Cartel del Consejo de la Escuela Nueva Unificada (CENU), organismo dependiente de la Generalitat de Catalunya constituido en 1936 con el objetivo de impulsar la unidad antifascista
En un artículo reciente, Agustí Corominas, compañero del comité editorial, se pregunta hacia dónde debe ir la educación ante las crisis que estamos viviendo y observa dos tendencias. «Una educación que profundice en la democracia, el bien común, la colaboración, que cubra las necesidades básicas de los individuos y eduque para vivir con los demás seres vivos y con los límites del planeta o una educación que fomente el éxito individual, el dominio de unos sobre otros, que cree gente preparada para competir por hacerse con el control sobre las riquezas del planeta, que no tenga en cuenta la importancia de la biodiversidad o de la diferencia». Con el ejemplo del cuento de las tres hermanas, popular entre las comunidades indígenas norteamericanas y citado por Robin Wall Kimmerer en su libro Una trenza de hierba sagrada, se apoya en su argumentación a favor de la primera tendencia: «Una hermana es el maíz, la otra la judía y la otra la calabaza. El maíz crece arriba, la judía sube por su tronco y la calabaza extiende sus hojas por el suelo para conservar la humedad. Cuando las tres se cultivan juntas, cada una produce unos frutos mucho más resistentes y saludables». Los dones de cada una se expresan más plenamente cuando se crían juntas que solas.
La educación es un campo muy amplio que, en este número, hemos acotado a la escuela rural (en singular, aunque sabemos que es muy plural), haciéndola dialogar con los problemas del sector primario, los sesgos culturales de nuestra sociedad capitalista, el momento de crisis ecosocial o el vaciamiento de los pueblos y la pérdida de prácticas y saberes vinculados a la tierra. ¿Por qué todas las escuelas, estén donde estén, ofrecen los mismos contenidos académicos? ¿Cómo puede la escuela rural evitar la despoblación? ¿Deben tener una actitud y formación particular las personas que trabajan como docentes en la escuela rural? Estas han sido algunas de las preguntas a las que hemos buscado respuesta.
Y es que, bajo el prisma de la globalización y la uniformización, salvo pocas excepciones, al alumnado de primaria se le enseña, más o menos, lo mismo en todas partes, con las mismas imágenes y los mismos referentes. Una educación de funcionarios, de consumidores, como dicen las participantes en el conversatorio. Se ve también en la alimentación, en los comedores escolares, donde predominan los menús industriales elaborados por grandes empresas de catering, incluso en lugares donde existe producción de alimentos frescos. Un reflejo de nuestra sociedad, pero donde conviven también las experiencias disruptivas, como las escuelas rurales con metodologías activas y las puertas abiertas y muchas escuelas libres, que tensionan y ponen a prueba a la administración.
Hace un siglo, los movimientos de renovación pedagógica se organizaban y trabajaban desde las aulas para transformar la educación. En las escuelas rurales surgieron importantes movimientos de docentes como Batec, del que hablamos en estas páginas, que rompían con la enseñanza tradicional, hacían del pueblo y del territorio la escuela y experimentaban con metodologías vivenciales como la Freinet. Todo esto se interrumpió violentamente con el alzamiento militar y la guerra civil, imponiéndose durante cuatro décadas una educación reaccionaria controlada por la iglesia. ¿Qué escuela tenemos ahora?
Sabiendo que uno de los elementos más conflictivos de la sociedad industrializada es su desconexión con la naturaleza, podría empezarse por salir más de las aulas, sea en el campo o en la ciudad, y visitar el huerto escolar o los huertos del vecindario. En la cultura campesina, como explica el cuento de las tres hermanas, pueden encontrarse referentes de cooperación y apoyo mutuo, de observación, experimentación, paciencia, escucha, curiosidad y aceptación. Quizá todo es tan fácil como campesinizar las escuelas.