Cómo facilitar la convivencia entre la fauna silvestre y la sociedad
Pablo Izquierdo Blanco
La coexistencia entre la fauna salvaje y la naturaleza con la presencia humana es imprescindible; sin embargo, la coexistencia entre el lobo ibérico y la ganadería extensiva es un tema controvertido y complejo. Distintos colectivos expresan posturas dispares y ejercen presión para verlas reflejadas en la política, en muchos casos, con el apoyo de los medios de comunicación, haciendo que se avive una problemática histórica. Este conflicto refleja la difícil tarea de encontrar un equilibrio entre la conservación de la biodiversidad y la sostenibilidad de las actividades económicas tradicionales.
El lobo, como especie protegida, desempeña un papel crucial en el ecosistema. Es un depredador clave que regula las poblaciones de otras especies contribuyendo al equilibrio natural. Su presencia es indicador de un entorno saludable y su conservación es un imperativo para mantener la diversidad biológica. Sin embargo, su regreso a áreas donde había sido prácticamente erradicado ha generado una serie de desafíos para las personas que apuestan por un manejo ganadero extensivo, que ven sus rebaños amenazados por los ataques de estos depredadores.
La ganadería extensiva, por otro lado, es una práctica ancestral que no solo tiene un valor económico, sino también cultural y medioambiental. Este tipo de ganadería contribuye a la preservación del paisaje, al mantenimiento de razas autóctonas y a la gestión sostenible de los pastos. Sin embargo, los ataques de lobos pueden tener un impacto devastador en los rebaños, especialmente para pequeños proyectos ganaderos que dependen de sus animales para subsistir. La pérdida de un solo animal puede suponer un golpe económico y emocional significativo, lo que alimenta el resentimiento hacia las políticas de protección del lobo.
Las soluciones no se basan en la exclusión
Las políticas actuales, que buscan proteger al lobo, a menudo son percibidas por los ganaderos y ganaderas como elaboradas desde despachos urbanos, sin un verdadero entendimiento de las dificultades que enfrentan en el terreno. Parece que buscan que aboguemos por la ganadería intensiva e industrial, con la que este problema se acabaría, en contraposición a lo que la lógica señala como imprescindible, que es la ganadería tradicional extensiva.
Es fundamental fomentar un diálogo genuino entre todas las partes implicadas: ganaderos y ganaderas, conservacionistas, administraciones públicas y la comunidad científica.
En este sentido, es esencial que las soluciones no se basen en la exclusión, sino en la integración. No se trata de elegir entre el lobo o la ganadería extensiva, sino de encontrar formas de coexistencia que sean viables para ambas partes. Programas de compensación económica por las pérdidas, sistemas de vigilancia y protección más eficaces, así como la promoción y el apoyo institucional a los métodos tradicionales de defensa del ganado, como el uso de mastines, son algunas de las medidas que pueden contribuir a mitigar el conflicto.
Además, es fundamental fomentar un diálogo genuino entre todas las partes implicadas: ganaderos y ganaderas, conservacionistas, administraciones públicas y la comunidad científica. Solo a través de un enfoque participativo se podrá avanzar hacia soluciones que aseguren la viabilidad de la ganadería extensiva y a su vez protejan la fauna y flora del territorio, que no solo protejan al lobo, sino que también aseguren la viabilidad de la ganadería extensiva. El reto está en construir un futuro en el que la biodiversidad y la actividad humana puedan convivir en armonía, respetando y valorando las aportaciones de ambos al patrimonio natural y cultural del país.
Comprender para coexistir
A lo largo de todo este 2024 hemos desarrollado el proyecto «Comprender para coexistir», que facilita la convivencia de la fauna silvestre y la sociedad llevando a cabo un primer proceso de documentación (investigación y entrevistas) y posteriormente posibilitando encuentros en los que se exponían casos de éxito en la coexistencia sirviendo de formación para otros profesionales del sector ganadero. El proyecto lo hemos referenciado en el cuadrante norte de la provincia de Burgos, correspondiente con la comarca de Las Merindades. En su extensión confluyen varios elementos geográficos: la meseta castellana, el valle del Ebro y los estribos de la cordillera Cantábrica. Esto hace que sea un espacio de transición, existiendo zonas muy diferentes en cuanto a paisaje, vegetación, economía, hábitat o arquitectura al asociarse en un mismo entorno paisajístico rasgos de la zona húmeda cantábrica y de la zona mediterránea seca; esto es lo que le hace tener un gran patrimonio natural de gran valor ecológico y biológico. Estas características geográficas, unidas al surgimiento de los montes de utilidad pública a raíz de las desamortizaciones de mediados del siglo xix, han llevado a que esta comarca haya sido tradicionalmente de uso forestal y ganadero. Los montes de utilidad pública, gestionados por la administración pública, han sido fuente de vida y riqueza para la comarca y sus habitantes, que han aprovechado la corta de arbolado para leña, carbón vegetal y madera para la construcción, así como para la ganadería extensiva de ovino y bovino.
No obstante, esta convivencia no es exclusiva de nuestra zona de estudio, es por ello que nuestro proyecto no ha virado únicamente en torno a esta comarca. La tensión es más latente en los espacios en los que conviven una mayor presencia del lobo y una gran tradición ganadera, como puedan ser áreas de Cantabria, Asturias o País Vasco, pero dicha problemática trasciende al ámbito urbano y nacional al haber adquirido un componente social muy importante alcanzando a la esfera política.
De esta forma surge a nivel social una dualidad de opiniones y posicionamientos que hemos podido ir conociendo a lo largo del transcurso del proyecto.
En voz de algunos profesionales de la ganadería se visibiliza que la problemática a la que hacemos referencia no parece la mayor preocupación para el sector. Desde su punto de vista quedan relegados a un segundo plano por la institución y por los medios de comunicación, quienes parece que buscan que la población general focalice los problemas del sector ganadero en el conflicto de la coexistencia con el lobo, dejando en un segundo plano otros temas de vital importancia y trascendencia.
Y desde nuestra posición, ¿qué podemos hacer?
A lo largo de nuestro proyecto, también hemos podido concretar con base en nuestra labor de investigación y las experiencias relatadas por los distintos agentes, una serie de propuestas viables para garantizar la futura pervivencia del lobo ibérico como elemento clave en nuestros ecosistemas, así como la persistencia de un sector ganadero tan trascendente para el desarrollo de los espacios rurales de nuestro país.
Antes de aterrizar con esas propuestas, es interesante comentar que la caza de la especie no acabaría con el problema, únicamente su total supresión, algo que generaría un impacto irreversible en los ecosistemas. De hecho, esta cuestión lleva siendo foco de conflicto desde hace décadas, por tanto, ya atisbamos que el problema no radica de ahí. Y realmente el furtivismo hacia el lobo no hace sino agravar el conflicto. La reducción de unidades de los grupos reproductores, así como la desjerarquización de los mismos mediante la posible supresión de los progenitores, convierte a la manada en un conjunto mucho más débil para efectuar ataques hacia grandes ungulados salvajes y vira su objetivo hacia presas más fáciles como son las cabezas de ganado.
¿Cómo puede ser que haya ganaderos y ganaderas a los que les sale más a cuenta perder el ganado por ataque que comercializarlo?
Por tanto, para garantizar la posible convivencia de ambos bandos, desde la asociación Ábrego y en voz de numerosos ganaderos y ganaderas abogamos por un buen manejo del ganado como propuesta prácticamente infalible ante la presencia del lobo. Este buen manejo del ganado responde a la inclusión en el proyecto ganadero de una serie de métodos de prevención frente a ataques al ganado como la disposición de infraestructuras para proteger a los rebaños, véase cercados, tenadas o corrales eficaces (de altura cercana a los dos metros), la presencia de perros guardianes (en su mayoría mastines) o la presencia humana que hace rehuir a la especie.
Por si fuera poco, la práctica de la ganadería de forma regenerativa mediante un manejo holístico permite la convivencia total entre una actividad humana como es la ganadería y su entorno. Este tipo de manejo trata de emular el modo de vida de los herbívoros salvajes, que permite preservar los pastos a largo plazo fijando el carbono en los suelos mediante la rotación de pasto.
Es cierto que las propuestas para la protección del ganado citadas requieren de una inversión inasumible en muchos casos, sobre todo para las ganaderías más pequeñas o las de nueva incorporación. Por ello, defendemos la parcial y progresiva sustitución de las ayudas destinadas a desperfectos generados por ataques de fauna salvaje, por esas medidas de protección, así como la profesionalización de la figura del pastor como elemento clave para la protección y cuidado de los rebaños que ya se está implementado en otras comunidades. ¿Cómo puede ser que haya ganaderos y ganaderas a los que les sale más a cuenta perder el ganado por ataque que comercializarlo?
Otro de los reclamos más repetidos entre los agentes implicados es la creación de una normativa autonómica específica para la ganadería extensiva, que recoja las obligaciones y derechos de las personas que han apostado por esta forma de vida. Esta normativa debería contemplar ajustar la legislación a un territorio tan amplio y con tantos casos particulares que pudiésemos personificar mismamente en la problemática que nos concierne (no es igual la convivencia en todas las provincias). Además, esta ley debería estar orientada, por supuesto, a paliar las trabas burocráticas a las que se enfrentan la práctica totalidad de los ganaderos y ganaderas a diario.
El papel de la sociedad es más trascendente de lo que creemos y tiene la potestad de garantizar el futuro de la ganadería extensiva
Una medida, ya no tan directamente relacionada con la convivencia con la fauna salvaje, es la concienciación a la ciudadanía con la ganadería extensiva y particularmente con la figura del ganadero o ganadera y su actividad laboral. El papel de la sociedad es más trascendente de lo que creemos y tiene la potestad de garantizar el futuro de esta actividad en peligro de extinción. Tiene en su mano ejercer un consumo responsable y de proximidad, y garantizar la perdurabilidad de las personas ganaderas de su comarca, provincia o región, lo que, además, asegura una buena calidad relacionada directamente con el tipo de manejo, del mismo modo que no consumir productos de ganadería industrial.
Por otro lado, debemos «invadir» el medio rural también de forma responsable en nuestras excursiones y visitas. Debemos respetar al ganado y a los perros guardianes y no dejar abiertas las puertas de cercos o vallados.
¿A qué conclusión llegamos?
La coexistencia entre la ganadería y el lobo es un desafío complejo, pero no insuperable. A lo largo de este análisis, hemos visto que la clave reside en encontrar un equilibrio entre la protección de la biodiversidad y el mantenimiento de prácticas agropecuarias sostenibles. Si bien el lobo es un depredador necesario para la salud de los ecosistemas, su presencia puede generar tensiones en las comunidades rurales, particularmente en el sector ganadero. Sin embargo, diversas estrategias como la implementación de medidas preventivas, la compensación justa por daños y la educación ambiental pueden facilitar esta convivencia.
El reto es fomentar un cambio de paradigma que promueva soluciones basadas en el respeto mutuo, el uso de tecnologías innovadoras y la recuperación de conocimientos tradicionales. Solo a través de la cooperación —entre ganaderos y ganaderas, conservacionistas y autoridades— será posible construir un futuro en el que la ganadería extensiva y la fauna salvaje coexistan de manera armónica, asegurando la conservación de especies y el mantenimiento equilibrado de nuestro entorno natural, sin comprometer los medios de vida de las comunidades rurales. La convivencia es viable, pero requiere compromiso, diálogo y la voluntad de trabajar en armonía hacia un bien común.