Iñigo Arrazola, Helios Escalante y Adrián Almazán

El falso mantra, repetido durante décadas, de que más digitalización es sinónimo de mayor sostenibilidad ha alcanzado también a la agricultura. Los fondos europeos de recuperación, que tienen como objetivo impulsar estratégicamente algunos sectores de la economía, predican una «revolución verde y digital» en la que ambos conceptos aparecen unidos de forma en absoluto inocente.

 

 

Sin embargo, existe una gran confusión acerca del significado de estos términos y su verdadero alcance, y se mezclan elementos muy diferentes bajo esta categoría. Por ello, nos parece pertinente plantearnos algunas preguntas que frecuentemente quedan fuera del debate público: ¿qué tipo de mundo rural dibuja el modelo de la agricultura 4.0?, ¿cómo se relaciona esta digitalización de la agricultura con otras tentativas históricas de impulso de la productividad en el campo como la llamada «revolución verde»?, ¿cuáles son sus impactos ecosociales y qué consecuencias podrían tener para la construcción de un proyecto de soberanía alimentaria?

 
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Antenas en Benalauría, pequeño municipio del Valle del Genal. Foto: David Guillén

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Rebaño de ovejas en Cuevas del Becerro (Málaga). Foto: David Guillén

 

¿Qué es la agricultura 4.0?

Cuando hablamos de la digitalización de la agricultura, o agricultura 4.0, nos referimos de manera restringida a la introducción de tecnologías digitales en los diferentes ámbitos de las relaciones de producción, distribución, comercialización y consumo agroalimentarios. Podemos identificar la penetración de estas tecnologías directamente en las fincas, en la producción de insumos, como semillas editadas genéticamente, o en la coordinación de cadenas y redes de producción agroalimentarias más amplias. Así pues, la digitalización en este ámbito abarca aspectos tan diversos como el empleo de la agricultura de precisión y sensores remotos, tractores con GPS y algoritmos de inteligencia artificial para la aplicación de fertilizantes o pesticidas, nuevas técnicas de edición genética CRISPR, introducción de tecnologías financieras digitales (fintech) o de cadena de bloques (blockchain) en la gobernanza de las redes que conectan a productores con las grandes empresas distribuidoras del sector (Dietz y Drechsel, 2021; Prause et al., 2021).

Algunos ejemplos nos pueden dar una idea más precisa de estas transformaciones. En las fincas de cultivos de grandes extensiones, la digitalización de las prácticas agrícolas toma la forma de monitorización del estado del suelo de las grandes superficies plantadas mediante sensores, drones y satélites, aplicación de algoritmos que determinan la composición y cantidad de insumos que se deben colocar en la tierra de manera diferenciada o uso de tractores y maquinaria inteligente guiada con GPS,que empresas como John Deere (Estados Unidos), CNH (Holanda y Reino Unido), AGCO (Estados Unidos) o Kubota (Japón), ya han desarrollado.  Estos tractores son diseñados para ser controlados desde un computador o una tablet, y son programables para que puedan cosechar y aplicar los insumos de manera autónoma. Este nivel de precisión se presenta como una ruptura con las prácticas de aplicación homogéneas de insumos de la «revolución verde» y es la clave de la consideración de sostenibilidad que rodea estas tecnologías. En cultivos con otras características, como las frutas y hortalizas de invernadero, o en los viñedos, la robotización se promueve para determinadas tareas, como la cosecha o el empaquetado.

Por otra parte, la recolección de información de las fincas a nivel agregado proporciona a las empresas que manejan estos datos una nueva fuente de beneficios. Los propios operadores del ramo estiman que el mercado global de análisis de datos agrícolas puede crecer un 75 % de 2020 a 2025, rondando los 1400 millones de dólares (Markets & Markets, 2015). Estos datos pueden abarcar desde la información histórica de los cultivos a la información sobre mercados (Mooney y Grupo ETC, 2019). Mediante la integración de información por satélite y la aplicación de algoritmos inteligentes, las empresas consiguen modelar el proceso de cultivo y establecer recomendaciones a los productores sobre cómo, dónde y cuándo aplicar determinados insumos, regar o cosechar, lo que puede chocar con el propio conocimiento adquirido por los agricultores a lo largo del tiempo y causar tensión entre estos y las corporaciones. A su vez, esto supone un paso más en el proceso de desempoderamiento de los agricultores respecto a su trabajo y una mayor dependencia de las empresas proveedoras de servicios agrarios.

Otro ámbito donde se aplican estas tecnologías digitales es en las redes de distribución y comercialización agroalimentarias. Las grandes empresas de logística y los supermercados, con frecuencia en posición oligopólica, están acelerando la introducción de tecnologías de monitoreo y control con sus proveedores, muchas veces pequeños y medianos agricultores, imponiéndoles precios, estándares y condiciones de entrega cada vez más asfixiantes. El control de la información que ejercen redunda en las asimetrías existentes y expulsa a muchos de los pequeños productores de las redes de comercialización, provocando ajustes de última hora sin negociación y controlando al detalle las formas de trabajo y funcionamiento interno de los otros actores de estas redes.

Este impulso a la digitalización de la agricultura en los diversos ámbitos señalados está marcado por fuertes dinámicas de concentración empresarial. No es un proceso nuevo: desde la década de 1950, grandes empresas agroindustriales se expandieron horizontalmente hasta formar verdaderos oligopolios en diferentes posiciones estratégicas de las redes agroalimentarias. Con todo, diversos estudios apuntan a que el proceso de concentración favorecido por este impulso digital se caracterizaría por un movimiento de fusión vertical entre compañías (Mooney y Grupo ETC, 2019). Las posibilidades de obtención de beneficios y de creación de mercados a partir del procesamiento de grandes cantidades de datos, generados directamente en el campo o de forma remota por satélite, está llevando a las empresas a buscar consolidarse en ámbitos que se escapan de su tradicional área de actuación. De esta manera, la división histórica entre la esfera de insumos, distribución, mejora genética de las plantas, minoristas y proveedores de maquinaria comienza a estar cada vez más diluida.

Financiarización del campo y concentración de la propiedad posibilitada por la gestión a distancia de las explotaciones que las hace atractivas a inversores

La agricultura 4.0, con su modelo de gestión remota de las explotaciones, hace aún más atractiva la tendencia ya en alza de inversión en tierras por parte de grandes fondos financieros que, en los últimos años, se han decantado por apostar por este sector como uno de los más rentables y seguros, como «valor refugio», en momentos de inestabilidad económica. Especialmente en España y en Portugal, por el bajo precio de venta de las fincas rurales, estos fondos financieros y otras sociedades de gestión patrimonial compran para luego poner la gestión de sus explotaciones en manos de empresas del agronegocio y obtener rentas aseguradas, concentrando aún más la propiedad de la tierra (Bolinches, 2022).

Por otra parte, las llamadas tecnofinanzas (fintech) componen una de las tres patas fundamentales de este nuevo paquete, junto a la maquinaria y la transformación genómica. La utilización de blockchains y criptomonedas, plataformas de financiación, seguros y transacciones digitales, aunque aparentemente puede facilitar las relaciones en circuitos más cortos de comercialización, es probable que incremente el poder de los actores más poderosos en el marco del régimen alimentario corporativo y que estreche el vínculo entre agricultura y financiarización (Mooney y Grupo ETC, 2019).

 

Una vuelta de tuerca al modelo agroindustrial. Implicaciones en la soberanía alimentaria y la naturaleza

El impulso actual a la digitalización de la agricultura puede enmarcarse en los procesos históricos de reestructuración del sector de más largo alcance. Históricamente, el capitalismo ha pasado por diversos sistemas agroalimentarios, fundamentales para la producción de naturalezas y alimentos baratos, centrales para garantizar las condiciones de reproducción de fuerza de trabajo y sostener los ciclos de acumulación del capitalismo (Moore, 2020). Desde el capitalismo temprano, la reorganización de la agricultura ha implicado el desarrollo de conocimientos y tecnologías orientados al dominio de la naturaleza y la apropiación de la fertilidad de los suelos de los espacios conquistados (Moore, 2020).

La revolución verde, extendida por todo el mundo a mediados del siglo pasado, implicó no solo la penetración de los paquetes tecnológicos basados en pesticidas, fertilizantes, maquinaria y semillas híbridas, sino que se insertó en procesos más amplios de reorganización de las relaciones agroalimentarias en su conjunto, que permitieron un aumento de la productividad agrícola a costa de una dependencia estructural y creciente de los insumos industriales. El agotamiento de este modelo se une a las dificultades de expansión geográfica y los límites a la productividad impuestos por el cambio climático.

Entendemos, pues, que la digitalización de la agricultura representa la estrategia de grandes empresas, estados y centros de producción de conocimiento para relanzar una productividad agrícola que permita consolidar un régimen de acumulación en crisis, así como ampliar los espacios de valorización de capital (datos y financiarización). Estas estrategias, en la medida en que introducen innovaciones tecnológicas y cambios organizacionales de calado, pueden ofrecer oportunidades de captura de rentas por parte de los actores más aventajados.

Sin embargo, esta arremetida digital en la agricultura lleva aparejados diversos impactos ecosociales. En primer lugar, la consolidación de la agricultura 4.0 conllevaría una pérdida de biodiversidad y una homogeneización de los paisajes, además de un aumento de la dependencia de los combustibles fósiles en la producción de alimentos y un agotamiento aún más acelerado de la tierra y el agua. Algunas semillas creadas con las nuevas técnicas de edición genética dependen estructuralmente de la aplicación de ingentes cantidades de agrotóxicos, con impactos demostrados para la salud humana y los ecosistemas, como se pretende con la soja resistente al 2,4-D, más conocido como ‘agente naranja’. Hasta es posible que ciertas tecnologías, como los sensores de humedad esparcidos por las áreas productivas, solo consigan eficiencias marginales. La introducción de estas tecnologías apunta, pues, a la concentración de la producción y a un uso global más intensivo de los recursos, precisamente lo que en teoría la penetración digital en el campo pretende evitar.

En España, el Censo Agrario de 2020 arrojó un crecimiento medio del tamaño de explotación de un 7,4 % entre 2009 y 2020, en paralelo a la desaparición de un 7,6 % de las explotaciones agrarias y un 7,7 % de la mano de obra en el mismo periodo. Esta realidad, junto con el progresivo envejecimiento de los agricultores, se emplea para justificar la introducción de estas tecnologías digitales en el campo. Sin embargo, como se ha señalado, parece que estas podrían reforzar aún más esta tendencia en lugar de revertirla, ya que la digitalización de la agricultura se aleja de las necesidades de las explotaciones de agricultura familiar, ligadas al territorio y que muestran un mayor peso en el mantenimiento del equilibrio de los ecosistemas.

Por último, gran parte del desarrollo tecnológico reciente en la agricultura está encaminado a aumentar el control y la precariedad del trabajo. Además de los impactos potenciales de la robotización en determinadas áreas de frutales y hortalizas intensivas en mano de obra, los datos extraídos directamente de las explotaciones pueden llegar a medir la actividad de los y las trabajadoras, reforzando los mecanismos de explotación del trabajo mediante la monitorización GPS de sus tareas, controlar sus movimientos y someterlos a criterios de optimización productiva. Se han documentado este tipo de situaciones para el caso de las trabajadoras de la fresa en Huelva y otras provincias del Estado.

Digitalización que vacía el mundo rural y refuerza las tendencias existentes

Como se ha señalado, las transformaciones de la agricultura 4.0 suponen una vuelta de tuerca a la tendencia de intensificación e incremento de capital fijo que ha marcado la producción agrícola desde la llamada revolución verde y que, a su vez, ha conducido a un incremento en la concentración de tierras y capital. Pero, además, al tratarse de cambios que afectan a todo el sistema agroalimentario, incluyendo la transformación y distribución, es previsible que aumente los procesos de concentración vertical que se han venido dando en los últimos años mediante la articulación de empresas de insumos y otros segmentos de la cadena.

El tipo de agricultura que configuran estas tecnologías promueve un mundo rural cada vez más vacío, con menos vínculo con la tierra, dependiente de recursos deslocalizados (como los que sostienen los centros de datos) y financiarizado, a la medida de los grandes actores del sistema agroalimentario que tienen la capacidad de llevar a cabo las inversiones necesarias y gestionar desde arriba el conjunto de elementos que dan sentido a estas tecnologías: datos, algoritmos y demandas de mercado. Se trata de un tipo de agricultura que se contrapone a los modelos campesinos y agroecológicos, ligados al territorio y que hacen uso de conocimientos localizados y acumulados históricamente, que pueden contribuir a la construcción de una verdadera soberanía alimentaria ante la crisis ecosocial en la que nos encontramos.

Iñigo Arrazola Aranzabal, integrante de Ekologistak Martxan y Colectivo de Geografía Crítica del Ecuador

Helios Escalante Moreno, geógrafo e integrante de Ecologistas en Acción

Adrián Almazán, profesor de filosofía en la Universidad Carlos III e integrante de Ekologistak Martxan

 


 

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Bolinches, C. G. (2022, 20 de agosto). Los grandes fondos cambian el ladrillo por el campo y se lanzan a comprar fincas rústicas como producto de inversión, ElDiario.es. https://www.eldiario.es/economia/grandes-fondos-cambian-ladrillo-campo-lanzan-comprar-fincas-rusticas-producto-inversion_1_9186162.html

Dietz K. y Drechsel F. (2021). Digital Agriculture. En A. H. Akram-Lodhi, K. Dietz, B. Engels y B. M. McKay (eds.) Handbook of Critical Agrarian Studies. (pp. 568-580). Edward Elgar.

Markets & Markets (2015). Agriculture Analytics Market. https://www.marketsandmarkets.com/Market-Reports/agriculture-analytics-market-255757945.html.

Mooney, P. y Grupo, ETC (2019). La insostenible agricultura 4.0. Digitalización y poder corporativo en la cadena alimentaria. https://www.etcgroup.org/sites/www.etcgroup.org/files/files/la_insostenible_agricultura_4.0_web26oct.pdf

Moore, J. (2020). El capitalismo en la trama de la vida: ecología y acumulación de capital. Traficantes de Sueños.

Prause, L., Hackfort, S. y Lindgren, M. (2021). Digitalization and the third food regime. Agriculture and human values, 38, 641-655. https://doi.org/10.1007/s10460-020-10161-2

 

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