Conversamos sobre ganadería extensiva en el País Valencià

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Patricia DOPAZO GALLEGO

  ¿Qué diagnóstico hacéis del sector ganadero a pequeña escala y en extensivo en el País Valencià?

Paco: En el País Valencià somos muy pocas personas haciendo esto y quienes lo hacen arrastran una culturalidad, tienen unos 55 años de media y no han hecho nada más en su vida, es una inercia. Cuando pienso en el futuro del sector aquí, me cuesta verlo estabilizándose por sí mismo, creo que, en un par de décadas, si se mantiene, tendrá que ser porque nos subvencionen (así, como suena de duro) y porque se legisle para obligar a los agentes que comercializan en nuestro territorio a un porcentaje mínimo de producto local en su distribución. El resto son paños calientes.

Teresa: Mi diagnóstico es pesimista: no somos competitivos para este sistema. Cuidamos el medio ambiente, somos cultura, pero no se reconoce nuestra labor. Por otro lado, en el mundo rural las mujeres somos invisibles, por mucho que lo hagamos bien. Mi padre se jubiló en 2001 y yo decidí ser ganadera. Lo primero que me dijo es que no era un trabajo de mujeres. ¡Mi propio padre! En vez de enorgullecerse y darme todo su apoyo, me decía que mientras pudiera arrastrar los pies, quien mandaba en las cuadras era él. He peleado mucho por mejorar mis instalaciones, cambiar el manejo…, hasta me dieron el premio de emprendedora rural. Pero hubo muchos proyectos que se me quedaron en el aire, mi padre nunca me dejó certificarme en ecológico, por ejemplo. Puede que en estos veinte años haya cambiado un poco la mentalidad, pero yo he tenido muchos problemas porque es un mundo muy masculino. Ahora he puesto el ganado a la venta y el otro día me llaman y me dicen, directamente: «dile a tu marido que se ponga». Cuando voy pastoreando por la vereda, la gente a veces me insulta, no respetan para nada la señal de la vaca, me dicen que está hecho para los coches, no para los animales. Ahora llevo siempre el BOE en la mochila para enseñarlo.

Juan: Yo el desprecio también lo he vivido, pero siempre digo que estoy supercontento y orgulloso de lo que hago. Aquí por ser pastor te miran como un bicho raro, pero en otros sitios de España es diferente. Un pastor es una persona respetable, que cuida y limpia el monte, que mantiene el paisaje y las especies. La agricultura y ganadería intensivas han cortado los equilibrios del ecosistema. Nosotros notamos mucho el cambio en las zonas donde pastoreamos y ya no fumigan: ahora aparecen perdices, conejos…

Jordi: Yo creo que el tema de la despoblación rural va muy ligado al declive de esta ganadería. La mayoría de la gente joven nació en pueblos, pero ya no tienen el arraigo rural, solo viene en fiestas o a pasar el fin de semana. Mis amigos valoran mucho mi trabajo, pero también valoran tener tiempo libre, por eso no creo que cambien su trabajo en la fábrica por esto. Para reactivar el medio rural no basta con traer familias para abrir el colegio, hay que ofrecer herramientas para hacer cosas, ayudar los primeros años a que la gente desarrolle sus proyectos. Yo me formé en escuelas agrarias de Catalunya, echo de menos ese tipo de formación aquí.

Anna: Creo que las normativas actuales también son un obstáculo para una persona joven que quiere instalarse y poder vivir de la ganadería, hay algunos aspectos que a lo mejor se podrían replantear. Ahora están saliendo normativas como la de venta de proximidad, y quiero pensar que algo está empezando a cambiar, que se han dado cuenta de que la legislación europea del paquete higiénico-sanitario ha acabado con los pequeños proyectos, y esa misma legislación es la que está obligando a cerrar mataderos.

  Falta de valoración de la ganadería, desprecio del trabajo de las mujeres, despoblación rural… ¿Cómo se interviene en todo esto para que la realidad pueda cambiar?

Anna: Para mí el motivo de esta situación de crisis es que no hay un beneficio por un trabajo, eso es crucial. Teresa contaba en el coche que sus abuelos ganaderos sacaron adelante a una familia con 3 hijos en los años treinta, y que tiene facturas de hace 40 años en las que casi se paga más por kg de carne que ahora. ¿Qué ha pasado? Es multifactorial. Cuando recorro el territorio, lo que veo es que no hay infraestructuras que hagan vuestra vida posible, que permitan sacar el máximo beneficio sin tener que acabar en un intermediario.

Teresa: Yo al intermediario le llamo «el del Audi». A veces aparecía por la finca y le vendía el cordero a precio de lonja, él lo llevaba al matadero y lo vendía después a más del doble de lo que me había pagado a mí, sin mancharse los zapatos. ¿A quién perjudican esas prácticas? A quienes estamos los 365 días del año trabajando, mojándonos, pisando charcos… Y a quien cobra el salario mínimo y no puede comprar una carne más barata. Como dice Anna, hay muchos factores, pero todo se transformó con la llegada de las grandes superficies. Para venderles hay que ser un monstruo y tener explotaciones por toda España, los pequeños no contamos. A mí me encantaría poder conocer al consumidor final de mi carne, pero para eso tendría que irme 40 años atrás, cuando en Villena había un matadero municipal donde llevábamos nuestros animales y suministrábamos a las carnicerías del pueblo y a los restaurantes. Todo podía quedarse en el mismo municipio. Ahora las grandes superficies han acabado con las carnicerías y entonces ya no se justifica que haya mataderos municipales, se cierran. Se dificulta el tema del sacrificio y aparecen los intermediarios…

Juan: Por eso, al final, solo queda espabilarse cada cual individualmente y crear un producto diferenciado, buscando un mercado propio que lo valore, que es lo que tratamos de hacer nosotros.

Paco: Sí, quienes os dedicáis al lácteo lo mejor que podéis hacer para sacar la cabeza económicamente es transformarlo, vender en cadena corta y diferenciaros. Yo lo tengo peor, porque hago carne, tengo el matadero lejos y encima hago agroecológico y no puedo diferenciarme, porque no hay línea ecológica en mi matadero. Pero otra solución es aprovechar que somos un actor clave en cómo Europa considera que hay que gestionar el territorio. Los estados gastan dinero en mantener los espacios protegidos: las zonas ZEPA, la Red Natura, etc. El servicio ecosistémico que prestamos tiene un valor y debería ser cuantificable, y yo además estoy operando con una especie en peligro de extinción. Tenemos que ser más ágiles nosotros y aprovechar también esa parte tan importante de nuestro trabajo.

  Por los obstáculos que comentáis, parece que muchas de las soluciones solo podrían conseguirse con una unión del sector, organizándose.

Juan: ¡Claro, tenemos que hacer propuestas como sector! Pero, fijaos, aquí sondeamos el sector de la leche cuando hace dos años se hizo un curso en Albocàsser. Éramos 40 y pico personas de toda la provincia. Aquí hay un par de cooperativas donde la gente lleva su leche, te pagan al cabo de 8 meses y muchas veces los análisis no son de fiar, los pueden manipular para bajar precios. Todo el mundo se quejaba de eso y comenté la importancia de unirse para cambiar las cosas. Me dieron la razón, pero solo dos personas estaban dispuestas a mojarse y trabajar por ello. Cada uno se fue por su lado. Yo lo veo difícil, hay poderes fuertes a los que no les interesa que nos organicemos.

Anna: El problema histórico de la ganadería es la dificultad para unirse. Parece que la voluntad solo está en el discurso, y solo se solucionará cuando los que queden sean como Jordi, gente joven, porque los mayores no van a mover un dedo porque no tienen nada que dejarle a nadie, no tienen relevo generacional. Mira el ejemplo de la lana. En Esquellana la hemos pagado al doble de lo que vale en la lonja y nadie ha venido a pedirnos que se la compremos. Hay una dejadez total y el sector ganadero es muy desconfiado, hay mucho individualismo.

Jordi: Sí, yo veo a la gente de 50 años y se arrastra una cultura muy derrotista. Aquí en el pueblo hay más gente con ovejas, si nos organizáramos localmente, podríamos arreglar varias balsas y hacer cercados mancomunados, como en el norte. Allí hay otra cultura de colaboración, de trueques..., y aquí eso antes estaba también. Nos hicieron creer que la prosperidad estaba en las ciudades, pero creo que ahora se está volviendo a valorar la vida rural. En las escuelas de pastores del norte hay mucha demanda por parte de jóvenes, hay gente que encuentra trabajo de pastor y no son excepciones.

Teresa: Yo no tengo buena experiencia en la organización. Estuve de secretaria en una ADS y era la única mujer entre 40 y pico hombres. Me metí como secretaria porque nadie más quería dedicarle tiempo, pero acabé yéndome cuando me hicieron callar en una reunión. Ahí perdí mucha motivación para trabajar en colectivo.

  ¿Pero ha habido alguna vez algún intento de articular el sector aquí?

Anna: Aquí no. Con suerte conseguimos que se mantengan dos eventos muy importantes sobre ganadería extensiva, los concursos de Gossos de Ramat de Ares del Maestrat y de Agres, que atraen a mucha gente y sirven para difundir los beneficios del pastoreo e ir rompiendo tópicos. Tendría mucho sentido articular aquí alguna organización porque creo que mucha gente no se siente suficientemente apoyada por las organizaciones agrarias mayoritarias. Pero ¿cómo vais a encontrar tiempo para organizaros y dinamizar el territorio? La ganadería semiextensiva, que es la que predomina en muchas zonas del País Valencià (sacan a los animales de día y los estabulan de noche), requiere mucho tiempo y dedicación.

Paco: Ahora en el ámbito estatal está la Plataforma por la ganadería extensiva, donde hay ganaderos y también científicos que pueden asesorar, elaborar información y que seamos capaces de utilizarla, de ir a los estamentos autonómicos y demostrar que somos agentes clave. Yo estoy vinculado a una organización agraria para pedirle cuentas de que apoye al sector.

Juan: Te corto. Estas organizaciones agrarias yo creo que sirven para poco ahora mismo, porque se han convertido en una gestoría.

Teresa: Yo tampoco tengo esperanza en las organizaciones agrarias convencionales, pero en el ámbito estatal también está Ganaderas en Red, muy necesaria precisamente por lo que he contado antes sobre la mujer en el mundo ganadero. Muchas son del norte, pero al menos se mantienen en contacto por un chat en el móvil, se consigue ese apoyo tan necesario y están reivindicando muchas cosas. Yo, aunque me retire, quiero seguir en contacto con ellas.

  Entonces, si se articulara el tejido ganadero del País Valencià, ¿participaríais?

Todos: Totalmente, mañana mismo.

  ¿Qué medidas os parecería importante exigir?

Anna: La PAC es la mitad del presupuesto de la UE, si todo el dinero que va a ganadería se transformara en infraestructuras como mataderos municipales o móviles, cercados, circuitos cortos de comercialización…, en inversiones que hicieran la vida más fácil a la pequeña producción, eso supondría una inyección de vida muy grande al medio rural y al cuidado del territorio, a la actividad en los pueblos, al control de incendios, al pequeño comercio, etc. Además, se están contradiciendo las leyes de bienestar animal con no tener mataderos de proximidad.

Paco: Yo debería poder sacrificar mis corderos a demanda en cadena corta para los restaurantes de mi municipio. Debería poderse sacrificar en finca, igual que en Galicia, en Catalunya... En la provincia de Alicante la ganadería que hay es similar a la mía, no somos ecológicos porque no podemos sacrificar en ecológico, es una pescadilla que se muerde la cola. ¿Qué pediría? Un matadero ecológico en mi municipio o un matadero móvil mancomunado, porque habría demanda seguro.

Teresa: Hay algo que es imprescindible regular y vigilar. Si soy una persona con mucho dinero, me voy a Turquía, compro una partida de corderos para Navidad y cuando cruzo la frontera le ponen «producto nacional». Ni esos corderos ni sus madres tienen el mismo control sanitario que aquí, y utilizan productos que aquí están prohibidos. ¿Por qué se permite esto? Esa competencia desleal ha acabado con las pequeñas explotaciones.

  Para terminar: ¿cuál es vuestro mayor aprendizaje en el tiempo que lleváis dedicándoos a la ganadería?

Anna: Conozco muchas experiencias ganaderas, pero a quienes veo felices son personas como Jordi, que pueden poner el precio al producto, transformarlo, venderlo sin intermediarios. Por eso, animaría a todos a que lo hagan de esa manera. Y para eso es clave que el sector se junte, si no tenéis tiempo, quizá juntos podáis contratar a alguien para que dinamice.

Paco: Yo, cuando se nos empuja a buscar soluciones es cuando me cabreo mogollón, pero no es por las ovejas, que me hacen muy feliz. Con ellas he aprendido a administrar el tiempo y a adquirir una responsabilidad. La ganadería y mi hija me han hecho madurar y ser feliz.

Juan: Añadiría que yo he aprendido con este trabajo la felicidad completa, la mente la tienes muy limpia, estás solo pendiente de los perros y de las ovejas. En mi balanza de momentos me decanto por esos.

Teresa: A mí los animales me han enseñado la humildad. De tanto mirarlos, he aprendido a ser feliz siendo humilde. Me retiro diciendo muy orgullosa que he sido ganadera, pero teniendo muchas ganas de ayudar a nuevas generaciones, a gente que le nazca del corazón, no que piense que va a ganar dinero. Será feliz si lo sabe poner en práctica.

Jordi: A mí lo que más me gusta es tratar con la gente que compra el queso, que se interesen por cómo se hace, por cómo viven las ovejas. Por eso quiero vender en proximidad y que quien quiera venga aquí a ver el proceso, a estar con los animales. Yo soy optimista y creo que la ganadería extensiva va a retomarse.

Patricia Dopazo Gallego

Plataforma per la Sobirania Alimentària del País Valencià y Revista SABC