José Luis Corzo
En el año 1967 se publicó el libro Carta a una maestra, escrito por el alumnado de la escuela de Barbiana, una pequeña aldea de montaña del centro de Italia, fundada por su párroco Don Lorenzo Milani. El libro hace una crítica dura y radical a la escuela oficial que rechaza y margina a la población pobre de cultura campesina.
Famosa en todas partes, Carta a una maestra (1967), traducida a más de 60 lenguas, se dirigía a los padres y madres de chicos y chicas que la escuela oficial echa a la calle antes de tiempo, como si fuera un hospital dedicado ¡a la gente sana!
Aunque «el daño más profundo —dicen a la maestra sus muy jóvenes autores— se lo hacéis a los escogidos», porque acaban por creer que la cultura ajena —la de los campesinos e inmigrantes, por ejemplo— es inferior a la suya; y solo es distinta. «Cada pueblo tiene su cultura y ningún pueblo la tiene menor que otro. La verdadera cultura, la que todavía no ha poseído ningún hombre, se compone de dos cosas: pertenecer a la masa y dominar la palabra». Pues esa es la cuestión: desde la masa, poder entender a cualquiera y explicarse ante cualquiera, sin tener que someterse a ninguna cultura impuesta.
A Pier Paolo Pasolini (1922-1975), escritor, poeta y cineasta, ese librito le entusiasmó y confesó en televisión que nunca le había pasado tener que decir a todo el mundo: leedlo, leedlo. Es «uno de los libros más bellos que yo haya leído en los últimos años: un libro extraordinario incluso por razones literarias», dicho con el entusiasmo idealista de la mejor izquierda norteamericana y de la revolución china de Mao.
Sin embargo, en una apoteósica presentación de Carta a una maestra en Milán, en 1967, dijo a los chicos autores que la cultura campesina había alimentado en Italia a la cultura provinciana pequeñoburguesa. «El mundo campesino del que venís está circunscrito, es parcial y particular, y debéis superarlo en todos sus fenómenos». Pasolini no es ajeno a la llegada de la nueva cultura de una «industrialización total».[1]
Naturalmente, uno de los chicos de Lorenzo Milani, el fundador de la escuela de Barbiana, el pequeño Francucho Gesualdi que ya había estado en Inglaterra practicando el inglés y, también el árabe en Argelia y en Libia, le respondió: «Entonces, señor Pasolini, usted no ha entendido nada de nuestra carta». ¿A qué se refería?
Pasolini recomendó a los chicos a la salida del acto que no fueran a ese tipo de reuniones de intelectuales, pero ¿los había entendido? Porque ellos eran la voz de los descartados por este mundo neoliberal y capitalista y, como había escrito Milani, cada uno de ellos es «un universo de dignidad infinita» y deben vivir como soberanos en estas democracias europeas y en las más avanzadas.
Todavía hay mucha gente descartada con la mochila llena de cultura campesina, a pesar de venirse a vivir y a trabajar en la nueva era industrial. Y no es cuestión de ayudarlos a integrarse, sino de pedirles que nos enseñen a proteger y a cuidar la casa común, este planeta azul tan en peligro, como avisa el papa Francisco.
José Luis Corzo
Profesor emérito de la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia de Salamanca
[1] P. P. Pasolini. (2017). «La cultura campesina de la Escuela de Barbiana», Educar(NOS), 77, 9-12.