Entrevista a Gotzone Sestorain, campesina en resistencia
María Pulido Hernando
Gotzone Sestorain en representación de las mujeres productoras participantes en el Parlamento de Soberanía Alimentaria en Navarra. Foto: Parlamento de Navarra. Gabinete de Presidencia
Con motivo de la celebración del Foro Tocando Tierra, sobre soberanía alimentaria, feminismos y defensa del territorio, entrevistamos a Gotzone Sestorain, que formará parte de uno de los espacios de debate del programa.
Ella es hija de baserritarras («o campesinos, como quieras llamarle», dice), de un pueblo del norte de Nafarroa donde, con su hermano y su hijo, cuida de una ganadería extensiva de 320 ovejas con las que elaboran queso de la D.O. Idiazábal y crían corderos lechales. Ambos productos intentan comercializarlos en la zona. Complementan la unidad productiva elaborando patxarán, cultivando patatas y con la huerta y los animales de autoconsumo. Además, Gotzone forma parte de Etxalde, el movimiento social de baserritarras de Euskal Herria por la soberanía alimentaria y una agricultura sostenible, y del grupo de consumo Leitzeko. «Todo eso más los trabajos de cuidados tanto de las personas que habitan el caserío como de todo el entorno», señala Gotzone.
¿Cuál es tu diagnóstico del sector productivo en la actualidad?
Puedo hablar de Nafarroa porque es lo que más conozco. Tenemos un sector agroganadero que está sobreviviendo con muchas dificultades y quien peor lo están pasando son quienes trabajan a pequeña escala. La liberalización de los mercados, la consecuente caída de los precios, la distribución tan injusta de las ayudas de la PAC y otra serie de políticas, han hecho que casi desaparezca la pequeña agricultura campesina y que cada vez haya menos y más grandes empresas agroganaderas. Eso es lo que se está imponiendo en todo el territorio. A modo de ejemplo, en el sector vacuno de leche estos últimos 20 años hemos pasado de 1500 explotaciones a 142, entre ellas tenemos grandes macrogranjas de 5000, 1000, 500 vacas. Y son cifras que ni cuestionamos; lo que en Francia ha generado fuertes conflictos, aquí se ha asumido como si fuera «la modernidad», sin tener en cuenta sus consecuencias: la desaparición de los pequeños y la deslocalización de las producciones. Esta era una gran zona de producción de leche y hoy en día aquí apenas quedan vacas. Eso pasa también en el sector hortícola de la ribera, donde incluso se imponen empresas extranjeras que producen para la exportación, con mano de obra superprecarizada que siempre es inmigrante, porque los de aquí ya no quieren ese tipo de trabajo por las condiciones de trabajo. Tenemos grandes extensiones de cereal, incluyendo maíz transgénico, que se está utilizando para la alimentación de cerdos que son para exportación.
Frente a este modelo imperante y hegemónico, estamos quienes trabajamos en claves de soberanía alimentaria para alimentar a nuestros territorios, pero que tenemos muchísima menos fuerza. Es cierto que, gracias al trabajo que se está realizando por parte de los movimientos sociales, estos últimos años se está poniendo en valor este modelo, pero todavía tenemos mucho camino por recorrer. Las políticas no nos están ayudando y tenemos muchas dificultades fruto de la imposición de la propia agricultura industrial, que ha despoblado nuestros territorios rurales y pueblos de montaña, además de generar problemas colaterales como la contaminación de la tierra y del agua o la desaparición de la biodiversidad. Por último, hay otro problema: la falta de relevo generacional, que yo considero que está estrechamente ligado al modelo productivo que se ha impuesto. La gente joven no quiere entrar en ese modelo productivo. Hay jóvenes que se incorporarían en otras condiciones, con proyectos más pequeños y sostenibles, pero hoy en día hay mucho trabajo político que hacer para que esto suceda, hay que transformar totalmente el sistema alimentario y las políticas. Se deben impulsar políticas alimentarias locales que a su vez condicionen las políticas agrarias.
¿Cuál crees que es el papel que debería desempeñar el sindicalismo agrario en esta necesaria transformación del modelo?
El sindicalismo agrario creo que debería estar reflexionando sobre lo que he comentado, buscando las raíces de los problemas y proponiendo soluciones para transformar la realidad. Pero en estos momentos el sindicalismo está un poco desactivado o envejecido, como se dice que está todo el sector. Veo que, en general, está en una actitud de supervivencia, más centrado en defender los intereses corporativistas de afiliados que en encontrar caminos que puedan cambiar radicalmente este panorama. Se habla de los problemas, pero no como consecuencias de un modelo productivo determinado y las organizaciones agrarias deben abordar el debate del modelo. El sindicalismo agrario debe mojarse y optar por un camino determinado. Tenemos que empezar a trabajar en claves de soberanía alimentaria, pensar cómo vamos a hacer la transición hacia un modelo más sostenible medioambiental y socialmente, y más justo. Para eso hay que poner en el centro del debate la alimentación, hay que crear alianzas con otros agentes sociales para construir sistemas alimentarios locales que garanticen una alimentación saludable para toda la población y a la vez generen riqueza y empleo de calidad en las zonas rurales. Es una estrategia que se tiene que trabajar conjuntamente y ahí veo que hay muchísimas deficiencias, no estamos aún en esa clave. En lo local se generan dinámicas en esa dirección, pero necesitamos que se articulen y que se haga más fuerza. El sindicalismo agrario debería estar ahí.
Recientemente has participado en una mesa redonda con María del Socorro Pisso, de la organización FENSUAGRO, de Colombia. ¿Qué podemos aprender de las campesinas del sur global?
Ellas están haciendo un enorme trabajo de revalorización de la agricultura campesina y de la agroecología. En nuestro mundo ese término ha sido devaluado y se tiene que recuperar porque tiene muchísimo que aportar. Creo que el futuro está en gran parte en el pasado. Tenemos que retroceder y recuperar muchas prácticas y saberes y adaptarlos a la realidad de hoy, porque antes se tenía una forma de entender la alimentación en equilibrio con todo lo que les rodeaba. Todo eso, por desgracia, se ha ido perdiendo. En los países del sur le dan mucho valor a todo eso y es fundamental recuperar ese espíritu campesino y darle la importancia que tiene. De hecho, hoy que se habla tanto de cambio climático, se está demostrando que muchas de esas prácticas y variedades de semillas y razas locales eran mucho más eficientes y que pueden servir para resolver esos problemas. Sin embargo, aquí todavía no se esta dando a toda esa riqueza el valor que se merece.
¿Qué piensas de la necesidad de impulsar la organización y participación de las mujeres baserritarras?
Me parece que es fundamental porque la mujer, sobretodo en nuestra zona, ha cumplido un papel clave en el mantenimiento del caserío, entendido como un todo; incluso diría que ha sido la columna vertebral de esa unidad productiva. Hoy en día, en esta devaluación de la cultura campesina, todo ese trabajo no se visibiliza y es muy importante reflexionar sobre este tema, empezar a empoderarse y a poner en valor esa cultura, esos saberes que tienen estas mujeres, y que gracias a este empoderamiento vayan ocupando su sitio en todos los espacios públicos: sindicatos agrarios, partidos políticos, consejos agrarios, gobiernos... La voz de la mujer campesina rural tiene que estar presente en todos esos espacios. En las dinámicas organizativas que estamos comenzando en Mendialdea, las mujeres estamos trabajando por separado nuestras propuestas para llevarlas ya trabajadas al espacio mixto. Creo que el mundo de los hombres debe empezar a ser más humilde y escucharnos. Necesitamos que en esos espacios que hoy en día están supermasculinizados, nos dejen un hueco y ocuparlo, pero no de forma testimonial, sino para hacer esta transformación tan necesaria. Somos sobre todo las mujeres, aunque no exclusivamente, las que fundamentalmente seguimos conservando la cultura campesina en clave de soberanía alimentaria.
¿Qué piensas del auge del antiespecismo?
Creo que el tema del antiespecismo es una consecuencia lógica de lo que ha pasado a nivel de la agricultura y ganadería, sobretodo de la explotación de los animales para conseguir el mayor rendimiento posible. Estamos llegando a extremos. No me parece lógico que una vaca lechera antes viviera entre 12 y 15 años y ahora no llegue a dos. Dicho esto, puedo compartir con el antiespecismo la crítica a este modelo de ganadería, y no solo eso, sino al modelo de alimentación que tenemos en el mundo occidental, basado en la explotación de los animales pero también de las personas y de la naturaleza. Pero el antiespecismo no es partidario de consumir ningún producto de origen animal y ahí no estoy de acuerdo, porque es irnos al otro extremo, y entre uno y otro la solución es una alimentación mucho más equilibrada, con más vegetales, cereales y legumbres y con derivados de la ganadería que provengan de una ganadería extensiva a pequeña escala, donde comamos menos carne y lácteos, pero de mayor calidad y basados en un respeto absoluto a las condiciones de vida de los animales.
Yo creo que la ganadería extensiva y la que se hace a pequeña escala se hace desde el respeto e incluso se les trata desde la igualdad. Muchas críticas que se hacen desde el antiespecismo creo que se basan en el desconocimiento de la realidad, con lo cual, sería interesante que antes de hacer afirmaciones vinieran a nuestros caseríos y conocieran el trabajo que hacemos. A esto añadiría que en nuestro mundo campesino, la agricultura y la ganadería están completamente interrelacionadas, no se pueden plantear de una manera separada, porque eso es lo que ha hecho la agricultura y ganadería industrial. En nuestro modelo la fertilización de la tierra se ha hace gracias al estiércol de los animales y en clave de soberanía alimentaria hay que recuperar esta unión, la ganadería es imprescindible. Asumimos el sacrificio de los animales por una cuestión de sostenibilidad, tanto del propio ganado como de nuestra propia subsistencia.
¿Cómo podemos construir puentes entre el feminismo urbano y el rural?
No tenemos otro remedio que establecer puentes entre los dos mundos porque nos necesitamos mutuamente. El feminismo está hablando de poner en el centro la vida y eso conlleva poner la alimentación en el centro. Pero ¿qué alimentación? Nosotras proponemos alimentos agroecológicos locales ¡Ese es el vínculo! El puente entre ambos mundos es ese sistema alimentario que tenemos que crear entre todas y todos. Y para establecer puentes, primero hay que acercarse y conocerse, ver los puntos de confluencia y cómo podemos trabajar. El foro de diciembre puede servir para seguir acercándonos.
María Pulido Hernando