En el capitalismo del siglo XXI
Moisés HIDALGO
Buena parte de quienes me lean recordarán el conocido documental que Charles Ferguson dirigió en 2010 bajo el título de Inside Job. La película muestra cómo se tomó la decisión de aplicar una inyección de 700.000 millones de dólares en entidades financieras de los Estados Unidos en septiembre de 2008, con el objetivo aparente de salvar la crisis financiera que se avecinaba en ese momento. Una operación que, como ya sabemos, se repetiría varias veces en muchos países, apoyando así a los máximos responsables de la actual crisis sistémica.
UN TRABAJO INTERNO (INSIDE JOB)
En el documental Inside Job vemos una representación de las reuniones celebradas entre la secretaría del Tesoro de los EE.UU., controlada directamente por un equipo de ex ejecutivos de Goldman Sachs, y las grandes entidades financieras privadas del país, incluyendo también a la propia Goldman Sachs y JP Morgan, tal vez las dos más influyentes. Pero en la obra se denuncia otra faceta de aquel expolio: el papel que jugaron en todo ello diversos docentes e instituciones universitarias que, a su vez, trabajan asesorando a esas empresas y ocupando ministerios y otros cargos de alta responsabilidad política. Así, el director del departamento de Economía de Harvard defiende impúdicamente la inexistencia de conflicto de intereses en este triple rol de profesor, asesor y "policy-maker".
El problema no es nuevo. El entorno en el que trabajan las universidades constituye a la vez la fuente de sus investigaciones, de su financiación y de su prestigio, en un contexto cargado de conflictos de intereses, las más de las veces ocultos.
UN POCO DE HISTORIA
Todas las universidades e instituciones educativas están impregnadas de esta tensión entre pensamiento científico e intereses de poder, si bien la influencia de la clase dominante no se manifiesta de forma uniforme ni determinante en todas y cada una de sus actividades. Ocurre así desde los tiempos de la Academia de Platón, el Liceo de Aristóteles o el Jardín de Epicuro, tres instituciones educativas en las que se manifiestan tres modos diferentes de abordar su relación con el poder. Muchos siglos después, cuando se consolidó el concepto actual de Universidad, las personas que defendían el modelo de sistema solar heliocéntrico anatemizado por la Iglesia sufrieron persecución en algunas universidades españolas y europeas, en la época en que Copérnico escondía sus conclusiones por miedo a la represión o Galileo era obligado a retractarse. El problema, pues, viene de atrás, y los casos citados son sólo algunos de los ejemplos más conocidos de un contexto general.
Ya en el capitalismo, la interacción de las universidades con la sociedad y su estructura de poder ha sido estudiada desde diversas posiciones, tratando de hacer luz en su doble función de avalista ideológico del sistema imperante, por un lado, y creadora de propuestas de transformación social, por otro. Podemos citar algunos autores como Marx, Max Weber, Durkheim. Gramsci, o, en España, Manuel Sacristán, que hicieron aportaciones de gran interés. Fuere cual fuere la perspectiva elegida, todos ellos estudian en qué medida existen fuerzas que impulsan a las universidades a ponerse total o parcialmente al servicio de grupos o clases dominantes o emergentes.
Durante las últimas tres décadas, el modelo mal denominado "neoliberal" ha logrado poner al mundo Académico a su servicio de manera mucho más contundente y directa que en anteriores fases del capitalismo. En los años ochenta del pasado siglo, mientras en EE.UU. la fundación Heritage ejercía una fuerte presión mediática, política y cultural para imponer el nuevo modelo en todos los ámbitos -académico incluido-, el gobierno conservador británico iniciaba un proceso de reducción de gasto público y reforma radical del Estado que incorporaba también reducción en la financiación pública de las universidades. Esta práctica, llega hasta hoy a través de los conocidos "recortes". Todo ello ha obligado a las universidades a buscar financiación en grandes instituciones privadas para mantener su funcionamiento, fenómeno nada novedoso pero cuantitativamente creciente a partir de ese momento.
Buscar financiación en empresas privadas, hoy en día es una práctica habitual en todas las universidades públicas y gran parte de los grupos de investigación universitarios en el ámbito de la medicina, química, agroquímica y otros, dependen en buena parte de los ingresos obtenidos en esta conexión entre Universidad y empresa. Y de esta forma, en el contexto actual de mercantilización de todo lo visible y lo invisible, esta interacción pone a la ciencia de rodillas, al servicio de la explotación de clase y de la acumulación de capital
¿FINANCIACIÓN FILANTRÓPICA?
Mencionemos algunos casos entre los muchos que podríamos elegir. El Institute of Development Studies (IDS), de la Universidad de Sussex, en Inglaterra, ha dedicado gran parte de su atención -como otras universidades- a estudiar desigualdades de clase y de género, o situaciones de explotación y exclusión creadas por los mercados agrarios internacionales en países periféricos. Si miramos la lista de patrocinadores actuales del IDS, en su propia web encontrará entre ellos las Fundaciones Gates, Ford, o Rockefeller, por citar algunas. La Fundación Rockefeller, a su vez, está estrechamente vinculada a JP Morgan, ese banco que, junto a Goldman Sachs (de nuevo aparecen estos nombres....), controla los mercados internacionales de cereales. Los procesos especulativos generados en estos mercados elevaron el precio internacional de los cereales de forma alarmante en los primeros meses de 2008 –más que duplicaron su valor, en algunos productos-, y de nuevo en 2011, repartiendo y extendiendo el hambre por el planeta. La situación provocó grandes revoluciones populares en ambos casos, incluida la primavera árabe.
Algunos estudios realizados en el IDS mantienen un enfoque reinvindicativo y transformador, pero ¿podemos decir que su línea general de trabajo se sigue elaborando en base a sus objetivos originales?
Naveguemos ahora por las aguas de Monsanto. En su web encontramos que esta corporación trabaja con y financia a diversas universidades en los países en los que invierte. También difunde en la red su imagen de Empresa Socialmente Responsable. Como es sabido, se trata de la corporación más poderosa del mercado mundial en el ámbito de la agricultura tecnológica, y ejerce a su vez un control directo sobre la Agencia de Medio Ambiente de EE.UU., la OMC y otras muchas instituciones con gran capacidad de decisión en torno a los asuntos que conciernen a la empresa.
Es este curriculum –bien conocido por las y los lectores de revistas como ésta- el que abre a Monsanto las puertas en la Universidad ¿Son meras operaciones filantrópicas sin influencia sobre las líneas de investigación y docencia de las instituciones receptoras de esa financiación? Puede contestarse de manera intuitiva.
Como puede verse, las universidades se ven actualmente muy influidas por el llamado "filantrocapitalismo", una línea de acción promocionada por los habituales del Foro Económico Mundial de Davos: grandes poderes financieros y especuladores –los más potentes del planeta-, que invierten una pequeña parte de los beneficios de sus expolios en estas acciones, cínicamente calificadas como "filantrópicas" (etimológicamente, amor a la humanidad).
Más allá de estos mecanismos directos de financiación privada, el proceso de creación de ideología al servicio del poder se consolida definitivamente cuando su influencia alcanza al núcleo central de las ideas defendidas por una ciencia en cada momento de la historia –eso que algunos metodólogos llaman "paradigma". Ahí cabe introducir el análisis de Gramsci y otros autores citados anteriormente: se construye, en definitiva, un entorno de consenso aparentemente científico en torno a teorías falsamente objetivas y cargadas de intereses de las clases hegemónicas. Así se ha construido, en Economía y Ciencias Sociales, el denominado "pensamiento único", concepto hace pocos años inexistente, y siempre cuestionado.
¿Y EN EL ESTADO ESPAÑOL?
Conviene recordar que España, en buena medida, "no es diferente": la evolución de nuestras contradicciones se inscribe en el marco del capitalismo depredador actual. En el tema que nos ocupa, fundaciones como FEDEA -lobby neoliberal financiado por BBVA, Banco de Santander o Bankia, entre otros- se atribuyen en su web cualidades de "independencia", y mantienen estrechos vínculos con muchos grupos de investigación universitarios. Financian investigaciones y divulgación en torno a temas estrechamente vinculados a los intereses de las empresas que los financian. Algunos títulos son muy elocuentes: "Límites constitucionales al gasto público"; "Educación y políticas educativas en España"; "Capital Humano" o "La crisis de la economía española". Opine el/la lector/a, no hacen falta interpretaciones adicionales.
EL EJEMPLO DE BAYER
Por Consejo Editor
Podemos decir, en términos generales que las Universidades públicas del Estado español se han demostrado como un instrumento útil para los intereses de las transnacionales agroalimentarias (Bayer, Syngenta, DuPont, etc.). Tres son los ejes fundamentales para avanzar en la consolidación de un sistema agroalimentario depredador:
La investigación agronómica: la maltrecha financiación pública de la "investigación pública" amplía las oportunidades para la financiación privada procedente de transnacionales y grupos de inversión. Las dudas que genera lo que ya se nos presenta como el oximoron "investigación pública", son inmediatas: ¿responden las Universidades a las necesidades de nuestra sociedad o a los objetivos de las empresas privadas que las financian? ¿Existe un código ético que regule esta relación así como la acción de los equipos de investigación que trabajan en este marco? ¿Cómo financiar investigaciones que dudan de los dogmas del capital financiero como es el caso de la soberanía alimentaria?
La docencia universitaria: una gran parte de las universidades públicas españolas que imparten carreras vinculadas a la agroalimentación (agronomía, veterinaria, etc.) fueron creadas durante el franquismo. Lejos de evolucionar, sus estructuras de gobernanza y gestión se mantienen intactas, como también su perspectiva docente, anclada en un desarrollismo caduco originario de los años 60. El mismo marco creado para fortalecer la revolución verde hoy ofrece amparo a la revolución biotecnológica.
Las cátedras empresa: es la última fórmula de colaboración universidad-empresa, a través de la cual las empresas pueden "alquilar" un espacio (cátedra) reconocido por la universidad a cambio de una donación económica. Estos espacios son utilizados por las transnacionales como una herramienta para el marketing social, proyectando una imagen de apoyo a la Universidad pública, de espacio para la divulgación, la innovación, etc.
La Cátedra Bayer CropScience de la Universitat Politècnica de València es un ejemplo reciente de Cátedra empresa que pretende ofrecer una imagen de servicio público. Su objetivo, dice ser "promover y desarrollar el conocimiento científico (...) para una agricultura competitiva y sostenible". ¿Es compatible la competitividad con la sostenibilidad? Desde luego los recursos que dedica la Cátedra a becas, estudios, talleres de formación y charlas parecen apuntar más a la competitividad que a prácticas agroecológicas que garanticen una verdadera sostenibilidad. Sin embargo, como buenos trileros, la sostenibilidad y la ecología aparecen bien notorias cuando la Cátedra pone en marcha acciones de marketing.
La manipulación ideológica consiguiente se manifiesta también en el día a día de nuestras facultades y escuelas, más allá de las fuentes de financiación de cada proyecto. En los estudios de Economía, cualquier interpretación crítica es recibida frecuentemente con un rechazo irracional, fruto del "consenso" monopólico mencionado. El pensamiento keynesiano se entiende casi como revolucionario, mientras que la ecología política o el estudio de la explotación de clase mantienen una presencia meramente marginal.
Pero en otras facultades y escuelas ocurren fenómenos similares. Algunos estudiantes de Agricultura y Agronomía consideran que han sido formados bajo argumentos falaces. Tan simplista como que, dado que la palabra fertilizante indica "cualidad de generar fertilidad", da vida y no puede ser malo. El argumento se extiende a todos los productos fitosanitarios sin más detalles explicativos. Así -entre otros errores de lógica deductiva-, se focaliza el estudio en un único asunto, excluyendo su contexto. En el caso de los agroquímicos, estudiando tan sólo sus efectos inmediatos sobre la cantidad de producción, minimizando o incluso ignorando otros impactos. Pero en la realidad, como sabemos, los sistemas interactúan, y hay impactos de corte sanitario, ambiental, económico y social, cuanto menos. El acotamiento en parcelas de estudio separadas, la miopía analítica beneficia así a los intereses del gran capital ("divide y vencerás", parece ser su lema, también en la ciencia).
Este sistema de coerción ideológica no es perfecto, y existen otras manifestaciones de la actividad universitaria en las que se elabora pensamiento científico de manera coherente, proponiendo a la vez una praxis transformadora en beneficio de la población y el entorno, y denunciando los mecanismos de explotación social y de clase. Siempre ha habido y habrá grupos de investigadores que traten de mantener esta senda. A modo de ejemplo, el concepto de soberanía alimentaria, que nace de los movimientos sociales, es motivo de estudio en algunos foros académicos, generando un debate que, bien orientado, puede fortalecer su arraigamiento en la sociedad.