Una iniciativa andaluza por la construcción de una identidad rural colectiva
Pueblos en movimiento
¿Existe una identidad rural? ¿Qué significa ser de pueblo? ¿Cómo mantenernos vivas? Estas son algunas de las preguntas que sirvieron como detonante para el nacimiento de Pueblos en Movimiento (PEM), una red de organizaciones, pueblos y personas de diversos ámbitos, que tejen conjuntamente para afrontar las cuestiones que afectan a nuestros pueblos y articular soluciones, pero siempre desde sí mismos.
Era invierno de 2017 cuando algunos intereses compartidos reunieron a un grupo de jóvenes en un pequeño pueblo de la provincia de Málaga. Ya son cuatro los años de trabajo para dar visibilidad a los pueblos, debatir sobre su problemática y acordar soluciones desde la propia ruralidad, en definitiva, por mantener un mundo rural vivo y orgulloso de serlo.
Mantener los pueblos vivos, recuperar la dignidad del ser rural, afrontar los debates sobre qué significa hoy en día ser de pueblo e incorporar los discursos del feminismo y los principios de la ecología son los objetivos que subyacen bajo la construcción de esa identidad rural colectiva.
II Foro de Pueblos en Movimiento. Benalauría, enero de 2019. Fotos: Pueblos en Movimiento
Incorporar los discursos del feminismo y los principios de la ecología son los objetivos que subyacen bajo la construcción de esa identidad rural colectiva.
Reconstruir la cosmovisión rural
Para construir (y deconstruir) qué ha sido, es y debería ser la vida en los pueblos surgió el I Foro Pueblos en Movimiento, configurado como un espacio constructivo de debate sobre la identidad rural en el que participaron más de 150 personas de ámbitos muy diversos y que tuvo lugar en Cuevas del Becerro, en 2018. A esta primera experiencia le siguió el II Foro, esta vez en Benalaurría, pequeño pueblo del Valle del Genal, un año después.
Si en el primero de los foros nos movía la necesidad de dar voz a los pueblos, poco a poco esa necesidad fue transformándose hasta dar lugar a acciones, a la creación y puesta en marcha de estrategias para actuar desde los pueblos. Pueblos en Movimiento no deja de ser un espacio de luchas por reconstruir una cosmovisión que no puede entenderse sin los saberes populares, sin la diversidad, la ecología y las mujeres.
La identidad rural no puede entenderse sin feminismo, y ello pasa por un proceso de dignificación del trabajo de la mujer en el campo y por un reconocimiento de su papel como guardadora de los saberes de los pueblos. Visibilizar el papel tanto histórico como actual de la mujer para incorporar el feminismo y sus paradigmas desde la mirada rural y su compromiso en las luchas para derribar privilegios es una de las tareas de PEM. Asimismo, ellas son la inspiración alrededor de la cual debe construirse la identidad rural, porque nadie como las mujeres sabe vivir poniendo la vida en el centro.
Es imprescindible mirar desde el pluriverso en que se constituyen los pueblos andaluces. Las personas trabajadoras extranjeras de diversos orígenes y las que deciden quedarse a vivir en nuestros pueblos tienen mucho que decir sobre la identidad rural, que en ningún caso puede construirse sin ellas. Además de enriquecer el universo rural, desempeñan un papel protagónico en la lucha por los derechos laborales. En un territorio construido sobre el latifundio y la explotación de recursos y personas para exportar productos a otros países ricos, que nos mantienen como los empobrecidos del Estado, conseguir condiciones laborales dignas es parte del camino hacia la identidad rural.
La conexión con el ecosistema
Los pueblos, sus gentes y saberes son la resiliencia indispensable para hacer frente a los peligros que acechan nuestras vidas.
La mirada ecosistémica es otra de las bases de nuestro trabajo. La ecología, aun siendo un pilar básico y originario de la cosmovisión rural, se ha ido difuminando a lo largo de los últimos años en favor de valores economicistas como la productividad o la inmediatez. El mayor ejemplo de ello es la asimilación de la agricultura industrial o de la ganadería intensiva. Por suerte, están surgiendo corrientes de cambio. Estamos en pleno período de «neoclasicismo rural», que, como en el arte, nos invita a mirar, aprender y recuperar la forma de estar en el mundo que tenían nuestras abuelas y abuelos. Y es que en los pueblos no hace falta instaurar consciencia ecológica o ecosistémica, nos basta con recuperarla, porque ya estaba, lo que ocurre es que nos hicieron creer que no era lo suficientemente productiva, lo suficientemente moderna.
La ruralidad es el resquicio indígena que nos queda, la conexión más cercana y más efectiva con el ecosistema. Somos quienes convivimos con los recursos naturales, quienes moldeamos los paisajes, quienes preservamos las culturas diferentes que nos enriquecen como sociedad. El éxodo de la ciudad al campo es ya una realidad que se intuye y responde a la necesidad de reconectar con la naturaleza, con lo que somos. Los pueblos, sus gentes y saberes son la resiliencia indispensable para hacer frente a los peligros que acechan nuestras vidas: el cambio climático, la crisis de la biodiversidad, la escasez de agua y el agotamiento de los recursos naturales.
Más allá de los foros, que se configuran como el encuentro anual en el que todos y todas convergemos, la red ha ido ramificándose en otras alternativas a lo largo de sus casi cuatro años de vida. Es común encontrar una representación de PEM en eventos culturales de los municipios o implicaciones en proyectos educativos para recuperar y revalorizar la identidad rural y los saberes del campo en los centros educativos. También se celebran encuentros ambulantes en diversos pueblos donde se aúnan fuerzas con actividades y organizaciones con objetivos e ideas afines.
Hoy en día participan en este movimiento numerosos municipios de la Alpujarra almeriense, del interior de las provincias de Málaga, Cádiz y Sevilla, entre otros muchos. La red de PEM crece año a año, con cada actividad, con cada foro. Una adhesión que no se ha producido con base en nada más que el sentir y ser de pueblo.
Queda mucho por hacer
Devolver la dignidad al mundo rural y acabar con el lastre de negatividad que le ha sido impuesto en las últimas décadas es un trabajo fundamental para nuestro movimiento. La infravaloración de la ruralidad, del «ser de pueblo», de nuestras hablas, nuestras costumbres, del trabajo en el campo que alimenta la vida…, todo ello ha pasado a la cara B de la «línea abisal» o, como bien define la construcción de las identidades de Boaventura de Sousa, a «aquel espectro reservado a las personas y saberes considerados como inferiores», a los que no están lo suficientemente desarrollados o no son lo suficientemente modernos.
Pero los pueblos, sus gentes, sus mujeres, con sus costumbres y saberes, estamos cansados de esa infravaloración, de ese cuasi desprecio, de la mirada por encima del hombro desde lo urbano, de las personas que se creen abanderadas de la modernidad como si fuera la opción única, cuando, además, ser moderno no es más que ser volátil, efímero, dependiente, vacío.
Los pueblos no solo son costumbres, son fundamentalmente saberes. La sabiduría de la vida humana nace y se salvaguarda en ellos. Pregunten en las ciudades por las semillas, los ciclos de la tierra y las siembras, ¿sabrían responder? Sin embargo, necesitan alimentarse. Pregunten en la ciudad por dónde discurre el agua más limpia, más clara y más fresca, ¿lo sabrían? Y, sin embargo, necesitan del agua cada día. Pregunten por los relatos, las historias, los mitos que construyen nuestra cosmovisión comunitaria, y verán que la mayoría de las gentes de lo urbano las desconocen o las han olvidado. Pregunten de dónde sale el hilo que teje nuestras ropas, a qué huele el frío, la tierra mojada, los naranjos, el jazmín y la dama de noche que pretenden imitar nuestros perfumes; pregúntenles por la oscuridad y el silencio que el descanso requiere… Pregunten cualquier cosa que construya la vida, que obtendrán pocas respuestas.
Para la modernidad y el progreso, la apuesta es conquistar el futuro y camina en trayectoria lineal; pero la vida y la naturaleza son procesos circulares. Por ello, el pasado y la memoria son más importantes que el futuro, son lo que nos permite ser y a lo que siempre volverá la vida, que solo funciona moviéndose en círculos. El futuro solo será certero si se tiene en cuenta la experiencia del conocimiento, de las sabidurías y los aprendizajes que conforman nuestra mochila. Y esa mochila la guardan los pueblos.
Pueblos en Movimiento seguirá trabajando por que se valore lo rural, por seguir construyendo esa identidad que nos une, por conservar y transmitir nuestra cosmovisión y nuestros saberes, por la construcción de sociedades más feministas y ecológicas. Eso sí, continuaremos haciéndolo, como siempre, desde los propios pueblos y sus gentes, desarrollando propósitos de futuro hacia los que caminar juntos, pero en un camino construido colectivamente.
Pueblos en Movimiento