Conversatorio

¿Qué oportunidades ofrece el aprendizaje en el medio rural? ¿Hay que tener una formación especializada? ¿Cómo choca esta forma de enseñar con el sistema educativo hegemónico? Hablamos sobre estos y otros temas con madres y docentes de escuelas rurales.


 
Conversatorio Pablo

Lara Willmott

Formo parte de las familias que integramos Wayra, una pequeña escuela en Juzbado (Salamanca). Funcionamos desde 2012 y en el pueblo desde 2016. Hay 21 niñas y niños de entre 3 y 12 años. Es un proyecto privado autogestionado, homologado por la Consejería de Educación y totalmente integrado en el pueblo. El municipio nos cedió la casa del maestro y allí hemos establecido la sede, pero la escuela es el pueblo, el campo, la ribera del río Tormes… Los cerca de 180 habitantes también son parte de la escuela.

Conversatorio Sara

José Luis Murillo

Yo soy niño de pueblo. Cuando estudié magisterio tenía muy claro que quería estar en un pueblo y mi vida profesional han sido casi 40 años de escuela por el Pirineo, acompañado de grandes personas de los movimientos de renovación pedagógica y la escuela rural. Llevo unos cuatro años jubilado y de mi padre aprendí que cuando te jubilas hay que tener un huerto. La escuela rural es ahora también mi huerto, donde sigo acudiendo a escuchar a maestros y familias, niñas y niños, qué intereses tienen, qué necesidades.

Conversatorio Emiliano

Laura López Santamarina

Vivo en Arboces (Asturias), donde nací hace 43 años y donde nació mi hijo. Estudié educación social y estoy vinculada a la asociación de madres y padres porque me gusta formar parte de la realidad en la que estoy. Cuando tuvimos que elegir un cole para nuestro hijo, no hubo debate. Si apostamos por dar continuidad a nuestros proyectos vitales en las zonas rurales, por coherencia nos tocaba matricular a nuestro hijo en un cole rural.

Conversatorio Feliciana

Claudia García Ruiz

Desde hace diez años soy maestra en colegios. Donde he ejercido más años ha sido en el Colegio Público Rural Serranía (de Atajate, Benadalid y Benalauría) en el valle del Genal, Málaga, donde ahora ejerzo las funciones de directora. Son pueblos de entre 100 y 400 habitantes. Desde muy joven elegí el medio rural para trabajar. He estado tres años en el Centro de Profesorado de Ronda, donde hemos creado el primer itinerario formativo para la escuela rural, un tema y una realidad que estaba totalmente ausente.

 

  Claudia ha trabajado en el diseño de una formación específica para el profesorado que llega a la escuela rural. ¿Por qué es necesaria esta formación?

Claudia: Necesitamos un perfil de docente muy concreto, que aproveche la oportunidad de los recursos naturales del lugar, de la ratio, de la comunicación directa con familias, vecindario y asociaciones, etc. A los pueblos llega mucho profesorado urbano, con mucha condescendencia hacia lo rural. Es más importante estar conectado con esa realidad y verla como una oportunidad que los méritos académicos. La estabilidad del profesorado es otra gran dificultad. Aquí cambia hasta el 90 %, no tenemos ni el equipo motor estable. La escuela rural es la cuenta pendiente del sistema educativo.

 
   A los pueblos llega mucho profesorado urbano, con mucha condescendencia hacia lo rural.   
 

Laura: Yo lo veo como una cuestión de actitud más que de formación. Nuestra comunidad educativa está peleando porque nos quieren recortar una unidad,[1] que obligaría al colegio a redistribuir los grupos de alumnado y tendría implicaciones presupuestarias. Para que un cole rural sobreviva a estos embates de la administración, necesita un equipo de docentes y profesionales que se crea lo que está haciendo y lo defienda y sostenga. Nos parece muy importante la estabilidad del profesorado, pero la sensibilidad y la actitud, también. Trabajar en una escuela rural como la nuestra no está en el componente académico ni de lejos. En la universidad en general no existe ninguna asignatura en magisterio, ni optativa, sobre escuela rural, solo encontramos una vinculada a esto en pedagogía. Y lo notamos cuando llegan maestras recién formadas y les llama la atención que las familias tengamos un papel tan presente en el día a día del colegio. En nuestro cole no hay vallas, todas las aulas tienen puertas exteriores y el patio es el parque del pueblo. Las familias entramos y salimos libremente, pero muchas maestras vienen de centros en los que entre el cole y la calle hay cerraduras, protocolos, bedeles, y se nota mucho. Eso le quita la frescura a una escuela rural.

José Luis: No se debería formar en la escuela rural, se debería formar para ser una buena profesional, estés donde estés. Lo que yo he aprendido es que tenemos un sistema educativo que parece heredado del marco mental del franquismo. Cuando un maestro quiere ir a un pueblo, pasa por una lista donde lo que cuenta no es ni su actitud, ni sus intereses en el pueblo; es, primero, la antigüedad. Esto lo recuperó Franco de la escuela tradicional nacida en el siglo xviii. Y lo segundo que influye es si se tiene dinero para hacer másters, que dan puntos también. Para mí, que no quieran ir los maestros a la escuela rural es un mito. La realidad que conozco es que mucha gente quiere ir, pero no puede porque no tiene todavía la puntuación. Tendría que haber proyectos educativos serios y priorizarse a quienes quieran trabajar en ellos, porque tiene que haber continuidad, es un desastre que alrededor del 50 % del profesorado cambie todos los años en las escuelas rurales, y en una pequeña escuela de pueblo puede llegar a ser el 100 %. Ya en una escuela grande es un desastre, pero en una rural donde a veces solo hay dos, muchas veces es su muerte porque cambia todo. Y eso se junta con los males de lo rural. Uno de ellos, que afecta también a médicos, asistentes sociales, etc. es que vivir en un pueblo, si no tienes tu propia casa, es difícil. Si encuentras alquileres, son a precio de turista.

 
   La escuela rural es una olla a presión de dos grandes problemas, los males de lo rural y del sistema educativo.   
 

Lara: En el caso de nuestra escuela, somos las familias quienes decidimos quienes están como acompañantes. Hay gente que viene de fuera, pero el perfil siempre se define. Lo que plantea Claudia tiene mucho sentido, en los pueblos hace falta un perfil muy concreto, que quiera generar una comunidad educativa. La escuela rural es una olla a presión de dos grandes problemas, los males de lo rural y del sistema educativo. El problema del rural es un vaciamiento articulado y orquestado de los pueblos y el del sistema educativo es la burocracia tan ingente que viene desde despachos alejados y desconectados de nuestra realidad. Las necesidades de los niños y niñas quedan lo último en esa jerarquía. Nuestra escuela trata de transformar todo eso. Conocemos muchas escuelas públicas en el medio rural de Salamanca que funcionan con modelos educativos urbanos y no salen del aula, se pasan el tiempo delante de un libro de Edelvives. Eso tampoco tiene ningún sentido en lo urbano, pero menos en un entorno natural, donde hay muchísimas oportunidades de aprender de otra manera. La escuela rural puede ser tan horrible como muchas escuelas de las ciudades, por eso no hay que generalizar sobre la escuela rural como un ente maravilloso.

  ¿Cómo se puede empezar a cambiar esta estructura y mentalidad que viene de tan atrás?

José Luis: Es difícil cambiarlo porque normalmente el profesorado ha vivido desde su infancia y en la facultad una educación tradicional. La inspección también sigue esa línea, te pide horarios y asignaturas cerradas, importa la burocracia y la estandarización. Por eso, al llegar a un pueblo, los maestros y las maestras se encuentran perdidos y reproducen por inercia o por miedo lo que han vivido: cierran la puerta, tiran del libro de texto, hacen exámenes y ponen notas. Estamos atascados. Me da mucha pena que incluso el modelo de sindicatos de izquierdas se ha vuelto conservador. Hace 40 años defendíamos metodologías activas basadas en el niño y la niña. Ahora se defiende un único modelo, una educación de funcionarios y acabar con experiencias como la de Lara o la de Caneto, una escuela rural con un proyecto propio que quiere cerrar el nuevo gobierno de Aragón por los peligros de una escuela de pueblo. A muchos niños de escuelas independientes de la administración no se les considera escolarizados y les persiguen la inspección y los servicios sociales. Deberíamos defender que se abran y extiendan proyectos independientes que dinamizaran el sector y regeneraran el sistema. Hay que demostrar que hay otra manera de estar en la escuela. Lo que me parece básico para cualquier buen profesional en la enseñanza, urbana o rural, es la gestión emocional y las habilidades sociales, la didáctica es secundaria, tenemos que educar con el corazón. La forma de trabajo de la escuela rural puede ser una referencia, pero no la única, porque no es exclusiva de la escuela rural. Hay colegios grandes y urbanos que trabajan también en aulas multigrado y sin libro de texto, por proyectos y metodologías activas.

Lara: Claro, es que no se trata de ruralizar las escuelas urbanas, se trata de un cambio metodológico del formato del aprendizaje. Es más bien humanizar, plantear las necesidades emocionales y el aprendizaje integral, algo que creo que tiene mucho que ver con la propia cultura rural. Allí todavía encontramos formas de entender la vida diferentes a las de mentalidades más urbanas.

¿Qué es lo rural?

Lara: Planteo la definición de ruralidad desde la ruptura de la mirada urbana, que muchas veces es hegemónica y de la que partimos muchas personas que estamos en el proyecto Wayra. Queremos transformar esa mirada hacia una conexión con la naturaleza, el entorno, la comunidad, con sinergias entre lo social y lo ambiental y frenar la forma de vida establecida y la inercia hacia unos patrones determinados. Queremos ralentizar nuestras vidas, aprender en un entorno más amable y cercano.

Laura: Para mí el rural es el contexto en el que se da la buena vida y se vive bien. Es el espacio en que crecí. Yo llevo toda la vida en el rural excepto el periodo en que tenemos que emigrar las que queremos estudiar. En mi caso tenía muy claro que quería volver. Yo no detesto la ciudad ni creo que sea el enemigo a combatir, pero hay modelos de vida que se propician en lo urbano que creo que no aportaban al bienestar planetario.

José Luis: No tengo nada claro lo que es rural. Me sugiere tamaño pequeño, gestionable, humano, cercanía, solidaridad. Gente que conocemos, entornos naturales, calma, una vida más artesana, del día a día, de cuidarnos unos a otros. Hay tantas miradas sobre lo rural…, economía, geografía, sociología, demografía…, se me escapa. Bastante hago con entender lo que es la escuela rural y más en estos tiempos.

 

  ¿Cómo de relacionada está esta idea de educación transformadora con «salvar» los pueblos, con una forma concreta de entender el mundo y de vincularse con el territorio?

Laura: En nuestra comunidad educativa y en nuestra asociación de familias eso está todo el rato encima de la mesa. En estos últimos meses, con el miedo a la desaparición de una unidad, en la raíz del argumentario de las familias que participamos en las movilizaciones está que queremos que nuestros hijos estén vinculados al territorio en el que crecen, que quieran tener aquí su proyecto de vida y que no sean habitantes de paso. Si los pueblos quieren tener futuro, deben tener escuela, pero no cualquier escuela. El modelo de aprendizaje por el que apostamos está totalmente relacionado con que nuestros pueblos tengan futuro. Son metodologías activas, en las que las necesidades del alumnado y de sus familias están en las aulas, donde se genera comunidad, transformación social y futuro. No necesitamos autovías ni tren de alta velocidad, necesitamos una comunidad que nos sostenga, ahí está el futuro.

José Luis: Si haces un buen proyecto educativo, aportas al pueblo y lo dinamizas. Para mí la primera misión de la escuela, esté donde esté, es cuidar y acompañar a los niños y niñas en su desarrollo; la segunda es vincularlos al territorio local y la tercera, al territorio digital. El entorno es fundamental como vinculación afectiva. En este valle se habla patués y viene una profesora una hora a la semana para enseñarlo. Hay personas que llegaron de fuera cuyos padres y abuelos no hablaron nunca patués, pero las ha vinculado con su territorio, se queda como un poso afectivo. Afectivamente es savia con la que vas alimentando a las criaturas, una savia sana que las conecta con el lugar en el que viven.

Lara: En nuestra escuela justo hay tres familias que han iniciado sus proyectos de vida en la agricultura y ha aumentado su vínculo con la tierra. Nos acercamos a las huertas, a las gentes del pueblo que tienen cabras, gallinas…, y les compramos a ellas los alimentos. También vamos de excursión a ver a los ganaderos, a la panadería del pueblo vecino, a la quesería de Monleras…

Claudia: Yo tengo la gran suerte de tener cerca la Asociación Montaña y Desarrollo, que en Benadalid tiene su Centro de Biocuidados. Aquí se promueven los vínculos de cuidado comunitario y estamos generando un proyecto de educación de personas mayores en el que participa el colegio. Respecto a educar para vincularse al territorio, con un maestro jubilado, estuvimos analizando los libros de texto y lo dejamos por espanto. Tenemos un currículo urbano, los libros de texto que se utilizan son urbanos. Todo: las lecturas, los ejemplos, los perfiles de éxito, el bombero, el policía... ¡Y aquí no hay ni semáforos! Ahora llegan los youtubers como modelo de profesión. Eso influye y va anulando el sentir del niño sobre la riqueza del lugar en el que está y, aunque no sea explícito, se genera ese mensaje de ir a la ciudad. Nosotras intentamos mostrar lo contrario, poner ejemplos de profesiones del entorno, suplir las carencias que tienen esos libros y los recursos que se utilizan. Una metodología que parta del entorno va a formar a personas más activas en ese entorno y, si salen para ir a la universidad, quizá estudien para aplicarlo después aquí. Esa cultura debe impregnar el proyecto educativo y el currículo.

  ¿Y qué pensáis que puede hacer la escuela para dinamizar y transformar el sector primario?

Laura: Yo trabajo en una ONG que tiene un centro especial de empleo referente en agricultura ecológica en Asturias, pero aún es muy complejo vivir de la agricultura como primera actividad familiar. Me gustaría tener una respuesta diferente, pero es que nosotros vivimos en el litoral asturiano, muy cerca de Galicia. Llevamos años viendo cómo nos estamos convirtiendo en el refugio climático de España. Se complica mucho tener un proyecto vital en una zona tan turistificada. Las viviendas que se venden solo pueden pagarlas quienes vienen con alto poder adquisitivo y como segunda residencia. Ese es el futuro que está promocionando la administración para nuestros pueblos, junto a la gestión forestal de monocultivo. Me cuesta encontrar familias de nuestro cole que se dediquen todavía al sector primario. El modelo productivo que tenemos en Asturias, con algunas excepciones, es muy complejo, están muy endeudados, todo está industrializado, si no, en general, no es viable… Aunque hay experiencias interesantes, es desolador el futuro de la agricultura y la ganadería en Asturias. El sector del turismo se lo está comiendo literariamente: la tierra, la vivienda… Es un tema que me preocupa mucho y me genera mucha tristeza porque es muy difícil transformar el modelo, aunque podamos aportar desde el consumo propio. El poder de la industria y las políticas es de arrasar.

José Luis: La cultura agroganadera está desapareciendo. Aquí lo que permite vivir a la población es el sector terciario. Benasque es la capital del valle y yo sé que en verano no puedo ir por la cantidad de gente tan bestia que hay. ¿Qué nos queda? Juntarnos con quienes podamos autoorganizarnos y hacer cosas que nos llenen. Si hay un grupo al que le llena lo ganadero, genial, a otro la literatura, hacer los barrancos… Creo que podemos darle la vuelta y ver los huecos que el sistema nos deja. Pero lo que tenemos que hacer ya es autoorganizarnos.

  A la enseñanza ha llegado también la cultura de la «innovación», la emprendeduría… ¿Cómo lo valoráis?

Claudia: Lo de la innovación me hace mucha gracia. Si analizas las metodologías que hoy en día se califican como «innovadoras», la más moderna tiene cien años. El emprendimiento no lo entiendo como querer formar a empresarios, sino conseguir que sean capaces de generar sus propios proyectos, de saber dónde quieren estar. Esa es mi forma de entenderlo.

Laura: Yo veo esa interpretación un poco ingenua. Ojalá fuera así. Yo no escucho hablar de emprendimiento cooperativo o social, sino de modo muy individualista y competitivo. El modelo urbano y capitalista está en todo, en el tipo de actividades extraescolares, de excursiones… No se entiende no hacer una excursión a la ciudad.

Lara: El sistema educativo es heteropatriarcal y capitalista, todo se plantea en los libros de texto a partir de ahí. No hay por donde cogerlo. Se practica un modelo de escuela que forma a trabajadores y principalmente a consumidores. En el contexto rural, estos planteamientos chocan frontalmente con la autogestión, el autoconsumo, la relación con los ciclos naturales y el trabajo comunitario.

José Luis: La escuela no es una burbuja aislada, sino un ecosistema abierto dentro de un sistema educativo que está dentro de la sociedad. Y la sociedad, queramos o no, es líquida y digital y una de sus características es la de lo superfluo e «innovador». Yo no creo en esas etiquetas de marketing que mercantilizan la escuela. Para la escuela no necesito la etiqueta de «innovadora», porque hoy en día lo innovador es lo que cambia cada mes, y la escuela tiene que ser al revés, ha de tener consistencia, coherencia en relación con lo de atrás y renovarse para transformarse desde la conciencia crítica.


[1]      Una unidad es el equivalente a un aula en lo referente a presupuestos y recursos humanos.

Revista SABC

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