Entrevista a Abdulah Arabi, delegado del Frente Polisario en el Estado español
Revista SABC
La parálisis de la comunidad internacional frente a la ocupación marroquí del territorio del Sáhara Occidental, declarada ilegal por Naciones Unidas, permite el continuo y acelerado expolio de los bienes naturales del pueblo saharaui.
«Nos asiste la razón, aunque lamentablemente el mundo funciona de otra manera; pero quienes creemos en un mundo y un futuro mejor para toda la humanidad no podemos dejar de hacer lo que tenemos que hacer». Así, con estas palabras Abdulah Arabi, delegado del Frente Polisario en el Estado español, cerraba la conversación que mantuvimos con él pocos días después de la reactivación del conflicto entre Marruecos y el Sáhara Occidental el pasado 13 de noviembre.
Como nos explicó, el motivo es simbólicamente esclarecedor, el ejército marroquí arremetió contra jóvenes saharauis que querían cerrar el paso fronterizo de Gerguerat, que comunica el Sáhara Occidental con Mauritania y que, desde el 2001, Marruecos utiliza como una vía de salida más de los bienes naturales del Sáhara Occidental. Se trata de una zona de no intervención según el acuerdo firmado con la ONU por ambas partes, lo cual añade gravedad a la operación militar desplegada por Marruecos. «Aunque nuestro status jurídico sigue en manos de las Naciones Unidas desde los Acuerdos de Paz de 1991», explica Abdulah, «Marruecos diez años después abrió una brecha en el muro que había construido durante la guerra para protegerse de los ataques del ejército saharaui. Desde entonces se ha convertido en un carril asfaltado que le permite mantener el saqueo de los recursos pesqueros por tierra, puesto que los barcos son más fáciles de rastrear. Gran parte de lo que se pesca en las aguas del Sáhara Occidental sale por esa carretera hacia Mauritania y ahí, en el puerto de Nuadibú, con etiqueta marroquí, se cargan los pulpos, las sardinas o el aceite y la harina de pescado que llega a todos los supermercados o a la industria agroalimentaria, especialmente aquí a España»
Imágenes del documental Ocupación S.A.
Los tentáculos de la ocupación
Son muchos los mecanismos que emplea Marruecos para sortear las decisiones judiciales internacionales que intentan impedir este expolio. Abdulah nos cuenta que muchos barcos que llegan de otros países africanos utilizan el puerto de El Aaiún, capital del Sáhara Occidental, supuestamente para repostar, pero lo que hacen es cargar pescado. Hay otros más descarados, propios de la impunidad con la que Marruecos maneja el territorio ocupado, «como si fuéramos una provincia más de su país», dice Abdulah. Añade que estas coartadas «permiten tranquilizar las conciencias de las empresas que finalmente se lucran».
En el informe Los tentáculos de la ocupación, elaborado por el Observatorio de Derechos Humanos y Empresas y Shock Monitor en 2019, encontramos abundantes nombres y detalles sobre estas empresas y cómo, cuánto y quién se beneficia de la explotación de los recursos pesqueros del Sáhara Occidental en el marco de la ocupación del Estado marroquí. «La pesca y los fosfatos son la motivación histórica y presente de la ocupación», detalla Abdulah. «Un chantaje al que han sucumbido todos los gobiernos en España, ahora complementados por la presión de los flujos migratorios y la cooperación en la lucha antiterrorista». Efectivamente, aunque los acuerdos de pesca entre la UE y Marruecos no pueden incluir jurídicamente el acceso a las aguas territoriales saharauis, mientras Marruecos «administre» (ocupe) este territorio, garantizará la posibilidad de faenar en estas aguas a los barcos europeos –la gran mayoría son españoles, según el informe, aunque esta información no es pública. En la legislación interna de Marruecos, no hay distinción entre las aguas saharauis y las aguas marroquíes. Abdulah cuenta que esta situación se ha normalizado a lo largo de los últimos 30 años. Los barcos europeos llegan a los puertos de El Aaiún y Dajla, cargan el pescado saharaui y lo traen al mercado español donde se vende y se consume con toda normalidad. «En el caso del Senegal, el saqueo de sus recursos se hace a partir de acuerdos comerciales injustos pero con bases legales; en nuestro caso, ni eso. Se trata de un negocio ilegal que las empresas hacen con una potencia ocupante», denuncia Abdulah. De hecho, como explica el informe mencionado, que Marruecos sea una gran potencia exportadora de pulpos y que cada año encontremos unos 50.000 toneladas de pulpo marroquí en sus diversos formatos en El Corte Inglés, en Casa Ametller, Mercadona, Carrefour o Eroski, es escandaloso puesto que es sabido que los únicos caladeros con pulpo de toda esa región atlántica están precisamente en aguas saharauis. «Cada vez que compramos pulpo es altamente probable que proceda de las aguas territoriales del Sáhara; una actividad extractiva que no ha generado ningún beneficio a la población saharaui, como quiere justificar Marruecos, puesto que en todas estas empresas solo se contrata a colonos marroquís, ya que no quieren ‘testigos’ que puedan tener información de primera mano». Como nos dice Abdulah, no solo debemos denunciar este enorme expolio, sino también que se están desoyendo todas las reglamentaciones de derechos laborales, sociales y económicos de la juventud saharaui.
«Otro de los grandes intereses en nuestro territorio para las potencias internacionales», continua Abdulah, «es la explotación de los fosfatos, cuyo impacto medioambiental, además, es enorme». Una visita por satélite nos permite observar fácilmente la cinta transportadora más larga del mundo que con 98 kilómetros de extensión conecta las minas de fosfato de Bu Craa con la costa de El Aaiún y permite mover unas 2000 toneladas de material por hora. El fosfato es un mineral estratégico que hace funcionar a buena parte de la agricultura industrial mundial. Como otras entidades han denunciado, empresas de fertilizantes inorgánicos como Fertiberia son las que finalmente se benefician de la explotación comercial de este escaso mineral que ya solo se puede encontrar en minas de Estados Unidos, de China y de estas tierras saharauis.
La importancia de la presión ciudadana
Pero ya no solo se trata de pesca o fosfatos, también la tierra agraria está generando negocios con pingües beneficios para Marruecos, con empresas del propio rey Mohamed VI a la cabeza. El ejemplo más claro, nos explica Abdulah, son los famosos tomates cherry que nos llegan vía Marruecos y se distribuyen por todos los supermercados, pero se producen en invernaderos o en cultivos abiertos alrededor de Dajla, segunda ciudad en importancia del Sáhara Occidental, vulnerando la soberanía alimentaria de la población local. Es decir, podríamos hablar de un acaparamiento de tierras en toda regla, aunque en este caso no se haya ejecutado de forma sutil con supuestas compras o usufructos, como hacen los fondos de inversión o las multinacionales, sino por la vía de la violencia directa e invisible.
«Si reconocemos que nuestra tierra está ocupada, es muy fácil entender que Marruecos intente ofrecer todo tipo de propuestas y facilidades para lograr inversiones extranjeras que, por un lado, generen dividendos para su Estado y al mismo tiempo afiancen su presencia y consoliden de alguna manera la ocupación», continúa Abdulah. En esta dinámica mercantilista, las codiciadas energías renovables (solar y eólica), esperanza de salvación del crecimiento capitalista, también se ofrecen como una inversión rentable en el Sáhara Occidental. «El Frente Polisario intenta denunciar, investigar, recurrir todo este tipo de prácticas, pero no es fácil y muchas empresas se aprovechan de la situación. Los derechos humanos están supeditados a los intereses económicos, esto es lo que caracteriza la Realpolitik». Así, en una frase, sintetiza Abdulah este gran conflicto.
El pueblo saharaui lleva 29 años esperando el referéndum acordado en el alto el fuego, por eso Abdulah justifica que «para las generaciones que han nacido ya durante la ocupación, que tienen ahora 20 años o más, no es suficiente la vía pacífica por la que sus dirigentes hemos apostado; empiezan a impacientarse, es normal, no quieren vivir más en campamentos de refugiados bajo la ocupación, hay que hacer algo, dicen, y fueron ellos los que se desplazaron a la brecha de Guerguerat para cerrarla y a quienes reprimió el fuego marroquí». Lo que ha desencadenado la guerra actual es el fracaso de la comunidad internacional. Las Naciones Unidas y su parálisis se han convertido en el mejor garante de esta situación de injusticia.
Gracias a la presión ciudadana en toda Europa, también en el Estado español, se han conseguido paralizar algunas inversiones. «Tenemos apoyos de muchas organizaciones y se han hecho campañas como “Comprar robado es robar” para señalar a Mercadona, pero ¿qué hará la comunidad internacional?», se pregunta Abdulah, «¿imponer la ilegalidad o situarse al lado de la legalidad? Muchos países están atrapados entre lo que deben hacer por dignidad y lo que no deben hacer para seguir disfrutando de nuestros bienes naturales. Nosotros hemos demostrado pacientemente que queremos la vía pacífica como solución, somos un pueblo que ama la paz, pero esa misma determinación también la tenemos para alcanzar el objetivo de libertad para nuestro pueblo, y seguiremos con esa lucha».
'Ocupación S.A.'
El 14 de noviembre de 1975, la hasta entonces «provincia 53» de España pasó a ser anexionada por la monarquía alauí a través del acuerdo tripartito de Madrid entre España, Mauritania y Marruecos. 45 años después, a modo de denuncia de la perpetuación del colonialismo en pleno siglo XXI, se estrena un corto documental que pretende sacar los colores a la clase empresarial y política española. Ocupación S.A. es un proyecto de la ONGD vasca Mundubat y de la productora brasileña Forward Films, codirigido por Laura Daudén y Sebastián Ruiz-Cabrera.
La cinta desvela con valentía el flirteo entre los poderes políticos españoles y las empresas pertenecientes al poderoso e intocable IBEX 35, una práctica con hondas raíces en el período franquista que da continuidad a un sistema injusto y opaco que sigue vulnerando todo tipo de derechos humanos y legislaciones internacionales. La narrativa de Ocupación S.A. se nutre de declaraciones de expertas y expertos en materia de legalidad internacional o extractivismo, activistas saharauis, periodistas o representantes políticos y pretende contribuir a aumentar la presión ciudadana para terminar con el inaceptable beneplácito de las autoridades españolas en un negocio que mantiene en una situación de colonización el último territorio por descolonizar de África, el Sáhara Occidental.
El documental se estrena el 26 de noviembre.
Más información: www.mundubat.org
Comemos pulpo del Sáhara
¿A qué compañías europeas venden las empresas marroquíes los peces pescados en aguas del Sáhara? ¿A través de qué otras compañías, tiendas, restaurantes o grandes superficies llegan estos productos hasta la mesa de consumo final? En este proceso participan diferentes actores, desde empresas de transporte hasta certificadoras de calidad del producto, pasando por asociaciones y lobbies que defienden los intereses de la industria. Según el ICEX, la industria transformadora de productos del mar tiene diferentes formas de adquirir el pescado, ya sea a través de los grandes operadores y las empresas conserveras con flota pesquera propia, a través de intermediarios o mediante compra directa de la materia prima en las lonjas.
En el ámbito español, existe una extensa red de empresas que importan materia prima del Sáhara Occidental para su comercialización y posterior distribución. Estas firmas se localizan mayoritariamente en Galiza como Salgado Congelados SL, Discefa, o Canosa, pero también encontramos marcas como Viveros Merimar, ubicada en Palencia, o Angulas Aguinaga, con sede en Euskadi.
Las cantidades de pulpo de Dajla que se venden al año son muy significativas como muestran algunos datos del 2018: 1000 toneladas por la distribuidora Rosa de los Vientos (que comercializa bajo la marca O Pulpeiro), 2000 toneladas en el caso de Profand y 9200 toneladas por parte de Discefa (con marcas como El Rey del Pulpo, Fribó, Pindusa y Algaravío). Estas empresas abastecen a su vez a mayoristas (como Makro), grandes superficies (como El Corte Inglés), supermercados (Carrefour, Mercadona…), hoteles, restaurantes y colegios. La cuota de mercado de las marcas blancas de los grandes supermercados es cada vez mayor, pero su falta de transparencia dificulta enormemente el conocimiento y el acceso a la información por parte de la ciudadanía.
Información extraída del informe Los tentáculos de la ocupación
Este artículo cuenta con el apoyo de la Fundación Rosa Luxemburgo