Gustavo Duch
Olivar en la aldea de Yab'a, en el centro de Cisjordania. Foto: Ted Swedenburg
Mi madre nació bajo un árbol de olivo
en la tierra que, dicen, ya no es mía;
pero yo cruzaré sus barreras, sus checkpoints,
sus locos muros de apartheid y volveré a mi hogar.
Rafeef Ziadah, artista de la palabra hablada y activista canadiense-palestina
Pocos días antes del brutal recrudecimiento de la ocupación de Israel sobre Palestina y pocas semanas después del recrudecimiento del conflicto por el control de Nagorno Karabaj en disputa entre Armenia y Azerbaiyán, el 12 de septiembre, la agencia de noticias azerbaiyana Report dio a conocer el acuerdo entre Azerbaiyan, Uzbekistán e Israel que garantiza cubrir todas las necesidades de trigo del Estado judío. Y es que Israel, que importa el 90% del trigo que requiere su población y sus granjas, sabe que en este contexto de crisis alimentaria mundial necesita diversificar sus fuentes de abastecimiento de cereales. “Como parte de nuestra visión de la seguridad alimentaria, estamos dando otro paso importante para proporcionar (a Israel) productos agrícolas (...)”, declaró el ministro de Agricultura israelí, Avi Dichter. Según este acuerdo, a cambio de trigo, Azerbaiyán y Uzbekistán recibirán tecnologías agrícolas avanzadas de Israel.
La agricultura de Israel es reconocida en todo el mundo como puntera tecnológicamente. Se elogia el ingenio que han desarrollado para hacer productivo un territorio mayoritariamente desértico a partir de grandes infraestructuras de canalización de agua, desalinización, riego por goteo o semillas modificadas. De esta manera, Israel es capaz de exportar a otros países cítricos, piñas, aguacates, dátiles o patatas. Es frecuente ver en nuestros supermercados sacos de patatas nuevas con su etiqueta que certifica que proceden de Israel. En todo el país, unas 15.000 hectáreas son dedicadas al cultivo de este tubérculo consiguiendo producciones de unas 500.000 toneladas al año, de las cuales, aproximadamente una cuarta parte se dedica a dicha exportación. Solo las exportaciones de patatas de Israel a España supusieron un negocio para las empresas israelíes superior a los 11 millones de euros, según datos del Ministerio de Agricultura.
Así se entiende la preocupación que manifiestan empresarios de este sector, pues ahora que se inicia la temporada de siembra de patatas, muchas de esas hectáreas productivas están perturbadas por la guerra. Hevel Ma'on, una de las cooperativas afectadas, explica que empacan 120.000 toneladas de patatas cada año de las cuales exportan el 50% a Europa. A mediados de octubre se inició la siembra gracias a la protección del ejército.
¿Todo gracias al ingenio y la tecnología? Esta colaboración del ejército con la agricultura no es anecdótica, el análisis que ofrece la organización GRAIN explica cómo de profundos son los vínculos entre la agroindustria israelí y su industria militar. “La agricultura de este país es producto de décadas de una violenta ocupación militar de tierras palestinas y de la opresión del pueblo palestino por parte de su ejército. Las empresas de agronegocios israelíes fueron moldeadas por este contexto y continúan beneficiándose de él”.
En concreto, según datos de Amnistía Internacional, en 1948, año del inicio de la Nakba, las personas e instituciones judías eran propietarias de alrededor del 6,5% de las tierras fértiles, mientras que la población palestina poseía casi el 90%. En apenas 70 años, la situación se ha invertido. A toda la tierra que progresivamente Israel ha usurpado a Palestina, hay que añadir las “zonas de costura” o fronterizas en las que Israel controla el acceso, tanto en Cisjordania como en Gaza. En esta última región, estas zonas representan un 35% de sus tierras de cultivo (y 85% de su zona de pesca) y ha provocado que 113.000 agricultoras y agricultores perdieran el acceso a sus tierras y a su forma de vida. GRAIN también se hace eco de la investigación de Moayyad Bsharat, investigador palestino y activista de la UAWC, organización agraria que forma parte de La Vía Campesina. En ella se recoge la información de 150 campesinas y campesinos palestinos de Cisjordania que permite afirmar que “el sistema de apartheid empuja a utilizar semillas y productos agroquímicos vendidos por empresas israelíes en la producción agrícola palestina, destruyendo así los suelos y la biodiversidad y generando endeudamiento y pobreza”. Más aún, Al Mezan Center for Human Rights también corrobora que desde 2014, “cuando el vientos sopla hacia Gaza y es periodo de cosecha, aviones israelíes rocían sistemáticamente esta zona fronteriza con herbicidas, incluido el glifosato - el lamentablemente famoso pesticida originalmente producido por Monsanto - que mata a todas las plantas y también se considera un probable cancerígeno”. Según el Estado de Israel se emplea para “permitir operaciones de seguridad óptimas y continuas”.
Y finalmente ¿cómo todas estas estrategias de colonización agraria consiguen sus beneficios comerciales? ¿Por qué las patatas de Israel cultivadas en tierras palestinas llegan a España, país productor de patatas? Es otra muestra de la complicidad de la UE en este conflicto. La base jurídica de las relaciones comerciales de la UE con Israel es el Acuerdo de Asociación UE-Israel, que entró en vigor en junio de 2000, y que establece la creación progresiva de una zona de libre comercio entre ambos socios. El objetivo de este acuerdo es proporcionar un marco adecuado para el diálogo político y la cooperación económica entre la UE e Israel.
En definitiva, un abanico de fórmulas y métodos diseñados para socavar la soberanía alimentaria de todo un pueblo, el palestino y, que hasta el momento del exterminio que está sucediendo durante estos días, ya obligaba a más de un 77% de la población de Gaza a depender de la ayuda alimentaria, según cifras de FIAN internacional. Una parte de esta “ayuda” proviene de fondos de la propia UE en un ejercicio hipócrita que solo podemos entender como lavado de imagen.
¿Es todo este ‘know how’ lo que hay detrás de los acuerdos agromilitares que Israel va replicando en Vietnam, Sudan del Sur, India, Angola, Filipinas o, como decíamos al principio del artículo, en Nagorno Karabaj? La reflexión de Gustavo Petro, Presidente de Colombia, creo que refleja la misma idea: “Lo que el poder militar bárbaro del norte ha desencadenado sobre el pueblo palestino es la antesala de lo que desencadenará sobre todos los pueblos del sur (...)”
La resistencia de Palestina es la resistencia de todos los pueblos que desean vivir en paz en su tierra y de su tierra. Movimientos como el BDS, Boicot, Desinversión, Sanciones liderado por el pueblo palestino, extendido por todo el mundo e inspirado en el movimiento anti-apartheid sudafricano, nos interpela a todas con sus denuncias y sus llamados a implicarnos en acciones de presión y solidaridad.
Gustavo Duch
Revista SABC
Este artículo cuenta con el apoyo de la Fundación Rosa Luxemburgo