Una relación insostenible
Manuel IZQUIERDO GARCÍA
Aunque el impacto negativo de los cultivos OMG en la apicultura era ya una realidad en otras partes del mundo como Sudamérica, esta problemática no se destapó en Europa hasta septiembre de 2011. Ante la consulta de un tribunal alemán, el Tribunal Superior de Justicia de la Unión Europea (TSJ-UE) sentenció que toda miel con presencia de polen procedente de OMG debía someterse al régimen de autorización y etiquetado de productos transgénicos. La sentencia fue una bomba que desestabilizó el mercado de la miel, no sólo en Europa sino en todo el mundo, al ser la UE el primer importador mundial de este producto; y puso de manifiesto las lagunas existentes en la legislación sobre OMG respecto a una actividad ganadera como la apicultura.
La indefensión de las y los apicultores es total y hemos quedado atrapados al mismo tiempo como «culpables» y «víctimas» de un problema que no hemos creado. Los responsables de la aparición de polen OMG en la miel y otros productos apícolas no son ni las abejas, ni nosotros/as, ni los agricultores o las agricultoras; son, por un lado, las empresas que producen y comercializan semillas transgénicas (a la cabeza de las cuales está Monsanto), que están liberando de forma descontrolada este material genéticamente modificado a nuestro medio ambiente, a nuestros campos y, por otro, las Administraciones, que lo están permitiendo sin ningún tipo de control.
Los cultivos OMG suponen la utilización masiva de herbicidas y producen un empobrecimiento extremo de la flora, generando “desiertos verdes” con una ausencia total de biodiversidad.
La problemática de los OMG para las y los apicultores, que mantenemos el 80% de los polinizadores en el territorio de la UE, no se limita a la presencia de material genético transgénico en los productos de la colmena que, evidentemente, puede llegar por diferentes vías (cultivos autorizados o ilegales, campos de ensayo, harinas de piensos animales,...). Una miel (alimento del que aún se conserva la imagen de producto natural) o un polen apícola (complemento alimenticio de primerísima calidad), etiquetados como procedentes parcialmente de transgénicos, tienen garantizado el rechazo de buena parte de la población consumidora.
Apis mellifera carnica. Foto: Richard Bartz, Makro Freak & Hubert Seibring (Munich)
Apis mellifera carnica. Foto: Richard Bartz, Makro Freak & Hubert Seibring (Munich)
Además, los cultivos OMG suponen la utilización masiva de herbicidas y producen un empobrecimiento extremo de la flora, generando «desiertos verdes» con una ausencia total de biodiversidad, en lugar de agroecosistemas llenos de vida. Es lo que en Argentina, uno de los primeros productores mundiales de miel y que ha perdido el 40% de su producción en los últimos años, se ha dado en llamar la «sojización» del territorio.
La toxicidad directa o indirecta de los OMG para los insectos polinizadores sigue siendo una cuestión con muchas incógnitas sin resolver. El 63% de la superficie mundial cultivada de transgénicos lo es con variedades tolerantes a herbicidas totales y el 22% con variedades insecticidas y a su vez tolerantes a herbicidas. Y, desde luego, las abejas, semi-domésticas o silvestres, son un gran problema para quienes «diseñan» las normas de «coexistencia» entre cultivos OMG y cultivos convencionales, tradicionales y/o ecológicos ya que éstas pueden transportar material biológico (polen) a grandes distancias.
La complejidad de los problemas que ha puesto de manifiesto la sentencia del TSJ-UE no puede abordarse con planteamientos simplistas como está haciendo la Comisión Europea, que parece más preocupada por solucionar los inconvenientes que genera la apicultura a las empresas productoras de OMG, que por intentar resolver los problemas producidos con los OMG a las y los consumidores, a las y los apicultores, a sus abejas y a los polinizadores silvestres en nuestro entorno. Como afirma el Consejo de la UE en sus conclusiones del 17.05.2011, hablando de la salud de las abejas, «... estos sensibles animales son indicadores precoces de los efectos perniciosos de la pérdida de biodiversidad y de la contaminación».
La extensión de los cultivos OMG supondrá la expulsión de las abejas y de las personas que trabajamos con ellas del territorio y daños muy serios al sector agrícola, que necesita a las abejas para polinizar sus cultivos y garantizar el suministro de alimentos a la población.