Revista SABC

santaella

Santoalla, pueblo donde sucedieron los hechos. Pintura de José Cofreces

Nos gustaría haber organizado un pase de la película con muchas de las personas que nos leéis e inspiráis para conocer vuestro análisis, contrastar puntos de vista y discutirla. Esto es lo más parecido que se nos ha ocurrido en papel.

 

Cuando oí por primera vez sobre As bestas me negué a verla a pesar de las recomendaciones. Hasta que, finalmente, la vi.

Me negaba porque estaba cabreada con que siempre eligieran este tipo de actos bárbaros para describir la realidad de parte del mundo rural. Como si nadie pudiera encontrar un motivo esperanzador para iluminar la realidad de nuestra diversidad. Como si este tipo de actos fueran propiciados por el contexto rural de abandono, de caciquismo, de ser la nueva mina de oro de las grandes empresas… A poco que se mire, los pueblos se caracterizan, sobre todo, por la acogida a los demás.

Confieso que la película me ha gustado estética y artísticamente. Creo también que ha intentado exponer todos los relatos de los distintos personajes poniendo en la mesa varios problemas que es necesario debatir a nivel local y supralocal. Entre ellos, el territorio y sus bienes. Sin embargo, creo que hacerlo poniendo el foco en un asesinato no era la mejor manera. Un asesinato es siempre, siempre, injustificable.

Sira del Val, hortelana

 

No creo en absoluto que As bestas ponga el foco en plan negativo o demonizador sobre el medio rural. Más bien creo que plantea multitud de temas muy interesantes que conciernen a nuestro vaciado medio, así como otros de calado universal. De los primeros, entre otros, cabría hablar de cómo se acepta a los nuevos pobladores, más aún a los tan necesarios inmigrantes (en la película, franceses) —no digamos ya si se trata de subsaharianos—; de los prejuicios hacia la gente que viene con ideas nuevas; o el espinoso y más que oscuro asunto de las energías renovables que nos quieren vender como algo positivo y, desde mi punto de vista, no es sino para esquilmar más nuestros recursos y que se forren los de siempre.

Esos podrían ser algunos temas, pero de fondo está el gran asunto: la imposibilidad de convivir y dialogar con quien piensa diferente, de mantener unas relaciones humanas normalizadas, bien sea en el campo o la ciudad, debido principalmente al ideario populista y al encanallamiento progresivo que los charlatanes del odio y sus secuaces de la ultraderecha neoliberal han inoculado en esta sociedad.

Sorogoyen, pese a las licencias cinematográficas que se toma para contar la historia (por otra parte, bastante impecables), creo firmemente que ha hecho una muy pertinente y necesaria película, un espejo bastante atinado donde mirarnos y reflexionar. Cada vez estamos más cerca de ser más bestias que humanos.

Jesús Pérez, coordinador Cine-Mas Pueblo en Tierra de Campos

 

La gente viene a los pueblos con una idea idílica y la mayoría acaba yéndose cuando encuentra una realidad diferente a la que soñaba. Yo creo que, ante esta situación, hace falta mucho más diálogo, más comprensión, más cercanía con las personas que han vivido siempre en el lugar al que se llega, teniendo en cuenta que ese espacio ha estado hasta ahora cuidado por ellas. Esto me hace reflexionar sobre cómo deberíamos actuar tanto de forma individual como desde esta sociedad y desde la escuela. Quienes llegan a los pueblos tendrían que demostrar esa supuesta «superioridad» y entender mejor a quienes han estado toda su vida ahí, con más cercanía, más diálogo, más comprensión.

Otro aspecto que me ha llamado mucho la atención ha sido la valentía de la protagonista cuando decide quedarse allí. Y especialmente me han gustado los diálogos con su hija. Cuando conviven y ella la observa es cuando la comprende, la respeta y la apoya, y la relación entre ambas se ve reforzada. También es curiosa su relación con la madre de los hermanos que han matado a su marido. Me impresionó mucho cuando le dice: «Aquí nos quedaremos nosotras solas». Resalta el empoderamiento, la fuerza de lo femenino.

Mamen, maestra rural

 

Los que están se sienten invadidos. Los que vienen se sienten rechazados.

Los invadidos quieren salir al mundo a cambio de lo que sea. Los rechazados quieren defender el territorio en el que han decidido construir una nueva vida.

Conflicto de intereses, conflicto de convivencia. El desencuentro nos va dibujando sus causas: desigualdad de oportunidades en el medio rural, problemas culturales, de soledad, afectivos y sexuales. La despoblación acentúa el control social y la desconfianza ante lo nuevo y genera también un conflicto ideológico.

Después de la tragedia, una pequeña esperanza vista con ojos de mujer.

Juan José Aguado, agricultor

 

Si pensamos que As bestas no solo son caballos, sino que hay bestas humanas, caemos en la dicotomía de buenos y malos.

Conocimos al desaparecido Martin y a Margo, verdaderos protagonistas de la película, tiempo antes de los hechos que se relatan en ella. Vinieron a visitar nuestro pueblo, Tronceda, y ya entonces nos contaron su situación. Hablamos de las redes que podrían ser un apoyo para desarrollar su proyecto de vida en Santoalla. Cantamos y bailamos en casa mientras Martin tocaba la guitarra. Tiempo después desapareció para sorpresa de todos.

Si somos capaces de mirar de frente a los dos hermanos ganaderos con comprensión, veríamos los impactos que marcaron sus vidas. La absurda e insostenible modernidad los dejó solos, desarraigados; las estructuras que durante cientos de años sostuvieron su mundo desaparecieron bajo los pies que pisaron su territorio. Las miradas especulativas solo ven tablas y no árboles, el aire solo sirve para mover molinos gigantes que muelen vidas en nuestros territorios.

Recordaremos tanto a Martin como a los hermanos como víctimas de un sistema depredador, del urbanocentrismo especulativo, mental, social y cultural. Puede que esta conclusión esté contaminada por vivir en un pueblo gallego similar a Santoalla. Por vivir el territorio con la intensidad de Martin y Margo, mirar el mismo cielo y las mismas estrellas y sentir el mismo aire en el rostro.

Para ti, Margo, como compañera de Martin y fiel al proyecto y al territorio, que supiste usar el perdón como venganza, nuestro mejor pensamiento.

José Cofreces y Mayte Muñiz

 

I. Pasan los días y las hojas de los días cubren y tapan las huellas de la furia, la profunda, los bajos fondos.

El rural nuevo y el viejo: «Toda verdad tiene sus formas de meterse en el fracaso», dice mi dicho, y en la película se ve bien. Un proyecto ejemplar de sostenibilidad exógena (restauración o recuperación de espacios, casas, tierras) y otro de sostenibilidad endógena (con ganado en el monte). ¿Y las sucesiones de estos proyectos?

II. En refranero ajeno: «Dos no riñen si uno no quiere» (dos modelos no riñen…) o «Allá donde fueres haz lo que vieres». En el primero, como en la película, la mujer tiene mucha historia que contar, una memoria que apenas está esbozada.

En el rural hay mentalidades acogedoras y otras que no lo son y, por encima, la perversión del capital. Sorogoyen escogió la historia de una mujer diplomática frente a la tradicional mala de la película.

III. Una película advertencia (¿para quienes se buscan a sí mismos en el rural, en lo simple?) que recuerda unos viejos textos míos: «Vivir solo es vivir a mi manera» y «Vivir tenía un precio y yo estaba dispuesta a pagarlo». O sobre el ritmo: «Mi ritmo que no tengo que buscarlo/que ya lo tengo».

IV. As bestas no me ofende, ni como nativa del rural ni como nativa del país (Galiza). Es lo que hay: «En todas partes me pasa lo mismo, entonces lo importante es lo mismo». Aquí y en cualquier parte del mundo o de la historia.

V. Derechos adquiridos, sí, pero no para pasar esos derechos históricos a dinero, manipulados por el capital, porque eso es matar a la gallina de los huevos de oro. El acaparamiento de la verdad: los macroproyectos contagian a los propios y extraños del lugar, a los rústicos lugareños y a los que vuelven a por el dinero, porque les va bien con las lavanderías.

Estamos viendo cine periférico para defender los territorios, premiado y con una clase que no vemos en la política. Los políticos, en general, no dan la talla de los actores: la ficción supera la realidad. Nada nos define tanto como este cine, este arte crudo y conceptual.

Grazas por haberme arrancado este diario bruto, como contando la vida después de ver As bestas. Continuará.

Concha Blanco Montecelos, poeta, filóloga y responsable de la cooperativa agroecológica Casa Bertolo

 

Yo no vi la película As bestas. No obstante, sin estar condicionado por la carga emocional que la película introduce en el espectador, el enfoque de la historia ya parte de tergiversar los hechos reales presentando el tema de los eólicos de una forma inaceptable.

La historia, incluso para dar una visión más o menos poética, podría partir perfectamente del elemento real de la disputa: el comunal.  Un comunal que dejó de serlo porque fue acaparado (y en la práctica privatizado) por personas al servicio de la mafia maderera, que es la que realmente se lucra. Estas personas, aculturizadas y colonizadas por el fascismo franquista, defienden literalmente a muerte la relación de vasallaje que tienen con la empresa a cambio de unas monedas y no permiten que nadie «meta el hocico» en el asunto; no por cuestión de dividir beneficios, sino porque es una ilegalidad y una chapuza que no puede descubrirse. Realmente esa es la problemática en la mayoría del comunal gallego, con las empresas ENCE y FINSA, que disponen de un ejército de carcamales a su servicio, o con la minería o los agronegocios. ¿Cómo creéis que funciona eso de que «se vende una aldea en el rural gallego»? Lo que venden es el comunal de esa aldea y las casas, «sin dueño», debido a que en cuatro generaciones no se han transmitido sus herencias porque no tenían para pagar impuestos de transmisión patrimonial. Entonces llega la inmobiliaria con documentos falsos y obtienen la propiedad por usurpación. Los verdaderos propietarios ni lo saben y, si lo saben, no poseen ningún título de propiedad.

Volviendo a la película, actualmente estamos en el contexto del acaparamiento del comunal gallego por las mafias eólicas, y As bestas deja claro en el espectador varias ideas:

    • La implantación de un parque eólico en el monte comunal deja mucho dinero para el vecindario, hasta el punto de que es motivo de disputas tan fuertes que la gente se mata.
    • Quienes se oponen son forasteros, hippies y ecologistas urbanitas, ajenos y desconocedores del lugar.

Evidentemente ambas cosas son falsas. De la película no puedo hablar; de ellas, sí, pues por desgracia conozco demasiado bien el tema de los eólicos y el acaparamiento del comunal, que denuncio desde hace tiempo.

No creo nada inocente la aparición justo ahora de la película ni el fomento de determinadas polémicas en medios de comunicación claramente vinculados con el sector eólico.

Recuerdo varias cuestiones clave:

    • Las eólicas, cuando tramitan la implantación de su parque eólico (un polígono industrial en el monte), solicitan que se declare de utilidad pública para así poder aplicar la ley franquista de expropiación forzosa. Pero el monte comunal también es de utilidad pública desde el momento en que es clasificado como tal y ambas «utilidades públicas» colisionan, por lo que hay que ver cuál prevalece, y con las leyes actuales prevalece la del comunal. Por eso, es un grave problema para las eólicas, que hacen todo tipo de chanchullos para llegar a acuerdos con los comuneros y que no defiendan la utilidad pública de su comunal. Y de ahí las gigantescas y caras campañas de manipulación, que llegan incluso al cine.
    • Las personas comuneras, es decir, las que viven en casa abierta con humo (así aparece literalmente en la legislación sobre comunales) tienen derecho al uso y disfrute del comunal para usos agrícolas, madereros e incluso energéticos. Tanto da si nacieron en el lugar o llegó de Holanda. Ese comunal no puede privatizarse o cederse a empresas de manera que si llega un nuevo comunero no tenga derecho al comunal.
    • Porque el comunal es el derecho de usufructo, no el derecho de propiedad. Las campañas de manipulación también van en ese sentido, en la línea de hacer ver que el comunal puede ser vendido, alquilado, expropiado, etc. como cualquier propiedad privada.
    • No obstante, lo que intentan es convertir a los comuneros en bestas, a ser posible, armadas con escopetas de caza para disparar contra quien vaya en contra de las empresas madereras, mineras, eólicas, inmobiliarias, etc.

Marcos Celeiro, labrego. Asociación Socio-Cultural Iríbio

 

Desgraciadamente, el perfil que ha creado tanta polémica en la película de Sorogoyen existe en todas partes y no solo en Galicia y en las aldeas, aunque en estas es más visible por el aislamiento y el embrutecimiento, y se hace más duro si cabe. Al ser un aspecto negativo de la psique humana, que representa nuestro lado más primitivo y animal, no nos gusta sentirnos identificados.

Afortunadamente no todos los gallegos somos así, tampoco todos los aldeanos, pero el perfil es real y puede encontrarse en cualquier parte del mundo camuflado por el medio al que pertenece, o en el que se mueve, y si llega a su límite es capaz de matar en vez de ceder o evolucionar. No querer verlo es simplemente negar una realidad.

Lola Tourón Rio, agricultora, transmisora de oficios tradicionales

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