Yesmina Mascarell

Poco o nada se ha escrito sobre las mujeres que forman parte de las comunidades pesqueras del País Valencià: son pocas en número y no están organizadas. A pesar de eso, su papel en las pesquerías ha tenido y sigue teniendo una relevancia que, desgraciadamente, parece que se ha invisibilizado, restándole importancia a su trabajo e infravalorando su aporte al sector. Es necesario definir qué papel tienen esas mujeres, su importancia como trabajadoras de la mar y los motivos por los que han sido invisibilizadas.

 

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Fotos: Yesmina Mascarell

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HISTORIA DE LOS GREMIOS DEL MAR EN EL MEDITERRÁNEO PENINSULAR

Las cofradías han sido tradicionalmente los órganos de gestión de los recursos pesqueros que, gradualmente, se han visto intervenidos por el control del Estado y sus instituciones. Las primeras asociaciones de pesca, que datan del siglo xii, se caracterizaban por su carácter religioso, funcionaban de manera colectiva en la gestión de los recursos pesqueros y en la organización de la actividad. Igualmente, tenían en propiedad colectiva los medios de producción: redes y embarcaciones (Alegret, J. 1999).

Las cofradías o gremios (como se llamaron posteriormente) de la edad media y principios de la edad moderna pasaron a un primer sistema de cogestión con el Estado a finales del siglo xviii. A partir de la segunda mitad del siglo xix, con la abolición de los gremios promovida por el liberalismo capitalista, se pone fin al modelo de cogestión y es el Estado el que queda como único gestor de los recursos pesqueros hasta la segunda mitad del siglo xx (Alegret, J. 1999). Hasta entonces, las asociaciones de pescadores habían tenido libertad de decisión en lo referente a la participación de sus miembros, pero es a partir de entonces cuando se empiezan a imponer regulaciones específicas, con la intervención de la Marina en el control organizativo y las restricciones para la participación de las mujeres en la actividad pesquera. (Alegret, J. 1999).

El marco jurídico español (Ley 3/2011 de 26 de marzo) define a las cofradías de pescadores como corporaciones de derecho público, lo que las vincula a los poderes públicos, haciéndolas dependientes del Estado y de las comunidades autónomas. Sin embargo, por el resto de sus características las cofradías se podrían encuadrar dentro del marco de la economía social; es decir, se considera que realizan una labor en el desarrollo de sectores marginales de la población de las comunidades pesqueras artesanales, disminuyendo la dependencia de otras organizaciones. (Cervera, A. 2010).

Los órganos rectores de las cofradías de pesca son la Junta General (o Asamblea), en la que puede participar un representante de cada embarcación (en caso de que la barca esté en régimen de comunidad de bienes, normalmente son los maridos quienes participan) y los pescadores y las pescadoras que lo deseen; el Cabido (o Comisión permanente); y el Patrón Mayor, que suele ser un hombre. Estos últimos son elegidos por sufragio universal, libre y secreto. Teóricamente, las elecciones deben ser representativas; sin embargo, en las cofradías del País Valencià esto no sucede, por lo que apenas hay mujeres en los puestos de decisión y poder.

Las Cofradías tradicionalmente han facilitado algunos servicios como sanidad o educación para las familias asociadas. Actualmente ofrecen servicios administrativos, distribución de hielo y gasoil para las embarcaciones a precios más baratos o servicio de lonja y subasta de pescado, entre otros. En ese sentido, continúan teniendo una organización cooperativa; el 3 % de las ventas de la subasta se destinan a su funcionamiento.

En la actualidad, la Unión Europea ha promovido intentos de transformar las cofradías en organizaciones de productores, en las que se permite la entrada a grandes empresas del sector. A pesar de todo, la mayoría de las cofradías han resistido hasta ahora, manteniendo muchas de sus características originales y adaptando otras a las cambiantes condiciones políticas, económicas y ecológicas.

 

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Fotos: Yesmina Mascarell

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LAS COFRADÍAS DE PESCA EN EL PAÍS VALENCIÀ

El Mediterráneo español se caracteriza por una pesca variada y de alto valor comercial que agrupa alrededor del 29 % del total de la flota nacional y del 30 % de la ocupación del sector. Más del 55 % de los buques son artesanales y pescan menos de 90 días al año (MAGRAMA, 2015). La mayoría de la flota está constituida por pequeñas empresas de carácter familiar: el patrón o patrona suele ser, al mismo tiempo, la persona propietaria de la embarcación y va acompañada por un par de marineros o marineras, casi siempre con lazos de parentesco. Todas las tripulaciones se integran en las cofradías. (Lizcano, E., Herrera, P., Miret, L. 2016).

El País Valencià comprende un total de 22 cofradías, dos de ellas (Alacant y Benidorm) prácticamente inactivas o en proceso de desaparición. Alrededor de dos mil personas están asociadas a estas organizaciones de pesca, de las cuales, menos de trescientas son mujeres. Se trata de un caso paradigmático de comunidades pesqueras que, a pesar de la fuerte presión en contra, se resisten a desaparecer y sobre las cuales se ha investigado muy poco, especialmente en el ámbito de género y de las mujeres, donde se cuenta con poca información y muy disgregada.

La pesca constituye un factor social importante y es una actividad económica que se fundamenta en la creación de ocupación y en el desarrollo de otros sectores y servicios, como pueden ser el alojamiento, la gastronomía y la restauración, en los que las mujeres juegan un papel clave. Sin embargo, los ingresos derivados de la actividad pesquera han sufrido un retroceso, sobre todo debido a la situación de crisis generalizada, que se acentúa todavía más en las poblaciones locales que dependen directamente de esta actividad. Aun así, llama la atención que en la pesca tradicional se haya mantenido (e incluso haya aumentado) el número de personas trabajadoras desde que empezó la crisis. La misma comunidad pesquera confirma la impresión de que la pesca tradicional ha actuado como un sector refugio para la ocupación. Durante años, mucha gente de la comunidad abandonó su oficio para trabajar en otros menos penosos y mejor remunerados (especialmente en la construcción), sin embargo, la crisis provocó que muchas de ellas volvieran a su antigua ocupación. (Lizcano, E., Herrera, P., Miret, L. 2016).

Actualmente, la sobreexplotación es la causa principal de la crisis que atraviesan las pesquerías. Para frenarla es necesario que dentro de la comunidad se reconozca la importancia de la conservación de los recursos y las medidas que la garanticen. Este control de acceso a los recursos pesqueros es habitual en las prácticas de las cofradías, que lo llevan a cabo mediante el establecimiento de tamaños mínimos, contingentes, vedas, horarios de pesca, etc. El relevo generacional es otro factor clave en el mantenimiento de toda la cultura que rodea a estas comunidades tan particulares; cada vez es menor el número de jóvenes que quieren dedicarse al oficio de la pesca. Sin embargo, está resultando ser un sector atractivo para las personas inmigrantes que llegan al territorio en busca de trabajo, pero que se encuentran con las trabas de regularizar su situación legal antes de poder formar parte de las cofradías y, por lo tanto, de tener derecho a pescar legalmente.

EL PAPEL DE LAS MUJERES EN LA PESCA ARTESANAL

En el proceso de capitalización de las cofradías y del control de los recursos comunales, también se da una regulación de las relaciones sociales, en las cuales el poder de las mujeres se reduce y se pone al servicio del hombre, en primera instancia, y del capital, en segundo lugar. Desde sus inicios, las cofradías fueron creadas y organizadas por hombres, con un porcentaje muy bajo de mujeres involucradas, especialmente en los lugares de poder. Hoy en día, las mujeres siguen sin estar representadas dentro de estas organizaciones; apenas participan en las reuniones, ni tampoco en la toma de decisiones.

De todas las cofradías existentes en el País Valencià, solamente un 2,5 % de sus miembros son mujeres; y cabe destacar que un tercio de las cofradías no cuenta con ninguna participación femenina. En los comités ejecutivos encontramos apenas un 3 % de mujeres; por un lado, esto nos da una idea de cuál es la aportación oficial de las mujeres en lo referente a la toma de decisiones en la gestión de las comunidades pesqueras de esta zona y, por otro, cuestiona que las mujeres se sientan realmente representadas en las cofradías.

Desigualdades visibles

En las cofradías del País Valencià encontramos un mayor porcentaje de mujeres dedicadas a los trabajos en tierra que a los de la mar. Dentro del trabajo formal, encontramos a la mayoría como asistentas administrativas de las oficinas, seguidas de las armadoras (propietarias y gestoras de embarcaciones de pesca), subastadoras, pescaderas, limpiadoras de lonja y, en menor medida, marineras y secretarias. En algunos casos, incluso, realizan varias de estas tareas combinadas; por ejemplo, administrativa y limpiadora o subastadora y pescadera.

En cuanto a las condiciones laborales, en algunos casos reciben un salario menor en comparación con sus compañeros hombres por el mismo trabajo. Aun así, se les exige la realización de tareas extraordinarias, que no están consideradas dentro de sus obligaciones como empleadas y que, claramente, se les atribuyen por ser consideradas tradicionalmente propias del sexo femenino, como, por ejemplo, la limpieza de zonas comunes. Hay que decir que se han detectado casos de menosprecio y de acoso en el trabajo; violencia verbal, comentarios obscenos, etc., que hacen que muchas de ellas se sientan discriminadas y tengan, incluso, que cambiar su forma de vestir o su actitud ante compañeros de trabajo. Igual que ocurre en otros sectores, la contratación de mujeres se caracteriza por la temporalidad y la inestabilidad, pues depende de las necesidades de cada cofradía, vedas, etc. También hay un mayor número de contratos de mujeres a tiempo parcial, con la idea de que puedan compaginar la vida laboral y la familiar, cosa que no se plantea en el caso de los hombres.

Otro factor a tener en cuenta es el régimen de autónomos (en el País Valencià hay solo 10 afiliadas; 5 en València y 5 en Castelló); las mujeres que optan por esta vía están sometidas al Régimen Especial de Trabajadores del Mar, en el que no se contemplan determinados trabajos, así como tampoco ciertas dolencias propias de su género. Esto es especialmente importante para las marineras, que trabajan en unas condiciones muy duras, ya que muchas veces no se adaptan a sus necesidades; por ejemplo, la falta de espacios privados dentro de las embarcaciones.

En algunos lugares se está dando un proceso importante de profesionalización de las mujeres de la mar; a destacar las mariscadoras gallegas, las rederas o las neskatillas en el norte peninsular. Esto tiene sus ventajas, pero también muchos inconvenientes, tal vez el más importante sea la reafirmación y la dependencia del sistema capitalista, que al fin y al cabo, es una de las causas de la institucionalización de la desigualdad entre hombres y mujeres.

Por otro lado, aunque fuera de las cofradías, hay que mencionar el gran número de mujeres que trabajan en acuicultura. En el caso de las costas valencianas, lo hacen para grandes empresas bajo condiciones laborales muy precarias; salarios muy bajos, contratos temporales y muchas horas extras no cotizadas. El crecimiento de este tipo de empresas los últimos años, fomentado por la UE, forma parte del proceso conocido como Blue Growth o «economía azul», que sería un símil con la Revolución Verde de las décadas 1960 y 1970. Este hecho, junto con el crecimiento de las importaciones de pescado de países empobrecidos, compite directamente con las cofradías, ofreciendo un producto mucho más barato, pero de peor calidad.

Las protagonistas del trabajo invisible

En cuanto al trabajo informal, las mujeres son las responsables de los cuidados en las pesquerías artesanales; se encargan del hogar, de las criaturas y de las personas mayores y dependientes, gestionan el negocio familiar, mantienen y reparan los utensilios de pesca, venden pescado en la calle (aranderes), desempescan (sacan el pescado de las redes), desembarcan el pescado (poseres) al puerto e incluso, en ocasiones, compaginan todo esto con una ocupación remunerada en condiciones más desfavorables que sus compañeros. Este hecho supone para ellas una doble (o incluso triple) jornada laboral. La maternidad y crianza de las criaturas, junto con los roles del género femenino asociados al cuidado y el mantenimiento del hogar, relegan a las mujeres al espacio doméstico y a los trabajos en tierra, que, aunque estén directamente relacionados con la pesca, no tienen la importancia suficiente como para ser valorados con una retribución económica.

Las tareas diarias de las mujeres en el sector pesquero no están reconocidas ni por el Estado ni siquiera muchas veces por la propia comunidad. No reciben un salario, no están aseguradas y tampoco tienen derecho a una pensión de jubilación. Su estatus es el de esposas colaboradoras; es decir, su trabajo se considera una ayuda familiar y normalmente complementa al de sus maridos en el mar y evita gastos adicionales para la economía familiar. Esto significa que son dependientes económicamente y les resulta complicado emanciparse y emprender cualquier iniciativa por ellas mismas.

Sin embargo, la labor no remunerada que realizan las mujeres supone la base invisibilizada sobre la cual se sustenta la comunidad pesquera y todas las tareas visibles en pesca. Este trabajo gratuito por parte de las mujeres, enmarcado dentro de la división sexual del trabajo, permite a los hombres de la comunidad ejercer la actividad pesquera en el mar, con todas las ventajas y privilegios sociales que esto comporta.

Legislación

Existe mucha legislación escrita sobre pesquerías, pero en su mayoría se centra en los pescadores y en la captura de pescado. Pocos textos están dirigidos al reconocimiento de las mujeres en este sector, y todavía son menos los que se aplican en la práctica.

No es hasta finales de los setenta y principios de los ochenta cuando la Comisión Europea aprueba varias directivas y planes de acción sobre el trato igualitario de hombres y mujeres en materia de trabajo y seguridad social. Ocurre algo similar en la legislación española, pero, aunque los últimos años ha habido un auge en la organización de colectivos de mujeres en el norte de la península que han presionado para mejorar esta situación, todavía queda mucho camino por recorrer hasta conseguir un marco legal que satisfaga a todas.

Hay muchos intereses puestos en conceptos como la productividad o el esfuerzo pesquero en las agendas políticas, ya que estos son los que mueven el capital y la economía en este sector. Las palabras género e igualdad están hoy en día en las agendas de organizaciones e instituciones políticas a escala europea; no obstante, todavía están lejos de plasmar-se en papel, por no hablar de su aplicación real.

Yesmina Mascarell
Investigadora ecofeminista y miembro de diversos movimientos sociales en La Safor
 

LES POSERES DE GANDIA

En el puerto de Gandia se encuentra una de las cofradías con mayor número de mujeres activas de todo el País Valencià. Son un total de 28 armadoras registradas en la organización, lo que supone aproximadamente un 15 % de los miembros. Conocidas como poseres, en su mayoría provienen de familias tradicionalmente pescadoras, y han ido aprendiendo este trabajo gracias a las enseñanzas de sus madres y abuelas, que los han transmitido generación tras generación por vía oral y, sobre todo, a través de la práctica.

Su tarea se centra, principalmente, en la gestión del negocio familiar. Esto supone tener a punto la embarcación para salir a navegar cada día, así como todos los enseres de trabajo necesarios para desarrollar la actividad en la mar y la comida para la tripulación. También se encargan de todo el papeleo de la empresa, de los temas burocráticos y de las cuestiones económicas. Asimismo, son las gestoras de la pesca diaria desde que el pescado llega al puerto, hasta que abandona la lonja.

El trabajo de las poseres empieza a bordo; ellas se encargan de tejer y reparar las redes, de preparar los aparejos de pesca e incluso de las comidas diarias de la tripulación. Limpian la embarcación y gestionan cualquier necesidad que pueda tener. Durante las mañanas, aprovechan para hacer las gestiones pertinentes para que todo cumpla la legalidad; viajes a las administraciones públicas en Valencia, a la capitanía del puerto, a las oficinas de la cofradía, etc. Igualmente, se encargan de todo lo relacionado con los contratos de la tripulación, salarios, seguros, paro, etc. También se ocupan de la seguridad del barco (inspecciones, revisiones, salvamento, etc.), y de las gestiones pertinentes con los bancos. Por las tardes, acuden al puerto a esperar la llegada de la pesca del día. Una vez allí, descargan el pescado, lo sacan de las redes y lo transportan a la lonja, donde lo distribuyen y ordenan en cajas con hielo. Después asisten a la subasta y se quedan hasta que todo el pescado se vende. La última tarea del día son los documentos de la venta, que se hacen en las oficinas de la cofradía; también son ellas las que llevan a cabo esta gestión.

La cantidad de tareas descritas puede variar de unas a otras, dependiendo de cada caso. No obstante, todo este trabajo es realizado o gestionado por ellas prácticamente en su totalidad. En el País Vasco está el ejemplo de las neskatillas, mujeres que hacen un trabajo parecido y han decidido profesionalizarse; en el País Valencià apenas ha empezado el proceso de reconocimiento dentro de la misma comunidad pesquera.

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