#Verano2060
Micaela Castrillejo
Mi abuelo, Héctor Castrillejo, escribió estos poemas a principios de siglo, en el año 2020 (año de la primera pandemia). Es interesante analizarlos y ponerlos en contexto para acceder mejor a su contenido.
El antiguo pueblo de Tabanera del Cerrato (Palencia)
Para comprender este poema (sobre todo, estoy pensando en las personas más jóvenes) hay que tener en cuenta que esta época fue la puerta de la gran extinción de especies, especialmente de insectos. En el año 2020 ya la desaparición era visible y perceptible para cualquiera, de ahí quizás ese título tan explícito; «Colapso». Aunque ahora nos pueda parecer increíble, el uso de productos químicos en la agricultura (industrializada en esa época) no solo estaba aceptado por una gran mayoría de la población, sino que era completamente legal. Como consecuencia, multitud de especies desaparecían a gran velocidad. Este es el trasunto del poema, naturalmente con una perspectiva poética y existencial. La gran extinción es un hecho histórico concreto, en torno al cual gira el poema, que marcó la obra poética de mi abuelo y que puede resultar extraño al lector actual que, sin tenerlo en cuenta, puede interpretar el poema de forma errónea. Las luciérnagas, esa especie tan habitual hoy en bosques y jardines y que iluminan nuestros caminos cotidianamente, estuvo al borde de la desaparición. Incluso hubo generaciones enteras que apenas pudieron verlas en libertad. Sin ese análisis histórico, es imposible comprender bien el texto.
Colapso
La noche está enferma,
agacha su hocico negro
y ya casi no parpadea.
La noche está enferma.
Y, si enferma la noche,
enfermamos todos con ella,
hombres, mujeres y bestias;
la miel y la escarcha;
los rinocerontes y las madreselvas.
La noche está enferma.
Y, si la noche sangra,
sangramos todas con ella.
La noche está enferma.
Y la columna de ébano
que tallaron nuestros antepasados
se tambalea.
Ya ocurrió otras veces,
pero nunca de esta manera.
Le tiemblan las manos como a una anciana,
Suspira,
y tiene la pupila tierna.
La noche está enferma.
Nadie sabe lo que le pasa,
pero yo sí que lo sé,
se lo he oído contar a los poetas.
La noche está enferma
porque están desapareciendo
las luciérnagas.
Para terminar, os dejo con otro texto de mi abuelo también escrito en los albores del siglo xxi y con un trasfondo más optimista. Quién sabe si con cierta intuición poética, en el inicio de una época marcada por el colapso económico y medioambiental, el autor parece intuir un futuro (que aún estaba lejano) esperanzador. Lo cierto es que da en el clavo y se adelanta a lo que ocurriría décadas después. En «Volveremos» se intuye proféticamente algo parecido a la ruralización, la colectivización y las bases de la sociedad más consciente y respetuosa que surgiría poco después de su época. El poema (que se cierra con un verso del gran poeta del siglo xx Miguel Hernández) es un brindis para celebrar, para alzar las copas y compartir; un sortilegio de esperanza útil también en nuestros días.
Animo a los lectores a que hagan lo propio, mejor aún con vino de producción casera, de uva o saúco, que cualquiera tenemos en nuestras despensas. Celebremos el encuentro y brindemos por el futuro con este viejo poema que aún no ha perdido su sentido. Brindemos por el amor y por la esperanza.
Volveremos
Volveremos, algún día.
Volveremos a hacer sonar los tambores y las caracolas
y el mar con su bramido de espuma
nos hará soñar de nuevo.
Y aprenderemos de nuevo a mirarnos a los ojos,
a guardar silencio,
a hablar con la Tierra callada.
Y a nuestros hijos y a nuestras hijas
les brotarán alas
y volarán,
y acariciarán los bosques con sus pies desnudos.
Volveremos.
Volveremos a brindar por todo lo que se pierde y se encuentra.
La libertad, las cadenas, la alegría,
y ese cariño oculto que nos arrastra a buscarnos
a través de toda la Tierra.
Micaela Castrillejo
[Héctor Castrillejo]