Toni Jiménez
Paisaje primaveral en el Barranco del Poqueira | Foto: Toni Jiménez
En el Cortijo el Cura, una bodega de la sierra de Gádor, lo tienen claro: «Cada año el tamaño del grano de uva disminuye y, por lo tanto, producimos menos mosto y elaboramos una cantidad menor de vino». En esta bodega alpujarreña que lleva más de veinticinco años dedicada a la elaboración de vinos tranquilos, afirman, además, que no es solo la viña: «Los almendros se nos están secando en una cadencia fúnebre de veinte a treinta por año».
En la bodega cortijo Fuentezuelas, primera bodega granadina en certificar sus caldos como ecológicos, no han olvidado que la vid para vinificar siempre fue un cultivo de secano; sin embargo, hoy, por lo menos en el sur, ya no es viable sin un sistema de riego.
Siguiendo nuestro recorrido por la Alpujarra almeriense, llego al concurrido oasis que forma el nacimiento del río Andarax. Todas las personas con las que converso, que a menudo llegan hasta ese lugar para llevarse agua a sus casas, coinciden en afirmar que dicho nacimiento entrega este año menos caudal que nunca.
Fuentes sostenedoras de toda vida | Foto: Toni Jiménez
La más preciada de la sierra | Foto: Toni Jiménez
Uvas parras en casa alpujarreña | Foto: Toni Jiménez
Más adelante, en el poético pueblo de Almócita, nos horrorizamos al ver su fuente tan seca como el desierto del Sahara; fuente que probablemente ha hidratado cuerpos y mentes de muchísimas generaciones de almociteños, de arrieros, de sus bestias, de viajeros… Agua desaparecida sin decir nada, quizá ya de manera irreversible.
Eugenio Salguero, vecino de Capilerilla, ya en la Alpujarra granaína, sigue recogiendo apuntes para descifrar las condiciones atmosféricas del año venidero mediante un método tradicional conocido con el nombre de cabañuelas, aunque ya no tiene confianza en acertar su pronóstico. «Antes esto funcionaba; no pocos meteorólogos de carrera han pasado por mi casa para que les contara mi predicción», dice. «Ahora esto ya no sirve; con la contaminación, mis apuntes no valen para nada», concluye.
Ellas y ellos, gentes del lugar que nunca han perdido el arraigo con la tierra, nos alertan con vivencial claridad de que el cambio climático va a ser un desastre peor que el que estamos sufriendo por el coronavirus, ya que ni una medida tan radical como una cuarentena frenará el calentamiento global ni ningún laboratorio hallará una vacuna contra la desertificación.
Sin embargo, en nuestras ciudades megalómanas no se admiten estos argumentos como válidos para reconocer su vulnerabilidad, su dependencia de lo básico. Desde allí, tan lejos de esta serranía, no es fácil apreciar que, en el fondo, un vaso de vino es una tierra, un paisaje, es un sarmiento de una cepa plantada por unas manos expertas. Es sol y luna, mineral y agua. Y también vendimia con sudor bracero.
Lejos de los pueblos, los poderes siguen optando por «soluciones» en forma de contenedores de colores de diseños cada vez más llamativos y por cierta renovación del parque automovilístico. En el mejor de los casos, seguirán las indicaciones del Foro de Davos y plantarán algunos árboles nuevos.
Entretanto, los almendros seguirán secándose al paso de las fuentes que los regaban en las tierras ahora huérfanas de labradoras y labradores.
Toni Jiménez
Maestro de Educación Primaria, técnico en Agroecología y autor del libro Camino adentro, editado por Círculo rojo