Impactos y controversias socioterritoriales en torno a la producción y exportación de litio

María Paz Aedo

lithium mining chile bolivia

Mina de litio en Chile. Foto: Reinhard Jahn (CC Attribution ShareAlike 2.0)

Reservas, recursos, producción

 
   En tiempos de crisis climática, las commodities más codiciadas son los insumos para la electrificación, con miras a una «transición energética» que nos libere de la combustión fósil. Este es el caso del litio.    
 

Cuando hablamos de «recursos», ya no nos referimos a la composición o al movimiento de las materialidades, sino a su inclusión en el sistema de producción, comercialización y consumo vigente; es decir, a las mercancías. Siguiendo esa lógica, es «reserva» todo aquello potencialmente aprovechable, pero que aún está ahí, latente, disponible al inversionista. Y es «producto» aquello que ya ha sido convenientemente transformado para integrarlo en el movimiento de energía y materiales.

En la lógica del crecimiento económico sostenido, como supuesto sinónimo de progreso, bienestar y desarrollo, los costos de convertir todo lo existente en mercancía no se observan en su complejidad, sino que más bien se reducen a consecuencias no buscadas pero sí inevitables. Crecimiento o pobreza, nos dice esta dicotomía. Empleo o ambiente. Dinero o paisaje. Y no hay más. Esta dinámica explica los persistentes extractivismos sobre territorios proveedores de «recursos» primarios, commodities (Gudynas, 2009; Svampa, 2013) al servicio de la economía global.

En tiempos de crisis climática, las commodities más codiciadas son los insumos para la electrificación, con miras a una «transición energética» que nos libere de la combustión fósil. Este es el caso del litio.

La puna de Atacama, que comprende los territorios ubicados al sur de Bolivia, norte de Chile y norte de Argentina, conforma el llamado «triángulo del litio». En esta zona se encuentran el salar de Uyuni, en Bolivia; el salar del Hombre muerto, en Argentina; y el salar de Atacama, en Chile, los cuales concentran más del 56 % de la reserva mundial de litio en forma de salmuera, «cuya viabilidad de explotación ha sido probada en términos técnicos y económicos» (Figueroa, 2020; Obaya y Céspedes, 2021). En cuanto a recursos, Bolivia (19,2 %) y Argentina (19,2 %) poseen el 38 % del total y Chile el 16 %, de los cuales el 40 % se encuentra en el salar de Atacama, ubicado en la región chilena de Antofagasta.

Por cierto, no es lo mismo contar con reservas que contar con recursos. Las reservas se calculan en función del potencial productivo, reconocido y certificado internacionalmente. En Chile, el 96 % de los hallazgos de litio están certificados como «reservas»; mientras que, en Argentina, esta proporción es mucho más baja (cerca del 10 %). Sobre el caso de Bolivia no hay datos certificados internacionalmente. Esto puede atribuirse al papel decisivo que ha jugado el Banco Central del Estado Plurinacional de Bolivia en la explotación de litio, que lo ha hecho prescindir de inversiones corporativas y, por tanto, del cálculo estratégico del potencial productivo (Obaya y Céspedes, 2021).

Gráfico 1: Evolución de las reservas identificadas de litio según países, 2010-2020

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Fuente: Martín Obaya y Mauricio Céspedes, Análisis de las redes globales de producción de baterías de ion de litio: implicaciones para los países del triángulo del litio, Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), 2021.

Comercialización y destinos del litio

 
   El sur global no aparece ni como productor ni como consumidor de estas materias primas; apenas proveedor de insumos, en coherencia con la centenaria tendencia histórica colonial.   
 

La demanda global de litio se sostiene principalmente por las tecnologías orientadas a la electromovilidad, que requieren un conjunto de metales para la producción de sistemas de almacenamiento de energía, fundamentalmente baterías. China y Estados Unidos son los países con mayor demanda de estos insumos, como productores de automóviles eléctricos (Obaya y Céspedes, 2021). Los principales países consumidores de estos automóviles, sin embargo, son otros: Noruega es quien acumula la mayor proporción de automóviles eléctricos por cada mil habitantes (61/1000), seguido muy de lejos por Suecia (12/1000) y los Países Bajos (9/1000). El sur global no aparece ni como productor ni como consumidor de estas materias primas; apenas proveedor de insumos, en coherencia con la centenaria tendencia histórica colonial.

 La producción de baterías es un mercado en expansión que mueve millones de dólares. A pesar de la recesión económica y la crisis múltiple, el mercado de las baterías para sistemas de almacenamiento de energía «tiene una proyección de crecimiento de 2.900 millones de dólares en 2020 a 12.100 millones de dólares en 2025 a una tasa del 32,8 % entre 2020 y 2054» (Obaya y Céspedes, 2021: 29).

Gráfico 2: Principales importadores de hidróxido de litio, 2018

grafico2

Fuente: Obaya y Céspedes, ibid.

La producción de litio se concentra en unas pocas empresas, con fuerte presencia de capitales estadounidenses y chinos (Obaya, 2019) si bien en los últimos años han cobrado protagonismo nuevas empresas como la australiana Orocobre y la canadiense Lithium Americas, justamente en el triángulo del litio. La primera es socia mayoritaria de la empresa Sales de Jujuy, una filial conjunta (joint-venture) con la japonesa Toyota Tsusho Corporation y la empresa estatal jujeña JEMSE, que, por su parte, participa de una filial conjunta con la china Ganfeng Lithium en la empresa Minera Exar (Obaya, ibid).

 

 Nombre

 Capitalización

 Ganfeng Lithium Corporation

 USD 34.500 millones 

 Panasonic Corporation

 USD 29.300 millones

 Albemarle Corporation

 USD 25.070 millones

 Tianqi Lithium Corporation

 USD 22.800 millones

 Sociedad Química y Minera de Chile SA (Soquimich, SQM) 

 USD 13.120 millones

Fuente: World Energy Trade, 2021 (https://www.worldenergytrade.com/metales/litio/las-5-empresas-de-litio-mas-valiosas-del-mundo)

El problema principal de esta dinámica es que las baterías constituyen lo que Valero y otros (2021) han denominado «rarezas termodinámicas», es decir, elementos que una vez creados no pueden recuperarse. De hecho, la aleación de metales presentes en las baterías de litio es indisoluble, no es posible separar sus componentes y devolverlos a su condición original. El destino final de las baterías en desuso es un problema más serio de lo que actualmente se está discutiendo, sin mencionar los problemas del costo de energía en transporte y producción, y, por supuesto, los impactos socioterritoriales en los países proveedores.  

El litio, los salares, la vida invisible

 
   El extractivismo de litio supone entonces extractivismo hídrico.   
 

El litio se extrae de dos fuentes principales: rocas pegmatíticas y salares de cuenca cerrada, que representan el 26 % y 58 % de los recursos mundiales, respectivamente (Obaya, 2019). Esto quiere decir que, a diferencia de los metales de roca, el litio está mezclado con aguas subterráneas en el interior de los salares y se encuentra en salmueras de alta concentración mineral. Para extraerlo, es preciso inyectar grandes volúmenes de agua dentro del salar para que estos metales afloren tras la evaporación: «La salmuera es bombeada desde el salar hacia pozas donde el litio se va concentrando por acción de la evaporación solar, el viento y la aplicación de reactivos. El ciclo completo toma entre 12 y 24 meses, dependiendo de las condiciones climáticas (por ejemplo, la presencia de lluvias tiene un impacto negativo, ya que diluye la salmuera). Una vez que se han alcanzado niveles de concentración de alrededor de 6000 partes por millón, el concentrado es procesado en una planta de recuperación. Durante el proceso se remueven las impurezas a través de un proceso químico hasta la obtención de carbonato de litio» (Obaya y Céspedes, 2021:38).

En Chile, el bombeo de agua asciende a 1.700 l/s en el área de explotación de SOQUIMICH, la empresa estatal; y 442 l/s en el área explotada por Albmarle, empresa privada autorizada para la extracción. En conjunto, esto significa una extracción diaria de 200 millones de litros de agua (Jerez, 2018), allí donde es precisamente más escasa, porque en el desierto más seco del mundo, el de Atacama, prácticamente no llueve: todas las aguas disponibles son reservas subterráneas. Por ello, «el extractivismo de litio supone entonces extractivismo hídrico (…) los volúmenes de exportación de litio implican importantes volúmenes de extracción y evaporación de agua, intensificando así una condición de riesgo hídrico ya existente en la región» (Sánchez, 2020:33).

También están insuficientemente evaluados los impactos socioeconómicos de esta industria en lo referente a salarios, condiciones laborales, distribución de costos y beneficios según el género y problemas vinculados a la concentración de la matriz productiva local en torno a este único producto. El control de los recursos es otro ámbito de debate político. En Chile, los sectores conservadores y neoliberales han sostenido históricamente una postura de confrontación —actualmente, apoyada por tergiversaciones y noticias falsas— frente a cualquier propuesta de política pública o reforma institucional que busque establecer límites ecológicos y una mayor responsabilidad estatal en las decisiones sobre la explotación de recursos, acusando a este tipo de iniciativas de atentar contra la propiedad, la libertad y el «progreso» del país. En Bolivia, el golpe de Estado de 2019 podría tener relación con las negociaciones del gobierno de turno para generar una alianza con China y los avances de esta industria nacional hacia la industrialización y la producción propia (Sánchez, 2022).

En términos ecosistémicos, los salares presentan una complejidad muy alta, propia de la menos conocida y exuberante biodiversidad del desierto. Los depósitos de litio identificados en este país se encuentran principalmente en los salares de Atacama, Maricunga y Pedernales, todos ellos en territorio lickanantay y colla, comunidades originarias de larga trayectoria trashumante y agrícola de pequeña escala. El sistema hidrológico de los salares está compuesto fundamentalmente por aguas subterráneas (acuíferos) y, en menor medida, aguas superficiales representadas por ríos, lagunas, vegas y bofedales.

Existe un imaginario del desierto de Atacama, «el más seco del mundo», como una tierra infértil, yerma; de las comunidades originarias como «atrasadas», cuando no extintas; y de los metales como lo único «valioso» que el desierto puede ofrecer. La presencia de una de las microbiotas más complejas y antiguas del mundo, tal como ha visibilizado en su larga trayectoria la científica y ex convencional constituyente Cristina Dorador (2022, 2021), es demasiado pequeña para ser vista no solo con las lentes de la mercantilización y el capitalismo, sino también desde el ambientalismo más conservador, que asocia la naturaleza al verdor exuberante de la selva, pero no al silencio y la quietud del desierto.

Pero el desierto está vivo. Los pueblos lickanantay y colla se organizan en comunidades llamadas ayllus, que se distribuyen en torno al oasis, las quebradas y los cursos de agua. Allí, desarrollan actividades económicas tradicionales «como el pastoreo de llamas y la agricultura de maíz, que implican un conocimiento profundo del territorio, evidenciado en el sistema agrícola de los ayllus estructurado en base a canales artesanales que permiten el regadío mediante inundación. Asimismo (...) las rutas de trashumancia para el pastoreo conectan diferentes zonas de refugio en la alta cordillera, con áreas para alimentar a los ganados en los límites del salar» (Sánchez, 2020: 34-35).

¿Salir de la pobreza gracias a la transición energética?

Sobre esta base de la prioridad de la mercantilización por encima de las consideraciones socioterritoriales, el discurso oficial y privado sobre el litio se centra en su definición como recurso estratégico y oportunidad para el desarrollo (Barandarian, 2018). Diversos actores del sector público y privado del sur global consideran el escenario de transición energética como una oportunidad para posicionar la producción y el procesamiento de energías no convencionales e insumos como el litio en el mercado internacional (Obaya, 2021; Barandarian, 2018, Comisión Nacional del Litio, 2015). Se trata de una perspectiva optimista del desarrollo tecnológico para enfrentar el cambio climático y los desafíos de la descarbonización que sigue confiando en la neutralidad técnica de este tipo de decisiones, por encima de la discusión política. El discurso oficial en los países que integran el triángulo del litio (Bolivia, Argentina y Chile) defiende que es posible salir de la pobreza y alcanzar por fin las metas de desarrollo.

Diversas voces críticas coinciden en que esta narrativa es una actualización de la búsqueda de El Dorado en América Latina: el litio como objeto del deseo y promesa de riqueza futura que compromete tanto a actores públicos como privados en la lógica del crecimiento sostenido. Por eso, es urgente y necesaria la reflexión y la discusión sobre qué entendemos por desarrollo, por qué el crecimiento sostenido es sinónimo de bienestar, para qué y para quién es la energía y los materiales que producimos, cuáles son y cómo se distribuyen los beneficios y los impactos de la producción, por qué el trabajo remunerado es la única forma de resolver cuestiones de acceso e intercambio económico, cuáles son los límites planetarios que es preciso respetar y un largo etcétera.

Para abrir esta discusión, es fundamental escuchar y aprender de las comunidades indígenas que históricamente han habitado este territorio, quienes reconocen la importancia del cuidado de la cuenca, no solo por su valor ecosistémico y de uso, sino como pilar fundamental de su cosmovisión (OPSAL, 2021). Tal como ocurre con las comunidades originarias de otros territorios, para los pueblos licanantay y colla, los ecosistemas y todos sus elementos forman parte de su entramado de relaciones como «actores» no pasivos. Esto significa que las aguas, el suelo, los cerros, el desierto, las plantas y las especies no humanas son agentes capaces de afectar y ser afectados en el tejido de influencia recíproca que conforma «la comunidad».

 
   Es preciso poner en duda una transición basada únicamente en el reemplazo de fuentes, sin cuestionar el crecimiento económico.   
 

Esta perspectiva contradice la tradición antropocéntrica moderna occidental, donde la relación del ser humano con su entorno está marcada por la diferenciación y la construcción instrumental de lo que entendemos por «naturaleza» (Aedo y Cabaña, 2020; Ñanculef, 2016). Tal como explica un habitante de la comunidad de Toconao, «para el mundo lickanantay agua es agua, no se diferencia entre agua dulce o salmuera […]. Además, desde la cosmovisión, el hombre en sí o el ser humano no es lo único, tenemos hermanos menores también y es todo el ecosistema. Entonces el impacto está, es la mala política de extracción, eso yo creo que cualquier institución indígena lo entiende así, cualquier individuo que sea lickanantay entiende que la extracción es negativa» (Citado por Sánchez, 2020:36).

Por esto decimos que para ser justa y profunda la transición energética requiere también argumentar las perspectivas y valoraciones de lo que entendemos por naturaleza y territorio, considerar el valor en sí de ecosistemas como los salares, priorizar el cuidado ecosistémico y el uso de las comunidades originarias (ceremoniales y productivos). Desde allí, es preciso poner en duda una transición basada únicamente en el reemplazo de fuentes, sin cuestionar el crecimiento económico sostenido y la demanda, también sostenida, de energía y materiales por parte de una población privilegiada en el norte global.

En un momento de la civilización en que resulta cada vez más evidente la transgresión de los límites planetarios, al punto de la irreversibilidad (IPCC, 2022), es posible aprender de los pueblos que reclaman la urgencia de transitar hacia un enfoque de derechos y una visión estratégica, compleja y agencial de los territorios, pasando de una mirada fragmentaria y pasiva a una mirada relacional, activa y dialogante. En plena crisis socioecológica, es preciso abrir camino hacia una sociedad que reconozca los derechos de la naturaleza, los cuidados ecosistémicos y los derechos colectivos como pilares fundamentales de la convivencia entre actores humanos y no humanos.

María Paz Aedo

Socióloga del Centro de Análisis Medioambiental de Chile


Referencias

Aedo, M. P. y G. Cabaña (2020). «Affects, activism and resistances facing the impacts of Capitaloceno: an embodied learning experience in Chile». Matter Journal: Affect as Pedagogy Issue, n.° 1: 97-122. Universitat de Barcelona. https://doi.org/10.1344/jnmr.v1i2.31971

Barandarian, J. (2018). «Lithium and development imaginaries in Chile, Argentina and Bolivia». World Development, 113(11): 381-391 https://escholarship.org/uc/item/6x78d1jp

Comisión Nacional del Litio (2015), Litio: Una fuente de energía, una oportunidad para Chile, Ministerio de Minería y Energía, Gobierno de Chile. https://ciperchile.cl/pdfs/2015/06/sqm/INFORME_COMISION_LITIO_FINAL.pdf

Dorador, C. (2021). «Conservación de salares: Aprendizajes desde los microorganismos». En Morales, R. (coord). Salares Andinos: Ecología de saberes por la protección de nuestros salares y humedales. Observatorio Plurinacional de Salares Andinos y Fundación Tanti. 162-169.

Dorador, C. (2022). Climate change and lithium mining influence flamingo abundance in the Lithium Triangle. The Royal Society Biology Sciencies, vol. 289, núm. 170.

Gudynas, E. (2009). «Diez tesis urgentes sobre el nuevo extractivismo. Contextos y demandas bajo el progresismo sudamericano actual». Revista Extractivismo, Política y Sociedad, 187:225. http://www.gudynas.com/publicaciones/GudynasNuevoExtractivismo10Tesis09x2.pdf

Figueroa Sánchez, J. (2020). «Transición ecológica y extractivismo de litio en Chile». A&P Continuidad, 7(12): 30-41. https://doi.org/10.35305/23626097v7i12.248

IPCC (2022, 4 de abril) Remarks by the IPCC Chair during the Press Conference presenting the Working Group III contribution to the Sixth Assessment Report [Comunicado de prensa]. Recuperado 21 de abril de 2022, de https://www.ipcc.ch/2022/04/04/ipcc-remarks-wgiii-ar6-press-conference/

Jerez, B. (2021). «La colonialidad de la minería del litio sobre los salares altoandinos: Conflictos socioambientales para la electromovilidad "verde" del Norte Global». En López P. y M. Betancourt (coords.) Conflictos territoriales y territorialidades en disputa: Re-existencias y horizontes societales frente al capital en América Latina. Buenos Aires: CLACSO, Serie Movimientos Sociales y Territorialidades. 371-390.

Ñanculef, J. (2016). Tayiñ mapuche kimün: Epistemología mapuche, sabiduría y conocimientos. Santiago: Universidad de Chile, Facultad de Ciencias Sociales, Departamento de Antropología

Obaya M. (2019). «Estudio de caso sobre la gobernanza del litio en el Estado Plurinacional de Bolivia, Documentos de Proyectos (LC/TS.2019/49)», Santiago, Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). https://www.cepal.org/sites/default/files/publication/files/44776/S1900479_es.pdf

Obaya, M. y M. Céspedes (2021). «Análisis de las redes globales de producción de baterías de ion de litio: implicaciones para los países del triángulo del litio», Documentos de Proyectos (LC/TS.2021/58), Santiago, Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). https://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/46943/S2100250_es.pdf?sequence=1&isAllowed=y

OPSAL (2021). Salares andinos: Ecología de saberes por la protección de nuestros salares y humedales. Observatorio Plurinacional de Salares Andinos y Fundación Tanti. 

Sánchez, A. (2022). Detrás del Golpe: la industrialización del litio en Bolivia. Disponible en: https://www.clacso.org/detras-del-golpe-la-industrializacion-del-litio-en-bolivia/

Svampa, M. (2013). «Consenso de los Commodities’ y lenguajes de valoración en América Latina». Revista Nueva Sociedad, 244: 30-46. https://ri.conicet.gov.ar/bitstream/handle/11336/6451/CONICET_Digital_Nro.6853_A.pdf?sequence=2&isAllowed=y

Valero, A., Valero, A. y Calvo, G. (2021). Thanatia: Límites materiales de la transición energética. Zaragoza: Ediciones PUZ, Universidad de Zaragoza. https://puz.unizar.es/img/cms/PARA%20IUNIZAR/9788413403632avance.pdf

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