Más de 150 personas, con participación de experiencias de Honduras, Argentina, Chile, Brasil, Filipinas, Camerún, Colombia y Guatemala, han celebrado en Cortes de la Frontera (Málaga) el I Congreso Internacional de Educación Rural, con el lema «Por una educación rural para la repoblación»,[1] con el objetivo de reflexionar desde una perspectiva crítica sobre la situación de supervivencia en la que se encuentra el medio rural, ahondando en las causas socioeducativas, culturales y político-económicas.
1. Políticas de transición ecológica y reto demográfico. Vemos que se han iniciado programas de distintas administraciones públicas estatales, europeas, regionales y municipales, pero son insuficientes.
2. Cultivando paz entre los pueblos. Como agentes de educación no podemos sentirnos al margen de los distintos conflictos bélicos activos en forma de lucha por el control político, económico y cultural de las fronteras, que tienen a la población civil como protagonista en forma de atropellos, desplazamientos, genocidios, etc. Se ha de trabajar una educación que tenga a la cultura de paz en el centro de sus objetivos.
3. Cambio urgente de las políticas públicas. Puede hacerse vía estrategias de desarrollo rural dirigidas a regenerar una nueva economía para los pueblos, más aún en aquellas que afectan al ámbito educativo, formativo y el fomento de la iniciativa social que pueden revertir la sangría poblacional, cultural y económica. Hacen falta cambios que no vengan dispuestos, como hasta ahora, por una tecnocracia ajena y que cuenten con la realidad rural y la participación de las poblaciones y sus saberes locales.
4. Una nueva relación con la naturaleza para ralentización del cambio climático. El medio rural es el espacio nutriente de las bases de la vida en general y de la urbe en particular: aire, agua, alimentos, energías, materiales, mano de obra…; sin poblaciones activas en los pueblos, su gestión territorial quedaría huérfana y pondría en peligro el futuro en común. La nueva educación ha de reconsiderar nuestra ecodependencia con la naturaleza. La ciencia agroecológica ya ha demostrado que el modelo de gestión del territorio de la cultura campesino-rural, apegada a una relación de proximidad en sus interacciones y a tecnologías de bajo impacto ambiental, ralentiza el cambio climático frente al modelo agroindustrial y tóxico.
5. Recuperación de la vida comunitaria rural: cuidado y afectos mutuos. La comunidad rural debe regenerarse desde su sustancial origen, como semilla de relaciones, espacio imprescindible de aprendizaje donde compartir, conocer, valorar los saberes y hacer futuro. Es necesaria una economía para los pequeños pueblos que rehabilite y dinamice de forma integral su sistema agroecológico local, vinculado a los aprovechamientos sostenibles de sus recursos naturales; e incorpore nuevas actividades económicas de otros sectores que diversifican su base, y contribuyen a incrementar la demografía haciendo compleja, cohesionada y rica su estructura social.
6. Una nueva visión del currículo: valorar el conocimiento local. Hay que reprogramar el currículo para todo el sistema educativo y, en particular, en nuestro contexto, para incorporar la óptica rural como un elemento transversal de contenidos. Hasta ahora prima una visión urbanocéntrica. Además de introducir procesos de aprendizaje- a servicio en el total de la comunidad educativa, con el objetivo de enfocar propuestas de compromiso y cambio social de la realidad. Estas dinámicas permiten trabajar la identidad local con la problematización de las necesidades reales. «La educación es un acto de amor y, por lo tanto, un acto de valor» (P. Freire).
7. La organización educativa y la formación del profesorado: ética rural y ambiental. El criterio de rentabilidad de los servicios educativos no debe ser nunca un obstáculo, como ocurre en el mundo urbano. Ello implica una reorientación de la financiación de políticas y tiene en la investigación educativa nuevos campos de experimentación. El profesorado de este contexto está de paso, en su mayoría, desconoce la realidad local y es complejo implementar proyectos educativos adaptados y con identidad propia. La formación del profesorado debe incluir un perfil profesional específico que contemple el conocimiento y formación para abordar la realidad de la escuela rural (aulas multigrado, diversidad, metodologías y herramientas educativas).
8. Educación no formal, educomunicación y educación permanente. La educación no se circunscribe al ámbito académico, sino que lo traspasa y se integra con la vida. Hay que valorar otras experiencias de educación rural enriquecedoras, activadas por entidades sociales en el territorio. Forjando ofertas formativas con perspectiva crítica, explorando fuera y en interacción con los marcos académicos y vinculándolas con las políticas de desarrollo rural. Por otro, la alfabetización digital y audiovisual es una necesidad imperante. La aparición de nuevas tecnologías y valores, y el surgimiento de procesos de cambio cultural, nos obliga a adelantarnos a esa transición tecnológica que promueve nuevos modelos de economía y modos de vida.
9. La dimensión sociocultural. La educación debe sostener los procesos socioeconómicos desde el desarrollo endógeno y comunitario, como identidad de un pueblo capaz de pensar, decidir y actuar. Una cultura creada desde lo cotidiano que atienda al rescate de la racionalidad ecológica del conocimiento campesino (memoria biocultural), que la ciencia agroecológica ha demostrado como válido para la gestión eficiente y sostenible en la lucha contra el cambio climático y que tenga como horizonte la praxis de la soberanía alimentaria de los pueblos, así como el ejercicio de la igualdad y la justicia en todos sus contextos (paz, etnias, género, derechos laborales, inmigración…).
10. De isla a archipiélago: la fuerza de la red social. En diferentes lugares del mundo tenemos retos y necesidades similares. Es necesario creer en las potencialidades pedagógicas de los entornos rurales, ser consciente de la fuerza y el conocimiento para luchar por un nuevo modelo educativo más abierto y entroncado con la comunidad, más libre. Como decía María Montessori, «debemos agitar la vida y dejarla libre para que se desarrolle». Solo desde la creación de vínculos humanos entre las propias comunidades rurales desde una visión internacional (local-global), podremos seguir empujando una toma de consciencia personal y colectiva para encarar otro modelo de desarrollo menos agresivo y más acorde con las necesidades ecológicas, de justicia y equidad social.
[1] Organizado por el Grupo de Investigación PROCIE-Universidad de Málaga, la Confederación de Centros de Desarrollo Rural (COCEDER), los Colectivos de Acción Solidaria (CAS), el Instituto Paulo Freire España, la Universidad Rural P. Freire Serranía de Ronda-CDR. Montaña y Desarrollo; y la colaboración del Ayuntamiento de Cortes de la Frontera, la Diputación Provincial de Málaga y la Revista Soberanía Alimentaria, Biodiversidad y Culturas.