se había tropezado con mil dificultades para poner en marcha su industria cervecera en otras localidades, encontró en Carcaboso el apoyo necesario para comenzar su actividad. Ya comercializan para toda España
Un curso de elaboración de lácteos, permitió que otro grupo de personas se interesara por la producción artesanal de quesos y yogures. Se les facilitó las instalaciones, las necesidades básicas y pronto estarán en el mercado con marca propia.
Hoy me siento de Carcaboso. Por fin, si me preguntan, he marcado los límites de mi frontera, y son aquellos dónde el progreso se escriba con solidaridad, la educación con concienciación, la salud con prevención, el trabajo con colaboración y el futuro con respeto. Sin embargo no todos los políticos son así, y ese Macondo extremeño puede perecer ante las pretensiones de quienes no entienden que su objetivo ha de ser el bien común, pero eso… es otra historia.