Conversatorio
Tecnologías, extractivismo, precios, mercados, incorporación de jóvenes… Cuatro personas productoras con modelos y realidades muy diferentes conversan sobre los retos del momento actual. Reflejamos un extracto de una conversación informal online de casi dos horas, que tuvo lugar el pasado mes de octubre.
Josebe Blanco
Soy pastora, nuestra granja está en el monte, en Gipuzkoa. Tenemos un rebaño de 160 ovejas latxas y hacemos queso para venta directa. Estamos dentro del colectivo agroecológico, EHkolectivoa, con granjas de toda Euskal Herria, de ambos lados de los Pirineos, ciudadanas y también asociaciones que trabajan en la misma línea que nosotras. Ahora mismo también estamos comprometidas con la defensa de nuestra tierra de los macroproyectos eólicos.
Eduardo López
Soy de Almería, tengo 3 hectáreas de invernadero desde hace 23 años, pero soy agricultor desde pequeño. Ahora ya estoy en edad de jubilación y mis hijos están tomando el relevo. Desde hace seis años lo tenemos en ecológico y en una cooperativa de comercialización para Centroeuropa. Mi vida ha estado muy marcada por mi compromiso con la COAG, remunerado en algunas ocasiones.
Julia Viejobueno
Yo tengo 28 años y soy de un pueblo que se llama La Figuera, en la comarca del Priorat, en Tarragona. Tengo estudios en literatura, pero decidí tomar el relevo de mis padres, que se están jubilando, e incorporarme al sector agrario. La explotación familiar se dedica principalmente a la viña y en menor medida también al olivo, el almendro y la huerta. La uva la vendemos a través de la cooperativa del pueblo, donde quedan muy pocos socios.
Samuel Formoso
Soy de la comarca de A Limia, en Ourense. Yo trabajaba en la ciudad, pero hace 30 años decidí volver aquí y dedicarme a la ganadería, cuando mis padres se jubilaron. Junto con mi pareja, tengo vacas de carne en extensivo, de raza rubia galega. Soy el responsable del sector de la carne de vacuno del Sindicato Labrego, pero lo hago por vocación. Aquí también estamos en una guerra constante contra el acaparamiento de tierras, los eólicos y la minería.
Afrontar los problemas ambientales
Eduardo: El factor climático va a ser el más limitante para la alimentación. En Almería ya lo estamos viendo. Golpea la calidad de las cosechas, no solo por la falta de agua, que llueve menos, sino por los fuertes golpes de calor que bajan los rendimientos productivos.
Josebe: A nosotros esto también nos preocupa mucho de cara al futuro. Nuestro rebaño es de oveja latxa, una oveja muy rústica que no lleva bien estos calores que se dan ahora. En estos dos últimos años hemos tenido problemas con los forrajes porque llueve demasiado y aquí aparece la importancia de planificarse en el campo, fundamental; nuestras abuelas y antecesoras tenían un calendario y sabían adelantarse a qué iba a pasar, pero ahora mismo eso se nos está poniendo patas arriba. ¿Cuándo siembro? ¿Cuándo recojo? Esta incertidumbre es en buena medida la que pone en riesgo la alimentación hoy en día.
Samuel: Me preocupa el clima, pero también el propio modelo que hemos implantado. Aquí, en la comarca de A Limia, los niveles de nitritos producidos por el purín de cerdo son muy elevados. Tenemos una tasa altísima de granjas de cerdos y de pollos porque es una zona llana, que en Galicia es raro. El agua de los pozos, que es la que ha dado de beber tradicionalmente en las casas, ya no se puede usar.
Eduardo: No hay tecnología que sea capaz de sustituir al agricultor y al ganadero, pero la tecnología nos puede ayudar a la recuperación de los recursos naturales: la calidad de la tierra, del agua de los acuíferos… para así contribuir a la buena alimentación, a tener productos de calidad, sanos. En Almería, la falta de lluvia puede sustituirse con desaladoras y con el aprovechamiento de las aguas depuradas, pero la tecnología se tiene que usar con racionalidad, con cabeza, y con un sentido social y común.
Julia: Yo creo que no se trata de salvar o «ayudar» a la agricultura, sino de escoger modelos que sean sostenibles con la gente y con la tierra. La tecnología está muy bien y es necesaria, pero ¿en qué manos está esta tecnología? Si viene de fuera y no ayuda al pequeño campesino, al pequeño pastor, no nos va a servir de nada. La cuestión creo que es de modelos. Aquí en nuestra tierra cada vez se implanta más un modelo de cultivo único, que es la viña, y eso tiene un riesgo, no es bueno para la biodiversidad ni tampoco a nivel social. Pienso que debería apostarse por el policultivo, según los recursos que tenemos y respetar los ritmos de la tierra y del agua. También aquí estamos sufriendo mucha sequía y deberíamos estar más conectados con la tierra y a un ritmo más calmado.
¿Qué modelo garantiza futuro?
Josebe: Sí, en ese sentido que dices de la conexión, hay otro elemento que también tiene su peso, el de la sabiduría ancestral y popular. A mí lo único claro que me viene de cara al futuro es que hay que relocalizar absolutamente todo e intentar ser lo más autónomas posible y que el pueblo dé de comer al pueblo. Me entendéis, ¿no? Hemos perdido un montón de sabiduría que ahora mismo estamos intentando sustituir con tecnología y yo, francamente, soy muy escéptica con este tipo de sustituciones porque van justo en contra de que los pueblos sean autónomos.
Samuel: Como siempre, están intentando que la alimentación esté en manos de cuatro, sobre todo de las multinacionales, y ahí tenemos un problema. Al final, lo que vemos es que la agricultura y la ganadería también son un arma y hoy, por desgracia, lo estamos viendo en Gaza, en Palestina, donde cierran las fronteras y te dejan morir de hambre. No tenemos soberanía alimentaria, por eso también creo en volver a mirar hacia atrás y a tener pequeñas explotaciones que aprovechen los recursos de cada lugar, pero racionalmente, porque nuestros antepasados no eran tontos. Ellos sabían dónde se podía cultivar centeno, trigo, dónde se podían tener animales… ¿Cómo aprovecharon los recursos? Ellos ya pasaron cambios climáticos y malas épocas, ¿eh? Quizá no tan acentuados ni tan rápidos como estos, pero supieron adaptarse. ¿El futuro va a ser tener alimentos de Chile o de Nueva Zelanda? Si el petróleo se dispara de precio, ¿qué va a pasar con la agricultura intensiva? ¿Qué va a pasar con las granjas de cerdos y pollos de aquí si necesitan cereal de Ucrania? Ahora suben los costes y no están teniendo beneficios. Yo supongo que, si mis hijos se dedican a la ganadería, seguramente van a tener collares con GPS en las vacas para tenerlas controladas, para no tener que poner pastores eléctricos, para tener calidad de vida y tener más tiempo del que tuve yo para dedicar a sus cosas, a su disfrute personal. ¿Pero la tecnología lo puede arreglar todo?
Eduardo: Yo creo que Julia ha dicho una cosa muy importante, la cuestión de los modelos. Para mí se trata de conjugar modelos que te permitan obtener recursos económicos para reinvertir, para mejorar tu explotación, para también tener calidad de vida; pero, por otro lado, que también se mantenga el entorno. Yo, que me muevo por toda Andalucía, considero muy peligroso lo que se está haciendo, por ejemplo, en el Guadalquivir. Toda la zona que baja de Jaén, Córdoba y Sevilla es una inmensa llanura de tierra muy buena que hasta ahora no ha tenido problema de agua, pero se ha dado una transformación de cultivos anuales a cultivos superintensivos leñosos, además, con variedades muy dependientes de agua (como olivos y almendros con pie de melocotón). Entonces, la gente que optó por esos cambios está viendo ahora que sus olivos no producen y que sus almendros incluso se están secando, un auténtico desastre. Son lecciones que tenemos que aprender. No podemos acabar con nuestras variedades autóctonas. Por otro lado, hay también estudios de cultivo de almendro y olivar tradicional con cubiertas vegetales en secano o que usan muy poquita agua, y esa gente por lo menos está teniendo cierto rendimiento. Cada zona tiene unas características y hay que buscar qué cultivo se puede adaptar ahí para no equivocarnos.
Dejar de lado las explotaciones
«Yo no quiero collares con GPS para mis animales, quiero tener el tiempo y las condiciones para poder ir a pastorear con ellos. Nosotros, en ordeño, solemos tener unas 120 ovejas y ahora mismo, ¿qué queréis que os diga? En casa, hemos hablado muchas veces de esto y, si por nosotros fuera y tuviéramos otra edad, quitaríamos la máquina de ordeño. Nos hace totalmente dependientes de electricidad, de reparaciones… Yo creo que podríamos ordeñar 60 ovejas estupendamente a mano y tener otra relación con nuestros animales. Todos habéis citado la palabra explotación para referiros a vuestras fincas y yo no vivo en una explotación, yo vivo en una granja. Las palabras son importantes, me parece que tenemos que dejar de «explotar» a nuestros animales, a nuestra tierra, a nuestros acuíferos, y empezar a «vivir con». Y, de alguna manera, decirle a la administración que cambie también su lenguaje, no queremos «códigos de explotación», sino de granja, de huerta, del olivar», afirma Josebe.
Hacen falta personas para garantizar el futuro del campo
Julia: Por aquí hay gente joven, autóctonos o de otros lugares, que trabajan en el campo con la motivación política, pero también porque les gusta la tierra. El relevo es fundamental para el futuro, sea como sea, y el primer problema para eso, además del acceso a la tierra, es la burocracia, una burocracia que impide que puedas empezar bien un trabajo. Considero que para motivar a trabajar en la tierra también faltaría un poco de educación desde pequeños, que te digan que puedes trabajar de esto. En mi vida no creo que nadie me haya dicho nunca «si quieres trabajar en el campo, trabaja en el campo». Pero esto debe ir acompañado de realismo: tienes que saber los costes, que hay que dedicar muchas horas, etc. Y saber también que la agricultura a veces no es solo una actividad económica, sino un modelo de vida. Pero lo de los papeles y subvenciones es el problema principal, hay algunos requisitos que son casi imposibles de cumplir. Yo me encuentro en la situación de incorporación como agricultora y piden estar cinco años dedicada al trabajo en la finca, sin un sueldo complementario, y eso a veces te impide sobrevivir. Por ejemplo, este año que hay una sequía extrema, que la producción baja… La ayuda te impide que entre dinero de otro trabajo, algo que no es realista porque muchos campesinos aquí trabajan de otras cosas. La administración está muy lejos de la realidad del territorio y las leyes cada vez se adaptan menos a las necesidades de la gente.
Josebe: Aquí en Gipuzkoa la renta per cápita es bastante alta, por eso el instalarte como agricultora o ganadera no es, en principio, atractivo. Cuando a tu alrededor la gente está cobrando dos mil y pico euros, pues cuesta decir que vas a estar muy bien viviendo con 700 o así al mes. Esto es una dificultad para el relevo, pero además cuando van a alquilar o a comprar una granja o tierras, ¿qué precios encuentran? Precios especulativos, precios que marca el mercado inmobiliario destinado a otro tipo de público. La tierra agraria y las granjas no solo no se valoran como se tendrían que valorar, sino que se meten en el círculo vicioso de la especulación.
Samuel: Muchas veces parece que realmente haya una estrategia para echarnos del campo y poder extraer los recursos, minería, renovables o simplemente plantarlo todo de eucaliptos. Si no hay gente, nadie protestará. Sobre las políticas, cambiando el modelo de ayudas, se puede cambiar el modelo de producción. Hay que empezar por la PAC, que tiene que ir precisamente para las producciones sostenibles y que mantienen el territorio, para la gente que se va a incorporar, como Julia, y para asegurar que proyectos como el de Josebe sean viables en el tiempo. Pero la PAC está hecha para el capital, como todo, y no sé cómo podemos hacer para cambiarlo. Claro, somos pequeños, hablamos de producir de una forma concreta, de resistir, de no sé qué… Pero después no es tan fácil porque tenemos que llegar a los mercados donde la publicidad la hacen otros. Ahora tenemos las redes sociales para cambiar un poco eso, pero no es fácil llegar al consumidor y tanto es así que muchas veces el vecino no conoce siquiera tu producto y, sin embargo, conoce el producto que vende el supermercado, es una paradoja. Supongo que se trata de tejer redes, de organizarnos.
Josebe: En Iparralde hay una asociación de granjas que trabajan con euskal txerri, una raza autóctona de cerdo, y en sus estatutos tienen establecido que no venden a la gran distribución. No sé en vuestros territorios, pero aquí la gran distribución pone una ikurriña y una chapela y triunfa, la gente lo compra todo, y además contenta porque está «haciendo país». Y dejan de ir a los mercados y a los caseríos a comprar. Esta cooperativa se negó a hacerles el lavado de cara a esos supermercados con su presencia y me parece una postura interesante. Claro, después es verdad que, si tu territorio es muy disperso o hay muy pocas personas, pues no es fácil hacer venta directa… Y una de mis preocupaciones es que yo no querría, por muchas razones, que nuestros quesos o nuestro cordero fueran la alimentación de gente rica que, muchas veces, ha hecho dinero a costa de personas como yo, de nuestra comunidad. Pero observo que la gente que tiene menos capacidad económica acaba yendo a supermercados a comprar comida destructiva para el planeta y para otras personas. Y la gente rica está comiendo comida buena. Para mí esto es una contradicción muy grande. Nos negamos a subir los precios porque ¿para quién estamos trabajando?, ¿a quién vamos a dar de comer?
Eduardo: Analizando el momento político, económico y agrario a nivel mundial, creo que la alimentación del futuro va a ser una alimentación mixta. Habrá una producción local más cercana con gente que se resiste a abandonar ese modelo más social y familiar, pero habrá también un modelo de alimentación del capital financiero. Los fondos de inversión están entrando en la producción agroganadera y eso no hay manera de pararlo más que con todos los apoyos institucionales. Obviamente, mis deseos son que el 100 % fuera familiar, cercana y, en mi caso, tendríamos que adaptarnos y sería complejo. Y me pregunto si en esa situación habrá comunidades que con la producción cercana puedan abastecer a su pueblo. Ahora seguro que no, pero dentro de 20 o 40 años, con una transformación, con un cambio paulatino, con gente poblando el rural para trabajar la tierra… ¿Sería posible? Habría que cambiar las estructuras de producción, las formas de comercialización… Esto es complejo, no es fácil, pero sí sería lo deseable.
Revista SABC