Entrevista a Jane Battersby, Premio Daniel Carasso 2017

Revista SABC

El pasado mes de mayo se entregó en Valencia el Premio Daniel Carasso, el galardón científico internacional más prestigioso en materia de alimentación sostenible, dotado con 100.000 € y otorgado cada dos años por un jurado de nueve personas expertas. La premiada de esta edición fue la doctora Jane Battersby, geógrafa urbana de origen británico que actualmente trabaja como investigadora en la Universidad de Ciudad del Cabo en Sudáfrica.

Según el jurado, es especialmente relevante «su trabajo sobre la alimentación de los más pobres en el entorno urbano en un contexto de crecimiento acelerado de las ciudades del Sur. Jane Battersby trata estas cuestiones cruciales poniéndolas en relación con los retos y fuerzas de cambio como son la justicia social, la gobernanza, la educación, la equidad y la igualdad de género».

Desde 2008, Jane Battersby representa a la Universidad de Ciudad del Cabo en la African Food Security Urban Network (AFSUN), una red de universidades que alberga trabajos sobre la inseguridad alimentaria urbana en África. Actualmente, es la coordinadora del proyecto de investigación Consuming Urban Poverty del Centro Africano para las Ciudades (ACC) y miembro de la red internacional Hungry Cities. La entrevistamos tras recoger su premio.

 

Jane Battersby Premio Carasso 2017

Jane Battersby. Premio Daniel Carasso 2017

Has denunciado que el sistema alimentario está diseñado pensando más en el beneficio económico que en cuestiones de salud o justicia. ¿Qué podemos hacer para invertir esta situación?

La respuesta no es sencilla. Para poder cambiar esta situación es necesario actuar a múltiples niveles, desde el cuestionamiento de la lógica del Objetivo núm. 2 de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas (hambre cero) y luchar para que se apliquen los compromisos sobre alimentación de la Nueva Agenda Urbana1, hasta actuaciones dirigidas a presionar al estado nacional que destaquen el impacto negativo de un sistema alimentario injusto, buscando identificar los mecanismos existentes a escala local que influyan en la política y planificación alimentaria. Una de mis inquietudes principales ha sido que, en muchas partes del mundo desarrollado, el movimiento alimentario ha actuado entre los sectores de élite, desconectado, en ocasiones, de las necesidades alimentarias de los más desfavorecidos al centrarse en la sostenibilidad medioambiental más que en cuestiones de justicia.

Eres crítica con la forma en que algunos gobiernos y ONG utilizan la agricultura urbana en sus programas como medida para luchar contra el hambre porque, en general, son un buen escenario para una buena foto y, en cambio, se trata de inversiones que no contribuyen demasiado a resolver el problema de fondo. ¿Qué papel puede desempeñar la agricultura urbana para resolver la inseguridad alimentaria? ¿Cómo debería implementarse?

La agricultura urbana puede servir para atajar el problema de la inseguridad alimentaria pero, en mi opinión, solo podrá cumplir plenamente este objetivo si se analizan sus éxitos o fracasos sin dejarse influir por proyectos individuales. También es importante examinar cómo se ve afectada la viabilidad de la agricultura urbana por el sistema alimentario a mayor escala y por cuestiones de planificación urbanística. Lo contrario nos lleva a proyectos que prometen mucho pero no llegan a nada. Si los gobiernos y las ONG se comprometen a garantizar el desarrollo de la agricultura urbana en todo su potencial, se requiere una protección más clara del suelo agrícola (a todos los niveles) y un esfuerzo consciente por entender los múltiples condicionantes sociales y económicos que influyen en su éxito o en su fracaso.

Además de la agricultura urbana, ¿qué tipo de políticas conviene desarrollar en el ámbito local para abordar el problema de la inseguridad alimentaria?

Hay muchas medidas que pueden ponerse en marcha. Nosotros hemos estado trabajando en entender cómo accede a la alimentación la gente que vive en las ciudades y qué tipo de alimentación les resulta más accesible. Con esta información, hemos identificado medidas que los gobiernos locales pueden adoptar como, por ejemplo, establecer zonas preferentes para vendedores de productos saludables cerca de los principales intercambiadores de transporte de la ciudad, modificar la normativa de gestión de residuos urbanos para impulsar la separación de la parte orgánica y transformarla en energía barata para su uso por parte de los vendedores ambulantes o como abono para la agricultura urbana. Otras posibles medidas incluyen el estudio del control térmico pasivo en la construcción de nuevas viviendas sociales, reducir el desperdicio de comida y ayudar así a cambiar los hábitos de consumo o también la aprobación de ordenanzas locales que prohíban la venta de comida basura cerca de escuelas y hospitales.

Tanto tu trabajo como tu discurso transmiten mucha sensibilidad respecto a las causas estructurales de las desigualdades de género. En tu opinión, ¿cómo pueden las políticas alimentarias abordar este tema de forma adecuada? ¿Cómo podrían integrarlo?

La mayor parte del trabajo para desarrollar políticas de seguridad alimentaria se realiza a escala nacional basándose en datos de encuestas que difícilmente resumen con precisión las dinámicas de género de la seguridad alimentaria. Nuestro trabajo intenta integrar estos datos tomados a gran escala con un trabajo más etnográfico. Hemos percibido que en el ámbito político la cuestión de género rara vez va más allá de contar el número de beneficiarias femeninas de los proyectos. Esto no es realmente un enfoque basado en género. La táctica actual del Gobierno de la Provincia Occidental del Cabo de incluir salas de lactancia en el lugar de trabajo como parte central de la estrategia, constituye un nuevo enfoque que podría servir para atajar tanto el problema de la nutrición infantil, como de las desigualdades de género.

En tus trabajos denuncias que la llegada de los supermercados a las ciudades africanas está relacionada con una dieta más pobre. ¿Crees que estas grandes empresas pueden formar parte de la solución al problema de la inseguridad alimentaria? ¿Cómo?

Los supermercados están siempre pendientes de los resultados de investigaciones y, de hecho, tienen muchos más datos al respecto que las propias universidades. Para mí, lo cínico de su modo de actuar es que, a pesar de que su discurso se centra en el beneficio de la seguridad alimentaria, dado que ofrecen productos de calidad y unos precios económicos (o al menos menores que los de sus principales competidores), lo único que buscan en realidad es aumentar su cuota de mercado. Esto no quiere decir, sin embargo, que su modelo no ofrezca beneficios, pues permiten un acceso más económico a alimentos de primera necesidad (como, por ejemplo, la harina de maíz) y son muchos los hogares que resultan beneficiados. El problema es que, a su vez, los pequeños comerciantes que venden productos por unidades, que es lo que pueden permitirse los más desfavorecidos, resultan perjudicados y, como el resto de la población compra en los supermercados, quiebran dejando a los más pobres sin alternativa. La segunda cuestión preocupante es que ofertan cantidades cada vez mayores de alimentos ultraprocesados, lo cual va en detrimento de una buena calidad nutricional.

Dado que las grandes ciudades no son muy sostenibles, ¿no sería mejor trabajar en aquellas cuyos sistemas alimentarios todavía guardan relación con el mundo rural y con su producción tradicional?

Nuestro proyecto Consuming Urban Poverty ha estado trabajando en tres ciudades intermedias de África (no son ciudades muy pequeñas pero, por supuesto, mucho más que una capital). Las publicaciones existentes sobre este tema han supuesto siempre que su sistema alimentario es mucho más local y, sin embargo, en la práctica nos hemos encontrado que no es así. En Kisumu (Kenia), por ejemplo, solo una cantidad muy pequeña del pescado que se captura en las playas cercanas se consume en el mismo Kisumu; la mayoría se exporta a los mercados de Nairobi o incluso más lejos. Parte del pescado que consumen viene de otros lugares cercanos al lago Victoria, pero hay un suministro regular de pescado procedente de China. Igualmente, los terrenos agrícolas próximos a la ciudad son conocidos por su cultivo de azúcar, pero los costes de producción en la región son elevados y el azúcar que se consume en la ciudad es importado. Que las ciudades sean más pequeñas no implica necesariamente una cadena de suministro más local. En aquellos lugares cuyos sistemas siguen en pie, debemos hacer serios esfuerzos por mantenerlos como una forma de resiliencia del sistema alimentario.

Ante el reto de cambiar un sistema de alimentación local para que sea más justo y sostenible, ¿por qué consideras que el enfoque local y a pequeña escala no resulta siempre una buena elección?

Creo que lo ideal sería un enfoque local y pequeño, pero muchas veces esto favorece al productor frente al consumidor. Cuando analizas los sistemas alimentarios y ves sus puntos débiles y fuertes partiendo del punto de vista del consumidor, llegas a la conclusión de que, si bien el sistema de alimentación local tiene mucho que ofrecer y presenta un entramado de redes denso y rico, también tiene sus puntos débiles. Un ejemplo concreto es el de la sequía y otros fenómenos meteorológicos extremos. Cuando estos sistemas se ven en apuros resulta útil contar con una amplia gama de recursos a los que recurrir. Sin embargo, la tendencia general del mercado es ir hacia un sistema alimentario cada vez más grande, por ello es importante contar con una legislación que preserve la diversidad. También es importante no alabar en exceso lo pequeño y lo local ya que también conocemos ejemplos de explotación laboral y de prácticas perjudiciales para el medio ambiente a escala local.

Y ahora nos gustaría hablar del mundo rural, ya que parece que nos dejamos llevar con fuerza en cierto modo por el «centro» (las grandes ciudades). ¿Por qué no valoramos la posibilidad de construir sistemas alimentarios empezando por la periferia (en este caso, las zonas rurales)?

Creo que este es el enfoque que defiende el movimiento del Sistema de Alimentación de las Regiones Urbanas (City Region Food System) y los compromisos sobre alimentación de la Nueva Agenda Urbana. Por supuesto, es un enfoque útil, pero lo que a mí me preocupa es lo que no llegas a percibir si empiezas a trabajar por ahí. En concreto, he visto que este enfoque no reconoce los impulsores a gran escala de los cambios en el sistema alimentario, dado su gran empeño en conseguir que el sistema local funcione. Considero que, en última instancia, esto compromete la viabilidad del sistema local. Creo que debemos trabajar con ambos enfoques, ya que hay determinados aspectos que se ven mejor desde fuera hacia dentro y otros mejor desde dentro hacia fuera. Hemos de ser capaces de tener ambas perspectivas encima de la mesa.

¿Qué papel desempeña la reforma agraria en la lucha frente a la inseguridad alimentaria? ¿Crees que hay relación entre la propiedad de la tierra y el crecimiento de la población en las ciudades?

Mi opinión en este sentido está sesgada por el ejemplo de Sudáfrica donde los programas de reforma agraria han fracasado sobre todo en saber guiar a los agricultores históricamente desfavorecidos hacia una producción más sostenible y viable. Me temo que no tengo realmente nada útil que decir al respecto.

¿Cómo podríamos evitar que tanta gente se viera forzada a abandonar su tierra y sus pueblos? ¿Qué tipo de políticas alimentarias (y de otro tipo) serían necesarias para lograr este objetivo? ¿No sería este el mejor modo de evitar el hambre y la pobreza en las ciudades?

Por todo el planeta se han llevado a cabo numerosas acciones para intentar que esto ocurriera. Se trata de un tema en el que no tengo demasiada experiencia por lo que no me siento muy preparada para pronunciarme al respecto. Una de las cuestiones preocupantes ha sido que los esfuerzos por fomentar el desarrollo rural (mejor sistema educativo, mejores infraestructuras, etc.) muchas veces tan sólo han servido para acelerar la migración del campo a la ciudad. Toda una paradoja. Yo diría que mejorar el acceso a los mercados y a la información podría estimular la viabilidad del medio de vida rural, y que un desarrollo a múltiples niveles podría traducirse también en que las familias pudieran diversificar sus opciones de subsistencia para conseguir un apoyo a sus actividades agrícolas, en caso de que la cosecha fuera más floja o bajaran los precios de venta.

Y para terminar, ¿qué opinas del concepto de soberanía alimentaria?

Sobre el concepto de soberanía alimentaria debo decir que todavía me falta verlo bien estructurado en las zonas urbanas de los países del Sur.

Mientras que la respuesta oficial a la crisis alimentaria (que no es sino la manifestación de una crisis agraria mucho más importante) ha sido continuar con el agronegocio, con la novedad ahora de tratar de incorporar a los pequeños agricultores en los mercados mundiales de productos de primera necesidad, la respuesta por parte del movimiento de soberanía alimentaria ha sido la de ofrecer una interpretación alternativa del problema y su solución. La perspectiva de la soberanía alimentaria critica el discurso de la descampesinización y la aplicación de este tipo de políticas y apuesta por la protección de la agricultura campesina como necesidad social y medioambiental para fomentar la seguridad alimentaria en el mundo.

La ausencia del consumidor urbano constituye una omisión lamentable, una reticencia a participar en un mundo que se desarrolla en un contexto cada vez más urbano. Este es uno de los principales puntos débiles del movimiento de la soberanía alimentaria (Agarwal, 2014, p. 1265) y que ha llevado a establecer una serie de metas para cumplir el objetivo núm. 2 del desarrollo sostenible que no sirven para abordar la cambiante realidad de la inseguridad alimentaria y nutricional que vive África.

Algunas personas hablan de soberanía alimentaria en el contexto urbano de Sudáfrica, pero lo que yo percibo es que se centran casi por completo en la producción urbana a pequeña escala más que en una crítica sistémica. Queda bastante trabajo por hacer en este sentido.

1 La Nueva Agenda Urbana es el documento final resultante de la conferencia Hábitat III, que tuvo lugar en octubre de 2016 en Quito, Ecuador. Se trata de una guía para orientar los esfuerzos en materia de desarrollo de las ciudades para los próximos 20 años. Puede consultarse aquí: http://habitat3.org/wp-content/uploads/NUA-Spanish.pdf

 

  PARA SABER MÁS

   Premio Daniel Carasso

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