De la teoría a la práctica
Amalia Bueno
En el Valle de Valdivielso, Burgos, se ha establecido el Colectivo Memoria Viva de los Pueblos. Conscientes de los retos del entorno y del momento que habitan, nos cuentan en primera persona cómo está siendo su experiencia de recampesinización.
Trabajo comunitario siembra de la patata. Foto: Colectivo Memoria Viva de los Pueblos
En el Valle de Valdivielso, Burgos, se ha establecido el Colectivo Memoria Vida de los Pueblos. Conscientes de los retos del entorno y del momento que habitan, nos cuentan en primera persona cómo está siendo su experiencia de recampesinización.
Mis abuelos eran alcarreños, de un pueblo llamado Cifuentes, en la provincia castellana de Guadalajara; mi padre, también alcarreño, se fue con 10 años, junto a mis abuelos a Cataluña en ese gran éxodo forzado que vivieron nuestras zonas rurales en las décadas de los 60 y 70. Mientras nuestros territorios se desangraban lentamente para cubrir las necesidades de mano de obra barata en la naciente industria española (Catalunya, Euskadi y Madrid) la revolución verde llegaba a nuestros campos para cambiarlo todo.
No teníamos la receta perfecta, pero sí la claridad de que para combatir esta crisis —que no es climática, sino ecosocial y sistémica— teníamos que ligarnos a la tierra.
Soy de la generación que nació con todo pero que a la vez se ha enfrentado al capitalismo más voraz, a las crisis consecutivas que no dejan tomar aliento cuando ya está llegando la siguiente; soy de esa generación que perdió el rumbo, sacó los pies de la tierra definitivamente y se zambulló en el consumo desmedido en una realidad virtual.
Por suerte no todo estaba perdido, porque si no, ¿qué estaríamos haciendo aquí? A lo largo de la vida fui conociendo células de resistencia inspiradoras en todas partes del mundo, gente que se resistía a asumir este sistema como propio e indiscutible; personas que, como yo, veían que era necesario volver a eso que los nasa de Colombia llaman Uma Kiwe, que los pueblos andinos llaman Pachamama y que nosotras llamamos madre tierra. Así, un grupo diverso, provenientes de diferentes lugares, nos encontramos y de esta forma dejé de ser YO para ser en Colectivo; así, nació Memoria Viva de los Pueblos.
¿Por qué y para qué?
Cuando nos conformamos como colectivo teníamos una cosa clara: rehabitar lo rural era una prioridad, volver a ser campesinas sería la base, los cimientos. Simplemente porque es lo natural, es el lugar donde el ser humano puede desarrollar su vida en su máxima expresión, vinculándose a su propio territorio y a la naturaleza, produciendo sus propios alimentos con los que nutrirse, construyendo una comunidad que sea un apoyo sincero, emocional en los vaivenes y problemas de la vida; nuestros pueblos, nuestros valles, son los territorios donde poder ejercer la política, protagónica, cercana, desde el común y para el común, donde practicar un diálogo vecinal para cuidar y aprovechar conjuntamente los bienes naturales comunales, resolver los conflictos y celebrar, en definitiva, VIVIR.
No teníamos la receta perfecta (tampoco la tenemos ahora después de seis años), pero sí la claridad de que para combatir esta crisis, que no es climática, sino ecosocial y sistémica, teníamos que ligarnos a la tierra, salir de esos centros de acumulación hostiles a la vida que son las ciudades, enraizarnos y campesinizarnos. Queríamos ser y crear comunidad, cultivar nuestros alimentos, defender los territorios, formarnos, aprender y comprender.
De esta forma caímos, no por casualidad, en el valle de Valdivielso, uno más de esos territorios desangrados, donde gracias a nuestro empeño y al apoyo de vecinas y vecinos hemos encontrado nuestro lugar común. No ha sido fácil, ni lo será en los próximos años, pues enfrentamos, como el resto de territorios de la periferia del sistema, graves problemas como son la falta de acceso a la vivienda, el acaparamiento de tierras por unos pocos (favorecido por la PAC, la política agraria común), los elevados precios de los medios de producción, la falta de servicios básicos como el transporte, la salud o la educación y una burocracia descontextualizada que solo pone trabas a las pequeñas campesinas.
Taller creación colectiva con la asociación de mujeres Luna de Frías. Foto: Colectivo Memoria Viva de los Pueblos
Guardianes de la semilla 2024. Taller de injertos con la red de semillas de Euskadi. Foto: Colectivo Memoria Viva de los Pueblos
¿Cómo lo estamos haciendo?
Una cuestión fundamental para recampesinizarnos era conseguir tierra, colectivizarla y cultivarla. Actualmente cultivamos más de 10 hectáreas, la mayoría en secano, alternando trigos tradicionales, garbanzo y forraje; además, cultivamos una huerta comunitaria y varias huertas familiares, donde apostamos por la biodiversidad. Semanalmente, nos juntamos para llevar a cabo una jornada de trabajo comunitario, base de nuestro movimiento, ligada a estos cultivos (criba de garbanzo, cosecha, recogida de la patata, elaboración de conservas, etc.). Una vez al año organizamos el encuentro «Guardianes de la Semilla», donde aprendemos, intercambiamos semillas y hacemos un esfuerzo colectivo por conservar semillas nativas e ir poco a poco recuperando la biodiversidad de nuestras huertas y frutales. Todo ello, de una forma respetuosa con la tierra, desde los principios de la agroecología y la soberanía alimentaria.
Poco a poco, gracias al esfuerzo colectivo, además de tierra, hemos podido hacernos con medios de producción que nos permiten no solo cultivar sino también transformar los alimentos para, de esta forma, seguir profundizando en nuestro proceso de soberanía alimentaria y obtener unos mínimos ingresos que a corto o medio plazo hagan viable la incorporación de más personas al movimiento y al territorio en un proyecto de economía comunal basado en principios de solidaridad. Este proyecto de economía comunal plantea una propiedad comunitaria de los medios de producción y participación de familias e individuos, donde las decisiones se toman de forma asamblearia y el destino de los beneficios se decide entre todas, en busca del bien común. En este momento contamos con una pizzería móvil y se va a comenzar un pequeño centro de transformación de manzana.
La cultura es para nosotras otro de los ejes fundamentales. En un sistema mundo donde la hegemonía cultural (que se manifiesta en diversas formas y ámbitos, como la política, la economía, la educación, los medios de comunicación y la cultura en general) opera como un mecanismo de los poderosos para imponer ideas y valores en la conciencia colectiva y así legitimar su posición y control, se hace necesario dar la batalla en este campo produciendo contrahegemonía en nuestro cotidiano. Así, frente a la promoción del consumismo como un valor intrínsecamente positivo, la normalización de la desigualdad económica y la perpetuación de estereotipos de género y raciales (entre otros), nosotras lapostamos por el poder popular construido desde abajo, la igualdad y el respeto a la diversidad, lo comunal y la solidaridad entre pueblos. Nuestras herramientas son las jornadas de formación política, la divulgación a través de nuestras redes y página web de artículos propios y de colectivos afines y procesos de creación colectiva con asociaciones y agrupaciones de los territorios rurales, que son una de nuestras señas de identidad y nos sirven como vía para fortalecer procesos asociativos locales y procesos transformadores en torno a principios como el feminismo, el respeto a la diversidad (género, origen, identidad sexual, etc.), la memoria histórica, el poder popular, la tierra y la defensa de los derechos humanos y colectivos.
La Escuela de los Pueblos
Y si la cultura es fundamental, no lo es menos la memoria, la de nuestras ancestras, la memoria colectiva de nuestros territorios. La memoria es el espacio donde nos disputamos nuestras identidades, los relatos de dignidad y resistencia de los pueblos, el camino que juntos hay que transitar para no olvidar y seguir construyendo futuro. Necesitamos emanciparnos de ese «Homo capitalista» que es nuestra cultura, que es nuestro yo, y rescatar ciertos valores de los rescoldos de las comunidades, de esa esencia humana comunitaria, solidaria, salvaje, animal, de manos de tierra, conocedora de su territorio, de sus bosques y sus montañas, respetuosa de sus arroyos y sus alimentos, porque existía la conciencia del cuidado humano-territorio para convivir, para perpetuarse como especie.
Y para aunar todos estos conceptos, nuestro proyecto madre, La Escuela de los Pueblos: un nuevo espacio de formación política y experiencial, en nuestro territorio, el valle de Valdivielso. Un espacio contra el individualismo, la competencia, el consumismo, la depredación de la naturaleza, contra la ansiedad, el estrés y el odio entre pueblos. Un espacio formativo y experiencial que cumple con dos objetivos principales: la formación de promotores de vida que favorezcan la revitalización y defensa de los territorios, y la lucha por y para el movimiento social, para fortalecerse, reproducirse por los territorios y seguir construyendo un movimiento popular que a futuro se dispute los espacios de poder con los que nos mandan.
Necesitamos formarnos, aprender conjuntamente unas de otras, compartir experiencias, vincularnos emocional y simbólicamente a un movimiento que trabaje y luche por la vida, la justicia, la diversidad, la tierra y la paz.
Internacionalicemos la lucha, internacionalicemos la esperanza
Si algo nos preocupaba era terminar siendo una experiencia más, local y aislada, donde, desde nuestros privilegios, construir una actividad para nuestro goce y disfrute. Nosotras creemos que los problemas, aunque locales y contextualizados, se enmarcan en lógicas capitalistas globales y, por tanto, las luchas también deben serlo.
En ese sentido, apostamos por las redes internacionalistas de apoyo mutuo, por el concepto de militante brigadista que acude a otros territorios a apoyar las luchas de las compañeras, en un movimiento bidireccional basado en la solidaridad y la ternura, donde aprender y compartir. Nos unimos así a otros colectivos y comunidades campesinas que en sus territorios están experimentando fórmulas de soberanía, democracia protagónica, recuperación de la memoria, experiencias comunitarias donde disputar el poder por el pueblo y para el pueblo.
Y, como ya proclamaron nuestras ancestras, «común es el sol y el viento, común ha de ser la tierra, que vuelva común al pueblo lo que del pueblo saliera».