Julio Ocampo
La pandemia no ha hecho mejor a la gente, pero sí ha desnudado las almas de las ciudades y las personas. El espectáculo ha sido, al menos en Roma, sadomasoquista y folclórico. Mitad circo; mitad zoo invertebrado. Han regresado las miserias más oscuras, pero también han irrumpido sin pedir la vez —quizás con la aquiescencia de los dioses— las ovejas y sus guías reclamando más atención y tutela. Les avala el oráculo y toda la retórica del pasado.
Fue Augusto, según la tradición, quien pidió a Virgilio que escribiera un poema para celebrar la gens Iulia a la que pertenecía. El poeta aceptó, pero en lugar de cantar la gesta del emperador y la Roma contemporánea se refugió en el mito narrando un pasado lejano donde un héroe —Eneas— salió en busca de una nueva patria obedeciendo a los dioses; de Troya a la región Lacio para poner las bases de Roma, que tres siglos después fundaría Rómulo.
Eneas no tiene nada de homérico: conoció el dolor y el tormento, el sufrimiento, la renuncia, y se asentó en un terreno en las antípodas de la majestuosidad, el poder y la imponencia. «La Eneida dibuja una Roma campestre, agraria, pastoral. Hablamos del siglo xi a. C. El costumbrismo era simple y puro», explica el historiador y arqueólogo Alessandro Bertolino, quien subraya la sorpresa y curiosidad del primer emperador romano, rendido eternamente a la obra de arte infinita de la literatura universal. «Eneas es antepasado de Rómulo y también de Augusto. Algo así como Jesús, que proviene de David. Ascanio Iulo fue hijo de Eneas. Todo cuadra. La peculiaridad de este libro, a caballo entre La Odisea y La Ilíada, es que el poeta romano escoge un periodo diverso y original para glorificar al emperador. Le pinta un lugar virgen, su origen, lleno de ovejas y cabras. No muy diferente a la…», explica insinuando un cierto paralelismo con la Roma de hoy, que ya no cuenta con un centro histórico abarrotado, sino con una periferia renovada, casi resucitada, donde ha regresado el olor a carbón y albahaca, los caballos, las cabras, las gallinas, la leche recién ordeñada, los quesos de producción propia y la memoria de las cabras, las ovejas, los pastores, el pastizal, el lobo y las postales en blanco y negro de la trashumancia, patrimonio cultural de la UNESCO. «Roma está llena de pastores. Es un recurso económico importante para la economía del país, mucho más ahora. Pero nosotros nos ocupamos de tutelar el interés social y cultural. Intentamos que la figura del pastor no pierda pureza, porque se trata del último baluarte de la relación establecida entre hombre y territorio; y es una exigencia primaria, necesaria para ocupar y proteger el medio ambiente», reivindica Antonello Franca, responsable de la asociación romana Rete Appia Pastorizia, que cuenta con ocho representantes de los cuales tres —entre ellos la presidenta Verdiana Morandi— son pastores. «La parte sur de la región Lacio, la Ciociaria, es un vergel. Allí la pastoricia es la espina dorsal. Colaboramos con ellos, y gracias al sociólogo y antropólogo Dario Novellino, trabajamos en su defensa y desarrollo», añade orgulloso y cauto a partes iguales.
Fotos: Julio Ocampo
Caserío Vaccareccia
Porque si es cierto que el profesor Franca saca pecho por esta actividad secular, también lo es su necesidad de alertar acerca de las amenazas que se ciernen sobre su poesía, espontaneidad, candor, historia, pulcritud y carne. Y es que, al igual que sucede con la agricultura, la pastoricia vale más de lo que refleja el PIB en Italia (apenas un 2%, con una estructura de ocupación del 3,8% en 2020, según The Economist). «La mafia de los pastizales y depredadores son los principales problemas», advierte. Si el segundo es un alegato para asegurar al pastor en relación con el lobo —no del todo tutelado por la ley italiana—, el primero es un rompecabezas donde la ley y la trampa terminan por confundirse y retroalimentarse.
Un ejemplo es que cada año el gobierno destina importantes sumas de dinero a comunidades donde los cultivos de secano no pueden crecer —especialmente la pobre Italia centro-meridional— para favorecer el pastoreo. Lejos de la realidad, son los tentáculos de empresarios del norte del país quienes aprovechan para alquilar esos terrenos y sacarles un rédito importante cultivando azafrán, bambú o ginseng. Con dinero público y sin ovejas. «Es poco serio. No se respeta la tradición, el oficio del pastor, que no es tener solo ovejas y ganar dinero, sino todo lo contrario. Es sacrificarse por comprender la ganadería, la cría, el pasto que necesitan, la trashumancia… Esta actividad es necesaria tanto fuera como dentro de la ciudad, donde combaten contra las huestes de la especulación inmobiliaria, una burocracia feroz que ralentiza el movimiento del ganado ovino y las críticas vertidas por los vecinos ante posibles riesgos sanitarios. Nadie repara en que las ovejas comen hierba seca evitando incendios, entre otros múltiples beneficios», sentencia con rotundidad.
Actividad urbana
El pastoreo es una solución antigua para un problema presente y futuro. Según la FAO, millones de personas dedicadas a esta actividad gestionan pastizales que cubren un tercio de la superficie de la tierra. Un buen pedazo es el Agro Romano, un área rural vasta y salvaje que, con el catastro reformado de Roma en 1870 (año en que fue nombrada capital de un país unido), contaba con unas 400 fincas agrícolas en una extensión de casi 200.000 hectáreas. Con el tiempo, se ha ido mezclando con el cemento, la especulación y los sueños utópicos de arquitectos de enjundia, pero no hay un recoveco urbano —incluso no lejos del centro histórico— que carezca de pulmón verde con animales pastando, con alcaparras, tomates, espárragos salvajes y lechugas. Roma no es solo el Coliseo, la Basílica de San Giovanni, San Pedro o las termas de Caracalla, sino también la fauna y la flora que la custodian, tanto en la Vía Apia como en el Valle de la Caffarella, s espontáneamente en medio de la ciudad por los caprichos remotos del río Almone. Allí, en el caserío renacentista Vaccareccia, se encuentra la empresaria Anna Innocenzi con sus pastores y más de dos mil ovejas. El Ayuntamiento le ha concedido una pequeña parte del caserío para poder gestionar una empresa agrícola. «Vendemos leche y queso de producción propia. En temporada alta producimos veinte quintales al día de leche. Luego la llevamos a la lechería en Roma norte, zona Boccea, donde se distribuye. Respecto a los quesos, depende también de la leche que cuajamos. Por cada dos quintales, hacemos quince, veinte caciotte (queso artesano elaborado de forma tradicional) y cuarenta requesones», dice oteando el horizonte. Y, mientras sus ovejas pastan a eso de las cinco de la tarde, señala a un lado la cúpula de Miguel Ángel y al otro las catacumbas cristinas de san Calixto en el corazón de la Appia, esa vía secular que unía otrora la ciudad imperial a Brindisi. «Estamos en medio de todo, en el corazón de Roma. Es una realidad de economía rural, indispensable ahora más que nunca. Ayuda el parque, de índole agrícola. Aquí ordeñamos dos veces al día, por la mañana temprano o cuando ya cae la tarde. La semana pasada hicimos la trashumancia. Es importante llevar el rebaño a la montaña. Allí están tres meses, cerca del monte Gran Sasso», explica Innocenzi, que cuenta con una importante red de colaboradores y ovejeros, puesto que la legislación italiana no impide esta profesión en la urbe, aunque la somete a rígidos protocolos. Eso, sumado a la dureza del trabajo, hace que el oficio cada vez sea menos italiano. «Hay pastores en Roma, pero falta el peonaje, la gente que va con las ovejas, que las ordeña... Es un trabajo continuo, de todo el día con animales, el olor, llevarlos a que coman hierba… Cada vez hay más gente extranjera que viene a Italia para ser pastora». También vienen para vivir una ciudad que se presta con la tradición, el esfuerzo, la poesía y el sino. Gente que huye de la intrépida exuberancia homérica y asume el destino, el sufrimiento, la renuncia y el tributo de sangre; como Eneas en busca del porvenir ordenado por el cielo.
Fotos: Julio Ocampo
Futuro incierto
No es fácil tampoco el tiempo venidero en esta carrera ingrata, antiidílica. A pesar de todo, y aunque los servicios y la industria textil capitalizan el PIB de Italia, crece notablemente el número de asociaciones agrícolas que apoyan la agricultura y la ganadería, como Coldiretti, de más de medio siglo de existencia, preocupada en la representación y asistencia a sectores que van de la agricultura a la pesca. Con más de un millón y medio de personas asociadas, es la organización agrícola más grande de Europa. «Desde la posguerra, el fundador Paolo Bonomi comenzó a preocuparse por los derechos esenciales de esta gente. Antes no había. Tras las reformas agrarias fueron expropiados grandes latifundios, a su vez distribuidos con un objetivo social», expone David Granieri, vicepresidente general y presidente de la región Lacio, quien abre la posibilidad de insertar en toda Roma y aledaños una cadena productiva de ovino y caprino con la implantación de cursos para ser pastor. No evita tampoco los problemas encontrados en la difícil travesía desde que se depusieron las armas bélicas hasta hoy día, con un mundo a pedazos. «La COVID-19 no nos frenó. Es cierto que subieron los precios de muchos productos porque tenemos un coste de distribución y energético altísimo, y porque somos débiles en cuanto a infraestructura se refiere, por ejemplo respecto a España. Tampoco ayudó la actividad mafiosa y su especulación en la distribución… Pero tenemos un Observatorio AgroMafie para erradicarlas. Para la organización criminal no es interesante valorizar el producto, sino transportarlo para poder blanquear», aclara el también presidente de Unaprol, el consorcio olivícola italiano. «Hay que seguir desarrollando la economía rural en todos los sentidos. Con el centro vacío, la periferia tiene que seguir llena. Es importante fomentar el turismo de proximidad, de kilómetro 0, biológico. Antes la riqueza estaba en centros comerciales; ahora debe estar en los centros rurales. Para ello hay que mejorar la técnica, la tecnología en cada rincón». Porque Roma es también un rincón de rincones. No es el mundo bucólico y mayestático que dibujó Goethe, sino una concatenación de escenas puras, de pecadores inocentes, de verbo convertido en carne.
«El pastor solo puede tener sentido si respeta el ambiente. Si es así, puede estar en cualquier parte. Debe ser una actividad social; no un mundo de fantasía, de cuento. Su labor tiene que ser sostenible y gratificante, y a la vez que respeta la tierra, el espacio y el animal, debe generar un rédito», afirma Nicoló Barbaño, un youtuber especializado en agricultura. «Con el canal AgroModerni simulo empresas agrícolas para explicar mi pasión: la labranza, el cultivo. Aporto nociones técnicas para mejorar el conocimiento. Hablo de ganaderías, de criaderos, de técnicas en estos ámbitos con bovinos y porcinos. Es, de momento, un hobby pero mi idea es precisamente convertirlo en mi trabajo», ambiciona este estudiante de Ciencias y Tecnologías Agrarias de la Ciudad de Torino, el agroyoutuber del momento en Italia, su primer gran narrador online. Es del norte, pero tiene Roma en el punto de mira.
La ciudad que se disputaron papas y emperadores, cristianos, masones y judíos, Rómulo y Remo, Bernini y Borromini…, la ciudad que se contendieron Pasolini y la FIAT, la que fue deseo de bárbaros o monarcas como Carlos V, no fue solo la urbe imponente, excelsa y bella que maravilló a los autores en el Gran Tour, sino la antimonumental y antioficial que diseccionó Alberti en Peligro para caminantes. En esa autopsia del genio español había castidad y simplicidad. Una vida simple, vulgar y auténtica…, genuina, etérea. Un compendio de microhistorias con basura, ratas, gatos y meadas de curas, perros y monjas. También habló del tráfico desenfrenado, del sonido de claxon por doquier… Quizás eso le impidió ver las cabras, los jabalíes curioseando en los contenedores. Las ovejas y el pastoreo vuelven a relucir reclamando un pasado mitológico y lejano, lastimoso y divino. Una nueva patria en la tierra del tramonto: Esperia, sin ordenanzas ni burocracia. Sin anfiteatros ni fontanas.
«El cuerpo de Turno se tumba en el frío de la noche, su vida indigna desciende entre las sombras». (La Eneida, libro XII).
Julio Ocampo
Periodista, fotógrafo y escritor