Michel Pimbert
Traducción de Íñigo Rodríguez Villa-Aramburu
Cada vez más actores financieros y corporativos intentan resolver la crisis del sistema alimentario mediante el desarrollo y el uso de las nuevas técnicas que forman parte de la llamada cuarta revolución industrial, caracterizada por una fusión de tecnologías que desdibuja las fronteras entre los ámbitos físico, digital y biológico.
Las colaboraciones público-privadas y la importante financiación del sector privado son las que impulsan las investigaciones y el desarrollo en estos campos. Cabe destacar que los cambios sistémicos que se prevén tienen como objetivo ampliar de manera significativa la tecnosfera en detrimento de la biosfera: por ejemplo, los robots voladores que sustituyen a las abejas para polinizar los cultivos o el uso de máquinas automatizadas e ‘inteligentes’ que ya no requieren los conocimientos ni el trabajo de las agricultoras para tareas como la preparación del suelo, la siembra, la eliminación de adventicias, el control de plagas ni la cosecha. El poder político y económico se concentra en manos de un número cada vez menor de corporaciones que diseñan, producen, venden y monopolizan las tecnologías de la cuarta revolución industrial, protegidas por patentes y otros derechos de propiedad intelectual.
Estos planteamientos corporativos del futuro de la alimentación y la agricultura se someten en esencia al régimen agroalimentario predominante, en lugar de transformarlo, ya que se basan fundamentalmente en los principios de uniformidad, centralización, concentración de poder, control y coacción.
Michel Pimbert. Foto: Universidad de Coventry
La agroecología y otras prácticas, ¿consiguen transformar el régimen agroalimentario dominante?
A diferencia de la cuarta revolución industrial, prácticas como la agroecología, la permacultura y la agricultura regenerativa ofrecen vías alternativas para la agricultura y la alimentación. En lugar de someterse al régimen agroalimentario hegemónico, estos planteamientos pretenden transformarlo en distintos grados.
Sin embargo, aunque algunas de estas propuestas, como la agroecología basada en la soberanía alimentaria, buscan claramente una transformación radical del statu quo, varias de las prácticas que se describen en este número se sitúan en algún punto entre los extremos opuestos del ‘sometimiento’ y la ‘transformación’. Estas diferentes prácticas de transición, desde la agricultura regenerativa hasta la intensificación sostenible y la agricultura climáticamente inteligente, pueden desvirtuar los cambios fundamentales cooptando o marginalizando alternativas emergentes como la agroecología. Sin embargo, también pueden contribuir a la transformación de todo el sistema y proteger las prácticas de transición de la dinámica del régimen agroalimentario dominante.
Más allá del capitalismo, el colonialismo y el patriarcado
Cabe destacar que las transiciones más radicales desde los sistemas agroalimentarios industriales implican unas transformaciones fundamentales en varios ámbitos interrelacionados, entre las que se incluyen:
Inventar una nueva modernidad. En los Estados nación capitalistas, socialistas y comunistas, la idea predominante sobre el desarrollo modernizador implica que haya menos gente viviendo de la tierra. Además, promueve un éxodo de las personas de las zonas rurales para que trabajen en la industria y los sectores comercial y de servicios en los entornos urbanos. Sin embargo, la idea de que el campesinado y los pueblos indígenas como colectivo están destinados a desaparecer constituye tan solo una única visión del futuro. Se trata de una decisión política basada en unas teorías concretas del cambio que rechazan los movimientos sociales a favor de la agroecología y la soberanía alimentaria. En todo el mundo, cada vez más pequeños agricultores y ciudadanos se reafirman en una identidad campesina alternativa y consolidan una visión de la modernidad que da más valor a la vida, tiene más sentido y aporta esperanza. Esta visión, asumida por un número cada vez mayor de jóvenes, rechaza la idea del desarrollo como un proceso continuo de mercantilización de la naturaleza y las relaciones sociales. Más bien, se basa en otras definiciones del “buen vivir”, entre las que se incluyen el sumak kausai en América Latina, el decrecimiento en Europa, las economías feministas de subsistencia y el Swaraj ecológico en la India.
Pasar de los sistemas alimentarios lineales a los circulares. La estructura lineal y cada vez más globalizada de los sistemas alimentarios, energéticos e hídricos industriales presupone que el planeta cuenta con un suministro inagotable de recursos naturales y una capacidad infinita de absorber los residuos y la contaminación. Una alternativa a este modelo predominante consiste en pasar de los sistemas lineales a los circulares, que imitan los ciclos naturales mediante la relocalización de la producción y el consumo. Estos sistemas rurales y urbanos suelen caracterizarse por enfoques agroecológicos, diseños ecológicos y basados en la permacultura, el reciclaje generalizado, los clústeres de industrias ecológicas, centrados en dar prioridad al “hacer más con menos”, así como la relocalización de los procesos de producción, las cadenas de suministro y el consumo. Los sistemas circulares que combinan la producción energética y alimentaria con la gestión del agua y los residuos para una vida sostenible tienen como objetivo reducir las emisiones de carbono y la huella ecológica, manteniendo al mismo tiempo una buena calidad de vida mediante un proceso controlado de decrecimiento del consumo y la producción de energía y materiales.
Redefinir la economía. Necesitamos una economía radicalmente diferente para la adopción generalizada de sistemas agroalimentarios justos y sostenibles. Las transformaciones agroecológicas a gran escala y la relocalización de los sistemas alimentarios dentro de los territorios dependen de varios cambios que se sustentan mutuamente en el terreno económico, entre los que se incluyen:
- Una renta mínima garantizada e incondicional para todas las personas.
- Una importante reducción del tiempo que se dedica al trabajo asalariado y una distribución más justa de las tareas y el ocio entre los hombres, las mujeres y otras identidades de género.
- El fortalecimiento de las economías diversas que combinan las actividades del mercado con formas no monetarias de intercambio, basadas en el trueque, la reciprocidad, la economía del don, los cuidados y la solidaridad. Estas formas complementarias de intercambio económico local ofrecen alternativas a los mercados que se centran únicamente en el dinero.
- La creación y el impulso de una economía que integre holísticamente el trabajo productivo con el reproductivo.
- Unas medidas sólidas de redistribución de la riqueza: cerrar de inmediato los paraísos fiscales y gravar a los más ricos y a las grandes empresas, así como a las especulaciones financieras, con el objetivo de liberar recursos para las regiones y los colectivos sociales más empobrecidos y financiar la regeneración de las economías y los ecosistemas locales.
- Un cambio general y progresivo hacia una economía de los cuidados y la solidaridad basada en el principio de «cada cual según sus capacidades y a cada cual según sus necesidades».
Consolidación de la democracia. La ciudadanía y los movimientos sociales comprometidos con las transiciones agrícolas transformadoras a menudo intentan también revertir el déficit democrático y la exclusión que favorecen los intereses de poderosas corporaciones, inversores, grandes explotaciones agrícolas e institutos tecnocráticos de investigación. Se trata de un gran reto, pues para afianzar la democracia se da por sentado que toda la población es lo suficientemente razonable y está lo suficientemente capacitada para participar en la política democrática. Sin embargo, para ello hay que desarrollar un tipo de carácter diferente al de los votantes y contribuyentes pasivos. En segundo lugar, tan solo con cierto grado de seguridad material y tiempo libre generalizado se podrá generar un empoderamiento que permita reflexionar a la población sobre qué tipo de políticas e instituciones le gustaría y cómo podrían desarrollarlas. Se necesita tiempo libre para poder implicarse y practicar con regularidad el sutil arte de la democracia participativa y directa. Por tanto, se necesitan unas reformas radicales de los acuerdos económicos parecidas a las anteriormente mencionadas.
Descentralizar y redistribuir el poder
Para lograr unas agroecologías diversas y unos sistemas alimentarios reterritorializados, en los que la economía se vuelva a integrar en la sociedad, hace falta una participación inclusiva y una acción colectiva que coordine la gestión y la gobernanza locales de una forma adaptativa en un amplio rango de sistemas alimentarios y en los paisajes asociados a ellos (bosques, humedales, dehesas, etc.). Por tanto, para situar a las personas en el centro de las transformaciones del sistema agroalimentario es fundamental descentralizar y redistribuir el poder en redes policéntricas y horizontales, tanto dentro de un territorio como entre diferentes territorios.
Una opción es el confederalismo democrático, formado por una red de organismos o consejos basados en las personas (en contraposición al gobierno), con miembros elegidos aleatoriamente o en asambleas democráticas populares presenciales en aldeas, pueblos y barrios de grandes ciudades. Cuanto mayores y más numerosas sean las federaciones y confederaciones conectadas, mayor será su potencial para utilizar su poder de negociación con el objetivo de democratizar y descentralizar la gobernanza de los sistemas alimentarios y de sus diversas agroecologías.
Sin embargo, es la ciudadanía, a través de sus organizaciones y sus acciones, quien deberá reivindicar su derecho a participar en la toma de decisiones. Rara vez el Estado, el mercado o las plutocracias que gobiernan otorgan dicho derecho humano por voluntad propia. Puesto que los gobiernos han fracasado miserablemente en el reto de abordar la emergencia planetaria, es muy posible que las transformaciones profundas para lograr unos sistemas agroalimentarios socialmente justos y sostenibles tengan que depender cada vez más de que la gente desarrolle colectivamente unas confederaciones autónomas y autosuficientes para conseguir una democracia inclusiva y una asistencia mutua, desde las bases, dentro de los territorios y entre ellos.
Michel Pimbert
Director del Centro de Agroecología y Seguridad Alimentaria (CAFS) de la Universidad de Coventry