Entrevista a Killian Vallois, técnico de democracia alimentaria para la caja comunitaria de Montpellier
Publicada originalmente en Basta! (abril 2024). Traducción de Olistis SCCL
Sophie Chapelle
En la ciudad de Montpellier, 400 habitantes tienen acceso a una alimentación de calidad gracias a una caja comunitaria. Esta iniciativa local de Seguridad Social de la Alimentación (SSA) es la más exitosa hasta la fecha en Francia. ¿De qué forma se podría generalizar?
Carné de integrante de la Asamblea Ciudadana de la Alimentación. Foto: Caisse alimentaire commune de Montpellier
A finales de 2022, unos cuarenta habitantes de Montpellier participaron en la primera asamblea. Foto: Caisse alimentaire commune de Montpellier
La caja comunitaria de alimentación de Montpellier lleva más de un año en marcha. ¿Cómo funciona este dispositivo?
La caja de alimentación de Montpellier se lanzó en febrero de 2023. Cuenta con un presupuesto de 480.000 euros, que proviene de fondos públicos, privados y de las cuotas que pagan los participantes, que hoy en día son unos 400 euros. El proyecto lo coordina una asamblea ciudadana, compuesta por 61 miembros, la mitad de los cuales se encuentran en situación de precariedad alimentaria.
Esta asamblea se encarga de regular el funcionamiento de la caja, con el objetivo de luchar contra la precariedad alimentaria y permitir que el mayor número posible de personas tenga acceso a una alimentación de calidad. Para llevar a cabo este proyecto de caja comunitaria de alimentación, se constituyó la asociación de segundo nivel Territoires à vivreS en 2021. [1]
¿Cómo se llevó a cabo la constitución de esta asamblea ciudadana?
Hemos procurado que los miembros provengan de horizontes diversos, tanto social como culturalmente. A principios de 2022, se organizaron varios eventos para que la gente se conociera y pudiera debatir sobre alimentación. Se hicieron paseos por los barrios para reflexionar conjuntamente sobre la oferta de alimentos locales y sus carencias. Se organizaron conferencias, proyecciones y debates, así como actividades de cocina compartida. Territoires à vivreS se apoyó en las entidades presentes en los barrios prioritarios para llegar a un público en situación precaria que no necesariamente habría acudido por iniciativa propia.
En octubre de 2022 se oficializó la creación de la asamblea ciudadana de alimentación, con 47 miembros. Poco a poco se fue forjando una cultura común en las reuniones de trabajo en las que intervinieron especialistas en inseguridad alimentaria, medioambiente, vínculos entre alimentación y salud, etc. Esta asamblea es realmente un espacio de democracia alimentaria y educación popular. La idea también era generar confianza mutua y consensuar una metodología para la toma de decisiones en común. ¿Quién debe pagar una cuota? ¿En qué modalidades? ¿A cambio de qué?
El lanzamiento oficial de la caja tuvo lugar en febrero de 2023. Los primeros 45 miembros empezaron a pagar la cuota mensual y a comprar alimentos. Luego se fue abriendo a más personas, hasta llegar a las 400 y pico que somos ahora.
¿Qué perfil tienen los participantes?
Queríamos que nuestro colectivo fuera representativo de la población local. Basándonos en dos criterios, la edad y el nivel de ingresos, hicimos un sorteo entre quienes habían participado en el concurso. Además de este sorteo, también nos llegó gente de parte de las entidades socias. De esta manera, se unieron unas 80 personas en situación de gran precariedad.
¿Cuál es vuestra política de cuotas?
Se trata de una cuota mensual a cambio de la cual una persona por hogar recibe 100 euros al mes para comprar alimentos. El importe de la cuota es libre: cada persona puede determinar lo que paga en función de sus ingresos.
Hemos optado por esta fórmula porque nadie conoce mejor su situación que uno mismo. Se puede abonar una cuota menor si tienes pocos ingresos. Y, en cambio, puedes contribuir más si tu situación económica te lo permite. Pero no es fácil situarse en la escala de ingresos. Por eso, la asamblea ha generado una herramienta para ayudar a las personas a determinar su cuota, basándose en tres indicadores: la renta familiar, la renta disponible, es decir, lo que queda para vivir una vez pagados los gastos corrientes, y el presupuesto alimentario. En función de dónde te sitúes en la escala, la herramienta te sugiere una cuota u otra. Pero cada persona es libre de usar o no esta herramienta o de seguir sus indicaciones.
Un año después de lanzar esta caja, ¿llegáis a equilibrar el presupuesto con este sistema de cuotas libres?
No, no llegamos al equilibrio. Hoy en día, la cuota media es de 60 euros al mes y se completa a partes iguales con fondos públicos (ciudad, área metropolitana, departamento y región) y fondos privados (de Fondation de France y Fondation Daniel et Nina Carasso). Para tener un presupuesto equilibrado sin ayudas externas, haría falta una cuota media de 100 euros; pero, entonces, mucha gente se quedaría fuera. Y lo que buscamos es lo contrario: que participen personas en situación de gran vulnerabilidad, abonando una cuota de uno, cinco o diez euros mensuales.
Tampoco hemos conseguido una representatividad equilibrada de la población metropolitana: nos faltan personas en los tramos de renta más elevados. Poca gente se ha mostrado voluntaria en estos estratos de población.
Con estas condiciones no es posible llegar al equilibrio, pero tampoco es nuestro propósito porque consideramos que el acceso a una alimentación saludable para toda la ciudadanía es una responsabilidad de las administraciones. No nos preocupa contar con fondos públicos: es el dinero de nuestros impuestos, que recuperamos en parte para orientarlo hacia una alimentación saludable para todos.
La asamblea ciudadana también ha seleccionado puntos de venta «concertados». ¿En qué se ha basado la selección?
Algunas entidades de Territoires à vivreS ya vendían productos alimentarios. Así que de entrada pudimos avalar cuatro comercios: los grupos de consumo de la asociación Vrac & Cocinas, un supermercado cooperativo, un mercado campesino, y un café-colmado social y solidario. Estas organizaciones comparten nuestro sistema de valores y, de hecho, llevan dos años contribuyendo a que el proyecto salga adelante.
Para elegir otros puntos de venta, intentamos determinar conjuntamente los criterios que nos parecían importantes y elaboramos una ficha del comercio «ideal»: productos de calidad, con precios abordables y con márgenes razonables que permitan una correcta remuneración de los productores, accesibilidad de la tienda a las personas con movilidad reducida, o responsabilidad social. Y, como no existe la perfección, hemos elaborado un sistema de puntos.
Previamente, dos miembros de la asamblea ciudadana visitan el punto de venta para entrevistarse con las personas que trabajan allí. Luego hacen una valoración e informan a la asamblea para que esta determine si el punto de venta puede ser aceptado o no en el concierto.
En la actualidad, han llegado a acuerdos con una docena de puntos de venta y tres mercados. Esto representa una trentena de productoras y productores (ver el mapa de puntos de venta concertados).
¿Qué os ha motivado a crear una moneda específica para la caja comunitaria de alimentación, la mona?
Crear una moneda digital alimentaria fomenta el sentimiento de pertenencia. También ayuda a redirigir el consumo hacia los comercios concertados. Podemos preguntarles cuántas monas han recibido y para qué tipos de productos, y así entender cómo se usa esta moneda digital. Estamos empezando a trabajar con estos datos y sabemos que gran parte del dinero va a los productos ecológicos, especialmente a la fruta y la verdura.
¿Las personas que participan consideran que ha mejorado su vida con esta caja?
Aún nos faltan datos para medir el alcance. Pero ya tenemos muchas valoraciones de personas vulnerables que afirman que su seguridad alimentaria ha mejorado. Depende mucho de la situación de cada uno.
Para una persona sola que paga una cuota de 1 euro al mes, recibir 99 euros para la compra mensual significa una gran diferencia y le permite salir a flote en lo relativo a su alimentación. En cambio, para una familia de cinco personas, no se revierte la situación con tan solo 100 euros al mes. Si bien les ayuda a mejorar la calidad de una parte de su alimentación, sigue siendo una cantidad insignificante de su presupuesto alimentario y no les permite dejar atrás la inseguridad.
Por eso queremos consolidar la caja y que se creen dispositivos similares. Esto ayuda también a entender por qué el colectivo nacional para la Seguridad Social de la Alimentación (SSA) aboga por una cuota mensual de 150 euros por persona.
¿Vuestra caja comunitaria forma parte del proyecto de Seguridad Social de la Alimentación (SSA), llevado por asociaciones y organizaciones a escala nacional?
Sí, nos basamos en sus pilares —universalidad, concertación y financiación por cuotas—, pero los adaptamos a nuestra realidad local y experimentamos.
Aún no podemos aspirar a la universalidad con un proyecto a pequeña escala, pero es nuestro principal objetivo; para ello, contamos con el sistema de sorteo con el fin de acceder a un público más variado. En cuanto a la concertación, lo que hace nuestra asamblea ciudadana se acerca bastante a lo que se podría implementar en un proyecto de Seguridad Social de la Alimentación a gran escala.
Respecto a la financiación, nuestro sistema se basa en el compromiso voluntario de las personas, que determinan ellas mismas el importe de sus cuotas. En cambio, un proyecto a escala nacional supone contribuciones obligatorias con una cuota fija, como es el caso de la cotización a la seguridad social.
En cualquier caso, somos miembros del colectivo nacional para una SSA y de la red de iniciativas locales del proyecto. Nuestra asamblea ciudadana ya se ha reunido con otras provenientes de otros departamentos (Vaucluse, Gironde, Drôme). Vemos cómo la asamblea ciudadana poco a poco se va politizando en estas cuestiones de SSA. Y es que la idea es ir más allá de un experimento a pequeña escala en Montpellier y hacer que el concepto cuaje, se multiplique y, ojalá, se generalice.
El experimento de caja alimentaria en Montpellier se prolongará al menos hasta junio de 2024. ¿Qué previsión hay para después?
Lo más seguro es que entremos en una segunda fase que perdurará hasta finales de 2025. Estamos buscando financiación para ello. Pero primero tendremos que evaluar la primera fase. Aparte del retorno muy positivo que recibimos, tenemos un comité científico que supervisa el proceso. Estaremos atentos, atentas, al resultado, para ver por qué y cómo podemos ampliar la experiencia y darle continuidad.
Probablemente aumentaremos el número de participantes, pero también es posible que modifiquemos las modalidades de cotización, garantizando al mismo tiempo el papel central de la asamblea ciudadana. Queremos que el proyecto siga perteneciendo a la ciudadanía y evitar cualquier tipo de apropiación.
¿Qué consejos darías a las personas que quieran experimentar la Seguridad Social de la Alimentación?
Para aprender colectivamente, tenemos que probar el sistema en todas partes, con modalidades lo más dispares posibles. Yo les diría que probaran, pero sin reproducir exactamente lo mismo. Los criterios deben ser coherentes con la realidad local. Otro consejo sería contar con perfiles muy variados, implicando a las asociaciones locales de diferentes ámbitos pero que compartan los mismos valores. Esto nos ha permitido plantear un proyecto holístico.
Sophie Chapelle
[1] Ocho empleados —cinco equivalentes a tiempo completo— trabajan actualmente para garantizar el buen funcionamiento de la caja de Montpellier.
Este artículo cuenta con el apoyo de la Fundación Rosa Luxemburgo