Crónica desde la VII Conferencia Internacional de La Vía Campesina - 2
Gustavo Duch
Artículo publicado en el periódico La Jornada, de México
VII Conferencia Internacional de La Vía Campesina. Derio, Bizkaia.
Es verano, los niños y las niñas ya están de vacaciones. El reloj está detenido y el abuelo, después de la siesta, hoy que no hace mucho sol, quiere salir a caminar hasta el cementerio; a saludar a los suyos. No, padre, no vaya solo —le dice la hija— que manda a la nieta a ir con el abuelo. Parece como que alejaron el cementerio del pueblo —piensa el abuelo— pero bien sabe que son sus energías las que están faltando. En cambio, lo que sí es cierto es que el paisaje ha cambiado drásticamente. La pregunta inocente que le lanza su nieta se le clava en lo más hondo: «Abuelo, ¿quiénes eran los campesinos?».
Futuros imaginarios como este siento que están presentes en esta otra jornada en la VII Conferencia de La Vía Campesina. En nuestro país —me dice un agricultor japonés— el gobierno está modificando leyes para facilitar la entrega de tierras campesinas a las corporaciones. Los terribles incendios en Portugal, con más de 50 personas muertas —cuenta Jôao Miguel—, aparecen como consecuencia de la falta de gente en el medio rural, y hacen que vivir del campo sea más complicado si cabe. Federico, desde el estrado, explica cómo en Andalucía una muy buena finca agraria estaba inexplicablemente en manos de la entidad bancaria BBVA, dando de comer solo a su cuenta de resultados. Y muchos testimonios más que podrían dibujar un paisaje global como el que transita el abuelo del relato, todo colmado de cemento, todo vacío de gentes campesinas.
De la misma manera que se detallan los ataques a sus formas de vida, se relatan las fórmulas para combatirlas: ocupaciones de tierras, proyectos para favorecer el relevo generacional, incidencia política en favor de otras políticas públicas, intercambios de semillas...
Pero no, la energía que desprenden aquí 800 campesinas y campesinos de todo el mundo, conjurados para evitarlo, es más poderosa que los malos augurios. De la misma manera que se detallan los ataques a sus formas de vida, se relatan las fórmulas para combatirlas: ocupaciones de tierras, proyectos para favorecer el relevo generacional, incidencia política en favor de otras políticas públicas, intercambios de semillas, y, muy presente durante esta conferencia, conseguir que muchos de estos reclamos, como el acceso a la tierra o a las semillas, el cuidado de la biodiversidad o la libre circulación de las poblaciones nómadas y pastoralistas, se reconozcan todos ellos agrupados como Derechos del Campesinado.
Es una propuesta que en 2012 La Vía Campesina consiguió que entrara a discutirse en el marco de las Naciones Unidas, con la aspiración final de alcanzar la aprobación de una «Declaración de los Derechos Campesinos y Campesinas y otras personas que trabajan en las zonas rurales». El proceso, explican, avanza gradualmente y a buen ritmo, y estos próximos años serán decisivos. Por eso es importante socializar las reflexiones, ampliarlas y adoptar estrategias locales para asegurar un buen resultado.
En primer lugar, la importancia de esta iniciativa es obvia. Como dice uno de los documentos que se nos ha entregado, «el solo hecho de existir una declaración de derechos campesinos es un reconocimiento a un sujeto y una identidad» históricamente descalificada e invisibilizada y, como hemos visto, en verdadero peligro de extinción. En segundo lugar, existe la confianza de que una declaración de este tipo consiga influir en la elaboración de acuerdos, normas y compromisos nacionales e internacionales que garanticen los derechos incluidos en ella. O así debería suceder.
Para comprender mejor el valor de esta iniciativa, la conversación con Sofía Monsalve, representante de la organización FIAN, es esclarecedora. Según ella, el texto que se ha propuesto desde La Vía Campesina y sus aliados, no solamente defiende el derecho a existir de los pueblos del campo, como ella les llama, sino que está interpelando la visión que hemos tenido hasta ahora de los derechos humanos, influenciada por valores occidentales, centrada en lo individual, en la ciudad, alienados de la naturaleza. «En el fondo» —dice Sofía— «se está diciendo que la dignidad humana está estrechamente ligada a la relación con la naturaleza. Se está moviendo el paradigma antropocéntrico, se está decolonizando el derecho internacional». Esta declaración, según ella, sería una respuesta clara a un derecho internacional, la llamada lex mercatoria, que ha defendido el derecho a la propiedad a escala mundial, con los tratados de libre comercio, de los convenios de protección de la propiedad intelectual, etc. Hablar de derechos campesinos pone en el centro la protección de la relación social con la naturaleza. «Es en realidad una lucha universal», concluye Sofía.
Enfrascados en la conversación, tenemos que interrumpirla. Desde el estrado la delegación africana se llama a la asamblea. Su grito «¡Amandla!» que significa «poder», y la respuesta de la multitud »¡Awethu!», que significa «para el pueblo», nos resitúa. La Vía Campesina tiene presencia, luchas y energías en espacios institucionales como las Naciones Unidas, pero sobre todo es, como su nombre indica, una vía, una ruta, un viaje colectivo. Porque sin campesinas y campesinos el futuro no se puede imaginar.
Identidad campesina. Crónica de la primera jornada de la VII Conferencia de La Vía Campesina
Un campo de lavanda. Crónica de la tercera jornada de la VII Conferencia de La Vía Campesina