Patricia DOPAZO GALLEGO
Celia CLIMENT DE LA HERA
El sistema económico hegemónico, con su lógica de acumulación de beneficio, libre circulación del capital y explotación de los bienes naturales y del trabajo de las personas, genera desequilibrios entre los llamados países del norte y el sur global. Esto se traduce en condiciones de vida que, muy a menudo, son difíciles de enfrentar: pérdida del acceso a medios de producción, desplazamientos forzados, degradación ambiental del entorno, explotación laboral o incluso guerras y conflictos armados. La imagen de bienestar y opulencia de las sociedades del norte alimenta el imaginario de que en ellas se pueden encontrar oportunidades para una vida mejor, aunque el viaje y el proceso de entrada supongan arriesgarla y sufrir actitudes racistas.
Así pues, desde hace décadas nos encontramos en una sociedad diversa, con personas llegadas de territorios y culturas diferentes que se han ido integrando en nuestros pueblos y ciudades y en los ámbitos de trabajo. La agricultura industrial ha absorbido esta fuerza laboral, a veces, con trabajos precarios como las tareas temporales del campo o la manipulación de productos. Pero ¿encontramos también personas recién llegadas en proyectos agroecológicos?
En la Plataforma per la Sobirania Alimentària del País Valencià nos hemos hecho esta pregunta. Muchas de las personas recién llegadas son de origen rural y su ocupación familiar tradicional ha estado relacionada con la tierra o con el mar. Por otro lado, las causas de la migración muchas veces están vinculadas con el sistema alimentario industrial, por ejemplo, debido al acaparamiento de tierra fértil o de agua por parte de grandes empresas. Queremos acercarnos a estas personas y abrir los ojos a otras formas de ver el mundo.
Para poder palpar esta realidad hemos preguntado a distintas organizaciones sociales que en el País Valencià trabajan con personas migrantes en temas de agroecología. «Aprender a convivir en la diversidad» es el nombre del proyecto del sindicato agrario COAG CV que ofrece formación en agroecología a personas recién llegadas. Su origen es la propia preocupación del sindicato por el racismo y las precarias condiciones de vida de este colectivo, junto a su apuesta por la agroecología. Desde hace 4 años gestionan este proyecto con financiación de la Conselleria de Benestar Social, trabajando con otras organizaciones como Valencia Acoge, COTASA, La Dinamo, AVV Nazaret y Cepaim. Además de la formación, el objetivo es conseguir puestos de trabajo en proyectos agroecológicos y generar redes de cooperación.
VIAJES LARGOS Y SUEÑOS DE VIDA MEJOR
Stephen B., ghanés de 37 años, es un ejemplo de cómo la agroecología puede representar una opción de trabajo para personas migrantes. Antes de cumplir la mayoría de edad, inició un largo viaje con la esperanza de encontrar una nueva oportunidad de vida en el continente europeo. Después de 4 años intensos atravesando el norte de África, llegó en cayuco hasta la costa de Fuerteventura, donde inició todo un periplo de trabas burocráticas para conseguir regularizar su situación administrativa. Tras malvivir una década entre Madrid, Valencia y Burjassot, un sacerdote le puso en contacto con la Asociación Valenciana de Solidaridad con África (AVSA), que ofreció a Stephen la posibilidad de vivir en una casa de acogida en Xàtiva junto a otros 5 jóvenes subsaharianos. Gracias al trabajo de personas voluntarias, AVSA les ofreció formación en alfabetización funcional y en agroecología, ya que la entidad vio en el campo la posibilidad de hacer económicamente sostenible el proyecto de acogida a personas migrantes.
Así nació COTASA, una cooperativa de trabajo asociado vinculada a AVSA, que se puso en marcha hace 4 años con el fin de producir y comercializar productos agroalimentarios propios, de proximidad y de comercio justo. Stephen es uno de los socios trabajadores de la cooperativa, y se encarga fundamentalmente de las tareas logísticas de transporte, aunque también cultiva la tierra junto al resto de compañeros. COTASA empezó poniendo en producción tierras cedidas en Xàtiva y las primeras cosechas se destinaron al autoconsumo, pero poco a poco la cooperativa se ha ido consolidando y se han ampliado los canales de venta, siempre con criterios de proximidad. En 2016 abrieron una tienda en las instalaciones del mercado municipal de Xàtiva. «La gente se va animando a comprar y nos pregunta cómo cultivamos los productos», cuenta Stephen.
Gracias a sus conocimientos de construcción, Stephen ha podido colaborar también en la rehabilitación de las casas de acogida que AVSA tiene en Xàtiva y en Vallada, donde una treintena de personas procedentes de países como Malí, Senegal, Camerún o Burkina Faso, buscan una oportunidad de vida y de trabajo dignos. Stephen considera que lo ha conseguido. Ha formado una familia en Xàtiva y su trabajo le permite vivir en una casa propia. Si le preguntamos por el futuro, piensa en sus tres hijos: «Me gustaría que el trabajo que hago continúe, poder ayudar a mis hijos a que estudien y que no tengan que sufrir como he sufrido yo».
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la agricultura y el desarrollo rural desempeñan un papel esencial en la respuesta a los movimientos migratorios.
DESCUBRIR EL TRABAJO DE LA TIERRA
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la agricultura y el desarrollo rural desempeñan un papel esencial en la respuesta a los movimientos migratorios. Parece que las organizaciones sociales han sabido comprender esta relación entre agricultura y migraciones, mientras que los gobiernos de países del norte están respondiendo a los movimientos migratorios con la burorrepresión y con políticas de criminalización de las personas migrantes.
Ivaneide Ramos en el puesto de La Camperola en el Mercat Arrels. Foto: Patricia Dopazo
Ana en las fincas de Tot al Natural. Foto: Tot al Natural
Incluso las entidades vecinales han encajado mejor que los Estados la llegada de personas de países del sur. La Asociación de Vecinos de Nazaret, barrio del distrito de los Poblados Marítimos de Valencia, cuenta con pisos de acogida para personas migrantes. Mediante el proyecto «Xarxa Alimenta», la asociación vecinal ha puesto en marcha el taller de agricultura «Fent camí», impartido por personas voluntarias y en el cual participan actualmente unas ocho recién llegadas. En el taller se dedican a la producción de verduras y hortalizas en campos de alquiler ubicados en las pedanías de Castellar y Forn d’Alcedo. Los productos se distribuyen mediante cajas de consumo y quienes participan en el taller reciben una beca por su asistencia. Según Maite Biosca, de la AAVV de Natzaret, «la agricultura puede ser una oportunidad de trabajo y de vida para las personas migrantes».
También en la ciudad de Valencia hemos conocido a Ana Bindang, nacida en Guinea hace 53 años y que recientemente ha descubierto que le gusta mucho trabajar en el campo. «Si no me hubiera quedado sin trabajo, nunca habría conocido un proyecto donde todo es ilusión», dice con la expresión llena de luz.
Habla de la Cooperativa Tot al Natural, formada en septiembre de 2017 y que ella preside. Tot al Natural se creó como resultado del proyecto Agrosolidaris, un curso de formación en agricultura ecológica de casi 2 años de duración, organizado por la Fundación por la Justicia y Valencia Activa. Siete de las personas participantes (cinco de ellas migrantes) decidieron iniciar este proyecto para producir y distribuir verduras ecológicas de temporada. Ana hace trabajo de campo al menos un día a la semana, en las fincas que tienen en Campanar y La Punta, y el resto del tiempo es la encargada del puesto que la cooperativa tiene en el mercado de Torrefiel. «Me gusta mucho hablar con la gente, explicar qué es la agricultura ecológica, demostrar que no es más cara y que, poco a poco, me conozcan y me llamen por mi nombre».
«Me encanta conducir el tractor», dice Ana, que trabajó muchos años como carretillera en empresas de la gran distribución alimentaria. Su familia en Guinea siempre ha tenido un huerto de autoconsumo, pero ella cuando tenía 15 años vino a vivir con su tía y no conoció el trabajo de la tierra. Se dedicó muchos años a cuidar menores y limpiar casas, y estudió corte y confección obligada por su familia. «Después entré al sector de la logística, que es donde he trabajado los últimos años hasta que hace cuatro me quedé sin trabajo y tuve la suerte de que me seleccionaran para hacer el curso». Ana ha disfrutado mucho haciéndolo y cuenta emocionada que ha aprendido a cultivar cacahuetes, uno de los productos básicos de la dieta guineana. Sueña con jubilarse y cultivar en ecológico en su pueblo, Niefang, a pesar de que allí, según ella, todo es ecológico excepto las plantaciones de las empresas chinas, que utilizan todo tipo de químicos. «Ahora toda mi ilusión está en la cooperativa. Pienso que irá todo bien».
LA GANADERÍA UNIENDO DOS MUNDOS
La misma buena energía y convicción hemos encontrado en el testimonio de Mustapha Hamdani, marroquí de 40 años que vive en Sogorb y que trabaja como peón especializado en una finca de olivos ecológicos a la comarca del Alt Palància. En su trabajo, se encarga de tareas como la poda y el abono, pero también de la formación técnica a otras personas empleadas. No pudo tener una formación reglada, pero aprendió el oficio en Marruecos trabajando con su familia y aquí, como peón de agricultura. «Me gusta trabajar en el campo, pero no me gusta utilizar productos químicos, ni que engorden los animales de manera artificial. Igual que la fruta madura a su ritmo, los animales necesitan su tiempo para criarse», comenta Mustapha. Y es que antes de ser agricultor, se dedicó a la ganadería.
Nació en Larache, al norte de Marruecos, donde tuvo durante 15 años un rebaño de ovejas y de vacas. También un huerto donde producía verduras y hortalizas que comercializaba a través de los mercados locales. En el año 2004 se trasladó al Estado español por motivos familiares. Los primeros años vivió entre Huesca y Lleida, donde trabajó en diferentes fincas de frutales. En 2008 vino a vivir a Sogorb, y después de dedicarse a diferentes trabajos temporales, pudo comprar un rebaño de 500 ovejas. «Surgió la oportunidad de comprarlo porque el dueño se jubilaba y porque era mi ilusión. Tuve el rebaño durante 5 años, con ayudas de la Unión Europea. Pero surgieron varios problemas: no tenía una granja propia y abrir una era muy complicado para mí y después vinieron los incendios en los términos de Soneja y Castellnovo que arruinaron las 700 hectáreas de pasto que utilizaba para el rebaño, de forma que tuve que vender las ovejas», explica Mustapha.
A pesar de no poder continuar trabajando como ganadero, es feliz con su ocupación actual. Para el futuro, expresa su deseo de poder continuar haciendo su trabajo y de aprender de quien encuentra en el camino. También le gustaría saber transmitir el amor por el oficio a sus hijos: «El mayor, de 14 años, tiene interés por el trabajo con los animales. Cuando era pequeño me acompañaba a pastorear, y ahora estaría bien que pudiera estudiar para ser veterinario o alguna profesión vinculada a la agricultura».
LA MÍSTICA DE LA RELACIÓN CON LA NATURALEZA
En la comarca del Baix Vinalopó hemos encontrado a Ivaneide Ramos, que llegó a Alacant hace un año desde los campamentos del Movimiento Sin Tierra de Brasil (MST). Forma parte de la Cooperativa Agroecològica La Camperola, formada en 2015 por personas agricultoras, sobre todo del Camp d’Elx. «Somos alrededor de quince personas socias, de trabajo y de producción. Vendemos en mercados, con cestas abiertas y en dos tiendas propias en Santa Pola y Elx; y ahora estamos empezando con los restaurantes».
Ivaneide nació en una familia campesina en la zona de Bragança, en la Amazonia, pero su padre y su madre decidieron que fuera a estudiar a la ciudad. Ella dice que fue una decisión muy acertada. «Estudié filosofía, pero siempre he trabajado de educadora popular en la formación política y social con familias campesinas, informándolas de sus derechos frente al agronegocio». Ivaneide dice que en Brasil la lucha política y social es diaria. «Nos roban el agua, la tierra... Hay empresas mineras y terratenientes y llegan drogas a las comunidades y todo tipo de violencia, principalmente hacia las mujeres». Aun así, mucha gente del campo no quiere irse a la ciudad a estudiar, quiere vivir y estudiar en el campo.
En los campamentos del MST conoció a su pareja, de Alacant, que estudiaba el cooperativismo de Brasil y finalmente decidió instalarse aquí. «Todo es diferente, es otra realidad. Por ejemplo, allí tenemos mucha agua y aquí ahora tenemos muchos problemas con ese tema». Pero es en la relación con la tierra donde ha encontrado la diferencia más grande. «Nosotros en la Amazonia estamos mucho más unidos a la tierra; hay un sentimiento muy profundo que viene de los pueblos indígenas y afrodescendientes. El agua y la naturaleza son madres protectoras. Cada ser de la naturaleza es un espíritu y se tiene que respetar. La danza y la mística simbolizan este respeto y este cuidado, nos vinculan a la tierra y generan un sentimiento de hermandad colectivo. Aquí es otro mundo, las personas olvidan la importancia del contacto con la naturaleza».
Ivaneide piensa que puede transmitir mucho de su experiencia a su trabajo aquí. «La agricultura es la base de todo y una cooperativa agroecológica tiene que ser mucho más que una organización de productores: tiene que generar disputa política y tiene la responsabilidad social de abrir debates sobre el territorio, el género, la gente joven, la educación...». Pero siente que esto ahora es complicado porque no todas las personas están en el mismo punto.
Sin lugar a dudas, trabajando con las personas recién llegadas hay mucho que aprender. De sus experiencias de vida, de sus conocimientos, de la manera de entender las relaciones o de su visión del mundo. Sacudir nuestra realidad es siempre necesario cuando buscamos el cambio y hablamos de un cambio global, en el que tenemos que ir de la mano de los pueblos que más sufren las consecuencias del sistema económico porque juntas somos más fuertes, vamos allá.