La resistencia de las mujeres campesinas contra la agroindustria en Marruecos

Amal El Mohammadiane Tarbift

Hablamos con Karima El Fouari, de la Federación Nacional del Sector Agropecuario de Marruecos, sobre la realidad del campo en su país, enormemente afectado por los tratados comerciales y por la instalación de empresas agroexportadoras.

 

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Como denunció La Vía Campesina en un comunicado publicado el mes de octubre de 2023 tras la manifestación liderada por la Federación Nacional del Sector Agropecuario (FNSA-UMT), integrante de este movimiento internacional, el régimen marroquí ha aprobado inversiones millonarias a decenas de empresas, ha permitido conceder préstamos a terratenientes marroquíes y ha otorgado subsidios públicos para «apoyar la producción agrícola de exportación al servicio de los mercados extranjeros». El acuerdo entre Marruecos y la UE (recientemente anulado por la justicia) ha jugado un papel clave en todo este entramado.  En este contexto, la industria agroalimentaria española se hace cada vez más fuerte en el país norteafricano, donde están afincadas casi 400 empresas. Su objetivo es reducir los costes y vender más barato a Europa. La organización sindical denuncia también los perjuicios que supone esta política agraria al pequeño campesinado y, en concreto, a las mujeres campesinas y trabajadoras agrícolas. Más del 30 % de las personas que trabajan en el sector agrícola son mujeres, pero son las que sufren en sus cuerpos las peores condiciones: temporalidad de los trabajos sin cobertura social, discriminación salarial y accidentes laborales.

 
   La industria agroalimentaria española se hace cada vez más fuerte en el país norteafricano, donde están afincadas casi 400 empresas.   
 

Karima El Fouari nació en el municipio de Ouezzane, al norte de Marruecos, una zona montañosa de El Rif con una tradicional agricultura de subsistencia y de secano. La única fuente de riego es la lluvia. Es campesina, pero hace unos años migró al sur del país, a Agadir, para trabajar en el sector de los cítricos y poder ayudar económicamente a su familia. Allí milita en la FNSA, encargándose de coordinar el departamento no mixto Movimiento de la Mujer, que promueve actividades de concienciación de los derechos laborales de las campesinas marroquíes.

El precio de exportar alimentos a Europa

Las condiciones laborales a las que están expuestas miles de campesinas, la principal mano de obra de estas empresas, evidencian la ausencia de derechos fundamentales en el reino marroquí. A esta desprotección contribuye la complicidad de empresarios locales con sus socios europeos. «Se considera a la mujer como ser inferior, hay una discriminación enorme en el salario, no se le deja asumir tareas de responsabilidad y se le impide ingresar en el trabajo sindical», explica Karima El Fouri. Ella, en su día a día, intenta mediar con empresarios y trabajadoras para mejorar la situación en la que estas se encuentran, ya que, además de sufrir la precariedad, tampoco cuentan con protección social ni jurídica.

Al vivir en zonas periféricas y alejadas de sus lugares de trabajo, los trayectos que deben recorrer para llegar a ellos se hacen demasiado largos e inseguros: «Se las sube en furgonetas donde viajan de pie y sin ningún tipo de seguridad. Sufren numerosos accidentes. Dependiendo de las regiones, pueden tardar hasta una hora en llegar. Además, tienen que emprender largos caminos inseguros hasta llegar al lugar de recogida. Mientras tanto, son víctimas de robos y, a veces, de violaciones».

Las presiones que sufren las trabajadoras agrarias en Marruecos debido al acuerdo con Europa para la exportación de productos son abrumadoras: «Llevo luchando tres años y parecía que estaba librando una guerra. Nos encontramos con conflictos fuertes con los grandes terratenientes marroquíes que hemos tenido que llevar a la justicia. Es muy agotador. Nosotras decimos que no son nuestros productos porque están empapados con las lágrimas de las trabajadoras campesinas», recalca Karima.

 
   A pesar de los sucesivos años de sequía que está atravesando Marruecos, la esquilmación de sus recursos hídricos aumenta.   
 

Karima El Fouari denuncia cómo algunas empresas asentadas en el estado monárquico llevan a cabo una estrategia de producción con mano de obra barata para multiplicar sus beneficios: «Trabajan en una zona determinada explotando a las trabajadoras sin respetar la legislación agraria vigente. Cuando estas mujeres reivindican sus derechos, cierran sus negocios y se desplazan a otras zonas para contratar a otras nuevas».

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Karima en la Escuela Feminista de La Vía Campesina de Galicia el pasado otoño. Fotos: Amal El Mohammadiane Tarbift

Cultivos exigentes en agua en manos de la agroindustria

Mientras las condiciones del campesinado se vuelven cada vez más precarias e inciertas, aumenta la esquilmación de los recursos hídricos en el país, a pesar de los sucesivos años de sequía que está atravesando Marruecos.

Zohra Koubia, presidenta de la Asociación Foro de Mujeres de Alhucemas, Forum des Femmes Au Rif, en una reciente intervención en la presentación del último número de la revista Soberanía Alimentaria, recordaba que la mayoría de las políticas agrícolas del reino marroquí está dirigida a la exportación. «Esto ha afectado a las pequeñas familias campesinas, que en un 40 % dependían de sus cultivos para su subsistencia. Marruecos está permitiendo que empresas extranjeras, incluyendo varias israelíes, ocupen tierras por todo el país.»

Numerosas empresas españolas e israelíes están pujando para conseguir proyectos agrícolas en Marruecos con el fin de minimizar los costes y hacerse un hueco en el mercado internacional de la exportación. El 22 de diciembre de 2020, bajo auspicio de EE. UU., Marruecos e Israel firmaron, pese a la situación de ocupación que sufre Palestina, el acuerdo de normalización de relaciones entre ambos países. Inmediatamente después, se comenzó a estrechar lazos con empresas israelíes de los sectores agrícola, energético, militar y de las comunicaciones. Un ejemplo de ello es Netafim, empresa especializada en riego de precisión, que instaló su fábrica en Kenitra, al norte de Marruecos.

 
   Marruecos comenzó a estrechar lazos con empresas israelíes de los sectores agrícola, energético, militar y de las comunicaciones.   
 

Mehadrin, la empresa israelí líder en producción y exportación de cítricos y aguacates, se asentó hace unos meses en el país, permitiéndole arrendar 1.235 hectáreas para la producción y exportación de este fruto tropical a bajo coste. Por su parte, la empresa malagueña AlcoAxarquia, no satisfecha con la producción que tiene en su territorio, decide instalarse y comercializar aguacates cultivados en Marruecos. Señala en su web que este país figura entre los 10 países que tienen mayor producción del llamado oro verde.

Según fuentes consultadas del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación del gobierno de España, en Marruecos, la superficie plantada de aguacate ronda las 7.000 hectáreas. El mismo documento cuestiona si este tipo de plantación resulta adecuada a las condiciones climatológicas de la región, dada la escasez de agua: «según especialistas, los árboles se riegan dos veces al día, durante media hora hasta una hora por hectárea, según el tipo de suelo (drenado o no). Dado que Marruecos es un país que sufre estrés hídrico, la duda que surge es si resulta pertinente seguir desarrollando este cultivo o no».

Como respuesta a este desembarco de la agroindustria, varias organizaciones sociales y sindicales del país denuncian la esquilmación de agua y las condiciones abusivas que sufren las personas campesinas y las ayudas que obtienen los grandes empresarios aliados de las empresas extranjeras afincadas en Marruecos.

Logros de la lucha campesina y las alianzas internacionales

El pasado mes de octubre, la FNSA-UMT reclamaba una reforma agraria democrática y popular en favor de la Soberanía Alimentaria y de la justicia para los agricultores. Al mismo tiempo, denunciaba la influencia de acuerdos internacionales injustos y del dominio de las multinacionales en la región.

Zohra Koubia alertaba del peligro que supone la desaparición de las semillas locales debido al aumento de la comercialización de las semillas híbridas. En El Rif, donde vive, asegura que «ya no quedan prácticamente semillas adaptadas al clima, al agua disponible y a nuestro terreno». La llegada de multinacionales y el acaparamiento de grandes tierras, nos recordaba Zohra en su intervención, van aparejados con la pérdida de la cultura amazigh y árabe de los cultivos, de los saberes tradicionales y de la gestión comunal de la tierra, lo que «supone un peligro para la soberanía alimentaria de nuestros pueblos».

A pesar de los grandes retos a los que se enfrenta el campo de su país, Karima da gracias al esfuerzo que ha realizado el sindicato por mejorar las condiciones de muchas trabajadoras: el reconocimiento y la dignificación del trabajo campesino y el acceso a la seguridad social de las mujeres afiliadas a la organización ha mejorado sus condiciones, y eso ha sido gracias también al apoyo de asociaciones internacionales. «En mi lugar de trabajo, la mayoría de lo que producimos se exporta.  Como mediadoras, intentamos facilitar la comercialización de los pequeños empresarios para que llegue al cliente europeo sin el intermediario marroquí, que impone condiciones precarias a las agricultoras. En este sentido, tenemos acuerdos con organizaciones europeas adheridas a La Vía Campesina que intentan velar por que nuestros derechos se cumplan».

Sin embargo, lamentablemente en las zonas donde no hay sindicatos, las campesinas no disfrutan de ningún derecho. Uno de los problemas a los que alude Karima es la subcontratación por parte de terceras empresas: «Esta práctica se está extendiendo en Marruecos. Las trabajadoras en esta situación no tienen derecho a ingresar en ninguna organización sindical.  Las que se jubilan son reemplazadas por las subcontratadas y muchas de ellas deciden alistarse en las campañas de recogida de fresas en Huelva», apunta.

El aislamiento social, la ausencia de derechos laborales de las trabajadoras o la alta tasa de analfabetismo de las mujeres de zonas rurales (más del 70 %) aumentan el riesgo de empobrecimiento en Marruecos. Karima lamenta que, frente a esta situación, no haya más solidaridad entre las organizaciones sindicales y sociales del país. Pero se siente orgullosa en decir que «somos el primer sindicato en reunir a trabajadoras campesinas en Marruecos. Gracias al acompañamiento y la labor de sensibilización sindical, tenemos a mujeres que han llegado a un nivel superior de formación. Esto ha sido posible porque hemos contado con el apoyo de organizaciones sindicales de La Vía Campesina, como las de España, por ejemplo, con la organización de sesiones de formación destinadas a las trabajadoras de nuestra región. Esto nos ayudó mucho en reivindicar nuestros derechos, hacer negociaciones y aprender a resolver conflictos».

La energía de Karima es incansable, a pesar de las numerosas responsabilidades que asume como coordinadora del Movimiento de la Mujer. Para ella, el apoyo y la formación a las campesinas, además de la sensibilización sobre el trabajo sindical, es fundamental para identificar los problemas y buscar soluciones. «Queda mucho camino por recorrer. Los derechos conseguidos no son suficientes, porque no llegan a todas. En aquellas zonas de trabajo donde está el sindicato, sí tienen un mínimo de cobertura, pero el resto no puede disfrutar de las prestaciones y los derechos que ofrecemos al no estar afiliadas».

Tareas nada sencillas teniendo en cuenta la persecución y la discriminación que sufren las mujeres por parte de los grandes empresarios y propietarios de las fincas donde trabajan.

 

Amal El Mohammadiane Tarbift
Periodista

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