Carles Soler y Patricia Dopazo
Artículo publicado originalmente en La Directa (en català)
Ilustración de Àngel Ventura
Cuando explicamos el funcionamiento del sistema alimentario capitalista y todos sus impactos, para después hablar de agroecología y soberanía alimentaria, hay una observación que nunca falta por parte del público: la diferencia de precio entre un alimento convencional y uno agroecológico.
Ha sido el propio sistema del mercado capitalista el que ha creado en el imaginario social la idea de que la comida agroecológica —la que está fuera del control de las corporaciones— solo está al alcance de gente acomodada. ¿Hacer creer que ecológico es igual a caro es una manera de evitar emancipaciones? Esto hace que una parte enorme de la sociedad no se plantee incorporar en sus hábitos de consumo otros criterios al margen del precio, como por ejemplo la salud, el cuidado del territorio, la dinamización de la economía local... Y, por tanto, también hace que sea muy complicado aumentar la demanda de gente que quiera incorporarse a la actividad agroecológica con seguridad. Quizás esto pasa también en otros ámbitos de la economía. ¿Nos quieren hacer creer que el «consumo responsable» generalizado no es posible?
Pues bien, para disgusto de la industria alimentaria, podemos empezar a decir que una cesta de la compra basada en productos de proximidad, ecológicos, que pagan un precio justo y que mantienen vivo el mundo rural, no es más cara que una cesta de alimentos comprada en un supermercado. Y no hace falta, como hemos hecho siempre, dar toda una explicación sobre externalidades o argumentar que lo que tiene truco y es demasiado barato es la alimentación convencional (con explotación de mano de obra, subvenciones, etc.). No, si solo queremos hablar de precio monetario, la cesta agroecológica no es más cara.
Según datos del consumo alimentario en los hogares, del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, durante el año 2019, Catalunya registró un gasto alimentario anual per cápita de 1752,1 €. Los principales alimentos fueron la carne (20,38 %), el pescado (12,86 %) y las frutas frescas (9,08 %).
A partir de un estudio realizado por El Pa Sencer SCCL, en colaboración con cinco cooperativas de consumo (La Magrana Vallesana de Granollers, Supercoop Manresa, L’Egarenca de Terrassa, La Manduca de Sant Feliu de Guíxols y Lo Fato de Lleida), sobre hábitos de consumo de las familias, se ha calculado que el coste crematístico de la cesta agroecológica es casi el mismo que el de la convencional (1760 € anuales por persona). Fijaos que no hablamos de precio unitario de cada alimento, sino del coste total de la cesta. En el caso del consumo agroecológico encontramos, por ejemplo, menos consumo de proteína animal que en la cesta convencional o un consumo mayor de legumbres. Ahora bien, por mucho que nos afecte en nuestro día a día inmediato, nuestra valoración no puede quedarse solo en el precio final. Tenemos que ampliar la mirada y ver todo lo que hay detrás de la cesta convencional. Si a esta le añadimos las externalidades que, de una forma o de otra, acabamos pagando, el precio es considerablemente superior al de la cesta agroecológica. En concreto, si añadimos algunos de los costes indirectos o invisibles como, por ejemplo, subvenciones agrícolas, costes ambientales, contaminación de los acuíferos o costes de salud, el importe final sería de casi 2190 € anuales por persona.
Estos datos nos tendrían que servir para huir del relato que la industria alimentaría nos quiere imponer y que nos hace caer en la trampa de los precios «económicos» y las ofertas que solo ellos pueden permitirse. En una situación de emergencia climática, pérdida de soberanía alimentaria, extinción del campesinado y desaparición de tierras agrícolas, es urgente aplicar medidas políticas dotadas de suficientes recursos para transformar el actual sistema alimentario y hacer una apuesta clara por un sistema agroecológico en el marco de la soberanía alimentaria. Al respeto, en parte de la sociedad civil y el campesinado, están surgiendo diferentes propuestas como la planificación de la producción del país, la ley de la cadena alimentaria para garantizar precios justos en la producción y el cambio de hábitos alimentarios para recuperar la dieta mediterránea. Pero, a la vez, es clave apoyar a los diferentes eslabones de la cadena alimentaria agroecológica, desde la producción hasta el consumo, para que este modelo de consumo y de circuitos directos, con precios justos pero a la vez competitivos, pueda ensancharse y llegar a más población consumidora. No caigamos en su juego: el precio ya no puede ser la excusa.
Carles Soler y Patricia Dopazo
El Pa Sencer SCCL