Cooperativa Biopenyagolosa
Patricia Dopazo Gallego
En Vistabella del Maestrat (comarca valenciana de l’Alcalatén), puede hablarse abiertamente de ruralidad. Se encuentra a 1200 metros de altura, a una hora larga en coche desde Castellón y está incluida dentro de la zona de Europa con menor tasa de natalidad y mayor índice de envejecimiento. Allí se ubica la Cooperativa Biopenyagolosa, que desde hace 7 años está activando el tejido económico y social local.
Rocío nació en Vistabella y aquí ha vivido siempre, a excepción de la temporada de estudios de secundaria y universidad. Desde pequeña tuvo claro que quería desarrollarse profesionalmente en el pueblo y tras acabar ingeniería forestal y de montes, volvió para establecerse. Con 25 años formó parte del grupo de 7 personas que impulsó la creación de la cooperativa Biopenyagolosa en 2011, después de muchas y largas conversaciones en los bares. En este grupo estaban también Cristóbal y Pau, que llegaron al pueblo atraídos por su forma de vida.
TRAER AL PRESENTE LAS FORMAS DE VIDA TRADICIONALES
¿De qué se ha vivido aquí toda la vida? La cooperativa puso atención a las respuestas a esa pregunta para recuperar y mejorar esa economía agraria con valores añadidos. «Aquí siempre se han cultivado patatas porque es una zona muy alta y se dan las condiciones para ello. La tierra es muy buena. Antiguamente se cambiaban por manzanas en Villahermosa del Río, o se bajaban a la Plana para usarlas como semilla», cuenta Cristóbal. Así que se propusieron revalorar ese producto en rotación con cereales y leguminosas, crear una marca de calidad y hacer un trabajo cuidado de difusión.
El capital inicial lo aportaron cinco personas promotoras, pero también se hizo un llamamiento a la población y mucha gente colaboró económicamente y se quiso asociar. «Hay tres figuras: socio, socio productor y asociado. De forma progresiva hemos creado un grupo de 48 personas, bastante equilibrado en cuestión de género y edad, desde veintipocos a sesenta y pico», explica Rocío, que recuerda muy bien el entusiasmo de aquella época. El grupo impulsor creó un equipo de gestión, que ha ido rotando.
Decidieron tratar la tierra de forma respetuosa, como se hacía antiguamente, recuperar variedades locales y mantener y mejorar los sistemas de rotación para prevenir las plagas y evitar la formación de estructuras inadecuadas en la tierra. «Cuando empezamos, hubo una producción muy pequeña, pero se consiguió vender toda porque se hizo muy buen trabajo de presentación y de marketing y se empezó a oír hablar de la cooperativa. El segundo año aumentó y fue muy bien», recuerda Cristóbal. Una de las primeras decisiones fue poner en marcha un sistema participativo de garantía (SPG) para certificar las prácticas agroecológicas, porque en ese momento no podían permitirse la certificación ecológica oficial. Ahora ya la tienen, ya que les hacía falta para acceder a algunos mercados que no pueden comprarles sin el sello. «A medida que íbamos tomando decisiones hacia la agricultura ecológica hubo gente mayor que se quedó un poco fuera porque no se lo creían mucho, hay una tendencia muy fuerte a usar agrotóxicos, teníamos que explicarlo con mucha paciencia», cuenta Pau.
Biopenyagolosa surgió con el objetivo de ayudar a que la agricultura volviera a ser una forma de vida; por eso el primer año decidieron subir el precio de la patata, que se vendía entre 0,20 y 0,50 €/kg y fijarlo en 1€/kg. «A mí me gustaría que toda la gente que hace patatas en el pueblo, que es mucha, se uniera a la cooperativa, se lo creyera», dice Cristóbal. En la práctica, el trabajo que han realizado desde Biopenyagolosa repercute positivamente en toda la producción de la zona, sean o no personas asociadas. «Hemos hecho un trabajo importante: ferias, marketing, la marca de «Patata de Vistabella»…, que al final es toda, y es la marca de referencia. Ahora puede venderse a 1,20 €, lo que ha mejorado considerablemente la situación de partida».
Otro de los productos característicos de Vistabella es la trufa, que mueve mucho dinero. «El caballo de batalla», dice Cristóbal. La trufa es un hongo, pero necesita un árbol simbionte (encina, roble, coscojo, avellano...) para formarse. Crece debajo de la tierra, como un tubérculo, y se recoge con perros. «No se limpia, se vende con la tierra, que se paga también. Nosotros decidimos cambiar eso, limpiar la trufa y certificarla con Rocío, que es forestal. De esa manera pudimos buscar mercados con estándar de calidad alto para exportar y subir el precio». Con las trufas «menos buenas» hacen sal, aceite de trufa y miel trufada.
Puesto de mercado de la Cooperativa Biopenyagolosa. Foto: Biopenyagolosa
Rocío preparando el trabajo en la Cooperativa Biopenyagolosa. Foto: Biopenyagolosa
«SENTIMIENTO DE PUEBLO»
Otro de los objetivos de Biopenyagolosa es generar oportunidades para que la gente joven se quede en el pueblo. A pesar de que han mejorado las condiciones del trabajo agrícola, este sigue siendo un aporte económico más. «Ahora, con las nuevas ayudas de jóvenes agricultores, hay gente que se ha animado a buscar tierras y pedir las ayudas», dice Cristóbal. Hace dos años que la cooperativa ha contratado a uno de sus cooperativistas, a Pau, para trabajar en la distribución, y además ha generado otros proyectos, como Forestuber, otra cooperativa de trabajo asociado que tiene un vivero y un restaurante.
Vistabella tiene algo más de 300 habitantes, que viven mayoritariamente del turismo, la construcción, la ganadería y la agricultura de secano. «Es población envejecida», dice Rocío, «pero en los últimos años ha llegado gente de las capitales, como Pau, y entre semana hay bastante vida. La convivencia es genial y hay buen ambiente». Pau está de acuerdo. Él es de Valencia, pero se estableció aquí hace cinco años por la calidad de vida y por el entorno; hoy se define como agricultor. «Al principio vivía en un mas. Llegué a un acuerdo con el propietario, que me dejó vivir allí a cambio de que fuera arreglando algunas cosas. Podía hacer uso de las tierras, que ahora ya están recuperadas y trabajándose». Pau dice que en la vida de pueblo todo tiene nombre y apellidos, «a todo le pones cara, todo es muy cercano, sientes que estás más involucrado en todo y que tus decisiones son más vinculantes».
Como pasa en muchas zonas rurales, hay mucha gente que por estilo de vida o cuestiones de trabajo se ha marchado del pueblo, y vuelven solo en verano. «Pero aunque estén fuera y no muy vinculados con el día a día, son siempre del pueblo», dice Rocío. «Hay un sentimiento de pueblo muy arraigado. El que nace en Vistabella, aunque no viva aquí y solo venga el fin de semana, es de Vistabella; sin embargo, yo que vivo aquí, nunca seré de Vistabella», dice Cristóbal.
La cooperativa participa tanto como puede en las actividades del pueblo. «En las fiestas colaboramos con aportaciones, propaganda... Todos los años organizamos jornadas sobre las setas, las trufas y, dentro de la Semana Cultural, celebramos el día del cooperativismo. La verdad es que hay una colaboración muy estrecha entre ayuntamiento, organizaciones y comisiones de fiestas», cuenta Rocío.
SOSTENIBILIDAD DE LA ECONOMÍA Y DE LA VIDA
Los dos últimos años parece que no han sido muy buenos, especialmente por la sequía y los ataques de los jabalíes a los campos. «Pero bueno, nos llaman de muchos lugares, nos mantenemos», dice Cristóbal. Biopenyagolosa distribuye sus productos en tiendas de Castellón y Valencia y en grupos de consumo. Sueñan con llegar a impulsar una economía real y para eso piensan que el siguiente paso tendría que ser la elaboración de productos, poder hacer algo con todas las patatas que, por su aspecto, cuesta vender.
Pau habla de que hay una tendencia a autoexplotarse para que salgan las cuentas y eso pasa factura. Aunque están intentando ponerse límites para tener tiempo para otras cosas, muchas veces no lo consiguen. Rocío recuerda la etapa inicial, cuando estás siempre muy motivada. «Te vienes arriba y ese entusiasmo es un motor muy importante para poner en marcha proyectos como este. No paras porque es tu proyecto. Yo dedicaba mucho tiempo, pero hubo un momento que me di cuenta de que necesitaba cuidar otros ámbitos y distribuir el tiempo de otra manera».
Las asambleas de la cooperativa son clave para la toma de decisiones, pero también para estrechar las relaciones y evitar posibles conflictos. «En nuestro caso, al ser bastantes y tener mucho trabajo en equipo hay muchos cruces de motivaciones y mucha gente que está en la cooperativa por motivos diferentes: por hobby, porque se ganan ahí el jornal, porque les mola el proyecto… En las asambleas hablamos claramente de todo y alineamos esas expectativas», cuenta Rocío. «Ponemos mucha atención en eso, en estar bien avenidos. Nos cuidamos», dice Pau. «Una de las cosas buenas de Biopenyagolosa es que no somos grandes ni nuestra pretensión es cuanto más, mejor; sino cuanto mejor lo llevemos, mejor».