Jeromo Aguado Martínez
Reseña del libro Ensayos de agitación rural, rehabilitar el campo vaciado, Ediciones El Salmón, 2022.
Con textos de: Corsino Vela, Miquel Amorós, Luis Del Romero Renau, Adrián Almazán Gómez, Itziar Madina & Sales Santos, Annaïs Sastre Morató, Isabel Vilalba Seivane, Okupilla de monte, Fruela Fernández y Pere López.
Un boom mediático recorre la sociedad española anunciando a bombo y platillo que los pueblos se mueren y que se hace necesario tomar medidas urgentes para restablecer el desequilibrio demográfico. Pero el languidecer del medio rural ya lo anunció décadas atrás gente «trasnochada» que intuía que vaciar los campos para conquistar el progreso nos conducía a un camino sin retorno.
Muchos años han transcurrido desde que muchas personas se oponían al delirio de la revolución verde y sus impactos sobre la agricultura y el medio rural. Fueron ridiculizadas por los crédulos de la economía de mercado, la industrialización, el alejamiento del ser humano de donde se produce la comida, la concentración humana en pocos núcleos urbanos y la idea del crecimiento ilimitado como la gran panacea.
Para legitimar las creencias de los reduccionistas del conocimiento, hubo que tocar a rebato desde los medios de comunicación para percatarse de que la España vaciada era un problema. Personas científicas, economistas, tertulianas, catedráticas de toda índole, activistas y conversas de las bondades del desarrollismo que negó la vida a los pueblos y sus culturas descubren de golpe y porrazo el problema de la despoblación rural y pronostican sin renunciar a la lógica del lucro cuántas son las oportunidades que ofrecen hoy los pueblos. Para llenar el vacío demográfico no se cortan en justificar las bondades del turismo de masas hacia el interior, los macroparques solares y eólicos, las macrogranjas, o el 5G para nuevos pobladores y pobladoras que conecta con la red y no con la comunidad. Siempre obviando las causas que condujeron al etnocidio campesino para dar vida al modelo del gran capital.
Y, entre tanta indignación que produce la manipulación mediática sobre al acontecer de los pueblos y donde se hace difícil encontrar grano entre la paja, nos topamos con Ensayos de agitación rural, rehabilitar el campo vaciado, una obra modesta y maestra, fruto de una reflexión colectiva entre gentes que huyen de la barbarie del progreso y vuelven al campo para abrazar la tierra y vivir con ella. Aquí, allá y más allá, se esparcen prácticas apegadas a los lugares, que a su modo se destacan por desmercantilizar, desestatalizar, desurbanizar sus vidas; en singular y en común, como nos indican a modo de síntesis.
Entre sus escritos colectivos sorprende el acertado diagnóstico, que desenmascara el porqué y el cómo se vaciaron los pueblos, profundizando en el origen fundamental de tal descalabro, como la mercantilización de la producción agropecuaria, la monetarización de las relaciones sociales y económicas y la proletarización del campesinado.
Amplían el concepto de ruralidad, pero identificando las diferencias entre los oportunistas y las oportunidades. El malestar de los pueblos no puede convertirse en la defensa de más autopistas, más trenes de alta velocidad, más conexión a internet, más turismo, o más macrogranjas; sino, más bien, en ejemplos vivos de que es posible vivir de otra forma a la que ofrece el capital industrial, con incesante necesidad de expropiación y de exclusión de los beneficios a la mayoría de la población mundial.
Ponen en valor el pensamiento salvaje, recuperar y rehabitar un mundo que fue nuestro y nos lo han arrebatado. Dicho pensamiento no hace distinciones entre elementos naturales y humanos, es una cosmovisión en la que van unidos y crean un órgano sociocultural integral: la comunidad que comparte tierra, semillas, agua, conocimientos, espacios para decidir sobre sus vidas sin necesidad de entregárselos a estamentos alejados de su realidad.
Por supuesto, no obvian la cuestión de la tierra como conflicto social, del que ya nadie quiere hablar y que se hace necesario abordar si queremos pueblos vivos. Sin acceso al uso de la tierra se hace difícil vivir en los pueblos, el recurso que permite la soberanía alimentaria se enfrenta a procesos acelerados de acaparamiento y privatización que lidera el agronegocio.
La agroecología para el abastecimiento alimentario es una realidad probada durante siglos, ahora mejorada con nuevas aportaciones que la agronomía social comparte con los campesinos y las campesinas del mundo. Se puede combatir la tragedia del hambre en el mundo sin necesidad del modelo agrícola del gran capital. Eso sí, nos dicen, dos grandes retos para el movimiento agroecológico están por cumplir todavía: la sostenibilidad personal, grupal y económica de la producción agroecológica, a la vez que los alimentos sean asequibles para todas las personas.
Las campesinas que plantaron cara al productivismo agrario y se negaron a desaparecer tienen en esta publicación un espacio para identificar sus luchas, las que en este momento son lideradas desde el movimiento global de La Vía Campesina, mujeres y hombres que se declaran en rebeldía contra el modelo genocida agroalimentario y agroexportador.
La okupación rural merodea por casi todas las páginas del libro, con propuestas brillantes y cargadas de mucha ilusión para transitar ante el grandioso reto de lo que supone rehabilitar el campo vaciado. El ímpetu revolucionario urbanita, aclaran, no tiene mucha costumbre de oír escuchando ni mirar viendo, porque está muy orientado a la acción-reacción. Una buena dosis de humildad es necesaria cuando aterrizas en un nuevo escenario. Muchas de las cosas que no entiendes o rechazas en un primer momento adquieren su sentido con el paso del tiempo… o no.
Verdaderamente, Ensayos de agitación rural. Rehabilitar el campo vaciado es un buen material para seguir profundizando sobre el devenir de nuestras agriculturas y de nuestros pueblos, sobre el futuro de quienes desean volver al campo y quienes nunca nos fuimos de él; y, sobre todo, una obra magnífica que afianza las razones de todas aquellas personas que seguimos creyendo que ser campesino es hermoso.
Jeromo Aguado Martínez
Pastor anticapitalista