El pasado miércoles 20 de septiembre nos dejaba nuestro amigo, maestro y compañero Eduardo Sevilla Guzmán. Hemos necesitado un mes para empezar a expresarnos y seguiremos necesitando tiempo para poder colocar el vacío y dolor que nos ha dejado su marcha. Poco a poco nos seguirán saliendo más palabras escritas sobre lo que Eduardo fue y ha sido para nuestros ojos (sus compañeras y compañeros del ISEC, el Instituto de Sociología y Estudios Campesinos).

Eduardo llegó a Córdoba, a la Universidad, en la década de los ochenta, y se vinculó directa y radicalmente con las realidades, luchas y sueños de las trabajadoras sin tierra de Andalucía. Un profesor de universidad que traía al espacio académico las voces excluidas de todos los procesos de modernización e industrialización de la agricultura, promovidas, entre otras instituciones, también por las universidades. Desde el inicio y gracias a las jornaleras sin tierra, Eduardo transgredió.

Su trabajo cercano con estos movimientos lo llevó a establecer puentes con voces acalladas en otros territorios colonizados como Latinoamérica. Desde los primeros encuentros de lo que sería el germen de La Vía Campesina, Eduardo se sumergió y aprendió de estos sujetos políticos, y ayudó a establecer vínculos transoceánicos.

Estos vínculos y redes se fueron consolidando gracias a la conformación del ISEC y del primer programa de posgrado, máster y doctorado en agroecología en el mundo. Un espacio intelectual, político y práctico colectivo que, lejos de sumirse en los axiomas de la ciencia normal y positivista, generó reflexiones, debates, prácticas y propuestas glocales de ruptura con estas estructuras de poder. Gracias a toda esa red internacional de personas activistas, se fue construyendo el paradigma de la agroecología. 

Eduardo fue uno de los principales tejedores de esa red, una red basada en la lucha social, el activismo académico, la denuncia y transformación de las estructuras de poder en lo agroalimentario, y todo esto bañado por afectos y por vínculos de amistad. 

La huella de Eduardo es, por supuesto, académica, pero no solo. Para nosotras, su huella es el compromiso con las luchas por la dignidad, por la tierra y el territorio. Por movimientos a favor de una agroecología política que huye de relatos y abraza la cooperación con los pies aterrizados en la justicia social. Por una academia que ocupamos desde el activismo y la denuncia y ruptura de las estructuras de poder, y desde la construcción y visibilización de todas aquellas propuestas ecosociales que miran el bien en común y coevolucionan con los bienes naturales de manera resiliente. 

Gracias, maestro. Estarás siempre presente en nuestro caminar colectivo.

Equipo del Instituto de Sociología y Estudios Campesinos (ISEC)

Universidad de Córdoba