Apuntes sobre el Primer Congreso de Género y Energía
J. Marcos y M.ª Ángeles Fernández
Inseguridad, extractivismo, destrucción de territorios, riesgos, contaminación, cambio climático, residuos, centralización, impactos, desposesión, colaboración, justicia, democratización…. El Primer Congreso de Género y Energía, celebrado en Bilbao a inicios de febrero, puso sobre la mesa todas estas cartas del juego energético. Bajo el paraguas de la búsqueda de alternativas al sistema estatal, alrededor de ciento treinta mujeres, de diferentes perfiles, colectivos y lugares de procedencia, unieron fuerzas y energías para esbozar un sendero de transición que tuviera en cuenta la visión feminista de poner la vida y los cuidados en el centro.
Sesión del I Congreso de Género y Energía en Bilbao. Foto: J. Marcos
«El modelo actual es inseguro, extractivista, basado en combustibles fósiles, minería cada vez más ineficiente y destructor de territorios; contaminante, que genera emisiones de gases de efecto invernadero responsables del cambio climático y del aumento de la temperatura del planeta; un modelo centralizado, donde la generación de los beneficios está manos de unos pocos». Con estas palabras, Marisa Castro Delgado, responsable del área de energía de Ecologistas en Acción, apuntó por qué el actual modelo no sirve.
Una vez expuesto el panorama y el contexto, el objetivo del congreso pasaba por esbozar unas líneas de trabajo comunes, en las que las mujeres no estuvieran excluidas, como sucede ahora mismo en el sector de la energía. De hecho, la gota que colmó el vaso y motivó la organización de este congreso fue que la comisión de transición energética que había creado recientemente el Gobierno, con apoyo de partidos de la oposición y de los sindicatos mayoritarios, estuviera formada por catorce expertos, todos hombres. «Tenemos que visibilizar las ausencias», apuntó Mónica Guiteras, de Xarxa per la Sobirania Energética, durante su intervención en las jornadas.
DECRECIMIENTO Y DESCENTRALIZACIÓN
La apuesta por la soberanía, con todas sus implicaciones, fue una de las conclusiones del congreso. Varias ponentes insistieron en que el paradigma energético debe estar relacionado con el «sostenimiento de la vida» y servir para «vivir una vida mejor». «Tenemos que lograr la soberanía energética y poder decidir qué recursos energéticos queremos. Hay que estar en contacto con la soberanía alimentaria y frenar el avance del extractivismo», añadió Guiteras. Esta experta amplió el debate para hablar no solo de redes de distribución (es decir, de cómo llega la energía a los hogares, a los lugares de trabajo y a las industrias), sino también de producción energética. ¿De dónde proviene la energía que utilizamos cada día?, ¿cómo se genera?, ¿cuáles son sus impactos?, ¿y los residuos? Cuestiones como qué energía, de dónde nace y para qué se usa vinculan los paradigmas de la soberanía alimentaria y de la soberanía energética.
En la misma línea sobre la necesidad de ampliar el debate sobre los modelos de generación se posicionó Neus Truyol Caimari, concejala del Ayuntamiento de Palma. Para ella, el cambio tecnológico debe pasar por un decrecimiento del consumo y de la producción de energía, además de por una toma de decisiones compartidas: «¿Cómo podemos implantar renovables con menor impacto?», preguntó de manera retórica, en el marco de uno de los debates de una transición energética feminista y con un enfoque de derechos humanos.
Aunque el congreso obvió cuestiones técnicas (y políticas) sobre tecnologías concretas (la energía solar fotovoltaica fue la única que tuvo un espacio propio para, principalmente, visibilizar a las mujeres que trabajan e investigan en esta industria), sí que surgieron ideas que deberían marcar la agenda en este sentido si se aboga por la soberanía energética: una tecnología más social, remunicipalizar las redes de distribución, relocalización, fuentes de abastecimiento cercanas a los territorios de consumo, buenas prácticas laborales.
Mónica Guiteras, a preguntas de esta revista sobre asuntos tan importantes para la soberanía alimentaria como la biomasa como fuente energética, argumentó la necesidad de que cada territorio y cada zona decida qué energías quiere usar y debata sobre ello; un asunto que, dada la centralización actual del sistema y la legislación respecto al autoconsumo, es poco viable. Por eso, insiste en la necesidad de que la transición energética pase por la democratización, para lograr así la soberanía energética, tantas veces nombrada en el congreso.
Uno de los partidos políticos con peso en el panorama estatal que más ha trabajado las cuestiones energéticas, climáticas y de uso del territorio es Equo. La diputada Rosa Montero, una de las caras más visibles de la cita, estuvo entre el público a título individual. ¿Cuál es la propuesta de la formación verde, que habla claramente de nuevo modelo energético y de energías limpias? «Somos conscientes de lo que supone la biomasa a gran escala, porque ya no sería sostenible, por eso proponemos unos límites, como que sea de recursos del entorno, como restos de poda, agricultura o de la propia gestión forestal, o que no se pueda trasladar más de 100 kilómetros, además de que no comprometa la producción de alimentos. Es decir, que se use donde existe, no que se generen explotaciones», respondió a preguntas de Soberanía Alimentaria, Biodiversidad y Culturas. El terreno de las alternativas continúa abierto.
PARA SABER MÁS
https://www.generoyenergia.org