Artículo publicado en La Directa (en català)
Carles Soler y Gustavo Duch
Los Emiratos Árabes Unidos (EAU), como Israel, es un pequeño estado que extiende sus tentáculos más allá de sus fronteras para ganar control sobre recursos básicos, tierra, agua y los frutos que producen. Al mismo tiempo, presume de que en el año 2050 alcanzará el liderazgo en el ranking del Índice Mundial de Seguridad Alimentaria de su población. Si lo consigue, ¿qué territorios caerán en otros puntos del planeta por debajo de los umbrales del hambre?
Los EE. UU. están adquiriendo tierras en Egipto, Argelia, Indonesia, Madagascar, Sierra Leona, Chile, Argentina o Italia. Foto: Arxiu de La Directa
Su «ventaja» en esta carrera es, lógicamente, el enorme poder económico derivado de las reservas de gas y petróleo que posee el estado y que hacen posible que lleven adelante una estrategia público-privada centrada en asegurar un sinfín de operaciones financieras y acuerdos comerciales con países de todo el mundo, tanto para disponer de tierras, como para controlar instalaciones de transporte y logística que faciliten su provisión de alimentos y materias primas. «Desde la crisis de precios de los alimentos de 2007-2008, seguido por el covid-19 y la invasión de Rusia a Ucrania ―todo lo cual alteró el abastecimiento para los estados del Golfo―, los Emiratos han acumulado alrededor de 960 000 hectáreas de tierras de cultivo en el extranjero», explica GRAIN en un informe de julio de 2024.
Las acciones para adquirir nuevas tierras están lideradas por una combinación de corporaciones públicas y privadas, a menudo relacionadas con la familia real de los EAU, destacando entre todas ellas el Abu Dhabi Developmental Holding Company (ADQ) uno de los fondos de capital soberanos del país. Rastreando sus inversiones, encontramos su presencia en muchos lugares como Egipto, Argelia, Indonesia, Madagascar, Sierra Leona, Chile, Argentina o Italia. Hay ocasiones en que las fórmulas para acceder a los anhelados recursos agrícolas son poco transparentes y, en algunos casos, como el de Sudán, suponen el enquistamiento y agravamiento de una guerra con gravísimas consecuencias.
Sudán es un país muy rico en el sentido agrícola. Con una población de 48 millones de personas, cuenta con 81 millones de hectáreas de tierra fértil, de las cuales se cultivan un 20 %, mientras que el estado español, con una población similar, cuenta con 17 millones de hectáreas de tierra cultivable. Aun así, como sabemos por Naciones Unidas, hoy en día más de la mitad de la población de Sudán, 25’6 millones de personas, padecen una grave situación de hambre, una verdadera catástrofe humanitaria para miles de familias que huyen de la violencia de una nueva guerra civil que desde hace más de un año enfrenta a las milicias estatales y a una facción rebelde llamada Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR)- por el control del país y de sus recursos.
Estos recursos son muy atractivos para los EAU y otros países del Golfo, tanto por su abundancia de tierras fértiles y agua, como por su proximidad, que permite abaratar costos de transporte. En los últimos años, solo entre dos empresas de los EAU, la International Holding Company (IHC) —la corporación más grande del país que cotiza en bolsa— y Jenaan, ya se han hecho con el control de 200 000 hectáreas de tierra fértil. Además, para facilitar el transporte de las mercancías, el grupo Abu Dhabi Ports Group (propiedad de ADQ), firmó en 2022 un acuerdo con el gobierno de Sudán para construir un nuevo puerto desde donde poder operar con toda autonomía. Meses más tarde, en abril de 2023, estalla la guerra civil en Sudán y, según denuncias de observatorios internacionales y del propio gobierno de Sudán, los EAU no se han mantenido al margen, acusados de estar proporcionando armamento a las FAR.
¿Con quién negociamos?
En una realidad muy diferente, pero mucho más cercana, la estrategia alimentaria de los EAU también alcanza a las tierras agrícolas de Catalunya y Aragón. Debido a su climatología y dificultad de acceso al agua, los EAU tienen problemas para alimentar a su cabaña ganadera estabulada, lo que resuelven con la importación de piensos y forrajes. Para disponer de estos segundos, Al Dahra, la multinacional más importante del mundo en comercialización y producción de alfalfa, fundada por el gobierno de Abu Dabi y propiedad del fondo soberano ADQ, en los últimos años ha consolidado su presencia en Lleida y Zaragoza, donde se cuenta con el clima, la tierra y el agua apropiados para el cultivo de esta leguminosa.
Su desembarco peninsular combina diferentes estrategias. Por un lado, comprando tierras, por otro, alquilándolas a largo plazo o bien cerrando acuerdos con agricultores o empresas deshidratadoras de alfalfa. En total, y tomando información de su web, Al Dahra cuenta con cinco centros de transformación y gestiona alrededor de 8500 hectáreas en regadío. La producción obtenida, en forma de pacas o en forma de pélets, viaja hasta el puerto de Barcelona y de ahí hasta los Estados Unidos.
Desde el punto de vista económico, todo este tráfico de alfalfa genera ingresos y una parte de él garantiza rendimientos positivos para algunos empresarios agrícolas en el campo de Aragón y Catalunya. Pero no hay que olvidar que, en rigor, deberíamos hablar de un negocio de exportación del cada vez más escaso y preciado recurso agua. Más o menos, cada año la alfalfa exportada ha bebido unos 180 hectómetros cúbicos de agua, lo que equivale a una cuarta parte de la capacidad total de los embalses en las cuencas internas de Cataluña, un total de 700 hectómetros cúbicos, o al consumo de toda la población catalana durante medio año.