Derechos humanos, derecho ambiental y la ilusión de la separación

Philip Seufert

Extracto del artículo publicado originalmente en la revista del Observatorio del derecho a la alimentación y la nutrición

Climate change Africa Framing Piece

Foto: Junior Aklei Chaky

El pensamiento y las acciones occidentales modernas tratan a los humanos y al resto de la naturaleza como dos esferas separadas. El capitalismo en particular se basa en la premisa de que puede dominar y explotar la naturaleza para generar ganancias. Este artículo argumenta que esta separación se encuentra en el centro de las profundas crisis ecológicas que enfrenta el mundo.

 

 

Los humanos somos parte de la naturaleza. Probablemente no haya ningún otro ámbito donde nuestra íntima conexión con el resto del mundo viviente sea tan clara como el de la alimentación. A través los actos de comer y digerir, la naturaleza se transforma en personas. [1] Este proceso tiene lugar gracias a millones de microorganismos que viven en nuestros intestinos y permiten que el cuerpo humano absorba los nutrientes que contienen los alimentos que ingerimos. Esta simbiosis de nuestros cuerpos con los microorganismos que constituyen nuestra flora intestinal se ha desarrollado durante miles de años, como resultado de la coevolución de los humanos con nuestro entorno. De hecho, el cuerpo humano contiene más microorganismos que células humanas. [2] Además, la producción de alimentos y la disponibilidad de alimentos nutritivos, saludables y culturalmente adecuados dependen fundamentalmente de ecosistemas funcionales y biodiversos, así como de la capacidad de los humanos para cooperar con los seres vivos: plantas, animales, insectos y microorganismos.[3] La alimentación y sus valores sociales y espirituales son igualmente cruciales para el tejido de nuestras comunidades y, por lo tanto, fundamentales para nuestra naturaleza humana como seres sociales. Todavía más importante es que los alimentos nutritivos nos mantienen saludables y nos permiten responder a amenazas, como patógenos y enfermedades. Todo esto apunta al valor intrínseco de la naturaleza para el bienestar de los seres humanos y las sociedades.

 
   La alimentación y sus valores sociales y espirituales son igualmente cruciales para el tejido de nuestras comunidades y, por lo tanto, fundamentales para nuestra naturaleza humana como seres sociales.   
 

A pesar de nuestra profunda conexión con el resto de la naturaleza, el pensamiento y las acciones modernas (occidentales), incluida la formulación de políticas, tratan a los humanos y al resto de la naturaleza como dos esferas separadas, distintas e independientes. Esta  separación está en el centro de las profundas crisis ecológicas que enfrenta el mundo y que se manifiestan con mayor fuerza en el calentamiento global provocado por el ser humano, así como en la dramática pérdida de diversidad biológica. No podremos eludir estos trastornos generalizados. La aparición del coronavirus SARS-CoV-2 y la profunda crisis que ha causado es otro acontecimiento que nos obliga a reevaluar nuestra relación con el resto de la naturaleza. Abordar estas crisis existenciales requerirá superar esta separación y reorganizar nuestra relación social con la naturaleza. [4]

Las raíces de la separación entre el ser humano y el resto de la naturaleza

Todos los seres vivos interactúan con su entorno natural y muchas especies lo alteran en cierta medida. Sin embargo, una de las características del ser humano es que hemos llevado la manipulación del mundo natural a otro nivel, y está claro que en algún momento de la historia hubo un punto de inflexión en el que la relación entre las sociedades humanas, en al menos una parte de ellas, en particular las sociedades occidentales modernas, y el resto de la naturaleza se desequilibró.

Un momento decisivo fue el comienzo de la modernidad. En los siglos XVI y XVII, tuvo lugar una «revolución» científica en Europa que cambió la forma de ver el mundo, con implicaciones de largo alcance en la forma en que las sociedades se organizan y cómo se relacionan con la naturaleza[5]. Se aplicaron nuevos métodos científicos de medición, topografía, clasificación y valoración al mundo natural, en un intento por dominarlo. Esto implicaba que las sociedades humanas y el resto de la naturaleza empezaban a considerarse cada vez más como dos esferas distintas e independientes. La «revolución» científica de Europa coincidió con los primeros días del colonialismo europeo y los albores del imperio. Los nuevos métodos fueron llevados rápidamente a los «nuevos mundos» y jugaron un papel importante en su subyugación y explotación.

Es importante destacar que tanto la «revolución» científica como el comienzo del imperialismo europeo están estrechamente vinculados al surgimiento del capitalismo. Los nuevos métodos científicos permitieron la extracción sistemática y violenta de la riqueza de las colonias, así como el cercamiento de los bienes comunes en Europa.[6] El capitalismo se basa fundamentalmente en la separación de la humanidad y la naturaleza. Se basa en la transformación de bienes naturales en mercancías comercializables y en la monetización de los valores de uso natural[7], además de la explotación del trabajo humano. Esto implica la dominación de nuestro entorno natural. En consecuencia, el capitalismo no solo usa el mundo natural para extraer y acumular riqueza, sino que también crea una narrativa específica de lo que es la «naturaleza».

 
   Tanto la «revolución» científica como el comienzo del imperialismo europeo están estrechamente vinculados al surgimiento del capitalismo.   
 

La concepción gobernante del capitalismo es que puede hacer con el mundo natural lo que le plazca, que la naturaleza es algo externo, que puede fragmentarse y racionalizarse para servir a la explotación económica.[8] Por lo tanto, la naturaleza se divide en unidades, que luego se someten a derechos de propiedad. Como consecuencia, el capitalismo ha creado ecosistemas completamente nuevos, como los monocultivos de la agricultura industrial.[9] Esta forma de alterar, explotar y destruir de manera radical el mundo natural todavía persiste, y ahora somos testigos de nuevas fronteras de la explotación de la naturaleza. En el contexto de las denominadas economías «verde» y «azul», la naturaleza se ha redefinido como un conjunto de servicios ecosistémicos a los que se atribuye valor monetario y que, en consecuencia, pueden intercambiarse para generar ganancias. La división del mundo viviente en unidades que pueden cuantificarse y valorarse financieramente ha llevado a la creación de nuevos mercados, como los mercados de carbono y los mercados emergentes de biodiversidad. La creación de instrumentos financieros específicos, como los derivados y los créditos de carbono, marca una nueva dimensión de cómo el mundo natural se ha transformado en una fuente de extracción de riqueza para las grandes empresas y las finanzas globales.[10]

Elementos para un posible camino a seguir

A la hora de pensar cómo seguir avanzando, es importante situar las crisis ambientales actuales dentro del contexto de las múltiples crisis más amplias que estamos presenciando. El inminente colapso del sistema terrestre, así como la rápida degradación de los ecosistemas locales está estrechamente relacionado con el fuerte aumento de las desigualdades y la concentración de recursos en manos de una minoría poderosa, la destrucción del tejido social desde la comunidad al nivel nacional y la migración resultante, así como guerras y hambruna. La consecuencia es el aumento de la violencia contra las comunidades y las personas, lo que se ve exacerbado por el aumento del autoritarismo en todo el mundo. Las personas que no son de raza blanca, y en concreto las mujeres, se ven particularmente afectadas por dicha violencia.[11] De hecho, existe un vínculo estrecho entre la forma en que las sociedades (mal) tratan y explotan a los humanos, por un lado, y la naturaleza, por el otro.[12]

Como se ha mencionado anteriormente, sostenemos que superar la separación de los humanos del resto de la naturaleza será fundamental si queremos sobreponernos a las crisis actuales. Esto requerirá reconocer culturas y visiones del mundo no occidentales, así como también deconstruir y descolonizar nuestras mentes y acciones. Un primer paso crucial es garantizar el pleno respeto y protección de los derechos y formas de vida de los pueblos indígenas, así como de otros grupos que están profundamente conectados con el entorno de vida, en particular las personas dedicadas a la producción de alimentos a pequeña escala, como el campesinado, las comunidades pesqueras a escala, pastores y pastoras y habitantes del bosque. Se debe prestar especial atención a las mujeres en comunidades que a menudo tienen una conexión especial con semillas, bosques y plantas silvestres, y que son víctimas de discriminación y exclusión estructural. Esto requiere defender, reclamar y fortalecer los espacios e instituciones de gobernanza pública con mecanismos de participación adecuados, así como trabajar hacia estrategias de rendición de cuentas que combinen los derechos humanos y los instrumentos de derecho ambiental y climático de una manera que se fortalezcan mutuamente.

Agroecología: una transformación radical de los sistemas alimentarios y las sociedades

 
   La agroecología desafía fundamentalmente las estructuras de poder.   
 

Dado el precario estado del planeta, necesitamos nada menos que una transformación radical de las sociedades capitalistas. Las crisis actuales pueden ofrecer una oportunidad importante, y la alimentación es un excelente punto de partida, debido a su importancia clave para la supervivencia humana, y porque pone en evidencia nuestros estrechos vínculos con la naturaleza.

Partiendo de las décadas de lucha de organizaciones de pueblos indígenas y de comunidades productoras de alimentos a pequeña escala, el movimiento por la soberanía alimentaria ha desarrollado una visión clara y propuestas para remodelar profundamente los sistemas alimentarios y las relaciones de poder. Estos deberían constituir la base para una profunda transformación de nuestras sociedades, en particular hacia economías circulares localizadas. En el contexto de las crisis ecológicas, la agroecología se ha convertido en una propuesta fundamental para la transformación. La agroecología se refiere a una forma de producción y gestión de alimentos que se basa y estimula los procesos naturales para aumentar la resiliencia y la productividad. La coevolución de las comunidades humanas con su entorno natural se opone a la dominación, explotación y destrucción de la naturaleza en el sistema alimentario industrial actualmente dominante. Una ilustración de esto es la diversidad de la producción campesina, basada en la constante adaptación de las semillas a las condiciones locales. Otro aspecto clave es la mejora de la fertilidad del suelo mediante la creación de suelos vivos, en lugar de concebirlos como un mero sustrato al que se debe agregar un conjunto determinado de nutrientes para que las plantas puedan absorberlo. Las prácticas agroecológicas mejoran los procesos orgánicos, aumentando así la resiliencia al cambio climático y otros factores. Los suelos vivos almacenan carbono y la contribución de los sistemas de producción para contrarrestar el calentamiento global aumenta cuando los cultivos se combinan con árboles y animales.

Además de su contribución crucial para contrarrestar el calentamiento global y la rápida pérdida de biodiversidad, la agroecología desafía fundamentalmente las estructuras de poder. Como se ha expuesto anteriormente, la dominación capitalista de la naturaleza va de la mano con la exclusión y explotación de ciertos grupos de la sociedad, en particular las mujeres,[13]  los pueblos indígenas, las personas racializadas, así como las comunidades que se dedican a la agricultura, pastoreo y pesca a pequeña escala y otras personas rurales. Desarrollar e implementar políticas para una transición a la agroecología, por lo tanto, también presenta una oportunidad para respetar, proteger y cumplir los derechos humanos.

Para aprovechar todo el potencial de la agroecología como una forma de reubicarnos en el mundo natural y superar la discriminación estructural, es importante concebir estos cambios como una parte central de las obligaciones de derechos humanos y las leyes ambientales y climáticas de los Estados.[14] Respetar y proteger los derechos del campesinado, pueblos indígenas y otras personas rurales a las semillas y la biodiversidad es una parte esencial. Otro elemento clave es garantizar el control sobre la tierra y otros recursos naturales por parte de las personas y las comunidades, mediante una protección efectiva de sus sistemas de tenencia y gestión, en particular los basados ​​en los derechos colectivos. Solo con derechos de tenencia seguros las comunidades podrán desempeñar su papel de custodia y administración de los ecosistemas y la naturaleza viva. Además, necesitamos una reforma agraria agroecológica que garantice la distribución equitativa y justa de la tierra y los  bienes naturales relacionados. Con todo, la agroecología es una estrategia clave para remodelar la relación de las sociedades humanas con el resto de la naturaleza, y un camino hacia un modelo económico y social que remunera a las personas y la naturaleza, en lugar de los agentes dominantes, en particular los negocios y las finanzas globales.

Philip Seufert

Defensor de los derechos humanos. Trabaja en el Secretariado de FIAN Internacional


[1] Valente, Flavio. «Towards the Full Realization of the Human Right to Adequate Food and Nutrition». Development 57(2), (2014): 155–170. Disponible (en inglés) en: //link.springer.com/article/10.1057/dev.2014.75.

[2] Abbott, Alison. "Scientists bust myth that our bodies have more bacteria than human cells». Nature, 8 de enero de 2016. Disponible (en inglés) en: www.nature.com/news/scientists-bust-myth-that-our-bodies-have-more-bacteria-than-human-cells-1.19136.

[3] Selosse, Marc-André. Jamais seul. Ces microbes qui construisent les plantes, les animaux et les civilisations. Arles: Actes Sud, 2017.

[4] Para más información sobre el COVID-19, véase el artículo «La pandemia del coronavirus: una reflexión crítica sobre los patrones alimentarios corporativos» en esta edición del Observatorio del Derecho a la Alimentación y a la Nutrición. Véase también: Rob Wallace, Alex Liebman, Luis Fernando Chaves y Rodrick Wallace. «COVID-19 and Circuits of Capital». Monthly Review. 1 de abril de 2020. Disponible (en inglés) en: https://monthlyreview.org/2020/04/01/covid-19-and-circuits-of-capital.

[5] Koyré, Alexandre. From the Closed World to the Infinite Universe. Baltimore, Md.: Johns Hopkins Press. 1957.

[6] El cercamiento de los bienes comunes se refiere al proceso de transferencia de tierras que habían sido parte de los bienes comunes a la propiedad privada. Comenzó a finales de la Edad Media y se intensificó en el siglo XVIII.

[7] Harvey, David. Diecisiete contradicciones y el fin del capitalismo. Nueva York: Oxfam University Press, 2014. Disponible en: https://www.traficantes.net/sites/default/files/pdfs/Diecisiete%20contradicciones%20-%20Traficantes%20de%20Sue%C3%B1os.pdf

[8] Moore, Jason W. "The Capitalocene, Part I: on the nature and origins of our ecological crisis". The Journal of Peasant Studies, 44:3, (2017): 594-630. Disponible (en inglés) en: //doi.org/10.1080/03066150.2016.1235036.

[9] Harvey. Op cit. nota al pie 7.

[10] Comité Internacional de Planificación para la Soberanía Alimentaria, Grupo de trabajo de tierra, bosques, agua y territorio. «Rogue Capitalism and the Financialization of Territories», CIP. https://www.fian.org/en/publication/article/rogue-capitalism-and-the-financialization-of-territories-and-nature-2621

[11] Para un análisis de esas conexiones entre el dominio de la naturaleza y el dominio de las mujeres: Andrews, Donna, Smith, Kiah, y M Alejandra Morena. «Enfurecidas: Las mujeres y la naturaleza». Observatorio del Derecho a la Alimentación y a la Nutrición (2019): 6. Disponible en: https://www.righttofoodandnutrition.org/es/enfurecidas-las-mujeres-y-la-naturaleza.

[12] Bookchin, Murray. La ecología de la libertad. El surgimiento y la disolución de la jerarquía. Oakland: AK Press, 2005. Para Bookchin, «la sola noción de la dominación de la naturaleza por el hombre proviene de la mismísima y verdadera dominación del hombre por el hombre». (pág. 15); Andrews et al. Op cit. nota al pie 17.

[13] Como expresaron Andrews et al., Op cit. nota al pie 19: «De hecho, un largo historial de análisis feminista ha llamado la atención sobre las formas en que las mujeres, la naturaleza y los «otros» y «otras» son vistos como subordinados a la «norma» dominante del capitalismo masculino blanco». Para un análisis de cómo la exclusión y la violencia contra las mujeres ha sido una parte central del desarrollo del capitalismo temprano, consulte: Federici, Silvia. Calibán y la bruja: mujeres, cuerpo y acumulación originaria. Brooklyn, NY: Autonomedia, 2004. Disponible en: https://www.traficantes.net/sites/default/files/pdfs/Caliban%20y%20la%20bruja-TdS.pdf

[14] FIAN Internacional. Agroecología y el Derecho a la Alimentación y a la Nutrición. Informe analítico. Disponible en fian.org

 

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