Aitor Urkiola
14 de marzo de 2022. Para mucha gente es solo una fecha, ayer. Para mí es un huracán que se ha llevado dos hermanos: uno de sangre, Xabier, mi primo, y uno de vida, Carlos.
Yo no sabía lo que era un abrazote hasta que conocí a Carlos, y de eso hace ya casi veintidós años. Veinte años de abrazotes de piel, de calor, más dos de virtuales por la pandemia, igual de calurosos, pero sin poder sentirle igual.
Porque Carlos era, es, eso: abrazo, calor y vida. Y mucho más.
Carlos es música, la afición que compartíamos y que intercambiábamos siempre que nos encontrábamos: música, cine, libros, series. Conversador incansable, viajero a quien nada de lo humano le era ajeno; conocer le encanta, conocerle y amarle nos llena.
Carlos es pasión por la vida, por los viajes, por las gentes, por las suyas y por las ajenas. No, por las ajenas, no; porque conocerle ya te des-ajena, te hermana, te une, te da sentido.
Carlos es confidencias, como las largas conversaciones que tuvimos sobre nuestras madres. Los valores que nos han legado, los difíciles años finales que tuvieron. Y que compartirlo, vivirlo, llorarlo, hizo que su Mamá y mi Ama fueran una sola, una misma. Y nos hermanó, aún más si cabe.
Carlos es alianza y amor, un auténtico tejedor de uniones y alianzas. Una voz que calma, que apacigua, que diluye conflictos entre personas o comunidades, que ve lo bueno en cada persona, en cada lucha. Y, sobre todo, hace que los demás lo veamos, con vergüenza de lo peleado, con empatía por lo que sientes y con ganas de caminar juntas.
Carlos es semilla, porque son incontables las iniciativas, las personas, las luchas, las organizaciones, los territorios, las comunidades, las vías campesinas, los campos, las tierras, los ríos donde ha sido semilla de vida, de esfuerzo, de impulso, de apoyo, de acogimiento. Nunca tantas deben tanto a quien nunca pretende cobrarlo.
Carlos es planta medicinal, porque es la afición que compartía con Ingrid y porque siempre nos sana y aconseja, sea con hierbas, con tisanas, con la palabra o con sus abrazotes.
Carlitos es familia, porque es mi hermano de vida y yo su hermanito. Ingrid es mi cuñada y Lucía, Juanfri y Ailín, mis sobrinxs. Su casa, donde hace años me acogieron y dormí en el cuarto de Juanfri, es mi casa. Mi casa es la suya, como lo fue cuando vino de visita o cuando disfrutamos de la compañía de Lucía y Ailín.
Carlitos es grande, Carlitos vive. En euskera decimos «non gogoa, han zangoa», donde van tus pensamientos van tus pasos. Carlos sigue caminando en cada uno y en cada una de nosotras, que le pensamos, le sentimos y le queremos.
Aitor Urkiola
En nombre de GRAIN y de la Revista SABC