La nativa norteamericana Jihan Gearon fue una de las participantes del XI Encuentro Internacional de la Marcha Mundial de las Mujeres celebrado recientemente en Bilbao
M.ª Ángeles Fernández y J. Marcos
Una manifestación por las calles de Bilbao fue el cierre del encuentro internacional. Foto: MAF
Una performance sobre las piedras y la tierra abrió los actos del encuentro. Foto: MAF
«Es difícil hablar de medio ambiente cuando la gente lucha por sobrevivir. Pero si pensamos que luchar por la madre tierra es un lujo, nos hemos olvidado de sobrevivir». Jihan Gearon, nativa de Estados Unidos, tomó la palabra en uno de los escasos espacios abiertos que hubo durante el undécimo encuentro mundial que la Marcha Mundial de las Mujeres celebró en Bilbao a finales de octubre. Lo hizo para hablar de la tierra, del agua y de los alimentos.
Esta «hija de la exterminación y de la esclavitud negra», como se define, desgranó sus formas de vida como pueblo navajo («la economía capitalista no fue creada para nosotros y nunca nos va a beneficiar») y denunció el saqueo que sufren las comunidades originarias en favor de las grandes ciudades («estamos regalando a ciudades como Fénix o Tucson recursos sin los que no podrían existir en el desierto»). Directora ejecutiva del movimiento nativo Black Mesa Water Coalition (BMWC), Gearon finalizó su intervención clamando: «No podemos beber agua embotellada». Su voz no fue la única que se levantó con fuerza en el XI Encuentro Internacional de la Marcha Mundial de las Mujeres.
Más de medio millar de mujeres, llegadas de 36 países, se reunieron en la capital vizcaína para debatir, compartir, coordinar, decidir y caminar. Para continuar la fuerza que nació en el año 2000, aunque en realidad la semilla se había plantado cinco años antes en Quebec, con una marcha (Pan y Rosas) contra la pobreza de las mujeres; y floreció finalmente en 2005, con la Carta de las Mujeres para la Humanidad. Y es que, si de inicio las inquietudes de la Marcha se centraban en la pobreza y en la violencia sexista, la convergencia se ha ido nutriendo poco a poco con los aportes de las campesinas.
CONVERGENCIA ENTRE MOVIMIENTOS
El encuentro entre la Marcha Mundial de las Mujeres (MMM) y la Vía Campesina se produjo en 2007, en el Foro Mundial sobre la Soberanía Alimentaria celebrado en Malí y que fue bautizado como Nyéléni. Madre de alimentos básicos en la dieta maliense como el fonio, el mijo o el samio, la leyenda de Nyéléni es conocida y reconocida en el país africano: en las competiciones agrícolas ganaba a los hombres de su pueblo y de las zonas cercanas: «Cuando se dice su nombre, todo el mundo sabe lo que representa. Madre agricultora, luchó para afirmarse como mujer en un entorno que no le era favorable. Si usamos este símbolo en Malí, todo el mundo sabrá que es una lucha por la alimentación, por la soberanía alimentaria», recogen las relatorías de aquel foro de 2007.
Precisamente en Malí se reafirmó que el derecho a la alimentación tiene una dimensión social y también una dimensión individual. Tal y como explican a este medio las organizadoras del encuentro de Bilbao e integrantes de la Emakumeen Mundu Martxa, «la soberanía alimentaria sirvió para hacer converger a distintos movimientos sociales. Es un paraguas político bajo el cual caben muchos temas». De hecho, «la Marcha Mundial de las Mujeres participó en Nyéléni como movimiento feminista y ha contribuido a la expresión de las mujeres como sujeto político. Los temas más fuertes fueron el acceso de las mujeres a la tierra, al agua, a las semillas, o sea, al territorio; y la afirmación de su contribución y sabiduría en la producción, preparación y distribución de alimentos», añaden las activistas vascas.
La soberanía alimentaria sirvió para hacer converger distintos movimientos sociales. Es un paraguas político bajo el cual caben muchos temas.
«Somos un movimiento basado en la acción y no tanto de teorización, pero en lo relativo a la soberanía alimentaria necesitamos herramientas políticas útiles para llevar a cabo esta lucha», reconocen las integrantes de la Marcha Mundial de las Mujeres del País Vasco. Y recuerdan los ejemplos de la Marxa das Margaridas de Brasil, que vincula la soberanía alimentaria con la soberanía de los países, así como los casos de sus compañeras de Chile, Guatemala, Paraguay y México. En el Estado español, destacan el trabajo al respecto en Galicia. «En Europa, la Marcha Mundial de las Mujeres es un movimiento bastante urbano», reconocen.
Por eso el reto es inequívoco: trasladar el debate al mundo urbano. En el trabajo en Euskal Herria, valoran los aportes de la defensora de derechos humanos guatemalteca Lolita Chávez, quien ha estado viviendo varios meses en Bilbao dentro de un programa de protección. La defensa del cuerpo y del territorio, del patrimonio común, y la denuncia de empresas transnacionales son los principales aportes que les ha legado la activista centroamericana.
REFLEXIONAR SOBRE LO QUE SE COME
Las sinergias estuvieron principalmente presentes en la última jornada del encuentro bilbaíno, cuando se tomó la calle y la comida servida a las participantes corrió a cargo de mujeres baserritaras (mujeres del campo, de los caseríos vascos). En el repaso a los vínculos de unión con el mundo rural recuerdan la IV Acción Internacional, en la que, bajo el lema «Nuestros cuerpos, nuestros territorios. Seguiremos en marcha hasta que todas seamos libres», se realizó la acción simbólica de plantar semillas como siembra de las reivindicaciones. Fue la forma de generar sintonía con las agricultoras, visualizando la importancia de las semillas locales y denunciando el monopolio de las semillas transnacionales.
Los desafíos actuales son varios, reconocen las organizadoras del XI Encuentro Internacional de la Marcha Mundial de las Mujeres, si bien marcan en negrita uno de ellos: reflexionar sobre lo que se come. «El punto de vista del consumo nos pone a todas, rurales y urbanas, en el mismo barco. En diferentes grados, somos todas presas de una sociedad de consumo que se basa en la alienación de nuestra vida y de nuestro cuerpo», añaden.
«Promovemos las experiencias políticas y económicas que enfrentan la dominación y explotación desde la resistencia de nuestros territorios, colocando la sostenibilidad de la vida en la primera línea de propuestas. La autoorganización diaria, la solidaridad, la agroecología, la economía feminista y solidaria, la defensa común del bienestar y la recuperación del conocimiento de nuestros antepasados son estrategias para garantizar una vida digna», recoge al respecto la declaración final del XI Encuentro Internacional de la Marcha Mundial de las Mujeres, en la que se insta a la acción de solidaridad de 24 horas que el próximo 24 de abril se hará para denunciar el papel de las empresas transnacionales en todo el mundo.
AUGE DEL FASCISMO
El contexto político y social, con la extrema derecha ganando espacio público, mediático y político en diferentes territorios, estuvo muy presente en el encuentro celebrado en el Botxo. No solo en la declaración final («la reorganización del sistema capitalista ha llevado a un renacimiento del fascismo, el uso de la guerra, la pérdida de los derechos sociales y económicos»), sino también en las intervenciones de varias de las mujeres participantes.
Se alertó del riesgo «de esta nueva oleada de feminismo liberal» que puede convertir el feminismo en un eslogan y en un mero maquillaje.
«Tenemos muchos puntos en común en el análisis del contexto mundial, desde la perspectiva de que estamos bajo una ofensiva neoliberal de la extrema derecha, con un aumento del conservadurismo en el mundo, y cómo eso impregna, sobre todo, nuestras vidas como mujeres», reflexiona la brasileña de Minas Gerais Bernadete Monteiro. Emilia Castro, chilena que marchó en aquella primigenia manifestación de 1995 en Canadá, donde estaba exiliada, reconoce igualmente en el perfil social de Mujeres en Marcha que «la cosa se está poniendo un poco difícil, por lo que debemos plantearnos cómo definimos nuestras acciones solidarias en cada uno de nuestros países». Reclama por ello la importancia de la formación política para hacer frente a los nuevos escenarios políticos y al feminismo liberal.
De la necesidad de conjugar un discurso feminista anticapitalista se habló precisamente en la feria de la última jornada, en la que se alertó del riesgo «de esta nueva oleada de feminismo liberal» que puede convertir el feminismo en un eslogan y en un mero maquillaje.
El XI Encuentro Internacional de la Marcha Mundial de las Mujeres finalizó con una manifestación por una de las principales calles bilbaínas, la Gran Vía, una de esas rúas comerciales repetidas en otras urbes del mundo que las empresas colonizan para vestir sus mejores galas. Incluida Zara, que paradójicamente hace unos meses abrió sus puertas en Bilbao, en el mismo edificio que en su día fue la sede de la asociación Mujeres Antifascistas Vascas. La marcha no pasó por alto este «detalle» y se detuvo frente a sus escaparates para hacer memoria de aquellas luchas, no tan lejanas.
M.ª Ángeles Fernández y J. Marcos