Mamen CUÉLLAR PADILLA

La Universidad es una institución que tiene el poder social de producir verdad y conocimiento. En este contexto, por el que pasan miles de personas cada año y trabajan otras tantas, las posibilidades de generar incidencia social y política son enormes. Sin embargo, tanto la Universidad como institución, como la Ciencia oficial, están profundamente imbuidas del espíritu neoliberal, en el que la modernización y el progreso, sinónimos de industrialización, desagrarización, globalización y mercantilización, son el objetivo indudable a alcanzar y reproducir. Analizamos esta Institución, y tratamos de aportar algunas reflexiones sobre la capacidad real que percibimos de generar incidencia política coherente con la Soberanía alimentaria a través de la misma.


Son muchos los retos y los frentes que se nos plantean en esta aventura de la Soberanía alimentaria. Unas personas la van conformando en espacios de autogestión, rodeadas de un sistema y unas instituciones que entorpecen su desarrollo la mayoría de las veces de una manera bastante activa. Otras miran a este sistema y a estas instituciones con la idea de ir introduciendo las lógicas y principios de la Soberanía alimentaria en ellas y a través de ellas. La Universidad es una de estas instituciones.

LA UNIVERSIDAD COMO INSTITUCIÓN

Hablamos de una institución del sistema. Un espacio muy activo históricamente en la construcción de lo que ahora tratamos de deconstruir: la Revolución Verde, la modernización y el progreso, la globalización economicista, etc. Y esto se refleja en los currículums formativos de las Universidades así como en las líneas de investigación hegemónicas, donde encontramos esa visión capitalista de la modernización. Se trata de una visión profundamente impregnada de nociones tales como industrialización, mercados globales, competitividad o modernización tecnológica. Las universidades pugnan por dar la imagen de centros modernos, altamente tecnificados, muy volcadas en su dimensión internacional y en sus relaciones con empresas, valoradas según su tamaño y su proyección en el mercado global. (Invito a visitar el vídeo de presentación del Campus de Excelencia Internacional Agroalimentario creado en Andalucía por cinco universidades públicas, donde se refleja en tres minutos y de una manera muy gráfica lo que aquí exponemos).

Además, y si profundizamos un poco en sus mecanismos de funcionamiento, vemos cómo los criterios de evaluación de su calidad y los procedimientos de selección de su personal investigador y docente están basados en la competitividad, la individualidad, la jerarquía, la concentración de poder y el fomento de la globalización capitalista. Que la Ciencia y la Investigación, en nuestro país, estén dentro de lo que se ha llamado el Ministerio de Economía y Competitividad, es una excelente señal de ello. Como lo es el reparto de fondos para la investigación que se hace en las diferentes convocatorias tanto de las propias universidades como de las distintas administraciones.

Esta Universidad ha sido un agente de transformación social muy importante. Pero una transformación social en el sentido opuesto a los planteamientos de la Soberanía Alimentaria: modernización y progreso como sinónimos de desagrarización, concentración de poder, industrialización, pérdida de identidades culturales y urbanización del territorio, entre otros procesos promovidos.

En este contexto, nos planteamos la posibilidad de hacer incidencia a favor de los principios y pilares de la Soberanía Alimentaria. Y si consideramos los datos del Instituto Nacional de Estadística, observamos que en el curso 2010 – 2011 había algo más de novecientas mil personas cursando estudios universitarios, y cerca de doscientas mil personas trabajando en estos centros. Con estos datos podemos afirmar quela institución universitaria aglutina a una comunidad muy importante, y ya no solo por tamaño, sino sobretodo porque de ella saldrán las futuras profesionales que gestionarán las políticas públicas, que darán licencias de apertura de una actividad, que elaborarán normativas y legislaciones, y en definitiva que establecerán lo que se puede y no se puede hacer en nuestros pueblos y campos, en nuestra alimentación, en nuestras relaciones sociales y económicas alrededor de la alimentación, entre otros.

Esta realidad nos hace plantearnos que es un espacio difícil, pero importante. Y, al final, como en todas las instituciones, son las personas las que les van dando contenidos en el día a día. Aquí es donde encontramos algunas reflexiones valiosas y positivas, más allá de la "esquizofrenia" que puede suponer estar dentro de una institución como esta, tratando de plantear y hacer las cosas de otra manera, pero teniendo que aceptar a la vez sus reglas del juego para garantizar tu permanencia en ella.

EL PARADIGMA DE LA SOBERANÍA ALIMENTARIA EN LA UNIVERSIDAD

La incidencia de los principios de la Soberanía Alimentaria se puede plantear en la Universidad a través de personas concretas y propuestas concretas. Y de hecho las hay, como el paradigma de la "Ciencia con la Gente" que, bajo diversas nomenclaturas, es el que ha conseguido romper con la superioridad del conocimiento científico sobre otras formas de conocimiento llamadas populares. Reconociendo que la ciencia es una estructura social donde existen intereses, ideologías, preferencias subjetivas, una de las primeras cuestiones que aborda es la falsedad del mito sobre la neutralidad de la misma. La ciencia no es objetiva, no es neutra, la hacen personas con toda la carga subjetiva que esto supone, que deciden en cada momento qué investigan, cómo, para quién... y cada una de estas preguntas tiene múltiples opciones, y no sólo una como requeriría la neutralidad y objetividad tan aclamadas.

Sin embargo, en muchos casos, la ciencia es un servicio público. Y entonces nos replanteamos estas preguntas: para quién, para qué, quién se beneficiará de sus resultados, qué escenarios potencian estos resultados y cuáles destruyen, etc.

El paradigma de la "Ciencia con la gente" plantea, en base a estas reflexiones, una ética de la investigación en la que ésta realmente se pone al servicio de la sociedad.

Y para que esto no quede en titulares, desarrolla metodologías de investigación en las que realmente es la gente la que hace sus propios diagnósticos de las problemáticas a resolver, orienta las investigaciones, establece los objetivos y dialoga con sus propios conocimientos con el estamento científico para generar soluciones desde sus propias realidades y lenguajes. Se trata de metodologías, como la Investigación Acción Participativa, con sus diversas nomenclaturas, basadas en el diálogo de saberes y en la democratización de la toma de decisiones. Las personas investigadoras ya no son las expertas que ostentan la verdad, sino personas con herramientas de investigación científica que ofrecen sus servicios y sus conocimientos a los grupos sociales con los que deciden trabajar, y funcionan a través de una negociación y un diálogo continuos en torno a los objetivos, los diagnósticos, los resultados y los impactos, etc.

Esta Ciencia con la Gente también tiene sus homólogos en la educación – formación. Existen numerosas propuestas pedagógicas, muchas de ellas con largos recorridos históricos, que plantean esta horizontalidad en el intercambio de saberes, esta construcción colectiva de conocimiento desde las realidades, contextos y lenguajes de las personas implicadas. Bien recogidas quedan en el artículo ESCUELAS CAMPESINAS PARA LA SOBERANÍA ALIMENTARIA de esta misma revista.

Todas estas propuestas se pueden potenciar y desarrollar desde la Universidad, a través de personas y grupos afines a las mismas, en sus ámbitos de actuación.

La Soberanía Alimentaria tiene la complejidad de que no sólo plantea unos contenidos distintos a los de la modernización, progreso, hegemonía del conocimiento científico, etc. Aparte de estos contenidos, con propuestas muy concretas, también plantea el reto de hacer las cosas de otro modo. De la horizontalidad, de la democratización de los espacios y los procesos.

CAMINOS POSIBLES

Con todo lo dicho, podemos afirmar que asumir la institución universitaria como vehículo para difundir y construir la propuesta de la Soberanía Alimentaria tiene varias vertientes. Por un lado, a través de los contenidos de la formación, de la investigación y de la "transferencia de conocimiento". Será un paso fundamental lograr, a través de las personas y grupos afines en la universidad, ir introduciendo en los currículums formativos y las líneas de investigación, los principios y pilares de la Soberanía Alimentaria. Esto requiere alianzas y redes, y mucha capacidad de convicción a través de los mecanismos que la ciencia habilita para reproducirse (artículos de impacto, organización de congresos, presentación de comunicaciones, investigación a través de proyectos financiados por convocatorias de excelencia, presentación de proyectos de innovación pedagógica basados en este paradigma, entre otros). La única dificultad, enorme por otro lado, la tendrán estas personas puente con la institución, que tendrán que asumir las reglas de juego de la Universidad para estabilizarse en ella y poder consolidar esta incidencia.

Pero el gran reto, bajo mi punto de vista, aparece en los cómo, más que en los contenidos. En asumir los principios de la Soberanía Alimentaria, en cómo se abordan las aulas, los proyectos de investigación, o los proyectos de "transferencia de conocimiento". Aquí está el gran reto y, asumiendo la derrota del pesimismo, surge la enorme duda de si en el marco de esta institución realmente se pueden transformar las metodologías:

    • En el ámbito de la investigación, las distintas convocatorias que existen, su estructura, sus plazos, sus requisitos, sus resultados exigidos, son casi incompatibles para que podamos desarrollar nuestras propuestas. Los procesos de construcción colectiva de conocimientos y de diálogo horizontal de saberes, y del desarrollo de propuestas colectivas entre personas de distintos ámbitos, contextos y objetivos requieren tiempo, no permiten predecir unos resultados ni establecer unas hipótesis.
    • En el ámbito de la formación, los planes formativos o currículums de las universidades están cerrados. Se establecen a priori, al detalle, y se exigen unos mecanismos de evaluación determinados. Si bien sigue existiendo la "libertad de cátedra", habrá determinadas cuestiones que se tendrán que respetar, y que desde luego nada tienen que ver con las propuestas pedagógicas planteadas. Por supuesto, sin entrar en las salidas a campo o las prácticas fuera de laboratorios y aulas que las universidades ofertan en sus programas formativos, cuya exigüidad nos da una idea de la nula importancia que se le da a la formación fuera del campus universitario y al diálogo con otros saberes y conocimientos.

MIRARNOS TAMBIÉN A NOSOTRAS MISMAS

El reto que se nos plantea para concebir la universidad como un espacio de incidencia política coherente con la Soberanía Alimentaria no recae, a pesar de todo lo expuesto, únicamente en la institución universitaria y las personas que la componen. También en las propias organizaciones campesinas, redes y articulaciones en torno a la alimentación, y otros grupos sociales vinculados de alguna u otra manera a la construcción de la Soberanía Alimentaria nos encontramos una falta generalizada de cultura de la participación y del diálogo de saberes.

Por ello, algunos de los aprendizajes más interesantes que podemos extraer es la necesidad de ir incorporando habilidades colectivas y de diálogo que se salen de los egos y de las consignas de la competitividad y el reconocimiento social. Esto a nivel de grupos sociales y de personas es difícil pero abarcable. Y desde la Universidad, espacios existen y se pueden ir abriendo para ir cambiando conciencias y percepciones.

Con todo lo dicho, rescatamos un elemento accesible y posible para generar incidencia y transformación social a través de la Universidad. Merece la pena, a pesar de las dificultades, generar redes y articulaciones de incidencia en la Universidad, con alianzas estratégicas al interno de la misma a través de grupos docentes, investigadores y de gestión afines, con el objetivo de ir introduciendo nuestros principios y análisis en esta institución. No en vano, es una institución que acoge a mucha gente cada año y, sobretodo y como ya hemos dicho, a las futuras profesionales vinculadas a los sectores agroalimentarios.

Mamen Cuéllar Padilla
Instituto de Sociología y Estudios Campesinos de la Universidad de Córdoba

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