Aunque en menos ocasiones de las que nos gustaría, podemos atestiguar que cuando somos capaces de ver más allá de lo que parece una cuestión muy concreta, y podemos entender que a todas las personas nos une un mismo objetivo, una misma lucha, es ésta la que nos legitima y la sociedad en su conjunto se moviliza y consigue cambiar las situaciones de injusticia.
Eduardo Galeano, en su cuento del elefante, nos mostraba cómo tres ciegos, al acercarse al paquidermo y palpar una parte del mismo, véase el rabo, el lomo o una de sus cuatro patas, éstos discutían para demostrar que era una cuerda, un muro o un robusto árbol frente a lo que se encontraban. Pues bien, desde hace años, andamos quitándonos la venda de los ojos. Sabemos que los transgénicos no son únicamente una amenaza para la agricultura campesina, sino que también genera desequilibrios en los ecosistemas, que pone en peligro la biodiversidad sin la cual, la vida no es posible. Sabemos que no únicamente representa riesgos difíciles de mesurar contra nuestra salud, sino que además atenta contra el derecho a estar informadas y poder decidir qué comemos. Somos conscientes de que en lugar de reducir el hambre en el mundo, genera desequilibrios socio-económicos y que tras ellos, aumenta el hambre y las desigualdades, y se dilapida la Soberanía Alimentaria de los pueblos. Sabemos, que esta tecnología, en lugar de ser inocua, es causante de infinidad de impactos, pero también que éstos pueden ser mucho mayores en el futuro si no se pone un freno definitivo.
Una mirada completa, en definitiva, nos permite entender que los OMG simbolizan todo aquello que está en crisis embebidos por un productivismo capitalista que nos ha llevado a un mundo de monocultivos para paliar la insaciable sed de nuestros coches, de alimentos que necesitan herbicidas, pesticidas, fertilizantes, queroseno, plásticos, conservantes y colorantes antes de ser ingeridos. Un sistema en crisis que dejó de ver la alimentación como un derecho para concebirla como simple lucro al servicio de unos pocos.
Los OMG simbolizan todo aquello que está en crisis, embebidos por un productivismo capitalista que nos ha llevado a un mundo de monocultivos para paliar la insaciable sed de nuestros coches, de alimentos que necesitan herbicidas, pesticidas, fertilizantes, queroseno, plásticos, conservantes y colorantes antes de ser ingeridos.
Tenemos ejemplos en diferentes países de que la movilización ciudadana puede conseguir la prohibición de esta tecnología inhumana, y también vemos que cuando nuestras vecinas y vecinos se unen frente a injusticias, no existe obstáculo suficientemente grande como para no vencerlo. Nuestro objetivo común adquiere mayor relevancia, si cabe, cuando el Estado español simboliza el centro de intereses donde la industria biotecnológica concentra sus esfuerzos para inocular y extender sus intereses manipulados genéticamente por Europa y por el mundo.
Gracias a la movilización de organizaciones agrarias, ambientalistas, de consumidores y de otra índole, hemos conseguido que el rechazo a los OMG sea amplio, que territorios y numerosos municipios se hayan declarado Libres de Transgénicos, que se haya trabajado en la defensa de nuestras semillas tradicionales, que las cuidemos e intercambiemos libremente. Que los medios de comunicación, normalmente reacios a darse eco de esta problemática, deban relatar manifestaciones, concentraciones, iniciativas populares y actos de denuncia. Pero para conseguir doblegar los intereses que se esconden tras ellos, es necesario que todas y todos, desde nuestro papel de ciudadanos y ciudadanas, y desde los espacios de organización en los que participamos en nuestro día a día, nos plantemos contra los transgénicos y el modelo que representan.
Desde la revista Soberanía Alimentaria, Biodiversidad y Culturas, queremos que este número especial sea una semilla sin alteraciones genéticas y libre de patentes que germine por todos los rincones y nos ayude a ver sin vendas la importancia de esta batalla común. Queremos con él, ser parte de una necesaria ALIANZA que desde hace tiempo, y ahora más que nunca, abre ventanas, pone en valor a quienes siempre resistieron y dibuja caminos futuros, sin transgénicos, con libertad.
Es momento de decidir qué futuro queremos para la humanidad y que, como decía Federico García Lorca, «se cumpla la voluntad de la Tierra, que da sus frutos para todos y todas».
Juan Clemente Abad