Paula Lubián Fernández y Miguel Pardellas Santiago
Ilustración de Xoana Almar (Cestola na cachola) para el libro Árbores que non arden
Si revisamos nuestro imaginario sobre los incendios forestales, vemos pocas mujeres, parece un ámbito masculinizado. ¿Por qué no aparecen? La asociación Proxecto Batefogo, de Galicia, reflexionó sobre ello en su libro Árbores que non arden (Catroventos, 2019), que va por la segunda reimpresión.
Hace ya muchos años que no es novedad hablar de los numerosos incendios forestales que calcinan Galicia verano tras verano. Con años especialmente funestos (2006, 2017, 2022…), el creciente número de hectáreas quemadas a medida que avanzan los meses y los paisajes de montes ennegrecidos, por desgracia, son ya parte de nuestra normalidad.
Paradójicamente, fue en uno de los veranos más relajados desde el punto de vista incendiario —el de 2014, con apenas 624 fuegos y algo más de 400 hectáreas quemadas (llovió mucho)—cuando nació el Proxecto Batefogo.
Como otras muchas personas, ese año, como otros anteriores, quienes integramos el equipo del Batefogo nos dedicábamos a «arreglar el país» en la barra del bar, sentando cátedra sobre los responsables de los incendios y lo que habría que hacer para solucionar la situación. Y un día decidimos dar un paso más. Una conjunción de acontecimientos personales y laborales hizo que nos decidiéramos a iniciar el proceso de diseño de un proyecto que pudiera abordar el problema desde nuestros ámbitos de trabajo: el social y el educativo.
Desde ese entonces hasta el momento en que nos enfrentamos al reto de coordinar un libro sobre la participación de las mujeres en la prevención de los incendios forestales, lo que pasó fue que algo que no sabíamos aún identificar y comenzó a generar muchas preguntas sin respuesta… En el capítulo de presentación del libro Árbores que non arden. As mulleres na prevención de incendios forestais lo escribimos así:
En una panorámica superficial del mundo de los incendios, la presencia de mujeres resulta aparentemente anecdótica. Su visibilidad en los distintos escenarios del complejo puzle que supone la problemática de los incendios forestales en Galicia es muy reducida; demasiado…
Hagan memoria de las noticias sobre la autoría de los incendios, de las imágenes de los servicios de extinción, de los comités de la administración autonómica o de los foros de debate sobre los incendios, la ordenación y la gestión del territorio. ¿Es que ellas no encienden? ¿No apagan? ¿No deciden? ¿No reflexionan sobre los incendios forestales, sus causas y consecuencias?
Así que nos pusimos a buscar compañeras de viaje con las que encontrar explicaciones a lo que estábamos viviendo en el Batefogo; y tuvimos la suerte de encontrar las mejores que una podría imaginar y acabar publicando un libro sobre el tema. Os contamos a continuación algunas de las ideas más relevantes que se recogen en él.
El punto de partida: los incendios como problema social
Hablar de incendios en Galicia, y en buena parte del resto de la península ibérica, es hablar de incendiarios «criminales» y «terroristas», de especies pirófitas como el eucalipto, de la necesidad de «ordenar» y «limpiar» el monte, de la falta de medios de extinción o, más recientemente, del cambio climático y el abandono del rural. Dependiendo del pregonero de turno, estos elementos cuentan con más o menos protagonismo; pero, en cualquier caso, es frecuente encadenar su mención a la exposición de soluciones igualmente tajantes: mano dura con los incendiarios, reforestar masivamente con otras especies, desbrozar el monte o «apoyar el rural»… Se trata de un ruido mediático que solo aparece con veranos o incendios catastróficos (como este de 2022) y que en raras ocasiones aborda la cuestión con la complejidad y el rigor que debería tener, por no hablar de los exabruptos negacionistas climáticos o la «señorial» defensa de un rural imaginario.
Sin eludir debates, con el proyecto Batefogo pretendemos orientar nuestro trabajo hacia los aspectos que consideramos estructurales en la poliédrica problemática de los incendios forestales: la desestructuración de las comunidades rurales, el escaso prestigio social del sector primario, el cambio de usos y la desvinculación emocional con el territorio, la masculinización de las actividades agropecuarias y forestales, el despoblamiento y envejecimiento del rural, etc.; aspectos estructurales de carácter eminentemente social.
Insistimos en esta idea de forma casi obsesiva: consideramos los incendios forestales como un problema fundamentalmente social y que, por tanto, debe abordarse con herramientas de intervención social; sobre todo, a través de la educación ambiental y la participación ciudadana.
Lo «social» se formula aquí no como excluyente de otras variables, como la ambiental, por ejemplo, sino como oposición al monopolio de lo «técnico» o exclusivamente «económico». Como reiteramos en el libro, aun cuando un incendio se produce por causas naturales (una tormenta eléctrica) o por negligencias (es decir, sin voluntad expresa de provocar el fuego), la configuración del territorio, el tipo de aprovechamientos e incluso la respuesta de la población, por citar algunas variables, responden a claves sociales o socioeconómicas; por no hablar de los conflictos de intereses (entre particulares, especulativos, con la administración, etc.) que explican muchos incendios en origen.
Y si contemplar los incendios como un problema social resulta complejo, dar un paso más y analizarlo como una cuestión de género se convierte en un ejercicio de arriesgado equilibrio cívico…
Historia e historias de las mujeres y los incendios forestales
A partir de la década de los cuarenta, las políticas forestales alteraron la gestión del territorio y los sistemas agroalimentarios.
Preguntarnos por el papel de las mujeres en la prevención de los incendios nos remitía, en primer lugar, a buscar en el pasado explicaciones a un presente invisibilizado. En el primer capítulo del libro, Ana Cabana afirma que, igual que el resto de los espacios y territorios del rural gallego, el monte constituye un ámbito en el que se perciben históricamente las relaciones de género desiguales. De esta forma, la asignación de tareas relacionadas, primero, con las labores agropecuarias y, después, con la gestión forestal, recayó estructuralmente en los varones, relegando a las mujeres a un segundo plano. En la misma línea, María Ferreiro e Isabel Vilalba, del Sindicato Labrego Galego, hacen un repaso de las responsabilidades asignadas a las mujeres en las comunidades tradicionales; asociadas a la esfera reproductiva, sin reconocimiento ni remuneración, las mujeres labriegas gallegas eran las protagonistas radicales en la producción de alimentos para el consumo familiar, en la conservación de semillas tradicionales, en el cultivo de las huertas, en la cría de pequeños animales, en la elaboración de transformados caseros e incluso en los mercados en los que se vendían los excedentes.
Los procesos que acompañaron la transformación del sistema agroalimentario gallego, sobre todo a partir de la década de los cuarenta, perpetuaron una situación que llega a nuestros días. En una maniobra triplemente envolvente, las políticas forestales alteraron la gestión del territorio y los sistemas agroalimentarios; la industria y la ciudad —además de la emigración—, fagocitaron una mano de obra expulsada de sus comunidades; y la modernidad, como imaginario social predominante, se encargó de relegar a lo más bajo cualquier atisbo de orgullo por el trabajo en el campo. María Novas y Sofía Paleo ahondan en este análisis llevando su mirada a la actual legislación de ordenación territorial: una carrera hacia delante en la que productividad, especulación y acumulación de capital van de la mano de forma inexorable.
Y, sin embargo, ellas estaban allí. En su texto, Lara Barros hace una reivindicativa revisión del papel de las mujeres, no solo en la vital esfera reproductiva, sino también en los numerosos actos de desobediencia y resistencia frente a los procesos de usurpación del monte comunal que abundan en la segunda mitad del siglo xx en Galicia, actos en los que el fuego se revela como una de las «armas de los pobres»[1] con las que desafiar el robo de tierras y su reforestación.
Concluimos, por tanto, que, además de sostener un sistema agroalimentario que, por su naturaleza, constituía un modelo de prevención activa, ellas también prendían (!) y lideraban luchas vecinales frente al modelo forestal actual. Todo ello invisibilizado, claro está…
Aprendizajes en clave de género del proyecto Batefogo
El proxecto Batefogo busca una respuesta social y educativa para afrontar un problema que, hasta la fecha, se ha «gestionado» casi únicamente con medidas técnicas y económicas de dudoso éxito. Por eso, se plantea un triple proceso participativo, educativo y comunicativo para implicar a la población en el diseño y la implementación de medidas que compaginen de forma eficaz la prevención de incendios con la dinamización económica y social del medio rural.
Queríamos implicar a las mujeres en el proyecto, que vinieran a nuestros foros y participaran en nuestros debates, pero no nos dábamos cuenta de que lo estábamos haciendo desde estructuras y dinámicas completamente patriarcales. Aquí nuestras cabezas hicieron un nuevo «clic». Si las mujeres no estaban presentes, habría que buscarlas; habría que repensar los espacios, los tiempos y las formas de llegar a ellas; y habría que «cuidarlas» para que continuaran participando. A fin de cuentas, habría que generar una metodología de trabajo en clave ecofeminista que subvirtiera un contexto, una dinámica y una gestión abiertamente patriarcal. En eso estamos.
Cuidados, comunidad y riesgo
Conocer y reivindicar la historia e historias de las mujeres en relación con la gestión del territorio y los incendios no solo es fundamental para entender el porqué de la situación actual. La identificación de prácticas y referentes pasados constituye la base sobre la que construir resortes de cambio adaptados a los contextos presentes. En esta línea, Bea Rodríguez-Morales se pregunta por la influencia de la desigual percepción en clave de género de los servicios ecosistémicos[2] a la hora de articular políticas de prevención. Y Conceição Colaço extiende los interrogantes a la percepción del riesgo: si las mujeres interpretan y valoran de forma distinta tanto lo que aporta el territorio como los riesgos que conllevan determinadas prácticas, ¿no habría que articular estrategias de prevención que reconozcan estas habilidades y potencien los lideratos femeninos en la gestión del monte?
La identificación de prácticas y referentes pasados constituye la base sobre la que construir resortes de cambio adaptados a los contextos presentes.
Nuestra respuesta es claramente afirmativa, pero con un «pero» importante sobre el que nos pone en alerta Lola Ferreiro. No será posible cambiar realmente la dinámica incendiaria con una maniobra en la que las mujeres «carguen» con más responsabilidades sin soltar peso. Si ya soportan el trabajo reproductivo, si ya son las auténticas cuidadoras de las comunidades donde viven, habrá que reivindicar sus acciones y apostar por un equilibrio de los roles y los cuidados. ¡Una auténtica despatriarcalización de la gestión del territorio!
Otros elementos del libro
Lógicamente, habría mucho más que contar del libro y de cada uno de los capítulos que contiene. Solo queremos apuntar un par de detalles más: sin tener la más mínima duda de lo valioso de las reflexiones de nuestras sabias compañeras de viaje en esta reflexión colectiva, consideramos también necesario incorporar la voz de las mujeres que hoy en día luchan por cambiar las cosas sobre el territorio. De esta manera, decidimos incorporar las voces de comuneras (Belén), ganaderas (Ermitas), agricultoras (Conchi), cooperativistas (Dora, Eva Sonia, Carmela) y activistas (Carla, Nela, Vanesa) que están ya apostando por otras formas de hacer y de vivir en el rural gallego.
Pero aún faltaba algo. Queríamos que el libro fuera una invitación; una invitación a leer, agradable y divertida, también estéticamente. Una guinda para la que contamos con Xoana, y sus maravillosos dibujos, y con Andrea, con su cariñosa poesía.
Acabamos con las mismas líneas que escribimos para cerrar el libro:
Somos conscientes de que, con certeza, son muchas las autoras y los temas que quedaron en el tintero. Con este libro queremos también hacer un llamamiento a todas esas personas que están trabajando o que quieran trabajar en esta línea. Estamos convencidas de que el análisis en clave de género sobre los incendios forestales puede proporcionar muchas claves para enfrentar un problema que, seguro, en los próximos años, con la crisis climática, se convertirá, si no lo es ya, en una emergencia de enormes dimensiones.
Esperamos haber contribuido a comenzar a apagar los incendios con las palabras.
[1] Cabana Iglesias, Ana (2009). «A cultura do lume e os montes galegos. Aproximación a unha relación histórica». Recursos rurais, 5, 101-106.
[2] Se conocen los servicios ecosistémicos como los múltiples beneficios que la sociedad obtiene de la naturaleza.
Paula Lubián Fernández y Miguel Pardellas Santiago
Asociación Proxecto Batefogo
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